Por Adriana Valletta
Desamor: Sobre las operaciones en el lenguaje
NOTICIAS DE PRIMERA, NOTICIAS DE SEGUNDA
Se acercan cientos y cientos de “franciscanos” del Río de la Plata: una especie de delfín en peligro de extinción, exclusiva de la costa argentina. Este grupo recibe su nombre del color amarronado de su piel, semejante a los hábitos de los monjes franciscanos. Si vienen a morir en busca de mejores condiciones de vida, un poco vivos o un poco muertos, no se puede saber con exactitud. Son espectáculo diario y, sin embargo, no logran notoriedad. ¿Qué determina que una nota esté en primera plana?,¿qué transforma a un suceso en una noticia? ¿Qué desvío lleva a una noticia, desde los planos de fondo, a competir con las primicias del día?
LO ALTO Y LO PROFUNDO
Adorados y amados por griegos y romanos, los delfines conectan con lo divino, según creencias y mitos. Quienes suelen abalanzarse en verano a las playas de la costa argentina encuentran la oportunidad para tomar contacto con ellos. Los delfines juegan. Se caracterizan por acerarse a los humanos. Los humanos les hablan, los delfines devuelven su silbido característico. Intercambian un goce lúdico de lenguajes que se cruzan. Lo sagrado y lo profano se dan cita aprovechando las vacaciones. Todo se exhibe, no solo los cuerpos.
ESTALLAN LAS REDES
Las redes explotan de “franciscanos” enganchados por la pesca y por las fotografías mórbidas en los tejidos de internet. Un grupo acecha al delfín. El sol quema. La sed por robarle su imagen, como en las supersticiones antiguas, donde la imagen cargaba el alma, se acrecienta. Pero sucedió esta vez que el infortunio se coló y lo dejó moribundo, arrastrándose por la playa. El espectáculo de los delfines tomó un giro inusual. Un grupo de turistas sacó a un delfín del agua para tomarse una selfie y terminó por matar al animal. Organismos de defensa del medio ambiente investigan la responsabilidad de los turistas, la causa real de la muerte del delfín y las condiciones en las que había llegado a la playa.
¿Buscan estos hombres el alma del delfín? Lo tocan, lo acarician hasta asfixiarlo,
igual que a un trofeo ganado al agua. ¿El contacto con el moribundo les revelará algún misterio acerca de su propia muerte? O, al acorralar al delfín, ¿instalan en la escena un espejo inverso que les señala su propia vitalidad en declive? O también, quizás: ¿son los hombres quienes, al verlo indefenso, se descargan contra él en nombre de vaya a saber que cuentas pendientes?
DESOÍDAS ORACIONES
Los sorprendentes enlaces del lenguaje pretenden pasar desapercibidos e ignorados en las redes sociales. La aparentemente lúdica complicidad entre los turistas de Santa Teresita y los “franciscanos” del Río de la Plata no es una experiencia religiosa, pese a la potencia cristiana de los nombres. Algunos otros, más lejos, aportan la plegaria vuelta grito: “llévenlo al agua, devuélvanlo al mar”. Desoídas las oraciones, ni la fe ni la gramática sirven. El pasadizo entre el mar y la arena seca es infranqueable. Lo divino y lo humano rompen lazos en la ocasión. Como horda enardecida, en lo más alto de su barullo, se lo llevan en andas. De espaldas al mar.
DETRÁS DE LA ESCENA
Si uno mira desde la playa hacia el mar, humeantes negras, las fábricas de operaciones son un eslabón más del tándem “capitalismo y contaminación”. Se esboza una de las posibles causas de tantas muertes de delfines del Río de la Plata y rápidamente se soslaya el argumento. Todo el combo se incorpora al paisaje, como si cada componente de la “máquina” fuese una parte natural.
La operación busca que aceptes pasivamente estos injertos, estos retazos de lenguaje silencioso, desapercibido. A diario matan delfines – y no solo delfines-. Pero esos crímenes pasan por las redes, cual fantasmas. Especies de delfines también, como los dorios, o los dorados- de una mítica poco conocida- están en peligro de extinción. Y son llevadas a otras arenas.
LAS OLAS Y EL VIENTO, OTRAS ARENAS
Arenas movedizas oscilan en los zócalos. Dan a ver la imagen: “Ceder la palabra”. Son otras pantallas. Otras arenas. Renovadas selfies, pero selfies al fin. Si la campaña anti grieta de la nueva Tv Pública propone ceder la palabra, ¿debemos aceptar sin más que la palabra había sido amarrada, hurtada, acopiada?¿O debemos leer que es ahora puesta en ese lugar de amarre? Un secuestro al mar, otra vez; al océano del lenguaje, como si de una propiedad se tratase. Los esfuerzos por ocultar la operación son ineficaces.
CON BISTURÍ
Algunos hombres mantienen una relación compleja con el delfín y también con el lenguaje. En esta estrategia se pervierte en el nombre del amor. La palabra entra en los en zócalos, como mercancía capitalista. Bibliotecas enteras quedan amarradas a esa lógica. La lógica no odia ni ama. Es desamor. La partícula “des” indica que algo fue elidido de un todo. Se cortó, se eliminó. Pero la historia de ese corte no se cuenta. El término llega a ciertos oídos en su estado original, con su historia de violaciones negada. El consenso compulsivo es también una rueda viciosa alrededor del lenguaje.
LA BIBLIOTECA AL HOMBRO
Ahora la Biblioteca Nacional es llevada en andas. A sus espaldas, las humeantes negras operaciones del lenguaje arremeten contra el patrimonio cultural. Solo los números cuentan en la cultura del mercado. Las letras son despreciadas. Las oficinas vaciadas. Los nombres tratados como cosas. Una máquina que dice “adiós” despide a los empleados sin más. Los cargos irreemplazables se hunden en el naufragio con sus oficiantes. Y, tal vez, no se priven en señalar: “ su función no será necesaria porque nunca lo fue”. Parece que hay tareas prescindibles, que son indispensables.
DEL AGUA VINIMOS
En el agua está la vida. Los zócalos, como arenas movedizas y devoradoras, esperan del otro lado. Y una vez más. le darán la espalda a lo vital. La voz es reemplazada por la imagen visual enfantasmada. Una sofística alejada de la griega. Un lenguaje articulado en engranajes de eficiencia, sin gramática. Cerca de los números, lejos del misterio de las cifras.
Miren las negras humeantes fábricas de operaciones: una nueva geografía del desamor.