El olvido: Entrevista a Taty Almeida

Entrevista: Lourdes Landeira, Nicolás Sada, Víctor Dupont, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppleman
Fotografía: Anne Diestro Reátegui

 

TODO AL 17

Si la muerte me sorprende/de esta forma tan amarga, pero honesta, /
si no me 
da tiempo a un último grito desesperado y sincero, /
dejaré el aliento, el último aliento, para decir te quiero.”
Alejandro Almeida

Sucede más a menudo de lo que imaginamos. Todo comienza con una fecha, un número se asocia a un amanecer y se extingue con la llegada de la noche. Hasta ahí es tan sólo un dígito, que sucede y antecede a un infinito. Pero, de pronto, entre tantas cantidades, hay una que se sacude el tiempo, se desata el nudo de su destino y se vuelve historia. Entonces, ya no es una simple fecha. Se ha vuelto cifra, misterio y escritura. Así, trasmutada, sale a la calle y se mezcla con el paso de los transeúntes, con la urgencia del tránsito, con el enredo de ausencias y presencias de toda ciudad. A la noche, incansable, escurre su eco dentro de la letra y se vuelve escritura. Como es cifra y no un simple número, late. Y en verso y jadeos, restituye un modo del tiempo a todos los espacios donde anduvo la muerte. Decidida y prolija, avanza sin tachadura y sin enmienda. Una coreografía la circula alrededor de un nombre y, donde no está el cuerpo, sacude el aire y combate los vacíos. Y, aunque el vacío arremete -porque es un prepotente del día a día y de falta en falta- el poema le presenta combate y le inquieta sus soberbias. Y no vaya a creer que es fácil ser cifra enredada en un nombre. El ciclo se transita palabra a palabra, porcioncita a porcioncita de eternidades. Nada se le escapa. A veces comienza como vuelo, “Pero recuerda paloma, que tal vez mañana/ al despertar/ dejes de volar y comiences a hablar”. Y, ni bien empieza a hablar, dobla una esquina y se le cruza uno de esos vértigos del tiempo, “rodando venía/ con una niña/ hoy regreso con una mujer”. Y, “aunque el invierno trae frío caliente”, la cifra sabe que “tu verdad quedó en la niebla/ y el tiempo la hará germinar”.

Querida Taty: esta introducción suspende acá toda literatura. Lo que de verdad quisiéramos devolverte es cada segundo acumulado sobre cada segundo de años, meta acariciar con las yemas de los dedos el trazo de Alejandro. Lo que de verdad quisiéramos devolverte -devolvernos- es una historia donde no hubieran faltado ni Alejandro ni los otros. Sin poder intervenir el pasado, lo que de verdad quisiéramos darte, a puro presente, es la puerta donde nuestra escritura redoble la apuesta por nombrar lo indecible, sin amilanarse ni ante el dolor cavado ni ante la cima del dolor. El abrazo que nos diste es eterno. Y lo vamos a multiplicar en el abrazo a nuestros hijos, para que ellos se impregnen el tacto y el paso con la intensidad de ser contemporáneos de las Madres. Cuando el cielo apriete, vamos a intentar desear con un verso de Alejandro: “Yo quiero por un instante parar el reloj del tiempo”. Una detención pequeña, cada tanto, mientras continúa el trote de la historia. Será justo un 17 de cualquier mes y de cualquier año. Entonces, una fecha va a sacudirse el polvo de toda cantidad, de toda muerte, de cualquier pequeña simbología o estrechez en el destino. Y se volverá una cifra y reabrirá el ciclo. Y, así, en la insistencia de la lectura, refundaremos la familia. Y, allí, en el fondo del día, habrá “un niño que en su aldea ve mezclarse la luna con la marea”.

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Gustav Klimt, , óleo sobre lienzo, 1913

 

VIENTRE LIBRO

«Si la muerte me sorprende lejos de tu vientre/, porque para vos
los tres seguimos en él/, si me sorprende lejos de tus caricias/ que tanto me hacen falta, / si la muerte me abrazara fuerte/como recompensa por haber querido la libertad/, y tus abrazos entonces sólo envuelven recuerdos/, llantos y consejos que no quise seguir/, quisiera decirte mamá que parte de lo que fui/ lo vas a encontrar en mis compañeros. La cita de control, la última, se la llevaron ellos, / los caídos, / nuestros caídos, mi control, nuestro control está en el cielo, / nos está esperando.

  Alejandro Almeida 

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Miren, este libro que acabo de recibir, es de Julián Scher. Trata sobre los desaparecidos de Racing. Es la primera vez que sale un libro de este tipo. Cuando se cumplieron, creo que treinta años, del Mundial, el padre de Julián me hizo una entrevista con Villa, el jugador. Era la primera vez que le hacían una entrevista a una Madre con un jugador… ¡Después me contaba Villa que tenía un miedo…! Me acuerdo… salió en Clarín. Esto fue hace mucho tiempo, y ahora el hijo, Julián Scher, empezó a investigar a todos los desaparecidos de La Academia.

Nicolás Sada, un Anartista, está escribiendo una nota, entre otras cosas, sobre algunos futbolistas desaparecidos, siempre de equipos chicos. Nosotros pensamos que no se hablaba mucho de los desaparecidos del fútbol porque la mayoría no eran de River ni de Boca.

Se va a presentar ahora el libro de Julián, el 12 o 13 de junio. El otro día estuve en la Feria del Libro, con Carlitos Ulanovsky, presentando el libro de Hugo Soriani, “Los días eran así”. Carlos se sentía re contento con la aparición del libro de Julián, porque él es de Racing. Aparte no sabía que mi hijo, Alejandro, también. El trabajo de Julián hace muy bien, hay que mostrar que los chicos, los desaparecidos, eran pibes comunes -entre otras cosas- hinchas de un equipo de fútbol.

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Nos recibís con un libro en la mano, parece que los libros son muy importantes para vos, ¿y la escritura?

¡Yo no soy escritora! Hace poco estuve en San Juan y me presentaron: “Fulana, escritora” ¡Y yo no soy escritora!

Pero tenés una relación con los libros.

¡Ah, sí! Me encanta leer. Yo era de las que decía: “jamás voy a tener una tablet con libros adentro” ¡Pues la tengo! ¡Estoy fascinada! Lo mismo me pasaba con el celular, hasta que mi hija me dijo “Mamá, tomá, porque no sé nunca donde mierda estás, ¡nunca te encuentro!” y me dio un celular.

 

EN EL VIENTRE DE UN MUEBLE

                                             Te voy a escribir/ mi canto, mi ser/mi persona/ tu nombre/mi ayer/ mi afán de vivir/ mi hoy de papel/ que se borra”
  Alejandro Almeida
 

Te vimos arengando a la gente el otro día, en la Plaza de los pañuelos, contra el 2×1. Después, cuando todos estábamos ya arruinados de cansancio, estabas en C5N con Sylvestre. Y, después, en lo de Navarro.

Muchas veces me preguntan de dónde saco fuerzas… De ustedes las saco, de la gente. Porque uno da, ¡pero lo que recibe…! Cuando vos vas a algún lugar y ellos te escuchan, se emocionan, te apoyan. Yo siempre digo que no me reconocen a mí, sino a todas las Madres y, sobre todo, a nuestros hijos. Porque existimos por ellos.

¿Alejandro se te multiplica en toda esta gente?

Totalmente. Son los treinta mil, porque ¿qué chica o chico de esa generación no sentía y pensaba como Alejandro? Algunos lo habrán expresado de una manera, otros de otra. Mirá, en ese mueble, encontré la agenda de teléfonos de él, ahí estaban sus poemas.

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Leímos por ahí que vos sentiste que algo grave pasaba, porque Alejandro siempre te dejaba una notita y ese día no la dejó. Ese día no hubo escritura, desapreció la letra de Alejandro…

Exacto. Cuando Alejandro no venía a dormir, me ponía una nota. Y, cuando ese día, me pongo a buscar y no encuentro nada, me encuentro la agenda de teléfonos. En las últimas veinticuatro hojas, estaban los poemas. Eso fue el 17 de junio, él vino y me dijo: “mamá, mañana no voy a trabajar porque tengo un parcial.” Después agregó: “esperá que ya vengo”. Y eso fue lo último. Al otro día, encontré la agenda. Cuando leí los poemas, recién empecé a conocer otra faceta de Alejandro. Porque yo era gorila antiperonista, tenía pelos por todos lados. Ahora no soy más gorila, ¡me afeité hace rato! Por eso, cuando Alejandro me abrazaba, me decía: “esta gorilita de mierda y, sin embargo, la quiero”. Yo me reía, no entendía nada. Él no me contaba nada, me preservaba, me cuidaba, ¿viste? Una vez, sobre una tabla de planchar, encontré una estrella dibujada con una birome y dije “Ale, ¿esta es la estrella judía? ¡Era la del ERP! Lo único que yo sabía de política es que era antiperonista. Ahora me afeité, pero tampoco soy peronista. No hablo como Madre ni institucionalmente. Hablo yo, ciudadana. Para mí hay un antes y un después con los Kirchner. Néstor fue el primer presidente que tomó los derechos humanos como política de Estado, entre otras cosas, logró anular las leyes de impunidad.

Los poemas aparecen el día en que Alejandro desaparece. No hubo nota, pero su escritura esperaba en ese mueble. En ese momento sale a la luz este libro.

Sí, claro. Fijate vos que pasaron treinta años y todos los amigos me decían “Taty, esos poemas…” Y yo, que no los voy a publicar, que son de Alejandro. Pero, después, las Madres todas entendimos que nuestros hijos ya pertenecen a la historia y hay que compartirlo. Y qué mejor, en este caso, a través de la poesía de Alejandro. Y así lo han conocido y así la gente se vuelve loca, no puede pensar que tenía veinte años… Y empezó antes a escribir porque, cuando escribe el poema sobre Trelew él tenía 17 años.

Cuando se inauguró el museo del aeropuerto viejo en Trelew fue impresionante. Fueron cantidad de presos que habían estado allá. Me acuerdo que Luis Duhalde –el Duhalde bueno- me dijo: “Taty, antes de cortar la cinta y de entrar, quiero que vos leas la poesía de Alejandro”. Y la leí. Fue impresionante… La poesía de él está en el museo, ampliada.

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ABRAZADOS A TU TRAZO                             

“El sol del verano/ me ayuda en la soledad/ (…) / y a veces me doy cuenta que
estoy llorando/ ¿Pero en invierno, compañera?, / ¿en invierno, cómo hago?»
 Alejandro Almeida

Este libro no está hecho sólo de poemas de Alejandro. Hay varios textos de familiares, amigos y conocidos, que anteceden a los poemas. Y también hay cartas y textos, después. Da la sensación de que lo abrazaron, lo rodearon con escritura.

Esa fue la idea y el mérito de Pascual Spinelli, el editor. Un militante de aquellos, que tiene la misma edad de Alejandro con unos días de diferencia en febrero.

 

EL POEMA DE UNA CIFRA

                                          (…) negrita sigue soñando/ que ya algún padre te despertará”
   Alejandro Almeida


¿Alejandro tendría…?

Tiene sesenta y dos años. Y, a Pascual, que ya había editado otros libros de Madres, se le ocurrió empezar a pedir textos a amigos y familiares. Yo tengo tres hijos: Jorge, que vive en España, casado con una bellísima catalana, -¡tengo nietos catalanes!-, Alejandro y Fabiana, que es madre de cuatro varones: el mayor, de treinta y ocho años. ¡Te imaginás, cuando mi nieto mayor -se llama Alejandro también- nos anunció que iba a ser papá de una nena: luego de seis nietos varones, llegó Juanita, mi primera bisnieta. Y, después, Uma, de dos… ¡Dos bisnietas ya tengo! En fin, en lo que escriben mis nietos sobre Alejandro, su tío, está la evidencia de algo que siempre cuento: nunca les hice sentir a mis otros hijos que Alejandro es el mejor porque no está. No es así. Los tres son exactamente iguales. Por supuesto, el agujero no me lo llena nadie, desde ya. Pero yo nunca les exigí que fueran a la Plaza. Y, de ahí, seguramente, que siempre van conmigo. Fabiana tampoco les insistió a mis nietos. Y lo mismo: ellos siempre van con ella. Y el 17 de febrero que es el cumpleaños de Alejandro siempre nos juntamos acá o en lo de Fabiana o salimos a comer. Así lo recordamos siempre.

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Un 17 se lo llevan y un 17 nació.

Hay cosas que no son casuales, sino causales. Mis dos hijos se llaman, de segundo nombre, Martín: Jorge Martín y Alejandro Martín. Porque, para mi padre, salteño, Martín Güemes era un ídolo. Y mi suegro -al que no conocí- se llamaba Abel Martín. Entonces, con Jorge, mi ex marido, decidimos ponerles Martín a los chicos para quedar bien con los dos abuelos. Un 17 de junio lo desaparecen. A Güemes lo asesinan en la misma fecha.

Es también mi cumpleaños… (Gabriela Stoppelman)

¡No te puedo creer… igual que el hijo de una íntima amiga de Fabiana y el día de cumpleaños de la mamá de Eduardo Anguita, que está desaparecida!

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Jaume Plensa, «Hombre en cuclillas»

 

CUERPO DE LETRA

                            “Para agarrarla y abrazarla/ fuerte contra el pecho/ para morir sin soltarla/ de las manos, para vencer/ para llegar y seguir/ hacemos falta todos”
  Alejandro Almeida

Otra cosa -que no sé si es una decisión tuya o de Spinelli- es poner la cursiva de él, porque ahí está su cuerpo. Es el trazo que él hizo, lo más parecido al cuerpo de tu hijo que tenés hasta que encuentres sus huesos. ¿Fue una decisión tuya?

Pascual me dijo y yo estuve de acuerdo porque ahí tiene que estar Alejandro.

¿Y las notitas? El libro trae imágenes de varias notitas que Alejandro te dejaba, notitas de la vida cotidiana.

Todo es idea de Pascual. Él fue, él me pidió datos. Es una maravilla lo que ha hecho, con un amor y un convencimiento…

Esas notitas, como la que dice “Despertame a las ocho”, se resignifican después de la muerte de él, ¿no?

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Es verdad. Vos sabés que todos los cumpleaños de Ale, él me regalaba una flor y me decía “Gracias, mamá”. Te cuento: yo hice un viaje de placer a Europa. Volví el siete de junio de 1975 y el día ocho, mi hermana me hace un asado de bienvenida -acá está la foto- y el diecisiete lo desaparecen a Alejandro, esta es la última foto, la que se eligió para poner en la tapa del libro. Una vez, cuando eran chiquitos los tres, los llevé para navidad a Harrod’s. Estaba el Papá Noel y todos los chicos hacían cola para verlo. Entonces, pasa Alejandro, que tenía cuatro años y Papá Noel se lo sienta a upa y le dice: “Oh, jo, jo! Qué chico lindo ¿Y cómo te portás?” Y Alejandro, con esa voz ronca que tenía ya de chiquito, le dice “¿Yo? Como el culo.” Y el papá Noel: “¡Oh, jo jo!, ¡me parece que no te portás muy bien!”. Él era así, totalmente espontáneo. Teníamos una perra Boxer, divina. A su tiempo le viene el período -“el asunto”, como decíamos antes- y yo le expliqué que a la perra le sucedía igual que a las mujeres y todo eso. Pasa un mes y nuevamente le viene. Vivíamos en Martínez, yo estaba arriba en el dormitorio y Alejandro, después de la explicación esa y todo, me llama y me grita: “¡Mamá, mamá, se le rajó el culo a la perra otra vez!”

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BITÁCORA PARA RECORDARME                                                           

                         “Y ya anocheciendo/ la esperan tres espigas/ que quieren seguir creciendo, / tres que no saben de cañas/ no de flores ni de espinas”
 Alejandro Almeida 

        

Jaume Plensa

Lo que se ve acá de Alejandro es una enorme lucidez, porque él casi marcó el camino de cómo lo iban a recordar. En un momento dice en un poema dedicado a vos: “quisiera decirte mamá que parte de lo que fui/ lo vas a encontrar en mis compañeros.” Tenía certeza de que lo iban a matar. Incluso, en otro poema él dice “Hombre, yo no te conozco pero hoy escribo porque te siento”. Y, en eso de sentir que lo que no está presente, el círculo se completa en la memoria, por ejemplo, de los sobrinos que no lo conocieron vivo. Ellos escriben como si respondieran -dentro del libro- al consejo que Alejandro mismo les da, dentro de un poema.

Cuando Pacho O’Donnel leyó el libro, me invitó al programa que tenía en Radio Nacional y me dijo “Mirá, Taty: hay muchas personas que escriben poesía. Alejandro es un poeta”. Además, ¿viste la actualidad que tienen sus poemas? Cuando dice “para hacer la revolución hacés falta vos, vos y vos” ¡Cristina lo dijo en un momento! ¡De no creer! Cuando estuve una vez con ella se lo dije: “Vos leíste el libro de Alejandro”.

¿Fue especial el hecho de que él escribiera poesía y no prosa por ejemplo?

Bueno, la verdad, no soy muy experta en eso, pero no se olviden que ahí lo conocí desde ese punto de vista. Yo no sabía que él escribía poesía. El padre recitaba muy bien y había escrito algunas cosas pero de otro tipo, desde ya.

¿Vos pudiste, a través del tiempo, saber de dónde se nutría él?

De su militancia, de su amor por su novia, Silvia. ¡Qué maravilla! Fijate que el padre de Silvia era un físico eminente que se fue en el año 73. Volvió al poco tiempo y les dijo a los dos: “Váyanse, no saben la que se viene”. Silvia, gracias a Dios se salvó, se exilió. Y él se quedó. Yo no la quería para nada porque sentía que ella era la culpable. Cuando ella volvió del exilio, no nos podía ver ni a mí ni a la prima de Alejandro, de la que era íntima amiga y por quien se conocieron -eran todos militantes-. Pasó el tiempo y, en una marcha enorme que no recuerdo si era en la época de Menem (se toca una teta) o de quién…

¡Ahí entendí el gesto!

¡Sí, y los hombres ni hablemos…! Vos sabés que, una vez estaba en una conferencia de prensa, y lo nombran a ése y yo –disimuladamente- me toco. Al terminar no sé quién me dijo: ¿vos te creés que no nos dimos cuenta?… Bueno, el tema es que íbamos en esa marcha, con mi nieto Alejandro a mi lado, llevando la bandera y qué se yo. Silvia hacía poco que había vuelto, hacía poco de la democracia. Estábamos llegando a la Plaza y la veo a Silvia. Me hice la burra pero noté que ella puso una cara como de ¡ohhhh!… estaba viendo a Alejandro. Claro, mi nieto es muy, pero muy parecido a Alejandro, aparte de llevar el mismo nombre. Después, nos acercamos. También se dio otra causalidad: estábamos en Madres y teníamos que decidir quién iba al Alto Palermo, donde iban a estar todos los chicos del colegio Nicolás Avellaneda, porque había un tipo de ahí adentro que había acusado a un pibe de tener drogas y qué se yo, sólo porque el chico estaba ahí militando. Entonces fui, porque estoy cerca de ahí. En eso, me la encuentro a Silvia. Ella me pregunta “¿Qué hacés acá?”. Le digo “Bueno, yo vengo por ese pibe. ¿Y vos?” “Ese pibe es mi hijo”, me contesta. “Quiero que lo conozcas, Taty”. Entonces cuando llegan los pibes, ella le dice quién era yo, la madre de Alejandro. El chico me abrazó, pero yo me fui… Pensé: podía haber sido mi nieto ese chico. Después, con Silvia nos seguimos viendo, pero nunca vino acá. Con lo del libro, yo la llamé, el día que lo presenté en Madres ella vino. Y su escrito forma parte del libro, claro.

Silvia escribe muy bien.

Maravillosamente bien.

 

MUJERES DE HERMOSURA GUARDADA                          

                           “Quisiera decirte negra/que estaremos juntos/ cuando me vaya
lejos, / que estarás conmigo/ si te vas primero»
Alejandro Almeida

Gustave Klimt, «La esperanza II», 1907-1908

 

En el texto de Silvia para el libro, ella empieza con un epígrafe de Osip Mandelstam que dice: “Quién puede saber, cuando dice la palabra adiós, qué clase de separación le aguarda”

El padre de Silvia se separó, hizo pareja otra vez y, después de muchos años, tuvo otra hija. Una vez estábamos en el colegio a donde iban mis nietos y Fabiana me dice: “Mamá, mirá quién está ahí” Era el padre de Silvia. Su hija -la hermana de Silvia- era compañera de uno de mis nietos. Es como que siempre está ahí. Impresionante.

Ella también habrá tenido su duelo. Sobrevivió, y eso hay que sobrellevarlo…

Es esa culpa que una trata de sacársela a todos. Me acuerdo, cuando empezaron a salir, pobrecitos, algunos presos, o volvían. Y nosotras todavía no nos habíamos separado con Bonafini, me van a perdonar pero ella decía “Por algo será que están vivos”. Bueno… Cosas muy feas. Pero decía, esa culpa de estar vivos… ¡En buena hora que estaban vivos!

¿No creés que cada uno hace lo que puede con el dolor?

Mirá, en general, las Madres transformamos la rabia en amor a nuestros hijos. Y en una lucha, siempre pidiendo justicia legal. De ahí que a ninguna de nosotras se nos ocurrió tomar justicia por mano propia. Tenés que pasar por eso. Yo no te puedo decir qué hubiera hecho si se me ponía enfrente el que torturó y mató a mi hijo. Tal vez le pego una patada en cierto lugar donde más le duela… pero matarlo, ¡no!

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Esta belleza amorosa que se constituye en el colectivo, él la preanunció de alguna manera cuando habla de su preferencia por ciertas mujeres “prefiero a las mujeres con cara de nada, prefiero a las que llevan la hermosura guardada” ¿Nunca lo relacionaste con ustedes las Madres, todas unificadas o mimetizadas en el pañuelo?

Bueno, eso él se lo imaginó. En el año 75 no existía nada. Estaban la Liga y la APDH, creo. En mi caso, cuando me dijeron que fuera a la Liga a averiguar algo, pensé- en mi desconocimiento-, en la Liga de Amas de Casa. La mayoría de las Madres eran profesionales o amas de casa, no políticas. Sólo algunas estaban consustanciadas con esa lucha de sus hijos. Y creo que ese es el mérito, si se quiere, de las “Locas de la Plaza”, porque nos transformamos, sacamos fuerza de cualquier lado. Heroínas jamás: hicimos lo que cualquier madre haría por un hijo. Y hay muchas maneras de reclamar. Es un acto hasta inconsciente, porque muchas creíamos que estaban presos, incomunicados o muertos. Esa palabra, ¡Dios mío!, “desaparecidos”, no existía.

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Alejandra Carambia, de la serie «Miradas                                  seriales», 2017

 

RENACIDA EN EL VIENTRE DEL POEMA Y LA CANCIÓN

               “Menos tu vientre/todo es oscuro, /menos tu vientre/ claro y profundo.”
Miguel Hernández

 

¿Cuándo pensaste que no ibas a volver a verlo?

Pasó un tiempo. El 28 de junio es mi cumpleaños. Los 28 llamaban y yo corría como loca, esperaba…. Y así fue por mucho tiempo. Eso me pasó a mí pero se ve en tantos cuadros pintados sobre el tema: la silla vacía…Y en tantas cosas escritas. Al no tener el cuerpo, uno no tiene la certeza total de la muerte nunca. Te decía, como mi otro hijo vive allá, en España, una vez hice un viaje a Marruecos y estaban los tipos con la hiyab, y yo les descorría ese velo, buscándolo a él.

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Pero vos, a diferencia de otras Madres tenés el cuerpo de la letra, la huella del cuerpo en el trazo de él. ¿Volvés a leer estos poemas cada tanto?

Los leo, los lloro, los asimilo… qué se yo… Es muy fuerte. Tantas veces lo he presentado, en Italia, en España, en Chile. Y, sobre todo, con el video que lo acompaña. Una vez presentábamos el libro en la Biblioteca Nacional y yo invité a Cristina Banegas. Ella leyó tres o cuatro poemas. Fue tal el impacto que Nora Anchart me dijo ¿Y por qué no hacen algo diferente? Y así fue. Llamé a veinticuatro personas famosas que quiero y que me quieren y cada una pasó por Radio Nacional. Allí, Pascual los grabó,cuando cada uno leía un poema de Alejandro. ¡Una joya el cd!  Pero yo elegí quién iba a leer qué poesía. Y al Nano, que lo amo y nos amamos, le pedí grabara el poema que Alejandro me dejó a mí.

Y Alejandro amaba su música.

Bueno, yo lo conocí a Serrat por Alejandro. No sé en qué año vino por primera vez, 72, quizás. Ale trabajaba en Télam y tenía un carnet. Se hizo pasar por periodista y le hizo una entrevista a Serrat. En esa época, Alejandro hacía pulseritas que vendía en la costa -yo creía que iba a vender nada más, pero se ve que iba a hacer de todo un poco- y le regaló una pulsera a Serrat. Viene y me dice “Mamá, conocí a un tipo, Serrat” y ahí yo empecé más o menos a conocer al Nano. Cuando terminó la gira, Alejandro fue a verlo de nuevo y el Nano tenía la pulserita puesta. Cuando lo conocí, le conté ¡Y Serrat se quería morir!

Es como si hubiera desperdigado sus huellas y las hubiera guardado entre ustedes. Una herencia al revés: vos heredaste de él la poesía y el gusto por la música.

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Yo estoy feliz de haber parido a mis tres hijos. pero Alejandro me parió a mí. Alejandro parió a Taty Almeida.

Y tan sólo con veinte años.

Hay un antes y un después. Me acuerdo que, luego de muchos años, Horacio Embón -un divino- me pregunta “¿Qué sintió el 24 de marzo?” Yo le dije “Te voy a contestar con la mente de la Taty de antes de ser parida por Alejandro: ¡Al fin se van estos negros de mierda y vienen mis conocidos! ¡Yo lo voy a recuperar a Alejandro!”. Es lo que yo sentía. Mi padre, coronel. Mi hermano, coronel. Mis cuñados, tenientes coroneles. ¡Todos!… A Agosti lo conocía de jovencito. A Camps, de Paraná. Por parte de madre, soy de una familia tradicional de Paraná. Mi tío fue gobernador con Frondizi. Bueno, por entonces lo llamé a Camps. Chicho, le decíamos. Galtieri fue jefe de mi hermano. A Harguindeguy, jefe de policía en el 75, quien había sido oficial de mi padre, lo fui a ver con mi cuñado ¿Cómo me iba a imaginar que ellos eran los desgraciados que ya estaban actuando en el 75? Para mí, los únicos culpables eran los peronistas.

Es evidente que vos cortaste con toda esa familia. O sea que, por un lado, tu hijo te parió. Y, por otro, quedaste huérfana.

Los dos hermanos militares de mi ex marido -que era civil-, los maridos de mis hermanas que eran de Aeronáutica, se ocuparon. Ayudaron, digamos. Una vez vino uno de ellos y me dijo “Taty, si Alejandro aparece, se van de acá, nos ocupamos”. Era su sobrino y se ocupó. Con el que lamentablemente corté fue con mi hermano. Carlos era del Ejército. En una oportunidad, allá por el 83 u 84, hablamos y él me dijo: “Bueno, vos te pensás que yo soy un hijo de puta”. “Eso lo sabrás vos” le dije, “vos te quedaste”. Él fue jefe de policía en Córdoba. Pero, cuando se enfermó de leucemia de joven, que estaba en el Hospital Militar, por supuesto, pidió por mí y yo estuve ahí. Estábamos con mi hija el día que murió. Todos lo hemos pasado. Por eso es que a mí me costaba acercarme a Madres. Creía que iban a pensar que yo era una espía. La verdad, había de todo, mujeres de embajadores, de todo. Me acuerdo que, cuando me decidí, en el año 80, fui a la casa de Madres y estaba “la Madre” con mayúsculas, María Adela Gard de Antokoletz, una de las fundadoras. Ella buscaba a su hijo, abogado desparecido hasta hoy. Ella me recibió. Lo único que me preguntó fue quién me faltaba. Ni política, ni religión ni nada. Ahí hice por fin mi catarsis. Fue muy fuerte. Le dije “He sido una estúpida”. Y ella, con ese modo que tenía de decir, me dijo: “No m’ hijita. No digas eso. Toda madre que se acercó lo hizo en su momento, este es el tuyo, Taty” 

¿Vos recibiste a otras después?

No, me tuve que ir informando. Pero hice lo mejor que podía hacer: Compartir.

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ABRAZADA A LA ILUSIÓN DE TUS HUESOS

                                                           “Que venga la vida y me golpee/ de nada vale cerrar los ojos/ un hombre dormido/ es un dolor que descansa”
  Roberto Santoro

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¿Todavía conversás con Alejandro?

Más de una vez. Yo no rezo, converso con el Sagrado Corazón. Y con Alejandro tenemos nuestra comunicación.

¿Pensaste en escribirle?

No. Es fuerte… Yo le respondo con todas las charlas a donde voy. Por eso digo que, desde donde esté, muerto de risa, dirá “Miren la gorilita de mierda, en qué se transformó”. Él está tan orgulloso de mí. Eso lo siento.

Hace cuarenta años que están hablando y pasando la posta a los jóvenes. En un momento dijiste que, si un hijo muere por enfermedad, se lo puede cuidar, hacer lo indecible, se lo puede enterrar. Pero lo más cruel que hay es el desaparecido ¿Qué es para vos lo indecible?

No tiene límites. No hay límites para ese dolor que uno siente. No hay una palabra que signifique esto. Vos decís “huérfano”, “viuda”, “viudo”, pero no se va a poder encontrar una palabra que signifique la pérdida de un hijo. En cualquier circunstancia, es lo más horroroso, pero en la nuestra… Yo no me quiero ir sin antes encontrar los restos de Alejandro. Quiero tocar, aunque sea, los huesos. No pierdo las esperanzas. porque ese trabajo que hacen los antropólogos forenses es una maravilla. Están encontrando restos del 75. Lo que pasa es que, según me dicen todos, como Alejandro era del ERP y trabajaba en el Instituto Geográfico Militar, seguro que ha pasado por Campo de Mayo. Y de ahí también salían los aviones que los tiraban al mar. Sin embargo, no pierdo las esperanzas. Con mis hijos hemos decidido que, cuando aparezcan los restos de Alejandro, no los vamos a incinerar, sería como desaparecerlo otra vez. Así como aparezcan sus huesos, los vamos a enterrar.

Él decía “las cosas que se sienten son muy difíciles de expresar en palabras orales o escritas. No quisiera desvalorizar estos sentimientos escribiendo cosas de menor intensidad. Por eso es que me queda mucho por sentir y poco por escribir.” Es casi la misma respuesta que diste. Te queda mucho por sentir…

Creo que sí. Es que nunca se termina este sentimiento hacia la gente, no sólo hacia Alejandro. En el caso de los genocidas, el sentimiento va a ser exactamente igual, siempre: rechazo y repudio. Pero, en el resto de la gente, uno va descubriendo cosas maravillosas, ese gesto, esa lágrima, esa foto… Yo siento que lo están abrazando a Alejandro. Eso decimos siempre las Madres, que todos esos reconocimientos que nos hacen son para nuestros hijos. Cuando me abrazan, yo siento que está ahí Alejandro.

Jaume Plensa

 

 CHICAS DE JUVENTUD ACUMULADA

                            “lo volvería a mi vientre / a mi abrigo / a mi mar / otra vez lo nacería”
 La junta luz. Oratorio a las Madres de Plaza de Mayo, Juan Gelman

 

Más allá de que nos dejan un legado inmenso, muchas veces nos preguntamos qué sucederá cuando ustedes no estén.

Mirá, están los jóvenes, Esta juventud maravillosa y militante que tenemos. No hay que tener miedo a la palabra militancia. Militancia es compromiso, compañerismo, ocuparse del otro. Y política es la vida, es esta charla. Ayer estuve con Eduardo Jozami en una charla buenísima y dije: “Viva la militancia política, la setentista y la de hoy”. En buena hora existe la militancia. A ellos les vamos pasando de a poquito la posta. Porque, a pesar de los bastones y de las sillas de ruedas, las locas seguimos de pie.

En un momento aparecieron los Hijos reivindicando a sus padres. ¿Ves alguna diferencia en el lenguaje o un encarar la militancia de otro modo, en estos nuevos jóvenes?

Y, el entorno es diferente completamente. El momento en que se vive no es el momento -en buena hora- de los setenta.

Tampoco es el mejor.

Claro. Pero, cuando el pueblo es atacado, tiene derecho a defenderse, lo dice la Constitución. Por eso, la teoría de los dos demonios -que estos desgraciados están dale que va para instalarla- no va: Son delitos de lesa humanidad, porque el terrorismo viene del Estado, son delitos que no prescriben, no son amnistiables. A nuestros chicos no les dieron la facilidad y las garantías de juzgarlos como nosotros ahora les damos a ellos.

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En este número de la revista el tema es el olvido. Ya sabemos contra qué vos estás, qué cosas no querés que se olviden. ¿Pero qué cosas te gustaría olvidar?

Absolutamente nada. Hay que recordar todo. Si no traés el pasado al presente, no podés construir un futuro. Hay que acordarse permanentemente. No quiere decir que te quedás ahí, en recordar. Por eso las Madres estamos permanentemente apoyando y marchando. Con la Marcha Federal, con los maestros, con todo. No es una memoria melancólica, es una memoria hacia adelante. No nos bajamos de lo que ocurrió, desde ya, pero también estamos pisando el hoy, repudiamos la violación a los derechos humanos actual, repudiamos que, en un gobierno constitucional, haya presos políticos como Milagro Sala. Estamos actualizadas. Ocurre que cada vez somos menos y es natural: ¡tenemos muuuucha juventud acumulada (para no decir viejas)!.

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¡IO SONO ALEJANDRO!

                                               “Yo es otro”
Arthur Rimbaud
                                                                                   

 ¿Y qué te levanta cuando te cansás?

El compromiso que hemos hecho. El hecho de que nos inviten en Argentina y en todos lados, el recibimiento al pañuelo blanco… Me pasó en Italia. Yo soy presidenta honoraria y qué se yo, en Torino. Fue maravilloso. No sé hablar un pito en italiano. Me invitan a un colegio, donde había como ochenta chicos de 16, 17 años. Yo empecé a hablar pausadamente. Ellos hablaban entre ellos pero se iban enganchando. Cuando terminé de hablar, se hizo un silencio y uno empezó: “Io sono Alejandro” y otro: “Io sono Alejandro” y todos así… ¡Eso es lo que te levanta! El saber cómo van a recibir la historia en directo de una Madre. Esa reacción de la gente ante el pañuelo blanco. Es lo que nosotras tenemos que aprovechar mientras hablemos de corrido.

Es muy difícil agradecerle a una Madre…

Ese cariño, esa comprensión, esas lágrimas tuyas son las que levantan. Damos y recibimos. Eso nos ayuda, chicos, a seguir.

El encuentro con Taty Almeida y El Anartista se realizó un 17 de mayo a las 17 hs.

Taty con El Anartista

 

 

 

 

 

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