El Olvido: Sobre la marcha de los pañuelos.
Por Patricia Tombetta
“Sigamos siendo locos, madres y abuelitas de Plaza de Mayo, gente de pluma y de palabra. Exiliados de adentro y de afuera. Sigamos siendo locos argentinos (…) Sigamos lanzando palomas de la verdadera patria a los cielos de nuestra tierra y de todo el mundo” Julio Cortazar en “Nuevo elogio de la locura” 1.982.
Buscar la verdad por vía de la justicia asegura, como mínimo, un trayecto largo y con menor número de muertos (además de ser lo acordado desde que nos organizamos para acotar la venganza de unos contra otros). No se trata de hacer una apología de la vida a cualquier precio. No. En este caso es sólo una defensa para que la vida valga la pena, la de todos. Y algunos recorridos son, en sí mismos, el único camino con buen final sea cual sea el resultado. Ya dije, son trayectos largos, también tienen vueltas y recovecos, se andan y se desandan. Aunque, esto último suele ponerme de mal humor, como si prefiriera andar a las andadas.
Y en eso llega el día que soñé nunca llegaría. Soñé, digo bien. Pero no me toma desprevenida, antes bien lista para la defensa. Cambio la cartera por una pequeña mochila, con lo necesario: un poco de plata para el choripán, el teléfono para lograr los encuentros, los cigarrillos y la Sube, claro. Hoy se agrega un pañuelo blanco que llevo todo el tiempo con algún temor a faltarle el respeto. Tan lleno de significados y sufrimiento, pesa el doble de mi peso. A último momento, decido ponerme un par de zapatillas, por si las corridas (algunas precauciones nunca se abandonan). Ni bien subo al subte, siento una molestia en el talón que me recuerda por qué hace tiempo no las uso. La formación (me encanta esa palabra) sólo logra llegar a Plaza Miserere.
– ¡Todo colapsado!- Se escucha la voz del guarda.
Y, sí, es cierto, algo no fluye y no queremos que lo haga. A un atisbo de fastidio, para qué negarlo, se le impone más decisión: a caminar las trece o catorce cuadras que me faltan. Una nada al lado de las que “Esas Mujeres” marchan para alcanzar un poco de dignidad, de justicia y de amor incluso. Esas son las únicas gestas que se recuerdan por siempre, para bien o para mal, aquellas que no se detienen. Y si de gestas hablamos, es bueno separar ya que algunas son llevadas por el odio y otras por el amor. Las primeras matan, las segundas cuentan sus muertos: muertos injustificables que llenan de miedo a quienes permanecen; muertos que desaniman de no mediar el amor. Único barco por el que vale la pena dejarse llevar. Una y otra vez cantará León “…Y mañana seguirán con fuego en los pies quemando olvido, silencio y perdón, van saltando todos los charcos del dolor que sangró, desparramando fe, las madres del amor…”
UN PAÑUELO NO SIEMPRE ES UN PAÑUELO
Camino, estoy un poco más cerca y el pañuelo se hace más pesado porque sé de la ausencia de Hebe. No me gusta alejarme de esa mujer, ni de ninguna de ellas. Hace mucho, mucho, aprendí que me equivoco si algo, por más mísero que sea, me toma a una imprudente distancia.
El talón izquierdo comienza a hacerse sentir cada vez más. ¿Cómo se me ocurre ponerme un calzado incómodo? El olvido, claro. Me calmo con la idea de que no es comodidad lo buscado ese día, sino justamente la eterna piedra en el zapato. Ya no del mío, sino el de este país desde su fundación: algunos lo pensaron con grandeza y otros se convirtieron en la piedra que detiene la marcha. Esa fue la grieta. Es antigua.
Camino y, sin darme cuenta, ya no voy por la vereda. ¿Cortaron el tránsito? No. Ganamos la calle y de pronto me encuentro cantando…”como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”… y al dolor del talón se superpone el del estómago. ¿Otra vez? Algunas cuestiones no se saldan nunca, los pasos pueden ser desandados. Soy grande, debería saberlo. Soy pequeña y me ilusiono.
UNA BLANCA INFLAMACIÓN
Ahora con el pañuelo sobre los hombros nos convertimos, poco a poco, en gotas de un río con desembocadura en la Plaza. Es uno de formación espontánea que, cada tanto, lava las calles, hace mar y se retira. Luego, nada es igual, una inflamación perdura y se incorpora. ¿Otra ilusión de las mías? ¿Acaso las paredes y el asfalto son capaces de absorber la potencia de los sentires?
Sí, por supuesto.
Se llama espíritu de las ciudades. Es lo que buscan algunos turistas con sus cámaras de fotos. Sólo búsqueda. Yo también puedo sacar fotos en la Plaza Tiananmén o en Machu Pichu. Es un reflejo. Sólo cuando se es parte y se comparte, sólo así se imprimen algunas imágenes.
LUNA LLENA
Me encuentro con los míos, continuamos, sorteamos pozos y algunas obras que necesita la ciudad (eso espero). Es difícil llegar hasta la Plaza, hasta el mar. Y seguimos cantando. El talón me duele y lo imagino en carne viva. Un señor me avisa de la cercanía de un escalón y me salva de una caída.
Hebe no está en la Plaza y eso me da miedo.
TN anuncia desde la pantalla de un bar… multitudinaria marcha… eso también me da miedo.
Sé dónde estoy, sé muy bien el por qué y sin embargo.
Falta Hebe y el pie izquierdo late a un ritmo cardíaco. Nos salimos de la avenida y tomamos por una calle paralela. Queremos llegar lo más lejos posible, queremos estar lo más cerca posible. Un colectivo con hinchas de River trata de hacerse paso. Temerario, sube a una vereda apenas más ancha que una rama. Los cantos continúan y, ahora, agitamos los pañuelos. Al principio es confuso, una inmaculada confusión. Un efecto inesperado me hace pensar en artificios tecnológicos. Como si todo quedara cubierto por una bandada de aves blancas en vuelo bajo, sobre las cabezas. No estoy allí, me llega una foto y la convicción de que ese vuelo llega lejos, lejísimo. Luego comprendo, es tan sólo la espuma, la blanca espuma de las olas del mar embravecido que otra vez ocupa la Plaza.
Una columna de la izquierda (no sé bien cuál) se retira muy temprano, los manteros continúan en sus puestos y los apretujones son abrazos. Hay cruces fraternales. Miradas con quienes están y con los ausentes. Sólo un camino acerca a los muertos y los hace amigos: el recuerdo. Sólo así ellos comienzan a formar parte de la vida, de quienes permanecemos, sólo así perdemos el miedo y nos vacunamos contra el olvido, nos regalan sus ideales. Sólo así ellos pierden el peligro de llevarse alguna porción de materia gris y de sangre.
ALREDEDOR DE LA LLAGA
A una cuadra del mar, nos detenemos. Seremos parte de ese tramo del río. Se hizo de noche hace rato y una luna llena, enorme, se presenta en el fondo, en el horizonte detrás del mar. El talón me recuerda que, debajo de tanta poesía, una llaga no cerrará pronto.
No llegamos a escuchar los discursos, ya habrá tiempo. Tomo un par de fotos, filmo incluso y lo comparto con mi hermana. Ella me devuelve imágenes desde Rosario. Ampliamos la cobertura, jugamos a las periodistas, nos consolamos. No es sencillo defender las banderas contra un Estado caprichoso. Sus pies son grandes y su boca impredecible. Fantaseo con una gran inundación de agua clara que se lleve la eterna mugre. Con la naturaleza y su fuerza. Pero no queremos eso. Mejor un río limpio y constante. Seamos la gota que orada la piedra.