Grete Stern

La confianza: sobre lenguajes, tiempos y espacios por la igualdad de género.
Por Lourdes Landeira

 

[button-grey url=»#» target=»_self»]LA PREVIA

Käthe Kollwitz
Käthe Kollwitz

Esta nota fue escrita cuando el virus quedaba lejos, Elías tenía un jardín donde pasar sus mañanas, los encuentros se sucedían a diario en distintos ámbitos y la calle nos entrecruzaba y hacía cuerpo con nosotres. Muy pocos días después, la cuarentena de plazo fijo a quince días renovables por tiempo indeterminado pasó a ser nuestro cotidiano. Una vez más, recayó mayormente sobre las mujeres la carga extra de trabajo y cuidado. Puertas adentro y en el mejor de los casos, deben ocuparse de comida, limpieza, tarea escolar, trabajo domiciliario, entretenimientos y disputas. Puertas adentro y en el peor de los casos, son violentadas y asesinadas por sus parejas. Puertas afuera y en el mejor de los casos, hacen comunidad con sus vecines para alimentar a sus familias colectivamente. Puertas afuera y en el peor de los casos, también son violentadas y asesinadas por sus actuales o anteriores parejas.[/button-grey]

 

A LA UNA

“Yo tenía cinco años. La maestra escribió en la pizarra: ‘Todos los hombres son mortales’. Sentí un enorme alivio, un gran regocijo.
Esa tarde, cuando salí del colegio, corrí a mi casa y abracé muy estrechamente a mi madre.
‘!Qué suerte, mamita, tú no te vas a morir nunca!’ le dije, arrebatadamente.
‘Qué?’, preguntó mi madre, sorprendida.”(*)

15134738_1331755326875771_2309180137387696974_nLa confianza es el tópico en este primer número del año. Si en lugar de contar por cronología de almanaques, elegimos la continuidad de las entregas, debemos decir que se trata del número 26. La confianza es, de manera simultánea, origen y sucesión. Aun así, los varios inicios que inauguran este marzo se cuelan en mi escritura, me hacen sospechar de lo secuencial e inclinarme hacia una múltiple convivencia con distintos niveles de predominio, según el momento. ¿Acaso la idea de que todo tiempo pasado fue mejor no coexiste con la fe en que lo mejor está por venir? Sobre mi sillón, la certeza en cualquiera de las dos nociones me paralizaría en un devenir inevitable –para mejor o para peor-. Confiar, al mismo tiempo y sin demasiado fundamento, en premisas incongruentes parece necesario para componer con el mundo, arriesgar y tratar de inclinar el plano en direcciones más sinuosas y potentes. El lenguaje, sin duda, tiene lo suyo para decir.

 

EN EL JARDÍN

“Me separé apenas de ella y le expliqué:
– La maestra escribió en la pizarra que los hombres son mortales.
¡Y tú eres mujer! Por suerte, eres mujer, dije y volví a abrazarla.
Mi madre me separó tiernamente de sus brazos.
– Esa frase, querida mía, incluye a hombres y mujeres. Todos y todas moriremos algún día.”(*)

Elías comenzó a ir al jardín de infantes. Vive con su mamá y su papá, quienes comparten las tareas de su cuidado, su crecimiento y su amor. Por supuesto, a la primera reunión de “padres”, van ambos progenitores con entusiasmo por participar de ese espacio colectivo, donde comenzará a interactuar el hijo. La directora y la maestra de samed_evolucionla coordinan la bienvenida y dirigen su discurso a las “mamis”. Saulo, el papá de Elías, se siente discriminado, se enoja y pregunta. Sin embargo, las respuestas se dirigen a Lucía, la mamá. Ella, incómoda, comienza a moverse en la silla baja; no le parece justo que la carguen con toda la responsabilidad.

Saulo no puede tolerar ser invisibilizado en la sala. Y está muy bien, eso no debería suceder. Tampoco que, en ningún ámbito donde se encuentre con Lucía, se dirijan a ellos en masculino y la difuminen a ella bajo una imposición androcéntrica.

Lucía no debe ser colocada en la garante de la crianza de su hijo por designio de la naturaleza, quiere asumir la correspondencia de responsabilidades y disfrutes.

A Elías, me animo a aventurar, le gustaría crecer escuchando cómo su madre y su padre son nombrados de acuerdo al género que viven, sin desprendimientos de costillas ni subordinaciones mediante.

 

EN LA FACULTAD

“Me sentí completamente consternada y desilusionada.
– Entonces, ¿por qué no escribió eso?: ¿Todos los hombres y mujeres son mortales?, pregunté.
– Bueno- dijo mi madre- en realidad, para simplificar, las mujeres estamos encerradas en la palabra ‘hombres’.
– ¿Encerradas?- pregunté- ¿Por qué?
– Porque somos mujeres- me contestó mi madre.”(*)

Marzo también conmemora los 25 años de la Conferencia Mundial sobre la mujer, que Naciones Unidas organizó en Beijing en 1995. Los 189 países intervinientes suscribieron la Declaración y Plataforma de acción, considerada un hito en la lucha por la igualdad de género, con foco en problemáticas de pobreza, educación, salud, violencias, conflictos armados, poder, derechos humanos, medios de comunicación, medio ambiente y niñez.

Como sabemos, más de dos décadas después, la brecha no está zanjada. Si bien, al menos en nuestro país, los derechos civiles sacan muy buena nota, la vida cotidiana está poblada de aplazos. La misma sociedad que se moviliza de forma casi unánime por el asesinato de un joven (¿la buena víctima?) a manos de un grupo de rugbiers, escucha casi impávida el número –más de uno por día en lo que va del año– de femicidios (¿las malas víctimas?).

Grete Stern
Grete Stern

En ese marco y en la Facultad de Derecho, la Asociación de Mujeres Juezas Argentinas organizó la Conferencia “Acelerar Igualdad – Beijing+25” y convocó, entre otres, a luchadoras históricas e imprescindibles del feminismo, como Dora Barrancos, Diana Maffía, Ana Franchi y Virginia Franganillo. Ellas pusieron su voz a rememorar logros y decepciones y advirtieron sobre el riesgo de caer en simplificaciones en el afán de acelerar. Aun así, consideraron a Beijing –y a su eje en las políticas públicas- el germen de la revolución actual, sobre todo, cuando se juega el proceso social de transformación de micropolíticas y subjetividades. También tuvo su lugar en las voces de las expositoras la centralidad de la idea sexo-género, que convirtió al nosotras en nosotres. El desafío compartido: prevenir la violencia, superar la división sexual del trabajo, romper estereotipos y privilegios y construir comunidad con confianza, sin dispersión.

 

DESDE EL MINISTERIO

Grete Stern. Los sueños de evasión
Grete Stern. Los sueños de evasión

En el evento, participó también Elizabeth Gómez Alcorta, a cargo del recién estrenado Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Y si hago un apartado para hablar sobre ella no es por una simple cuestión jerárquica, sino por la relevancia de que el Estado haya hecho una escucha activa de las múltiples voces que susurran y gritan desde hace décadas en lucha por la efectivización de derechos. A la ministra le tocó el panel sobre políticas de cuidado y habló de bienestar económico, emocional y afectivo. Claro, porque no se trata solo de una obligación, una aptitud o una necesidad. Cuidar y ser cuidades en un espacio amoroso es también un derecho. Con esta idea como eje, quiero resaltar los conceptos centrales de su exposición:

  • No sólo hay un techo de cristal para las mujeres, también hay un piso pegajoso.
  • Las desigualdades de género están cruzadas por las desigualdades de clase.
  • Necesitamos un nuevo esquema de organización social del cuidado con corresponsabilidad del Estado, los privados, la comunidad y -“finalmente”- la familia. En ese orden.
  • A pesar de que las mujeres se ocupan de las tareas del cuidado en un porcentaje abrumadoramente mayor que los varones, tenemos que hablar de los trabajadores y las trabajadoras del cuidado para, desde el discurso, generar el espacio de inclusión.

Esa mañana de jueves de marzo fue para mí un preámbulo de alegre confianza en nuestra posibilidad de emancipación, con la que marcharía unos días después -el 8 de marzo- en compañía mancomunada con las caminantes de todos los tiempos.

 

EN EL CONGRESO

“La respuesta me desconcertó. ¿Y por qué nos encierran?, le pregunté.
Es muy largo de explicar, respondió mi madre. Pero acéptalo así. Hay cosas que no son fáciles de cambiar.
– Pero si digo ‘todas las mujeres son mortales’, ¿también encierra a los hombres?
– No- contestó mi madre.- Esa frase se refiere sólo a las mujeres.-
Me entró una crisis de llanto.”(*)

Grete Stern
Grete Stern

Marzo, antes, tuvo su día uno. Y, con él, la apertura de las sesiones parlamentarias y el discurso del Presidente. “En la Argentina de hoy la palabra se ha devaluado peligrosamente”, así comenzó Alberto Fernández. Lejos de pensar que va cotizar en los mercados y a volverse inalcanzable para la mayoría, confío en que Alberto apunta a la democratización de la palabra y, con ella, de las muchas realidades, nunca unívocas. Como pasado y presente, no necesariamente mejores o peores: tan solo, otras. En ese contexto, entre las personas con capacidad de gestar, las hay con múltiples deseos y decisiones acerca de ejercer o no la opción. Por primera vez en el país, el Poder Ejecutivo va a enviar al Congreso un proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo (IVE). Muches fundamentalistas del terror pretenden ignorar que la V incluida en la sigla es la inicial de la palabra voluntaria. Es decir, no obligatoria. ¿O es que el libre albedrío está reservado a algunes? Esta nueva primera vez para el proyecto de ley se enunció como inminente. Por si a los dioses se les ocurre enviarnos alguna pandemia para evitarlo, sepan que la ley no nació de un repollo. Viene acunada por los colectivos que la militan de manera incansable e inclaudicable desde hace décadas. Y así continuará. Hasta que se promulgue, se reglamente y se haga efectiva su aplicación.

 

CON LES UNES

“Comprendí súbitamente muchas cosas y algunas muy desagradables, como que el lenguaje no era la realidad, sino una manera de encerrar a las cosas y a las personas, según su género, aunque apenas sabía qué era género: además de servir para hacer faldas, el género era una forma de prisión.”(*)

Hay un día en el calendario de un marzo en que Elías lleva a sus hijes al jardín y los maestros y las maestras les dan la bienvenida sin enfastasmarles bajo ninguna hegemonía preconcebida en el altar de estereotipos e inequidades. Ese día están todos nuestros días y espacios. La imagen no es utópica ni está basada en una confianza arrodillada. Por el contrario, va de pie y sospecha hasta de sí misma cuando se acurruca en algún refugio mullido de privilegios y exclusiones. La calle no tuvo acá su apartado espacial en subtítulo porque no lo necesita. La calle no es intemperie ni peligro, es comunidad, es nuestra. Y siempre está.

 

(*) Cristina Peri Rossi – Escritora uruguaya.

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