Lo inesperado: Sobre la obra de Mabel Rubli.
Por Carolina Diéguez
TÉ CON MABEL
Querido diario:
Cuando terminé la Escuela de Bellas Artes, a principios del 2003, deseaba estudiar con una artista a quien admiro, Mabel Rubli. Busqué algún contacto pero no encontré. Finalmente, conseguí su número y llamé, aunque ella me dijo que ya no daba clases.
Pasaron los años y no va que su obra y la mía coincidieron en una galería del barrio de San Telmo. La dueña era Adriana, por entonces, mi profesora de cerámica. Recuerdo aquella obra de Mabel, la serie de los adioses, unos collagraph [1], que iban del azul intenso a los tierras.
Un día, poco después de haber visto esa muestra, Adriana me dijo:
– Estuvo Mabel en la galería, preguntó por tu obra y busca asistente.
Me extendió un papelito y soltó un:
– Llamála.
Sin entender demasiado y con cierto temor –ese que se siente frente algo que se quiere y parece tan lejano- la llamé. Acordamos una entrevista. Llegué puntual. Era una mañana cálida y pegajosa, de un verano que se resistía a irse. El frente austero de la casa no permitía adivinar su interior. Estaba emocionada cuando se abrió al puerta. Dentro, los techos altísimos, la gran biblioteca, las obras y los objetos construían un lugar apacible que invitaba a permanecer. Escalera abajo, llegamos al taller. Ella, su obra y ese espacio increíble lleno de tintas, papeles, catálogos, historia y vida.
Mabel, delgada, en apariencia distante pero amable, de a poco, comenzó a desovillar ante mí su fase luchadora, sensible y, sobre todo, generosa. Cualidad no menor en el campo del arte donde, pese a lo que algunos creen, hay mucha mezquindad. Por eso resalto su generosidad como persona y como maestra. A partir de entonces, compartimos diez años de trabajo, risas, largas charlas y tanto té. Con ella aprendí mucho y no sólo de arte. Hoy se trata de abordar parte de su obra sin escindirla de su ser Mabel. Porque hay casos donde el ser y el hacer se adhieren. Este es uno. Ante la vastedad de su obra (no podrían imaginar la cantidad), me dedicaré a pensar sus libros de artista.
LA OTRA BEDUINA
En la obra de Mabel, los textos aparecen doblemente encarcelados. Están, en general, dentro de una cúpula de acrílico que, a su vez, contiene un cuerpo (caja o estructura). También, a los textos puede encontrárselos, como en este caso, enrollados. Así, vueltos sobre sí mismos, del posible texto como tal sólo quedan huellas. Pareciera que, en la lucha entre palabras e imágenes, a nivel de superficie, únicamente quedaran rastros. Si los textos se desenrollasen- salvo en uno que contiene todo el texto, como si fuera, él solito, un gran reservorio de cierta totalidad- el resto sólo mostraría blancos alternados por grafías. Por otro lado, el material parece viejo, erosionado, entreverado, como si de un depósito se tratase. Esta forma desacralizada remite y se opone a un referente inmediato: los “rollos del mar muerto”. Aquellos rollos de pergamino escritos en hebreo, arameo y griego, escondidos dentro de vasijas de barro y encontrados por dos pastores beduinos en las cuevas de Qumran (1947) .
En aquel caso, se trata de textos sagrados, cuya textura fue atravesada por el tiempo y que debió aguardar a un rescate que los desenrollase para proveerse de nuevos lectores. En el caso de Mabel Rubli, hay un desgaste de los pliegos, pero por el paso de un tiempo en red. Y desenrollarlos no aporta más sentido que mirarlos. Estas obras imponen una relación con el objeto fuera de los hábitos comunes de percepción. Ante una caja transparente llena de rollos de papel, el impulso es ver ahí, qué hay adentro, abrirlo y desenrollar el papel. Sin embargo, estos objetos producen sentido cuando todo el hábito se invierte. Y se soporta ver la superficie del rollo y la transparencia del vidrio, sin penetrar su profundidad. Es decir, lo profundo no es –semánticamente– más verdadero ni más intenso que la superficie.
EL ENCUENTRO ENTRE LA GRIETA Y LA RAJADURA
La desacralización impregna todos los elementos de la obra de Rubli. Habría que incluir los objetos, los textos, los retratos de escritores, los homenajes a los sobrevivientes del Holocausto: todos fragmentos de gestos y rostros humanos.
Estos se presentan entremezclados con los otros materiales de la obra. Parece que la misma textura quebradiza del papel rompiera toda continuidad de cara, escritura o figura. O, tal vez sea al revés, quizás el material haya sido elegido en función de una poética de la grieta y la rajadura.
Al mirar la obra de Rubli, uno siente que toda totalidad es una ilusión. No hay cuerpo, texto ni arte sin vacío. Pero también es cierto que ni siquiera el vacío puede ser total. Donde los rostros se quiebran, toman el color de los objetos de fondo. A su vez, los objetos aparecen fragmentados entre sí –fragmentos entre huecos o huecos rellenos de fragmentos –. Ni siquiera el continente cumple la función de englobar todo lo que contiene. Si no está abierto, es transparente (“Estela para Arthur Rimbaud”). O está entreabierto o los objetos se desbordan de toda posible contención (“Historias Irlandesas o Criaturas de Irlanda”). A veces, en la gradación entre blancos y negros, los grises son sustituidos por texto. En algunos casos aparece un título claro. Así, el texto tiene una función fotográfica o pictórica y, a la inversa, los elementos gráficos y los del mundo de la fotografía cobran apariencia textual.
UNA DIOSA, PLUMA POR PLUMA
En “Historias irlandesas…”, las sagas han sido totalmente fragmentadas. Así, de los pedazos de historia desordenados y a través del collage, Mabel compone una nueva historia visual. También las imágenes impresas calcográficamente han sido desgajadas.
Sí, Rubli opera del mismo modo en que los seres o criaturas de esta historia fueron desollados por Morrigan, la diosa irlandesa de la guerra. Y, aunque de sus entrañas no ha quedado nada, Rubli , con sus pacientes manos, rescata pluma por pluma sobre los rollos de papel. Lo hace con la misma paciencia con que trabajaban los tejedores de la cultura peruana –según la vieja tradición –. Las plumas eran enhebradas en un hilo principal, que luego se cosían sobre la tela o se insertaban, a partir de un sistema de trenzas de fibra vegetal que, a su vez, se cosía a los textiles.
RESISTIR EL VIENTRE
En otras obras, los hilos se sueltan para volverse ovillos o marañas de fibra y papel hecho tiras. Así, en “Un retrato para Sylvia Plath” (1998), esos hilos o cintas de papel forman un “nido”.
Sobre este, el rostro de Sylvia multiplicado y desdibujado parece una fotografía desgastada por el tiempo. El conjunto va contenido en una caja – útero, un frágil sitio donde nacerse. Un útero tomado por el frío del aborto. O bien, un homenaje a S. Plath, quien hizo de su pluma un acto de resistencia.
Ese rostro multiplicado y sufriente cede a la muerte física, pero su obra no muere. Ese es el rescate de Rubli. Esa, su resistencia. “…el arte es lo que resiste. (…) Sólo el acto de resistencia resiste a la muerte, sea bajo la forma de obra de arte, sea bajo la forma de una lucha de los hombres.”[2]
TODAS SOMOS MANOLITA
También luchan las figuras sobre el fondo rojo de “Una Mujer llamada Manolita».
Una obra donde, a lo Bacon y de a poco, el rojo invade la imagen y esta sólo se recupera en su nitidez, al hacerse texto y luz. Sí, contraste – luz. Eso se produce ahí, en el mismo momento, cuando los cuerpos –impresos en tinta negra– tomados por el rojo del mundo se vuelven contraste blanco y negro sobre el fondo rojo. Ese lugar donde Manolita, esa adherente fervorosa en la lucha por recuperar los derechos humanos, se hace protagonista. Y, su lucha, otra resistencia.
TAGEBUCH
Querido diario:
A primera vista, un manuscrito de bordes quemados y un lateral de grafías imprecisas y gotas de tinta cubren el objeto. Un cubo entelado con su tapa incompleta permite espiar el interior antes de abrirlo y desplegar sus lados. Dentro, unos compartimentos guardan textos: recortes de diarios, manuscritos y un pañuelo con dos iniciales: R. J. Tagebuch, diario en alemán, es un homenaje a Roberto, compañero de vida de Mabel, por entonces, recientemente fallecido. Robert guardaba carpetas llenas de recortes de diarios, recortes de acontecimientos familiares importantes, de hechos históricos o de cuestiones económicas que consideraba relevantes. Tagebuch es un diario a imagen de los archivos de Robert. Otra resistencia, esta vez la memoria.
Todos sabemos que un día vamos a morir pero nadie ansía la muerte. Ella adviene, inesperada, incluso cuando sucede después de una agonía. Porque saber que vamos a morir no transforma al acontecimiento de la muerte en menos inesperado. Para los que aún permanecemos aquí, que ese cuerpo que estaba ya no esté no hace más que quebrar el entendimiento, mover los fundamentos que nos sostienen, ponernos de cara al borde. Y, si podemos, inesperadamente, también seguir.
[1] El Collagraph es una técnica de grabado, en la que la matriz se crea por adición de materia o elementos texturantes u objetuales sobre su superficie para finalmente entintarla e imprimirla sobre papel.
[2] Deleuze, Gilles: ¿QUÉ ES EL ACTO DE CREACIÓN? En: clase Historia del Arte Contemporáneo I: Arte en la Cultura Occidental. Cat.: Romero, Alicia del SEU (Seminario de Equivalencia Universitaria) del Dpto. de Artes Visuales del IUNA, Bs. As., 2004