Desamor: Entrevista a Rudy
Entrevista: Magdalena Mirazo, Adriana Valetta; Lourdes Landeira, Santiago Resnik, Isabel D´Amico, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman
Circular: porque la escena se presenta en ronda, por arte de esa magia urdida entre la memoria de futuros posibles y la escritura. Las mujeres hacen familia, aunque nada en la sangre las emparente. Son tías, abuelas y madres judías, no por herencia, sino por el modo en que pelan, lavan, acarician, pisan y rebanan la papa. Una mano trabaja en la obstinación de un cuchillo sobre una franja decidida y frágil de la cáscara. Cuando por fin deja entrever el color blanco, algo como un fragmento de lenguaje se devela. Es entonces cuando otra arremete con una leyenda, porque no se puede cocinar sin contar historias: son dos partes inescindibles del amor. Ella dice que, en tiempos remotos, los sapallas -los únicos señores- vivían en paz, orgullosos de su suelo. No sabían de suspicacias- ése era su lado frágil-, por eso no pudieron impedir que sus vecinos los aplastaran como puré, después de que un volcán cercano entrara en erupción y dejara a los karis- “varones fuertes”- sin territorio ni riqueza alguna. Los karis sobrevivientes no vacilaron en esclavizar sin piedad a los sapallas quienes, carentes de espíritu guerrero, tuvieron que esperar el nacimiento del niño Choque y de su palabra para dejar de juntar cosecha y hambre. Descendiente de los antiguos jefes, Choque lideró la batalla, primero con la palabra: “los dioses y el destino sólo abandonan a los hombres y a los pueblos incapaces de rebelarse contra los reveses de su suerte”. El cóndor le dio las semillas. Llegada la época de la siembra, los sapallas sembraron esa simiente, en lugar de las habituales de quinoa y kañahua. En tiempo de cosecha, los karis se llevaron todos los frutos. El cóndor volvió a hablar- porque no hay magia sin palabra repetida- y les ordenó a los sapallas escarbar entre la tierra de los surcos. Con gran sorpresa, los esclavos vieron que las raíces de las plantas sembradas terminaban en unos raros tubérculos. Bajo la capa oscura y terrosa, había una pulpa blanquísima.
Al fuego, el alimento cocido fue una exquisitez. Mientras la pulpa se desleía en la boca, un texto se dejaba leer en el resto de los cuerpos: ellos podían dar vuelta su fragilidad. Del lado del ruedo, la leyenda de la papa era otro manjar en la mano de la mujer que contaba, en la delicadeza de la mujer que lavaba, en la precisión de las rodajas que otra cortaba. La papa circulaba, como la palabra de Rudy, “horizontal, (…) el único poder que sirve para que algo cambie”.
LA PAPA O EL REVERSO DE LA ANGUSTIA
El dramaturgo puede hacer comedia o drama, o el escritor de novelas, una dramática o no. El humorista canaliza toda la información en humor. ¿Nunca te tienta alguna información para escribir con otro tono, o en otro género?
Pero yo puedo escribir algo muy serio que lo van a tomar en chiste igual… De todas maneras, diría que el humor tiene muchísimos tonitos. Decís algo con ironía, por ejemplo, y seguís dentro del terreno del humor. Fijate esto: yo tengo en mi casa como dos mil películas, todas en el rubro humor. Pero hay películas como “Socorro”, de Los Beatles, con un toquecito de humor, aunque en un videoclub no las pondrían en ese rubro. Hay películas vinculadas a la Shoá, como una húngara, de la década de los sesenta, “La tienda de la calle Mayor”: una judía dueña de una tienda, como venían los nazis, pone la tienda a nombre de un no judío. Y el tipo la empieza medio como a tratar mal con un tono gracioso en esa parte. Quiero decir: hay un humor amargo, un humor más dulce, el agridulce, que es el que a mí quizás más me gusta, otro que es edulcorado, alguno saladito también…
¿Y el humor negro?
No me gusta. Pero habría que definirlo, ¿qué es el humor negro?, ¿lo define el tema o la forma de encararlo? Yo creo que mucho más por lo segundo. A mí me encanta el humor que se hace con uno mismo, sea del tema que sea, no riéndose del otro… Hay una pregunta que no falta nunca, pero ustedes hoy no me la van a hacer, ¿no?
Planteado así, mejor que no…
¡Qué suerte! Bueno, la pregunta es cuáles son los límites del humor. Es infaltable.
No creemos que tenga límites.
Bueno, el humor no. Los humoristas, sí.
Lo que te quería preguntar es si nunca lo sentís como una restricción al hecho de tener que hacer humor con toda la información. Y si nunca te dan ganas de escribir fuera del humor.
Si de algo no quiero hacer humor, con eso no lo hago y ya está. A ver, las tragedias son bárbaras, son maravillosas para hacer humor. Y no necesariamente humor negro. Pero no sobre las víctimas de la tragedia. Qué se yo, Edipo es una maravilla para hacer humor. Sobre las tragedias que ocurren ahora, mirá la cantidad de humor que surgió con Macri -y decime si no es una tragedia Macri-.
Hay una viejísima definición,( una cosa de los yanquis): “humor es tragedia más tiempo”. Yo no creo en eso, pero sí que el humor tiene que ver con algo que te angustia. Si querés lo alivianamos un poquito: el humor tiene que ver con algo que te conmueve, que te preocupa, con algo que algo te dice. Quiero decir: tenés que hablar con alguien por teléfono. El teléfono anda, llamás, te comunicás. Hiciste la comunicación que querías hacer: ahí no hay chiste posible. Ahora, si no anda el teléfono, el número que tenés está mal, la persona que llamás está ocupada o no te responde lo que vos querías escuchar: ahí tenés varias fuentes de humor. No hay chiste en donde todo funciona bien. A ver: Freud me mata, pero el humor es la falta también.
LA PAPA POÉTICA O NADA ES PARA TANTO
¿Nunca asociaste la falta con lo poético?
No lo asocio porque sé muy poco de poesía. Pero, una vez que vos me lo decís, ¿no es todo lo artístico, finalmente, la falta?
Sí. Pero no sólo lo artístico.
Bueno, está bien. Y todo lo científico. Y todo lo humano, ¿no lo es? A ver, Lacan decía algo así como que donde no hay cierto deseo, no hay vida. Y donde no hay falta, no hay deseo. Entonces, tooooodo es la falta…
En algún lugar vos escribías que si Freud hubiera creído que la poesía curaba, probablemente hubiera sido poeta en vez de dedicarse al psicoanálisis.
Él lo que decía muy claramente es que el poeta se adelanta a los acontecimientos. Es como que en el mundo de Freud el poeta dice -un tanto inconscientemente- aquello que el científico va a decir después. Cuando yo escribí la biografía de Freud, lo que más quería era entender con qué se peleaba este tipo. Hay un personaje en el libro de Tsúremberg, un psicoanalista y se llama Vinziquer. En idish, Vinziquer quiere decir menos. Él se llama Menos, le pusieron Menos de nombre. Y va a parar a Tsúremberg y, en el bar que había ahí alquila un lugarcito para atender como psicoanalista. Y todos entran ahí pensando que es el baño, pero él los analiza. Por ejemplo, viene uno y dice que su mujer soñó que se ganaba la lotería y que no se acuerda qué número soñó. Le reclama si él le puede decir qué número soñó la mujer… Y su frase de cabecera era “yo no adivino, yo interpreto”. Y Freud para mí era esto ¿no? “Yo no soy escritor, yo soy científico”. Cuando vos a algún personaje o a alguna persona le encontrás ese tipo de frase y ves cómo fue circulando, podés escribirle la vida…
Me preguntaba cuál es tu frase.
Mi frase es: “no es para tanto”. A ver. Yo soy humorista. A partir de haber escrito muchos libros, acepto la palabra escritor y, últimamente, acepto también la palabra comediante, en tanto se define como comediante al tipo que se para con un micrófono y hace lo que yo hago Aunque creo cada vez menos en que uno sea algo. Creo mucho más en los estados que en las esencias. Alguna vez hice un chiste que decía algo así: antes mi pregunta era quién soy, luego fue dónde estoy y, hoy en día, es qué parezco. La pregunta existencial es qué parezco. Entonces me detesto, ¿no? No me gusta. El dónde estoy me gusta, pero el qué parezco no me gusta para nada. Se trata, digamos, de qué estoy estando. Alguien viene y te dice soy gordo. No, no sos gordo. Estás gordo. No sos acá, estás acá. Entonces entro en un juego; suponete, llaman por teléfono preguntando por mí y dicen: ¿Es Rudy? Y nadie le va a responder. Si dicen: ¿está Rudy? Sí, está. El estar es una pregunta con cierta posibilidad de seguir el diálogo.
El estar es más corto ¿no?, más breve que el ser.
Es creíble el estar. Ahora yo estoy acá. Soy acá.
¿A cuáles formas de estar de tus personajes te acercás más?
Hay varios. Creo ser una extraña mezcla de todos los personajes de Buffet Freud. Por ahí Karl Psiquenbaum, el fundador, es como el papá de todos. En Tsúremberg me siento más cercano al que es el rabino comunista, pero también me gusta mucho ese grupito de cuatro o cinco nenes que va, por ahí, haciendo preguntas por todas partes. Después, a mí me gusta mucho el cuento “Batista” y no me veo mucho en ese personaje pero creo que finalmente todos somos un poquito eso en algún lugar.
Hay una cuestión de atesorar en Batista. Una cita de Batista: “Tal vez lo usaban para que se llevara las cosas que ellos no querían, viejos sentimientos que nadie se atrevía a tirar porque daban mucha culpa pero tampoco había dónde conservarlos. Batista se hacía cargo de la melancolía, de los rencores, de los ideales”
Tal cual. Él no empezó así. Una mañana de 1988, yo estaba casado y mi mujer tenía sesión. Me quedé esperándola y, en ese café, escribí ese cuento, a mano y en un cuaderno, por supuesto. Batista, en realidad, quería ser chorro. Y, a la primera persona que le roba- a una hippie- le dice: “¡Dame todo lo que tengas!”. Ella le responde: “Solo tengo amor”, “Y bueno, dámelo” y así empieza. El problema del pobre Batista es que él quería ser chorro pero le tocó un barrio en el que a la gente sólo le quedaban sentimientos.
“Nada les pedía a cambio, sólo poder” decís en un momento en este cuento…
Ese era un personaje que yo defino como una especie de polí
tico. Podría no serlo, podría ser un vendedor de algo que fuera nada, digamos.
PAPEAR: ACCIÓN DE SALIR DEL PASO
Yo me preguntaba qué intercambio de poderes vos tenés con el público en la situación del monólogo y cómo – el saber que estás escribiendo algo que va a tener una respuesta en las caras, en el aplauso o las sonrisas- te modifica la escritura.
Entiendo. ¿Sabés que nunca lo pensé en términos de poder? Siempre lo había pensado en términos de energía. Sí, pero está bueno también como poder, aunque asuste… Hay una cosa divertida –después voy a tratar de contestar tu pregunta, pero mientras, para salir del paso…- Mirá, yo me dedico (no profesionalmente sino como alumno y para divertirme con amigos) a la magia con cartas. Y alguna vez leí algún artículo vinculado a cuál es el lugar del mago: el mago no tiene ningún poder. La magia es algo que aprendió. Aun así, no le creen que no tenga poder. Es interesante. En ese artículo hablaban del goce. Decían que el público goza pensando que el mago sí tiene poder. Y el mago goza sabiendo que él no tiene poder en ninguna parte, salvo en la cabeza de la gente que lo está viendo. Ahí existe como una ilusión. René Lavand decía: “Yo no soy mago, yo soy artista. Ahora, si en eso que yo hago, ustedes ven magia, me encanta…”
LA PAPA MÁGICA VIENE EN FRAGMENTOS
Vuelve tu pregunta ¿a qué me parezco?
Yo quiero saber en dónde estoy, porque lo que sos para el otro también tiene que ver con dónde está uno, digamos. Mirá, Lavand también dice: en realidad, él es básicamente un contrabandista de frases. Hay un escritor y humorista brasileño, Luis Fernando Verissimo, que se define como un gigoló de las palabras. Dice: “Yo logro que las palabras laburen para mí”, es una especie de Fontanarrosa. Tiene varios personajes: uno vive en Bagé, un pueblo de Rio Grande do Sul, es un psicoanalista gaucho, tiene esa cosa de atender en chiripá y hablar como un gaucho. Y otro es una viejita de Taubaté, un pueblito perdido de Brasil. Ella teje todo el tiempo, con un gatito al lado, y mira la tele. Es la única persona en todo Brasil que le cree al gobierno. Entonces, cada vez que alguien da un discurso, van a encuestar a la viejita, porque el día en que la viejita deje de creer es la anarquía.
Pensaba en el artificio de las palabras y en lo que decías del mago, en esa ilusión de que el artificio no se note. Hay algo de eso en el monólogo, una nueva relación de las palabras que proponés.
Tenés toda la razón del mundo. Todo se termina pareciendo. Últimamente yo digo que los psicoanalistas y los humoristas laburamos igual. Primero, uno no inventa, descubre. En el humor, si vos hacés un chiste sobre algo y no hay nada que estés descubriendo, no se va a reír nadie. Una de mis frases favoritas es “soy hijo único de madre numerosa”. Me encanta esa expresión. En una época decía-y no mucha gente se reía- que cuando yo era chico mis padres dormían en cuartos separados, pero que ese no era mi problema. Mi problema era que yo dormía en cuartos separados. Evidentemente, era un chiste en el que lo que está escondido está demasiado escondido.
Vos recién dijiste mago, psicoanalista, humorista, retazos de profesiones. Parecería que también tus personajes están hechos con muchos retazos de voces.
Sí, sí. De alguna forma están como cosiditos.
Y a la vez, vos rescatás fragmentos muy frágiles de la literatura, los prólogos, los comentarios, las notas al pie, y los volvés centrales.
¿Vos decís que lo mío es la fragilidad? Sí, podés ponerlo. ¡Qué título lindo!
Me interesa la potencia que le das a lo marginal, a lo frágil.
A la fragilidad, sí. Mirá vos, una vez el único rabino que conozco con el que me llevo bien, Dani Goldman, me invitó a una ceremonia. Ahí dijo una frase –que no sé de quién es- algo así como que la fortaleza de cada uno está en la debilidad. Yo estoy de acuerdo, pero hasta ahí. Creo que la fortaleza de cada uno está en conocer la debilidad, no en la debilidad en sí. En conocerla, después la transformarás en la medida que puedas, qué se yo.
Yo hablaba de los fragmentos literarios. Los prólogos, las notas al pie, esas partecitas que son casi salteables para muchos lectores y vos las volvés centrales.
Eso es algo muy mío más allá de lo literario. Hay una cosa de pelea por la inclusión en la diferencia. O sea, que vos para ser incluido en un grupo no tengas que parecerte a ese grupo. Lo otro a mí me parece un poquito hipócrita porque te terminás pareciendo, pero no estando ni siendo, digamos. Eso que es un poquito diferente porque es marginal, porque forma parte del libro pero no es el libro, el prólogo, el comentario. Y estoy pensando un caso en donde más hago eso; está en lo mejor de Buffet Freud, al final, en la parte de la Biblia. A mí me divirtió mucho escribir el prólogo de la 40ª edición, pensando que era la única oportunidad que tenía. Pero, mirá como todo se relaciona: un sábado de Semana Santa, feriado, el bar lleno de gente. Dije: a mí me suele ir mejor los días raros, marginales. Igual que lo que ustedes marcan en la escritura. Vos hablabas de lo literario y yo me fui un poco afuera, pero fijate cómo coinciden las cosas. Con mucho de lo que ustedes me dicen me pasa esto de “Uy, tienen razón, pero yo no lo había notado”, parece una sesión.
Lo que vos hacés- de tomar lo marginal y mezclarlo con lo central- también lo hacés al revés: sacás lo central y lo mezclás con cualquier cosa. Sacás a Moisés y hacés collage con Superman y otros. ¿Hay una idea de identidad múltiple, de personajes que se arman de a pedazos?, ¿una estética del fragmento?
¿No somos todos así?
No sé.
Vos te encontrás con la gente en tres días diferentes y te encontrás con fragmentos o matices, ponele. Somos todos una especie de collage.
En este sentido, es muy parecido a lo que hacía este personaje que a vos te gusta, Batista. Te vas llevando pedazos y armando una especie de Frankestein.
Claro, me pasó con Moisés. Hace muchos años leí el “Moisés” de Freud y lo primero que me llamó la atención no fue tanto que dijera que Moisés era egipcio y no judío, porque eso era imaginable, sino que dijera que Moisés eran dos. Y además me dije: “si Moisés era egipcio, el que era judío era Edipo, sin duda.”¿Por qué? Porque él tiene la tragedia de la madre muerta. Eso es judaísmo básico. Yocasta dijo “yo me muero” y se murió. Ahora, digo yo, el humor, el psicoanálisis, el arte, la poesía, ¿no tratan finalmente de algo de eso, de encontrarle un nuevo sinsentido a las cosas, juntar cosas que aparentemente no tenían nada que ver? En el análisis veo que todo el tiempo pasa eso.
LA PAPA CHICA DEL CONTRATO
Permitime que te lea: “Finalmente, pude reducir a Smith y aproveché ese imprevisto tamaño pequeño para interrogarlo: ¿Tal vez haya algo después de la muerte? ¿A qué hora pasa el tren? Eran demasiados interrogantes para mí. Volví a reducir a Smith con un golpe, le di un pequeño golpe no fuera cosa de reducirlo demasiado…” Así que yo te quería preguntar sobre esto: si el tamaño importa, aún si tiene que ser reformando a golpes y si esto de conectar elementos inconexos hace un poco más tolerable el sinsentido de la muerte.
A ver, vamos de a poquito. El tamaño importa cuando importa. Aparentemente, cuando las cosas funcionan bien, no. Y cuando las cosas no funcionan bien, parece que sí. Y no es para tanto. Alguna vez había escrito que, respecto de este tema, hay dos mitos y los dos son falsos: uno es que el tamaño importa y el otro es que no importa.
Vuelvo al tema del collage desde el título “Vida y milagros…”, esto de ponerlo a Freud como un milagrero….
Había dos títulos peleándose: uno era “La histeria me absolverá”, que también es un collage que tiene que ver con la frase de Fidel y con qué Freud, en realidad, quería que la histeria lo absolviera. Había un concepto de la medicina alemana, estaba muy mal visto tratar pacientes, lo que debía hacer el médico era investigar. En el libro lo pongo de tal manera, que venía un paciente y decía “Doctor, no sé qué tengo” y el médico le decía “yo tampoco, pero no se preocupe que en la autopsia nos vamos a enterar”. Los franceses eran la contrapartida de esto, no sabían un carajo pero trataban de curarte. Y Freud atendía las dos cosas. … En un momento dado le dice a Bremer –si no me equivoco-: “Bueno, si quiero vivir de mis histéricas, voy a tener que hacer algo por ellas”. Esa frase de Freud me dio el título “La histeria me absolverá”.
Después, charlando con mi editor, pensamos que mucha gente no iba a entender ese título. Primero habíamos pensado “Vida y milagros de Sigmund Freud” pero me dijeron por ahí que mucha gente lo iba a tomar como un libro religioso, entonces lo invertimos y quedó “Sigmund Freud, vida y milagros”. Yo no creo que Freud haya hecho ningún milagro, de hecho no creo en los milagros, pero también tiene que ver con quién es, dónde está y qué parece. Yo quería que el título mostrara que estoy haciendo una biografía de Freud, pero es un libro de humor.
Retomando lo del tamaño, o en todo caso yendo a esta especie de exaltación del detalle que hacés al colocar lo pequeño en el centro: “la vida de Freud y el nacimiento del psicoanálisis coinciden con la época en que el mundo comenzaba a convertirse en un lugar pequeño, pero más bien que pequeño, contraído.”
Me parece que ustedes saben más de mí que yo. A ver, tengo que contestar que sí, pero que yo no pensé mucho sobre eso, no me puse a pensarlo cuando lo escribí. . Yo qué se, yo me siento y lo hago. Pero siempre hay una cosa que podríamos llamar la letra chica del contrato, lo que aparentemente pasa desapercibido. En el humor –y también en el psicoanálisis y en la poesía- esta cosa es como lo esencial. Me acuerdo que una vez alguien comentaba en una de las sesiones que su hijo adolescente le decía “No me des órdenes” y eso se escuchó como “No me desordenes”… el sentido cambia sin cambiar una letra. ¿Vos sabés cómo hago yo para encontrar un libro cuando me cuesta ubicarlo? Busco otro. Generalmente, al buscar uno, encuentro el que buscaba la vez anterior.
Cuando escribís ¿atendés a los desvíos?
Sólo a los desvíos. Alguna vez dije: cuando me pongo a escribir algo, sé adónde tengo que llegar, pero nunca llego. Cuando yo escribo las notas de Sátira/12, ya sé cuál es el tema del suplemento. Y sé que me voy a poner a hablar de cualquier otra cosa y que, al final, por algún caminito, voy a llegar y voy a decir: “y de este tema trata el suplemento”. Finalmente ¿los desvíos son desvíos o son el camino?
PAPA SINTÉTICA, LA MEJOR PAPA
Vi a las mujeres como muy potentes, muy hábiles, creadoras todo el tiempo. ¿La multiplicidad de la papa la asocias a la potencia femenina?
Es una cosa ambivalente en algún punto. Cuando yo digo que soy hijo único de madre numerosa, no te estoy mintiendo. No es un chiste. Mirá, a mi mamá la operaron. Sale de la operación, el cirujano me ve, me llama y me dice: “Mirá, la tuve que dormir a tu mamá para que parase de explicarme cómo tenía que hacer para operarla.” Esto es verdad. ¡Había testigos! Yo vengo de una familia básicamente matriarcal, donde hay una admiración a esa madre y también el lugar de la mujer, muy poderoso, es en algunos casos bastante denigratorio hacia el varón. Entonces, es una cosa ambivalente. Por eso yo digo que no sé qué es el machismo. Es decir, se cómo es la sociedad, pero no es mi experiencia.
El clan más poderoso es el clan femenino. A esta altura–en mi caso personal- ya no, pero hablamos de la infancia, de cuando uno se fue formando, diría que para entender cómo era ser un varón me tuve que alejar de ese modelo familiar. Y también tiene que ver con cierto modelo judío. Alguna vez, charlando con Eliahu Toker, él me explicaba cómo nace el término idishe mame. Como actitud de sobreprotección, aparece acá y en Estados Unidos. En Europa Oriental, sobreproteger al chico no era sobreprotegerlo, era simplemente protegerlo : si no morfaba mucho y no se ponía abrigo, se moría. Acá ya no, pero siguieron con la misma cosa. Ahí se transformaron en sobreprotectoras. Ahora, realmente, en los personajes que yo pongo en Tsúremberg los hombres leían la Tora y las mujeres hacían todo el resto, pero lo importante era leer la Tora. Y la papa también viene de mi historia. Si ustedes miran el recetario judío askenazi en Europa Oriental, hay sesenta platos que son todos lo mismo: masa rellena de papa y cebolla en sus diez mil exquisitas variedades. Yo no sabía que en el idioma de Vietnam hay sesenta palabras distintas para decir arroz, por ejemplo. En una especie de novela que yo escribí (absolutamente inédita) y a la que le falta mucho todavía, un tipo va a un pueblo y hay un menú con montón de platos hechos con masa, papa y cebolla.
Leer fragmento de la novela inédita “El emprendeudor (De Tsúremberg a Neviork)”
Volvamos a las palabras: cuando vos hablas de “saquito”, yo- me hago toda la idea de la mamá judía. ¿Cómo trabajas la síntesis?
Bueno, la síntesis no sólo me encanta, me apasiona. Una es que la imagen no la hago yo, la hacemos entre los dos, con el lector. En Página/12 en particular, con Daniel Paz, descubrimos que tenemos un espacio muy chiquitito para el chiste. Es decir, si no usas pocas palabras no va a salir bien. Pero yo creo que en mí viene de antes. Y después otro tema: me aburre profundamente la descripción. Yo soy de esos que leyeron “El nombre de la rosa” y saltearon la descripción esa que hace de una puerta en no sé cuántas páginas o de los que saltearon las descripciones de “El Señor de los anillos”. La película me aburrió un poco menos. Pero a mí dame El Padrino, eso es la tragedia griega, sobre todo la historia de Michael, porque se daba la cosa increíble de que, cuando más el tipo trataba de salir de la ilegalidad, más se metía… Bueno, ya me perdí.
El saquito…
Ah, ¡el saquito! Mira, cuando alguien le dice a otro “culpa”, “cuidado” o “comé”, está hablando en idish, no importa el idioma en que lo diga. No hace falta ser mujer ni madre ni judía. Volviendo al tema: yo no se cómo, no sé describir, pero sin embargo en algún lugar estoy convencido de que hay imagen, y vos me lo estás confirmando.
Una cita: “Ella –refiriéndote a los knishes- está presente en toda la obra. Ella es mamá, Amalia, la de los knodels” Esto podría pensarse como una metonimia constante, un desplazamiento en la papa ¿Hay alguna posibilidad de ponerle algún límite a ese desplazamiento? Digo, si el acto de entregar el paquetito con knishes en tu show, ¿pone un límite…?
Eso es resolver el Edipo. Bueno, la verdad es que no sé. Supongo que sí, que por eso digo que es resolver el Edipo, pero no soy muy consciente si pone un límite o no. Es posible. Ya te dije que ustedes saben más de mí que yo.
Si es que la papa es lo femenino, no tiene límites.
Claro. ¡Entonces estaría entregándole mi madre a otra persona! Ahora bien, sin duda existe la posibilidad de un límite. Diría que tiene que tener algún límite porque sino no hay vida posible. Hasta los menúes de “papa, papa, papa” lo tenían. Freud diría que el límite lo pone el padre. Alguno diría que si el padre fracasa, el pibe o la piba algo arman con eso (y fracasan casi siempre). Aun cuando salga bien, un poquito tienen que fracasar.
PAPEAR, SEGUNDA ACEPCIÓN: ACCIÓN DE CIRCULAR LO INVISIBLE
Vamos a la cuestión del poder. El humor siempre va en contra del poder. Al menos el que a mí me gusta. Y el que va a favor del poder me parece que tiene más que ver con una burla o con una agresión. Si el poder se ríe – yo tengo todo y vos no tenés nada, y me río de que no tenés nada- es una agresión. Hay un viejo chiste judío que yo amo: un tipo, el más rico de la comunidad, está rezando “Dios mío ¿qué soy yo al lado tuyo? No soy absolutamente nada” Y alguien, el más pobre y medio tonto además, lo escucha y se acerca y también dice “Y yo, tampoco soy nada, nada…” Entonces el rico lo mira y señalándolo le dice a Dios: “mirá quién quiere ser nada”. Otro chiste, hablando del poder: un tipo, al que lo están por fusilar, le preguntan si se quiere confesar. Dice que sí. Viene uno con sotana y, con muy fuerte acento judío, le dice: “soy el padre Goldstein, lo escucho” “¿Padre Goldstein?” le dice el condenado. “Mire, a usted lo están por fusilar dentro de veinte minutos, ¿qué prefiere, confesarse o discutir? Digo: no sé mucho de eso del poder, pero sí te puedo decir esto: con el público hay un interjuego medio raro, porque vos tenés ese cierto poder que da el tener el micrófono. Desde hace diez años hago estos monólogos. Entonces se va dando. Antes hice radio…
Con la radio estás protegido, como en la escritura o la pantalla de la tele.
Mirá qué cosa extraña me pasa con lo que estás diciendo. Yo me siento más protegido con el público en los shows que con la tele. Me encanta que esté la gente ahí. Le tenía mucho miedo antes de hacerlo por primera vez, en 2007. Pasada esa primera vez, me di cuenta de cómo me gusta que esté la gente ahí. Si hay más gente me siento más protegido aun. En la pantalla de la tele no los veo. En el diario, igual. Cuando la gente se ríe, yo no estoy ahí. Los primeros años en el diario, cuando todo ocurría en la redacción –ahora no es así-, hacíamos dos chistes y nos la pasábamos recorriendo la redacción preguntándole a todos cuál les gustaba más. Mil nueve ochenta y pico. Nadie había nacido todavía.
Hablando de lo que se ve y lo que no, en un momento decís que no se le puede rezar a un Dios invisible.
Hablando de dioses y de la tragedia griega, hay una que hacíamos, “La Orestíada”, en que a mí me tocaba hacer un monólogo cómico sobre Orestes. Yo decía que los griegos tenían dioses porque las cosas que hacían no se las podían contar a ningún psicoanalista. Imagínense, entra el tipo a la sesión y dice: “Bueno, soy Orestes, acabo de matar a mi mamá, no me confunda, no soy Edipo, soy Orestes. La maté porque mató a mi papá. Mi mamá mató a mi papá, no yo, porque mi papá es Agamenón, no es Layo. Digo, no hay psicoanalista que pueda escuchar eso, tiene que ser un dios. Y estoy también pensando aquí el tema del poder.
Leer fragmento de la Orestíada
Evidentemente lo invisible tiene un poder tremendo.
Lo invisible tiene poder y poner el cuerpo te da mucho miedo hasta que te empieza a gustar.
Hay algo que pasa en tu espectáculo: estás presente cuando la gente va entrando, conversás con la gente en las mesas, pasás a vender libros. Y yo tengo una cita acá: “eran las épocas en las que los poetas pasaban hambre pero no pasaban la gorra. Todavía no se había inventado el pluriempleo y el poeta era un poeta nomás. Y no gerente de marketing por las mañanas y poeta por las noches” Me preguntaba cuánto de esto de poner el cuerpo tiene que ver con este intercambio de la energía con el público y cuánto de pluriempleo.
Hay cosas que son a propósito y otras que se van dando sin querer. Hace muchos años, cuando yo estaba en “La Plaza” y en “The Cavern”, vos estabas en un camarín, había un boletero que vendía las entradas y después vos salías. En esos lugares, hay un show tras otro. Y a la gente que me viene a ver a mí le gusta más llegar tranquilo, tomarse un café. Ahora, en el Montserrat puedo hablar con la gente. Tiene que ver con el ser y con el estar también. Es más, no vendo yo mismo las entradas porque me dijeron que queda feo. Lo haría de una forma como diciendo “Bueno, atendido por su propio dueño” o alguna pavada así. Entonces, yo no creo ser menos artista por estar en esos lugares. Un artista no vino de otro planeta y además en determinados monólogos debe producirse cierto tipo de identificación. Y, por otro lado, ¿por qué me viene a ver la gente? Nadie entra de casualidad acá. El que viene tiene una mínima idea o viene con alguien que la tiene. Alguien dice “Voy a ir a verlo a este tipo”
Como en la tragedia griega o en el análisis.
También, sí. Y eso ayuda, porque ya empezás teniendo un cierto tipo de identificación. Por ahí leyó Página/12 o la tía o un amigo me vino a ver antes. En cuanto a que yo venda los libros, al principio, otra persona lo hacía. Un día por ahí no vino y bueno… Yo no sé si en un punto no es mejor así. La gente por ahí también tiene ganas de preguntar algo, aunque no compre un libro. O, de golpe, viene alguien con un suplemento para que se lo firme y está muy bien, ¿por qué no? Y hay otra cosa que es esencial: yo no hago ningún personaje. No hace falta que me disfrace de nada, digamos.
El otro día, con Santiago Varela y otras personas, hablábamos de Tato Bores y Santiago discutía esto de que alguien puede escribir un texto y otro decirlo y yo decía que con los monólogos, no. Y él me ponía como ejemplo a Tato. Pero Tato Bores era un personaje. Es más, yo diría que Tato Bores es Mauricio Borensztein y Santiago Varela y todos los que lo estaban escribiendo y siendo Tato Bores. Yo no me llamo actor. Tendré a lo sumo algunas herramientas actorales, hago un entrenamiento con Marcelo Katz.
¿Había un tema con la cuestión de los nombres? Hay un tema con la etimología.
Sí, pero me quedó una cosita sobre el poder, porque me quedé con que no le contesté sobre eso. Yo siento que, en el monólogo, hay un poder que va y viene. A veces pasa que alguien piensa, como He Man con su espada: porque tiene el micrófono, tiene el poder. Pero también hay un poder que está en el público. El poder que da ese silencio, la risa, el aplauso. Es un poder que lo tienen todos y nadie a la vez. Me parece que es el poder más interesante, el poder que circula. Yo no puedo hacer esto si no viene nadie… A mí me pasó una experiencia increíble el 24 de marzo. Yo siempre voy con un amigo, quedamos en vernos en “la 525”, que es Av. de Mayo 525. Bueno, este año me pasó que no paré de saludar gente. Y tiene que ver con la tele. Hacés treinta años chistes y no te conoce nadie. Estas tres veces en la tele y… Para alguno puede parecer despectivo, pero no lo es para mí: yo llamo a estas situaciones baño de cariño. Lo que viví este 24 de marzo fue que, entre toda la gente, había una especie de acto de amor colectivo.
DAVID Y GOLIAT: NADA ES UNA PAPA
Y las mariposas…
Las mariposas fueron como la frutillita, si querés. Ya estaba el postre y vinieron las mariposas a poner la frutilla. No estar en ninguna altura, estar abajo entre la gente, ese es el poder más horizontal, más fuerte. Y pregunto: ¿ese poder horizontal es lo único que queda o es el único que sirve para que algo cambie? Mucho de lo hecho en esos doce años, lo tiran tan rápido, tan fácil…. Si lo tiraron tan fácil, es porque no estaba tan sólido. ¡Tan rápido! Quizás también es que vinieron con la aplanadora. Insisto: creo que la palabra es un arma muy fuerte. A ver, vamos a David y Goliath. ¿Qué fue lo que mató a Goliath? No fue la piedra. Cuando le pegan el piedrazo, él se clava su propia espada. Lo que uno necesita es que esa televisión se vuelva en contra de sí misma. Si vamos a pensar en algo –en términos de David y Goliath – me resulta mucho más interesante empezar a crear y ver cómo hacer pequeños programas de televisión que sirvan para decir algo. Lo que me raya, me rebela es esa cosa de la banalización de la palabra. ¿Viste cuando hablaban del gobierno de unidad en lugar de unión? Unidad es que todos piensen lo mismo. En la política se usa mucho eso: en lugar de decir “cambiemos”, digamos “afanemos”. Está bien, como chiste puede funcionar. A mí me interesa mostrarles el ridículo de eso ¿a quiénes? A los que pueda, por eso David y Goliath.
¿Vos dirías que esas operaciones del lenguaje podrían ser desamor?
Absolutamente. No sólo lo diría, casi te lo puedo firmar. Es lo contrario del amor.
Lo contrario de la plaza.
Y lo contrario de la plaza. Fijate que en la plaza hubo mucho más abrazo, aunque tampoco podríamos decir que el abrazo no sea lenguaje.
El desamor es diferente que el odio.
¿El desamor es como no querer o como dejar de querer? No se mucho qué es la palabra desamor…
Liliana Bodoc decía que el desamor no es que no te quieran sino que te mostraran que no sos querible.
A la flauta. Igual, lo que pasa es que con Macri no es que no sos querible, es que no sos. Además, el concepto de amor que tiene Macri es el de Love Story: “Amar es nunca tener que pedir perdón”.
Los humoristas son para mí genios y superdotados evolucionados por delante del resto de los mortales. Me guí más que nada por ellos para pensar, mirar al mundo, sacar alguna conclusión y sobretodo para reírme (o seguir riéndome) de mi mismo. No me sorprende la erudición de Rudy. Es común en estos tipos (o tipas). Creo que hay alguna conexión neuronal no descubierta aún que les funciona y de pronto hacen clic con 70 parámetros a la vez. El hecho de hablar de Kusch (conciente o no) con el estar y el ser o decir que es inseguro contra terceros, para mí, habla de un hombre que puede guiar a todo un pueblo (adonde no sé). Imagino a Cristo como humorista. Creo que todo el nuevo testamento es un gran y genial chiste de Rudy. bravo x la entrevista.
Gracias por la lectura tan atenta y generosa. Le paso el comentario a Rudy!