La orfandad: sobre las plazas y el estado de la democracia actual.
Por Alicia Usardi
“Para ver la realidad con mayor claridad, también debemos ver las estrategias con que la ocultamos”, Peter Senge
LIBEREN A LA POSTAL
Las plazas de mi ciudad son elocuentes.
Las plazas de mi ciudad, dicen a las personas que las habitan.
A los vecinos opulentos en su disfrutar verdes y flores. Y a los otros.
A quienes duermen en sus bancos. A los acompañados por una cerveza o un tetra, a los de voz entrecortada y un pucho en algún lugar. A los acariciadores de animales.
Y, también, a los habitantes imprescindibles, entrañables, que llevan de paseo a sus dueños. Sí, a nuestras mascotas que, junto a los niños, embullician nuestra memoria y advierten:
Esto es un espacio público |
De paso, digo que todos los bulldogs franceses están en las plazas, especialmente, en mi plaza, la de mi ciudad. Las plazas de Francia se preguntaran dónde andarán sus mascotas pequeñas, de cara ancha, juguetonas y de respiración ruidosa. Pues, bien, andan por las plazas de mi ciudad. También hay caniches, galgos y muchos otros perros de nombres raros e importantes, algunos sin estirpe de raza, pero con presencia.Y, entre tanto, por qué dejar de lado la tan publicitada diversidad, donde se juega a quién es más fuerte, quién cree tener derecho a disfrutar de los verdes, a costa de los que no pueden, los que no tienen. Los que duermen en la plaza. Así, esa diversidad pasa a llamarse rápidamente desigualdad, marginalidad, injusticia. Y el disfrute de los verdes y las flores es caricia para unos y, ala vez, es ausencia o expulsión de la caricia para los otros. Los otros, los que ponen en riesgo la belleza visual delos lindos que pueden. Esa belleza que ellos pretenden estática, acartonada en una postal dentro de una reja. Porque las plazas de mi ciudad están custodiadas por rejas para que no entren los depredadores, para que no suceda nada. Raro, ¿se debe renunciar a la libertad para tener una flor?
También los perros quedan fuera de postal. Pero ahí tenemos a los amantes mascoteros dispuestos a defender los espacios verdes. Y, para sorpresa y casi desagrado de los portadores de linajes perrunos, son los desposeídos de siempre quienes defienden la posición, al grito de ¡con los perros, no!
MOCHILAS DE PASADO Y DE FUTURO
Los fantasmas de la plaza pululan entre árboles y ojos reiterándose en contradicciones. Por mi parte, abandono la plaza hasta el día siguiente, en que volveré a transitarla. Entonces,nuevamente las imágenes de terciopelo coloreado estarán rondándome. No es posible sustraerme a esta realidad y a sus consecuencias de realidad futura, que gira huérfana en la calesita de mi plaza.
Somos seres políticos, atravesados por creencias y valores que nos dan sostén, posibilidad de elección dentro de límites. Elegimos de qué forma queremos vivir, elegimos qué forma de gobierno nos organiza y quién nos gobierna.Y la tramposa memoria nos lleva a otras plazas, como metáforas de realidades vencidas
Alguna vez la mochila se cargaba de ideas, de instrumentos para cambiar el mundo. Sabíamos, teníamos esa convicción que llenaba el corazón de alegría y fuerza. No era la revolución de la alegría. Eran la alegría y la fuerza. El intento de revolución por un mundo mejor, que contuviera todas las aspiraciones posibles. No queríamos rejas. Luchábamos por la libertad, la justicia, el trabajo, la vivienda, la salud, la educación. Era nada más que la obtención y la defensa de los derechos vitales. Todo sumaba para pensar en una forma de vivir en lucha permanente contra las injusticias. Estábamos juntos. Había convicción, poesía. Amábamos y parecía que estábamos completos. O casi.
Oswaldo Guayasamín, Las manos.
EL TIEMPO DEL CIELO
El amplio cielo sobre mi plaza recuerda el tiempo infinito. Hoy carecemos de ilusión de un hombre nuevo. Algo que no podemos dimensionar nos falta.
Y la plaza me persigue con su rostro sin luz. La presencia del no.
Tantas palabras ausentes, tantas innecesarias.
En la plaza que fue no se hablaba de orfandad. Un huérfano era quien perdía a su mamá o a su papá. Hoy eso continúa más o menos igual. Pero, a pesar del empobrecimiento de nuestro lenguaje verbal y escrito, gracias a la imposición de las nuevas plataformas tecnológicas de la comunicación, seguimos en el intento por incluir en nuestro vocabulario otros términos, otros lenguajes. Y el tiempo del cielo ya no es infinito.
¿La orfandad dice lo mismo que el ser huérfano? En una primera escucha, no. Y nos preguntamos de qué se trata esta orfandad que nos incluye. A ver: en este devenir de logros y pérdidas fuimos modificando nuestra percepción casi sin darnos cuenta. De a poco, se nos dio un lenguaje simplificado para hablar de un poder en expansión. Queremos decir que el poder aún concentrado se extendió hacia geografías antes ignoradas. Ningún rincón queda al margen del cambio. Nadie logrará salvarse del tremendo pulpo del poder real.
Entonces, ¿cómo apostar, aún, a un diccionario donde figuren solidaridad, justicia, hermandad, amor? ¿Estos términos, están en las plazas de mi ciudad, ahora entre rejas?
Hoy ni siquiera la democracia puede garantizar gobiernos libres. Es la verdadera grieta entre el ser-vida y el capitalismo. Gana el capitalismo en sus diferentes estadios y con un agravamiento: naturalizar el despojo de nuestra historia civilizatoria. ¿Y las plazas?, ¿cómo se vinculan con esto?. En los discursos del poder y en sus gobiernos, el lenguaje como las plazas tiene bellas flores a las que hay que quitarles u ocultarles sus raíces. Quedará para el reducido ámbito académico contar sobre la historia, la cultura, la democracia, el humanismo, la libertad, la república. ¿Quedará solo para ellos?
BORRA MEMORIAS, TAMBIÉN EN LA PLAZA
Las corporaciones trasnacionales y nacionales cooptan a mujeres y a hombres que deberían ocuparse de la justicia. Una justicia desde hace tanto al servicio del poder y amasada por jueces de concepción oligárquica.
Por su lado, las corporaciones transnacionales y nacionales de la información y la comunicación, de las que forman parte capitales financieros y los nuevos conquistadores de la tierra, saben cómo trabajar sobre los gobiernos. Y, en ocasiones, llegan a ser parte de ellos. El tiempo está de su lado para borrar memorias. Realizan un trabajo sutil en formar y orientar la subjetividad social.
Oswaldo Guayasamín, de la serie de «El grito»
Como si lo anterior fuese poco, los servicios de inteligencia locales saben hacer su trabajo casi despreciable contra sus compatriotas (igualito que en mi plaza) y saben cómo servir al comando mayor en otras latitudes.
EL GIRO NO SERÁ ETERNO
Un capitalismo criminal (¿puede ser de otra manera?) que se lleva por delante el hábitat. Para sus intereses sobran dos mil quinientas millones de personas. ¿Estarán contabilizados los feos de mi plaza? Sabemos, no por proféticos precisamente, que llegará más pronto que tarde el rugido de la madre tierra y ni siquiera los lindos y poderosos estarán a salvo. La naturaleza no es un mercado para hacer negocios.
Gira la plaza con el mundo en su calesita, sin saber el camino de su detención.
Oswaldo Guayasamín, los niños muertos
Un capitalismo venido de “democracias” que hacen la guerra, hambrean, matan, tapizan el lecho del mar con cadáveres huérfanos. Esa democracia, a imagen y semejanza de sus progenitores, gobierna hoy en reproducción acelerada.
Pero, si hay que adjetivar tanto a la democracia (condicionada, fracturada, encarcelada, débil, mutilada) para dar cuenta de esta oquedad que nos atraviesa, ¿no habrá llegado el tiempo de decir que la democracia quedó huérfana de las virtudes en que creímos? ¿No es momento de decir que somos huérfanos de democracia? ¿No es esta la orfandad de nuestro mañana?
Si es tan omnipresente el miedo a la injusticia para tantos, ¿no será tiempo de hablar de valentía para enfrentar nuestra orfandad de justicia?
Y, entre tanto, la República no responde. Y, aun así, ante tanta oscuridad, podemos levantar una luz para una nueva era. La vida en el mundo tendrá que ponerse de pie. Lo que construyamos tal vez no se llame democracia. Será otra cosa, nacida de la crisis de una civilización ya insostenible en su mentira, en las falsas creencias, en los salvadores de la nada que aseguran su existencia sobre la muerte, la desaparición y la destrucción. Una civilización que encontró su límite y es capaz de comerse las entrañas mismas de su origen.
La nueva será una sociedad o comunidad que cambiará todas las estructuras y formas de organización hasta hoy conocidas. Habrá otros lenguajes para re –unirnos. Será el momento de superar la orfandad y dejar que lleguen nuevas rebeldías.
Oswaldo Guayasamín, «Ternura»