Abuso: Sobre el silencio
Por Cecilia Miano.
El silencio es un poliedro que multiplica sus caras sin límite. Hay que tener cuidado por donde se lo toma. Algunas de sus aristas tienen filos duros, ásperos, filos de memorias que te envuelven con melancolía. Otras prometen demasiado, sueños de un futuro sin amarres, sin presente, son delirios del deseo sin coraje. Ciertas caras, sólo algunas, parecen ser de un material sutil y diamantino. Esas caras del silencio se eligen o nos eligen; corren más riesgos que las otras, porque el ruido, o el sonido de fondo y el parloteo del mundo las fulminan. Al resto, a la mayoría de las caras del silencio, el aturdimiento no les hace ni fú ni fa. Aunque no es bueno andar con cuestionamientos todo el tiempo, hay caras del silencio que encierran sonidos, como el tañido de una campana, la inspiración previa a la primera palabra después de un beso, el comienzo de un murmullo en el entrevero de un abrazo. Vamos por ellas, las singularidades del silencio.
MOVIDA DE AIRE
El aire mueve mucho más que partículas. Hoy, en la caminata habitual, tuve la certeza. Aunque en palabras es difícil ajustar sentires. Al caminar, la invasión de aromas parece ser una constante, aunque nadie más que yo los huela, sólo aparecen para mí deleite. Hay muchos roces que, escondidos en silencios eternos, chocan con la realidad y muestran más sonidos que el de las zapatillas al chocar contra la arena: sonar áspero, rasposo, lento, música sin orquesta que apenas acaricia, solo una sensación que, de pronto, se vuelve tangible.
Oler, de es oler que pasa algo, un suceso que adviene.
Sospechar, de sospechar presencias., movimientos inaudibles e invisibles.
Todo reposa y al mismo tiempo entra en erupción, con magia, singular, sin apuro, en constante de presencia.
QUE LAS HAY LAS HAY
Suena el timbre. El sonido me irrita, nunca supe por qué, hasta hoy.
En el campo, cuando alguien llega, debe anunciarse con palmas. El código es: evitar lo inesperado. Es importante, nunca me expliqué por qué, no se los cuestiona. Hay tantas cosas que funciona con ese silencioso automatismo, donde la acción hace sin cuestionamientos de quien la ejecuta. Nunca por qué me persigno cuando salgo de viaje; o por qué, cuando llueve mucho, la gente hace cruces de sal gruesa, o….
INFANCIA CLANDESTINA
La rebeldía tiene muchas aristas.
Siempre me gustó asustar a mi abuela o a mi hermano, entrar con sigilo y espantarlos. En esos proyectos podía pasar mucho tiempo, ese que se alarga hasta no tener consistencia, se desdibuja de relojes y soles. Torna empalagoso porque es solo propio. Pensamiento sin palabras, se mueve en el silencio de la película íntima: con escenas no contempladas, con cortes inesperados para la razón. Hoy, trazos de esas estrategias desatan sonrisas retorcidas de nostalgia y salvajismo. El disfrute que me provocaba era más grande que la reprimenda recibida. Siempre.
RUIDO A VUELTA DE PÁGINA
La “Unguymaman” de Ciro Alegría comienza a explicar parte de mis sensaciones, da una vuelta de página a mis sinsentidos. La Unguymaman es la madre de todos los males.
Aunque me resisto a pensar en el mal, siempre ronda su presencia. Eso que no puedo explicar, eso que a veces ni siquiera logra a ser sensación, es solo un respiro, una pizca de sombra, un aroma inexplicable.
La Urguymaman trepa desde las profundidades hasta la superficie sólo para concretar su cacería. Aparece en un susurro, con cierto descontrol del sonido, un sonido sin bordes. En apariencia, inocuo. Como si, a través de su llamado, pudiese captar la resolana de la vida. Y, como si, uno- con cierta inocencia- pudiera responder.
CENIZAS DEL PARAÍSO
La mañana se despierta diáfana, mi rutina lenta aparece sin distracciones, en movimientos cuidados, sin mucho. Las palabras hoy sobran, en un recorte solitario alguna idea pretende ser volcán. Voy y vengo, resuelvo y propongo cuestiones sin explicaciones. Capto temperaturas y volúmenes incoherentes con la razón. Hay un silencio tan nutricio, que puede estallar en pedazos, ante cualquier mínima irrupción
Taladra el timbre de entrada y aparece el miedo de siempre.
Inexplicable. Cada vez que suena es lo mismo: algo espantoso se anuncia, me busca, por eso será que nunca quiero atender, por eso doy vueltas como perro antes de acostarse. Miro para abajo, cuando por fin me decido a abrir. La boca del volcán acurruca la idea contra algún hueso despejado de la cabeza. Lo atesora y lo esconde, la mano tiembla fuera de cuerpo.
Todo comienza con el llamado.
LO QUE NO HAY
No hay ausencia de sonido. Hay silencios múltiples, porque el poliedro es pariente del infinito y de la inmensidad. Mientras él gira, nosotros giramos. A veces, vamos al unísino; a veces, él va horario y nosotros antihorario. Y es de no creer, es en el esos desencuentros, en esas oposiciones, donde surge las mejores palabra.
Ahí suena.
Atiendo