Desamor: Entrevista a Gonçalo Tavares

                        “ASOMADO SOBRE EL MUNDO, EN ALFÉIZAR FRÁGIL” (*)

Entrevista: Lourdes Landeira, Gabriela Stoppelman

Edición: Gabriela Stoppelman, Lourdes Landeira

Traducción: Marcela Molina  

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Calvino no estaba delante de una mera alteración de las sustancias, había allí una voluntad, una fuerte voluntad, que se diría muñida de músculos frágiles. Y esa voluntad insuficiente venía del sol, el sol quería abrir los libros, su luz se concentraba  con toda la potencia en la tapa del libro porque lo quería abrir”, “El Barrio”  

“La casa donde uno vive, lo sabemos, es otra parte del cuerpo; la ropa, ésa, la casa más próxima”, “Historias falsas”

BITÁCORA DE UN LECTOR DE TAVARES

Desde el borde, rodea la silueta. Va por un lado del rectángulo hasta el hombro de la mesa y dobla.  Sobre el lomo del mueble, están dispersos los libros. Ya los ha leído a todos y, aun así, siente que recién empieza a leer. Los libros advierten algo ineficaz en la velocidad del merodeo. Un aire al país de las maravillas se enrarece:    

-¿Pasó el conejo por aquí hace cuántas lunas?

– Fue hace tanto, Alicia, que el giro lo puso justo detrás de vos.

Las agujas del reloj andan enloquecidas. Y el conejo está tan satisfecho de no haberla encontrado, que Alicia decide esconderse en ovillo debajo de su sombra.

Y, entonces, el lector ralenta el paso. Recién ahí, comienzan a titilar frente a él algunas líneas de poética, en forma de hilachas e interrogantes. El lector no puede recordar argumentos ni transcursos. Se aferra a la palabra que falta. Se sostiene de una idea ahuecada. Intenta digerir la estela de una frase. En el tracto de otras sintaxis, ¿en qué se descomponen las cadencias?  

En eso anda el lector, cuando ve a las palabras tomar una forma en el aire; ellas, que jamás han abierto la boca. Caja negra, betún para abrir fisuras y agujeros. Los textos de Tavares invitan a otra experiencia del tiempo: Palabras literalmente pegadas a las manos. Personajes que te acercan un horizonte, a la vez que el horizonte se escabulle. Y eso sí: nunca estar tan cerca como para no faltarse. ¿El luto iba delante o detrás del dolor? La última caída, ¿compensa qué ascenso y a qué altura? ¿O es esta la música de la simetría, la forma impar de ese derrumbe, eso que los vivos nombramos “muerte”?

El lector se detiene. Algo extraño ha sucedido: la mesa se ha estrechado, los libros se han amontonado o ambas cosas. Por algún artilugio de la mirada- una disidencia del idioma, un pariente del abismo, un condimento irregular en la superficie- la orfandad de cada libro aislado hace organismo con el resto de las orfandades. Las partes se engarzan sin fijeza y sin cronología. No se trata de una masa ni de un conjunto. La entidad invierte los roles: ahora es ella- desde sus contornos- la que otea al lector. El equilibrio es precario y frágil, porque los mapas refundan el barrio de la lectura en filamentos de azufre, memorias entumecidas en las manos,  ensayos de vejeces bajo el chorro de agua helada y enfermedades inversas. De cielo a tierra, todas las cifras borroneadas. Telegrama de nadie. Urgencia de nadie. Tos de tizas entre los huecos de las líneas. ¿Esa desfigura era tu casa?

Ningún lugar, ningún sitio. Sólo esa estrechez enorme, mientras se extiende la mirada.

Es inquietante este modo de leer: como si faltaran minutos para morir y todavía no hubieras decidido qué cocinar para la cena de esta noche.

Después sucede algo, con frecuencia demasiado cotidiano. Un peso enorme en un cajón vacío termina derramándose, espalda arriba. Simplemente, busca no morir. Puñados de tierra blanca en el entierro del papel. Es la palabra quien empuña la pala.  Precisa en consistencias, tiene todas las manías de un fantasma. Una vez elige un velo- un tanto ofrece, un tanto retira- y otra se reescribe, dos veces invisible.

Es ahí donde los textos de Tavares incomodan e interpelan: “Mi perseguidor pasó por aquí hace mucho tiempo”… Por aquí, ¿dónde? Vuelve el aire a Alicia, ya desovillada. En estos tránsitos, el conejo ya no se atreve con sus urgencias. La mesa estrecha a la altura de la ventana se lee como un alféizar, donde apenas se hace pie.  Así, asomado, el barrio se hace mundo y el mundo se contrae en una mirada.  De esta sístole y esta diástole, queda un resto gozoso:          

                 “Y lo que se olvida es paisaje”.

                 

el barrio de los señores- sin el tituloOTEAR A CONTRA CARAVANA

                                                       “A veces Lenz ve en la enfermedad un encuentro fortuito con un transeúnte que, después de un choque fuerte, deja en nuestras manos, distraído, una flor negra. Y cuando finalmente nos levantamos para devolvérsela, ya el transeúnte, éste, apurado, ha desaparecido”, “Aprender a rezar en la era de la técnica”                               

 

¿Cuánta oscilación de ambigüedad y certeza se requiere para escribir? ¿Y para fugar?

La ambigüedad no es algo que se planifique como se planifica una ciudad. La ambigüedad es la energía inicial del hombre, quien intenta hablar o escribir para reducirla, pero falla. Escribimos porque queremos disminuir la incerteza. Llegamos, al final, a una incerteza más clara. O, al menos, a una incerteza más rica, más fecunda. Una ambigüedad que requiere y convoca a la inteligencia de los otros. He ahí un buen resultado.

 ¿Qué hacer ante las trampas del lenguaje?: ¿combatirlas?, ¿enmarcarlas en alguna forma conocida?, ¿dejarse engañar?

El lenguaje común- el  de la calle, el de café- es un lenguaje en forma de caravana; lenguaje que une palabras como carruajes. Palabras unidas a otras, previsibles; un sustantivo  llama de inmediato a un verbo muy conocido de ese sustantivo y así continúan. Son los llamados lugares comunes, de comunidad, lugares más que conocidos. Allí se encuentran siempre las mismas palabras. Esa es la gran trampa general de la lengua: que socialmente se piense que las palabras viven juntas. Pero no, cada palabra es un ser orgánico, disponible para juntarse a cualquier otra palabra. Disponibilidad absoluta, disponibilidad amorosa de las palabras que solo es posible porque antes se quebraron los lazos fijos entre ellas, aquellos lugares comunes. Rimbaud decía que la poesía era “un encuentro extraño entre palabras”; me parece muy sensata esa definición.  

 

UN GRITO DESPLEGADO

                                                          “El perro puede ser visto como música equilibrada (armonía de la palabra) debido a sus cuatro patas (como una mesa orgánica). Pero si al perro se le corta una de las patas nuestra vida se altera, y sangra todo, como quien es traicionado por una mujer o por la muerte de su padre”,  “agua, perro, caballo, cabeza”

                          “¿Qué le llega a un pájaro de tu júbilo?”, “Viaje a la India”

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¿Hay un padre y un verdugo para cada siglo?

Hay muchos, muchísimos. En cada hombre existe la potencia de la protección y la potencia de la amenazas. Hoy, ahora, ¿querés amenazar o proteger? Estamos siempre por responder a esa pregunta. Y, cuando no respondemos, es porque estamos en la fase neutra, indiferente. No quiero proteger ni amenazar, quiero sentarme, este es el estado del ser humano.

 

¿El grito es un recurso contra la incomodidad y el dolor? ¿Y el griterío? ¿Y el silencio  absoluto?

 El grito es el lenguaje en estado indiferenciado. El dolor existe antes que las palabras. El dolor intenta civilizarse, aprender una gramática y una sintaxis. Y muchas veces es esto: se escribe un libro porque se intenta ablandar un dolor, desplegar un grito como si fuera un paño muy doblado. Si desplegás ciertos gritos, encontrás una narrativa, una historia. Concentrá la narrativa y encontrarás un grito. La civilización del grito es, a pesar de todo, más amenazadora que la civilización de la historia, de la narrativa. Contar una historia es una manera de humanizar la violencia y la desesperación que sentimos. Es un modo de calmarnos. No grites, te voy a contar una historia. Un escritor, muchas veces, actúa como si fuese su propia madre, la madre que intenta que el hijo no piense demasiado en aquello que lo asusta. “No grites, no temas, no te asustes”: te voy a contar una historia. Muchas veces, esto es lo que un escritor se dice a sí mismo.

En el movimiento pendular entre dos opuestos, complementarios o no, ¿qué valor introduce un cromosoma de más, una trisomía? ¿De qué lado está la poesía, si es que está de alguno?

 La poesía es una diferencia en el lenguaje. No es un cromosoma de más o de menos, es una alteración radical del punto de vista del hombre sobre las palabras. Las palabras, en la poesía, dejan de estar al servicio de la ciudad y pasan a estar al servicio de algo que antecede a la polis, antecede a la política. Es; también, una vuelta los orígenes.

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HACÉ EL FAVOR, NO TE CALMES.

                                   “Cada pregunta tiene siempre dos salidas. Y cada salida tiene siempre dos preguntas/ La buena salida es aquella que comienza algo. Y cada salida es una entrada”, “Blaise Pascal”, incluido en el libro “Biblioteca”.                                         

 En “Breves notas sobre las conexiones”   la voz de quien arma el texto se une a la de las poetas y se lee como “un mapa de lecturas”. Mapa de lecturas como en “El Barrio” o “En Los señores”, ¿siempre la cartografía?  ¿Qué forma particular de organización dan los mapas?

Un mapa es una forma visual de decir: quedate tranquilo, nosotros civilizamos el espacio, nosotros le enseñamos a la naturaleza lo que debe hacer. Mapas de espacio: aquí montaña; más allá, agua. Es evidente que la gran ambición humana es tener mapas de tiempo y no de espacio. Un mapa del día de hoy, un mapa del día de mañana. El mapa nos da la ilusión de que dominamos la naturaleza, de que la clasificamos. Pero, no. La principal energía de la naturaleza es el tiempo y nosotros no conseguimos dominar el tiempo. Me gusta mucho la cartografía, pero la cartografía delirante. La cartografía, de alguna manera, es calma. Sin embargo, a mí me gusta la idea de una que sea ambigua, una cartografía casi de los misterios, que anuncie una necesidad de cambios de quien tenga el mapa en la mano.

De tus textos se desprende que hay cosas que no deben tener un nombre, cosas de las que es mejor ignorar el nombre y cosas cuyo nombre es inalcanzable. Conversemos sobre esto.

 El nombre que damos a las cosas es una forma de calmarnos, de tranquilizarnos. Es el sonido, el nombre, lo que permite hablar de lo que no está presente. El diccionario es una especie de rollo exhaustivo, de trabalenguas infantil, de  disculpa fastidiosa, semejante a las disculpas sin sentido que calman. Cálmate, recibe este diccionario –el mundo no es tan imprevisible.Ferrari-Leon_Cuadro-Escrito_1964

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OTRO FAVOR, NO TE ACOMODES

                                               “Las cajas son tantas que nadie les da importancia. Puede estar ahí una persona, hasta la que amas, pero no la ves. Ya no producen efecto. Pasas por ellas centenares de veces”, “Jerusalén”

 ¿La comprensión está más del lado de la luz o de la oscuridad?

 La comprensión está más del otro lado. Está más del lado de los ojos. Muchas veces, sombra y luz son apenas una emisión de nuestra atención, de nuestros ojos. Si quiero ver, si estoy atento, ilumino. Si no quiero ver, si estoy distraído, si no estoy atento, oscurezco. Un hombre muy atento y perseverante, si tiene ese objetivo, consigue encontrar un alfiler en un cuarto oscuro.

Fuera de la posibilidad de rondar infinitas mentiras, ¿qué espacio queda para alguna verdad?

 Una única verdad es tan peligrosa como una única mentira. Lo que salva al mundo de una violencia central es la existencia de muchas verdades en disputa o, si queremos, de muchas mentiras en disputa. Multiplicar las hipótesis de salvación, multiplicar las hipótesis de verdad. Cambiar de punto de vista es casi un presupuesto de la escritura, escribir es obligarnos  a mirar para otro lado y solo podemos mirar para otro lado si cambiamos nuestra posición de observador. Dejamos de estar en una posición, abandonamos una posición normal, común e intentamos encontrar una posición rara. De alguna manera, escribir es consecuencia de una mirada poco común  y de una posición extraña del cuerpo. Encontrar nuestra posición individual para mirar las cosas parece esencial en la escritura.

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EL CUERPO QUE VA CON EL CUERPO

                                                                              “Los ojos en el tedio, cuando ya nada hay para ver (cuando lo visible es apenas una repetición) se vuelven diabólicos.”, “Breves notas sobre las conexiones

Otra recurrencia en tus textos son las repeticiones, a veces vinculadas al hastío y a veces a la chance.  La sorpresa y el ritual.

Era interesante ritualizar la sorpresa. Un conjunto de procedimientos fijos que, al fin, nos llevaran a arribar a una sorpresa. Muchas veces, el arte adicto a la sorpresa funciona así. Ya estamos a la espera de que aparezca la sorpresa y eso elimina su fuerza y su intensidad intelectual y emocional. Me gusta mucho una frase de Ludwig Wittgenstein: “Si le decimos a alguien que cuando llegue a su casa va a tener una sorpresa y él llega a su casa y no tiene la sorpresa, estará sorprendido” Es eso.

¿Cuál es tu visión sobre las irrupciones que advienen y sobre las que, de algún modo, se buscan- ésas para las cuales uno crea condiciones de posibilidad, digamos, para que tengan dónde aterrizar si andan cerca-?

Siempre mis anotaciones, los pequeños apuntes, son géneros literarios. La pequeña nota en el cuaderno, en el medio de la confusión del día, es una interrupción de lo cotidiano y permite que la literatura entre, invada y rápidamente salga, en un día normal. Creo que la anotación, la nota, es algo que está siempre- en potencia-  en el bolsillo de atrás o en la mochila donde está el cuaderno. Por lo tanto, esa posibilidad de  una invasión por parte de la literatura,  en el cotidiano, durante unos segundos o  unos minutos,  es algo que me agrada mucho. En ese sentido, registro la anotación. En ese haber sido un cuaderno, en ese haber sido un material de la escritura que acompaña al cuerpo y que va con el cuerpo para cada lado que voy.  Podemos estar en una reunión, podemos estar en la calle y, de repente, sacamos el cuaderno de la mochila y escribimos. Esa anotación realmente coloca ese momento cotidiano en otro nivel, lo transforma en algo mucho más fuerte  

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CUADERNO DE ANOTACIONES  PARA “EL ANARTISTA”


EN LA ENTRADA DE UN ENTRESUEÑO

Pensar una voz que no salga de las manos ni de la cabeza ni del delirio. Una voz que sale cuando estamos cerca de adormecernos.

 

POESÍA Y PROSA

Poesía, potencia de concentración. Prosa, potencia que se extiende, que abre los brazos.

 

LA POÉTICA DE LAS DISTANCIAS

Lo humano es esto: cuando queremos algo que está lejos, esa persona va a andar por la calle y sentir que alguien está mirando fijamente su nuca. Gira y no hay nadie.

 

LA DELICADEZA Y LA FUERZA

Delicadeza, la fuerza de los verdaderamente fuertes. La fuerza es presentida, es anunciada, es recordada. No precisa y sí actualizada.

Fuerza, la debilidad que no tiene otro tiempo, sino el presente. Tiene que ser fuerte ahora, porque no tiene memoria ni promesa.

 

MÚLTIPLE Y PRECISO

Como velocidad de quien no quiere caer, tan distinta de la velocidad de quien no quiere avanzar”, “Breves notas sobre las conexiones”

“Ser exacto destruye”, “Breves notas sobre las conexiones

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Hablemos de las distintas calidades de velocidad; de la velocidad fuera de  su concepto de magnitud, de las velocidades no concertadas y de las inmovilidades.

Me gusta la idea de que hay muchas velocidades, infinitas velocidades – más lento, más rápido, 100 km por hora, 1000 por hora. Pero solo hay una inmovilidad. No se puede estar inmóvil de una manera más rápida o de una manera más lenta. La inmovilidad tiene una velocidad fija, que es cero. La  inmovilidad exige más precisión que la movilidad. Tenemos muchas formas de movernos, muchas velocidades, pero una única inmovilidad. Entrenar la inmovilidad es entrenar una forma de precisión.

 

TRAZOS EN FUGA

             “Una idea no tiene lado derecho ni izquierdo. No tiene peso o volumen, forma o color. Una idea tiene segundos, o minutos, a veces horas, o días enteros, meses. Una idea no es curva ni es una recta.”, “Breves notas sobre las conexiones”

Los gráficos y los dibujos aparecen mucho en tu obra. ¿Son pausas a lo verbal?, ¿son desesperaciones para llegar donde la palabra no alcanza?

Dibujo y escritura son dos formas de pensamiento, pensamos escribiendo y pensamos dibujando; pensamos dibujando o escribiendo números. Es común, en todo esto, el trazo, el trazo es la forma que los humanos tienen para manifestar su pensamiento. Por lo tanto, yo no distingo mucho escritura y dibujo, la escritura es una forma de dibujo, el dibujo es una forma de escritura. Podemos leer dibujos y, si no dominamos un alfabeto, podemos ver la escritura. Un alfabeto que no dominamos pasa a ser un dibujo, eso es muy claro.

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INCLINAR LA PALABRA

“Una gallina pensaba tanto y era tan culta que ganó una obstrucción interior, dejando de poner huevos. La mataron al día siguiente”, “Los señores”                                                                                                    

La sátira y la ironía, ¿cuándo se hacen necesarias en tus textos?

La ironía es una forma inclinada de hablar, es una forma inclinada de escribir, es no ir directo al asunto. Hacer un desvío es entrar lateralmente a los asuntos y, por lo tanto, la ironía es fundamental en el lenguaje. El lenguaje directo es una especie de lenguaje de los negocios, es un lenguaje cara a cara. El lenguaje irónico permite encontrar otros caminos, caminos secundarios en el lenguaje. Caminos secundarios que se vuelven esenciales, que se vuelven literarios.

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EL TIEMPO, EL GRAN CHEFF

                                  “Ver bien a lo lejos, querido amigo, es una de las grandes cualidades de la memoria, no se trata sólo de ver hacia atrás, sino también de ver al fondo”, “Una niña está perdida en su siglo en busca de su padre”

       

Y en reiteradas entrevistas, marcaste la lentitud del proceso de escritura y, sobre todo, de publicación de tus libros. Conversemos sobre la “maceración” (dejar que el tiempo cocine la comida) y la lentitud como operaciones de la escritura.

Realmente hay algo semejante entre la cocina, el tratamiento de lo orgánico del alimento y el tratamiento del texto. Para mí, texto y alimento, texto y organismo son conceptos  muy próximos. El texto, mientras está siendo hecho, es realmente un organismo. Cuando está publicado, es una manera fija de ese organismo. Claro que podemos entrar en el libro que ya ha sido publicado y eso exige que el libro siga siendo un organismo. Pero, para mí, la publicación  es el final del proceso del texto. A partir de ahí, el texto pasa a ser público y, tal vez, solo continúe siendo organismo- algo que se transforma- para los lectores. Mi opción de escritura es un método volcado a la lentitud y al el texto, como organismo a lo largo de los años. Yo escribo el  material en bruto en un determinado período. Después abandono, olvido lo que escribí. Pasado un año o dos, vuelvo, corto, corrijo. Un proceso orgánico que deja que el tiempo sea, en parte, cocinero del texto. Ese cocinero- el tiempo-  permite que yo visite ese texto, de tanto en tanto y, con la ayuda de la claridad que él  me va dando, pueda corregir, de un modo que el texto se vuelva  más intenso. De alguna manera, la lentitud  hace ajustes a lo largo de los años previos a publicar. Es una especie de concentración de intensidad. Disminuyo los pasos e intento aumentar la concentración y la intensidad de los ingredientes del texto. Por lo tanto, es un proceso de juicio crítico sobre el texto, que tiene un auxiliar muy importante: el tiempo.  

 

UNA POÉTICA DE LOS RESTOS

 

                                                          “El señor Henri dijo: mi pensamiento se localiza en el espacio que existe, todavía vacío, entre las células y el absintio. Es en ese pequeño espacio, es en ese pequeño resto, que logro pensar”, “Los señores”

Por ahí, en una entrevista, dijiste que tu Breton, tu Valery, tu Calvino se construyen a partir de un “tono”, un eco que te queda de la lectura. ¿Todas las lecturas dejan esos “restos casi auditivos”?

Diría que sí, las lecturas dejan un resto, un murmullo. También lo dejan las artes plásticas, el cine, el teatro y la vida normal de la calle. A mí me gusta mucho andar por la calle y captar una especie de sonido de la ciudad: el sonido de las personas. Esos sonidos y esos restos se transforman en una masa que, más tarde, da origen a los textos. Creo que soy lector cuando estoy atento a las personas y a la forma en la que actúan en la calle. Soy un lector cuando, por ejemplo,  en un café, dejo de leer un libro, me detengo en una pareja de novios que está discutiendo. Cuando los observo, cuando los leo, me transformo en un lector humano y de humanos. Por lo tanto, creo que un escritor continúa siendo un lector aun cuando no está leyendo un libro. Un lector es alguien que intenta  pensar a partir de lo que ve: eso es un lector. Y es con esos ruidos, con  esos vestigios visuales, que se hace a un lector y eso mismo, más tarde, constituye un escritor.sombra

 La poética de los pedazos, los restos (las miniaturas)  es una de las recurrencias en tus textos. Hablemos de la potencia de los detalles.

Sí, claramente soy un entusiasta de los fragmentos, el fragmento es cualquier cosa que anuncia una reducción de tamaño, anuncia que no se va hablar del todo, anuncia que va a quedar mucha cosa afuera. Soy un entusiasta de la idea de que el fragmento, una pequeña parte, el detalle, puede salvar. No creo en la salvación por el todo, sí en una salvación por el detalle, en una salvación mínima, por un minuto, por unas horas. Creo que el detalle salva de una forma menos peligrosa que la totalidad; la totalidad que quiere salvar es una totalidad, muchas veces, peligrosa. Por eso, entre un detalle por una hora que nos calma y nos tranquiliza y una verdad universal que nos quiere tranquilizar, yo opto siempre por el detalle. Esta pequeña ambición del detalle permite que un hombre continúe existiendo debajo del detalle, al lado del detalle. Al contrario, un hombre difícilmente exista debajo o al lado de la totalidad. El detalle permite que un ser humano exista. Es muy interesante, de alguna manera el detalle nos humaniza, permite que el humano continúe siendo humano. Cuando entramos en la totalidad, en la idea de que podemos mirar y comprender todo, en la idea de que hay una teoría general sobre todos los asuntos o una verdad central, cuando entramos en eso, de alguna manera, el ser humano desaparece. Por lo tanto, los detalles son humanos y permiten que los humanos existan.

 

 

LOS NO CRUZADOS

Cópula: dos cosas distintas simulan una conexión que a cada momento está por romperse, hasta el momento en que definitivamente se rompe”,

                                                          “Breves notas sobre las conexiones”

 

El tema de nuestra revista es esta vez el desamor. El desamor y la debilidad. El desamor y el desencuentro. El desamor y el poder. Todas estas trazas aparecen en tus textos. Conversemos sobre el abanico de desamores.

Los desamores son la vida normal y la vida normal está compuesta de desencuentros, de no cruzamientos. Por eso, el amor- el encuentro, el encuentro fuerte, el encuentro intenso- es explosivo, precisamente, por ser algo raro. Creo que la vida es compuesta de 99% de desencuentros y un pequeño porcentaje de encuentros. Si los encuentros fueran mayoría, no lo soportaríamos, sería demasiado intenso.

Valery como flecha

 

 (*) “Viaje a la India”, Gonçalo Tavares.

 

El Anartista agradece la constante, simpatiquísima y amistosa ayuda brindada por Jordi Roca- de la agencia literaria “MertinWitt”  – para la realización de esta entrevista. Gracias a su disponibilidad, casi diaria, esto fue posible.

Por supuesto, cómo no agradecer -con un gran abrazo desde Buenos Aires- el tiempo, la intensidad y la dedicación afectuosa de Gonçalo, quien no escatimó ni prosa ni poesía para contestarnos.

De ida, este trabajo es el fruto de una larga y querídisma lectura de sus libros. Y, de vuelta, es una fiesta de generosidad en la palabra,  inusual en estos tiempos.

(1) Las imágenes marcadas de este modo corresponden a León Ferrari, artista argentino. El resto de las imágenes son ilustraciones del libro «El barrio», de Gonçalo Tavares.

 

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