Por Lourdes Landeira
Desamor: Sobre la lengua, madre.
La palabra no existe en el diccionario; sin embargo, suena y se cuece en sentidos de artes y de telares. Y el telar es tejido y el tejido es ronda de mujeres que crean matria. Es ahí cuando y donde se posibilita el tránsito de la vivencia individual a la colectiva. Con hijas e hijos camino a lo primordial que nos trasvasa, porque lo perdido no está muerto y las lenguas tampoco. Por el contrario, nos habitan y nos componen. Elegirlas en nuestro decir cotidiano (el lenguaje, ese productor y reproductor de ideología) es nuestra posibilidad de reconquista, con las manos en la olla, entre la opacidad y la transparencia.
CONSENTIDOS
PRIMERO FUE EL VERBO, CON SU LENGUA
La pregunta sobre el origen atraviesa a todos los seres con conciencia de muerte. Nos cruzan, por supuesto, muchas otras cosas: entre ellas, las teorías. Todos escuchamos la historia de Adán y Eva, del árbol, el relato de la manzana y la expulsión, las desventuras de Caín y Abel y siguen los cuentos. Hay también quienes creen que la naturaleza creó al hombre para poder pensarse a sí misma. Para otros, el cocinar nuestros propios alimentos nos hizo dar el paso evolutivo hacia esto que hoy somos. Como consecuencia –respecto a nuestros remotos antepasados- se nos ha achicado la mandíbula y, con ello, la potencia de la masticación. Al procesar la comida, la hacemos más blanda, fácil de tragar, aunque no siempre, de digerir.
Quedan planteadas las dicotomías, adentro o afuera del paraíso. Los buenos y los malos. Cultura y naturaleza. Crudo y cocido, más allá del jamón y más acá de nuestro accionar.
¿Y la lengua? La usamos para hablar y también para degustar. Por ella pasan nuestras palabras y por ella pasan los alimentos. Entonces, la madre -o quien cumpla su rol- deviene principio de interpretación de nuestros sonidos, nuestros modos de nombrar y decir el universo y también, de procesar nuestro alimento.
LENGUA A LA CARTA
¿Y la lengua? Según dicen, los niños nacidos en familias bilingües tardan más en comenzar a hablar. Quizás, porque el comienzo fragmentado, un decir organizado en dos, atrasa la integración al entorno antes de caer en las trampas de la comunicación. Es solo una cuestión de tiempo, un poco antes, un tanto después, -con una o más madres lenguas- sucumbiremos ante el reconocimiento de nuestras faltas y comenzaremos a rellenar: nuestras intemperies con idiomas y nuestras entrañas con múltiples (sin) sabores.
Ahora, a medida que nuestra mandíbula comenzó a decrecer, nuestro cerebro comenzó a crecer en potencia. Y se impuso, por supuesto, nutrirlo. Para eso, cada época ha dispuesto un menú de dispositivos de alimentación con pretensiones hegemónicas, enfrentado por voces disonantes que desde espacios minoritarios los fueron fagocitando para hacer lugar a otros, por un rato, nuevos. A costa de vida, no de obras.
Hoy más que nunca, globalización mediante, intentamos aplicar recetarios con iguales resultados de unas a otras personas y comunidades. Comprobamos, cada vez, matices y confrontaciones, gustos y disgustos. El conductismo: a igual estímulo corresponde igual respuesta, solo sirve para animales de laboratorio. En el mundo real, funcionan otras leyes. O no.
CON LENGUA Y SIN ADÁN
Y, para volver al principio de este deambular, se diversifica la pregunta: ¿quién fue el primer hablante?, ¿qué y cómo lo dijo, a quién, con qué ritmo, cómo sonó? Se impone la aceptación: como el paraíso, la lengua madre está perdida. Pero, así como la nostalgia puede ser feliz y no tiene por qué implicar tristeza, aceptar no debe -necesariamente- resultar en resignación; puede ser búsqueda y motor de cambio. Para eso, para acercarnos a la naturaleza disipada, quizás se deba desnaturalizar la banalidad, el vacío del “sentido común”: el menos común de los sentidos. El mayor logro de un dispositivo de control es la naturalización de los hechos, es decir, desproveer una consecuencia de su causa, hacerla esencial. Y contra lo esencia no se puede ir, según popularizó la frase “hecha” por el sentido común. Claro, por fortuna, el contrasentido está alerta. Madre no hay una sola y la matria es el mejor lugar para habitar, ese espacio del lenguaje desprovisto de padre proveedor, lugar donde familiar voces y digerirnos en cuerpo y alma (sin dicotomía platónica). Contra el desamor.
JE SUIS DEL 49
“solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes”
NÚMEROS INCIERTOS
Por mi parte, nací en el siglo pasado, un día 3, de un mes 5, de un año: 1966. Escribo en este abril de 2016 (acá me adelanto, todavía es marzo, pero esto lo escribo para abril). Voy a morir en algún instante de este siglo que desconozco e insisto en ignorar. Tendrá fecha, día, hora, año, minuto. Será otra cifra (otro misterio a descifrar) en la que dejaré de ser tránsito entre esos dos puntos de aliento y desaliento. Entonces, de mi enredado amores y desamores brotará musguito en la piedra, ay sí, sí, sí.
¿Y el 49? No es un año, no es una edad, es otra clase de número: porcentaje; sirve para definir relaciones de cantidades. Cuántos de cada cien se ubican en una fracción de un pretendido todo. A veces, las cifras son inabarcables por inmensas; otras, se exhiben para ocultar lo que nombran; su pronunciamiento aniquila lo pronunciado. El índice de pobreza e indigencia, ¿qué tiene para decir sobre las personas de carne y hueso muertas de hambre? El número – ficción – de la devaluación ¿cómo representa a quienes perdieron los umbrales de supervivencia, si lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber, ni el más claro proceder ni el más ancho pensamiento?
¿Y el 49? En verdad, es 48,60, fracción que, por proximidad, se convierte en 49, más cercana del otro entero, el 48. Es doce millones ciento noventa y ocho mil cuatrocientas cuarenta y una personas mayores de edad y de ciudadanía argentina; ellas se pronunciaron en contra de la opresión que implica entregar la política a los mercados, quitarle humanidad, desamorarla. ¿Al desamor le dijo sí el 51 (exactamente el 51,40? Doce millones novecientos tres mil trescientos uno es la cantidad. Las consecuencias serán para los cuarenta millones ciento diecisiete mil noventa y seis habitantes del país, según el censo del año 2010. Es seguro que alguno más debe haber hoy por acá. La inmigración le viene ganando a la emigración y los nacimientos, a las muertes. Por ahora. Es decir: quienes eligieron la opción innombrable son, para continuar con los cálculos, el 32, 16% (me animo, esta vez a poner el famoso símbolo porcentual). ¡Cuánta fragilidad ante la las mayorías que son – en verdad- minoría! Mi paso retrocedido, cuando el de ustedes avanza.
DESCIFRAR EL AIRE LIBRE
Ante el desconcierto, el 49 salió a las calles, a las plazas, se hizo placa, negra o roja, aun con lenguas prestadas. Primero dijo “je suis”, enseguida notó que no le calzaba muy bien, le molestaba y se preguntó por qué no decirlo en otro idioma. ¿Cómo se dice “yo soy” en Siria? Más fácil en portugués, “eu sou” (aunque faltaba un rato para eso). Entre miradas, abrazos, reencuentros de 2001 y pasto húmedo, corrió alguna lágrima, impávida, y la garganta se manifestó; ¡vamos a volver!, coreó. En lengua española, que finalmente también es prestada; cómo saber cuál es la lengua madre, su sonido primario. Imposible, ya se dijo: está perdido. Entonces, con sus restos y sus versiones, mientras sea para plantar amores (sí, con rima y todo), bienvenido sea el idioma que sea. Se va enredando, enredando, como en el muro la hiedra.
Sucedió entonces que muchos del 49 coincidían en lo que no, pero no era tan seguro que compartieran todo lo que sí. Y las preguntas regresaron. ¿Volver? Unos dijeron: “nunca nos fuimos”; otros, que nunca habían estado. ¿Dónde, de qué lado? No hay ciencia ni conciencia que explique cómo se sostiene un mundo ante el escándalo –otra vez los porcentajes que todo velan–: el 51% de la riqueza planetaria es retenida por el 1% de la humanidad. ¿Para qué querrán tanto de Nada? No hay cómo responder a que la mayor parte de los del 51 eligieron en contra de sí mismos. Quizás, porque más riesgoso que las lenguas prestadas son las ideologías impuestas con cuentagotas, día tras día, vida tras muerte. ¿Entonces? A revolver la olla y seguir cocinando, que la comida chatarra no me cae nada bien. Eso es lo que yo siento en este instante fecundo.
Por eso, más que del 49, estoy siendo del 99 planetario: ese es mi lado, sea cual sea el número. Y fijo pensamiento en placa para que ninguna placa se me haga pensamiento; al menos, hasta que el QEPD me llegue. Mientras, iré cambiando láminas. Sí, cambiando, sin miedo a la palabra, porque es de mi vereda, aunque nos haya sido robada. Violeta, hacia sus diecisiete, cambia y se multiplica; es flor, es color, es mujer, es nombre, es revolucionar.
De par en par la ventana/se abrió como por encanto,
entró el amor con su manto/como una tibia mañana;
al son de su bella diana/hizo brotar el jazmín,
volando cual serafín,/al cielo le puso aretes
y mis años en diecisiete/los convirtió el querubín.
Nota: Toda la cursiva corresponde a Volver a los 17 de Violeta Parra.
DINOSAURIOS VIVOS
CANTARES
Sonido primario, dije antes, y me vuelvo a preguntar: ¿de dónde viene el sonido de la voz humana? Me responde una versión, nuevos misterios y cifras, una teoría. Dice que compartimos con los pájaros la parte melódica de nuestra lengua. “Un total de 55 genes muestran un patrón similar en la actividad del cerebro de los seres humanos y de aquellas aves capaces de aprender nuevas vocalizaciones y de reordenar los sonidos más básicos de su canto para transmitir distintos significados. Sin embargo, la parte pragmática (que es la portadora del contenido del discurso) de nuestro lenguaje habría derivado de nuestros ancestros primates no humanos; y ambas capacidades (melódica y pragmática) se habrían fundido en algún momento de los últimos 100.000 años de evolución, para dar lugar a la forma del lenguaje humano, y con ello al origen de las diferentes lenguas (idiomas) que han sido creados por los seres humanos”, dice la famosa Wiki-enciclopedia que dice un estudio de Sabrina Engesser.
Otra vez hombre (genérico que pretende esconder a la mujer) y naturaleza, forma y contenido. Y sonó el pájaro; quien al parecer algo tiene para decir sobre el origen.
DICEN DE MÍ
Ave, pájaro, paseriforme según la denominación científica. Descendientes de los dinosaurios carnívoros de la era jurásica, se diversifican hoy en más de diez mil especies. Loros repetidores, palomas mensajeras. Chorlitos y gansos.
Hay quienes sostienen que, cuando un cazador derriba a un chorlito, sus compañeros bajan a tierra a ver qué pasó con el caído y, así, se ponen en el blanco de su acechador. Cabeza de chorlito, dicen algunas voces para referirse a quienes tienen “poca” cabeza.
Los gansos vuelan en V para optimizar la energía y distribuirla en cooperación con el grupo. Un pájaro va adelante; con su movimiento produce el aire que ayuda a quien va detrás. Cuando se cansa, intercambian lugares y equilibran fuerzas. Sos un ganso, dicen algunas voces para referirse a quien consideran tonto.
Me pregunto por los sordos, los de nacimiento, con su de identidad en ritmos de plena soledad interior, luego compartida en fluir de gesticulación, con un sentido menos. Y los otros, que redoblan esfuerzos para decir.
Me pregunto por los sordos, los culturales, parlantes torpes para oír al dinosaurio en cada pájaro, tan poco chorlitos, tan poco gansos. Repiten recetas, ingredientes, soberbias. Homocentristas, sin sentidos. ¿Es el amor un sentido; es posible sentirlo sin sentidos? ¿Es el sinsentido parte?
JUGUEMOS EN EL BOSQUE
Pero yo quería hablar de arte y de telares; para amorar. Las preguntas se multiplican el lenguaje y sus voces, recurso insoslayable donde buscar respuestas para hacer más preguntas. Y el amor como lugar para morar las matrias, tejer un nido entrelazado de voces con nombres y sonidos propios.
¿Qué se necesita para abrir la puerta y no tropezar?
“No hacen falta alas / para ser más bellos / basta el buen sentido /del amor inmenso/ no hacen falta alas /para alzar el vuelo” (Silvio Rodríguez, “No hacen falta alas”)
Si me caigo, ¿cómo me levanto antes de que llegue el coronel?
“Nos cayeron encima cuando las desavenencias ya habían sido limadas, cuando ya nos habíamos peleado con el lenguaje y habíamos jugado con él y nos habíamos revolcado y hasta chapoteado en las palabras como en tiempos preverbales, y para festejarlo bailábamos como locas meneando la cintura.” (Luis Valenzuela, “El Mañana”)
¿Y si soy patadura?
“Lo que has vivido te deja una melodía en el interior del pecho, esa es la que a través del relato nos esforzamos en escuchar. Se trata de escribir este sonido con los medios propios del lenguaje. Esto implica recortes y aproximaciones. Podamos para desnudar la confusión que se ha apoderado de nosotros.” (Amelie Nothomb, “La nostalgia feliz”)
¿Cuántas cuentas se pierden a la luz de un farol?
“Durante demasiados años he vivido expuesto a la luz cruda de la lengua argentina como para no padecer quemaduras en la piel. Porque la luz de la lengua es como un rayo químico. Esa luz clara, el agua purísima de la lengua materna, mata a los hombres que se exponen a ella. Las manchas en la piel fueron la prueba de mis pactos alquímicos con la llama secreta del lenguaje nacional. Esa luz es como el oro. La luz de la de la lengua destila el oro de la poesía. (…) Es el espacio pleno, es el desierto, es la intemperie sin fin, como dijo el poeta, y es ahí, señores, donde pienso perderme.” (Ricardo Piglia, “Una vista”, en “Los diarios de Emilio Renzi”)
¿Alguien tiene una receta para alzar mi bandera y seguir aun cuando me quiebre?
“En la Mente sentí una Hendidura- / Como si el Cerebro se me hubiera partido- / Traté de componerlo- Costura con Costura- / Pero no conseguí que coincidieran”.(…) / “La Mente vive del Corazón / Como cualquier Parásito- / Si aquél está lleno de Carne /La Mente engorda” (Emily Dickinson, “Oblicuidad de la luz (95 poemas)”)
Si al subir la escalera me faltan amarras, ¿es válido traducir para contar?
“No se trata del respeto por la lengua, de cada una de las lenguas, ni del respeto del sentido, sino de una concepción del sentido que trata a las palabras como términos cuyos espectros semánticos se cruzan e intersectan sin tener en cuenta que esas palabras designan significantes, y que lo que fue estropeado, si no suprimido, no es lo que puede traslucirse de la belleza de la lengua, sino nada menos que el pensamiento que sostiene el cuerpo textual (pensamiento no conceptual, como efectuado por el texto, del que es indiscernible)” (Elise Guidoni, “El amor cuidará de sí”)
Puede complicarse, si las rodillas flaquean ¿qué hacer antes de que toquen el piso?
“Duermo, sueño, miento mucho. Se ha desvanecido la forma pajaril. Me han expulsado la poderosa forma pajaril y su amplio despliegue en la ciudad. Después de tanto esfuerzo he perdido el hilo razonable de los nombres y se han desbandado todas mis historias. Sangro, miento mucho. (Diamela Eltit, “Vaca sagrada”)
Para que las cuentas me salgan bien
“Recojo el hielo a la deriva de los poros congelados / luego con buena voluntad y mucha miel haré un helado / no le daré, no le daré al mentiroso y al cobarde / repartiré, repartiré sólo al que ama y al que arde” (Silvio Rodríguez, “No hacen falta alas”)
Me quedé pensando en el orígen de las lenguas, en el mio en particular, en el predominio o no de la presencia de las horas de las madres y la conformación del mundo de las palabras y las poéticas que se construyen en torno a esa relación. «…Y va brotando, brotando, como el musguito en la piedra…»
poéticas voces madres