Viaje alrededor de un punto: Sobre la instalación y el libro de artista, “Buenos Aires Tour”
Por Carolina Diéguez
BUSCANDO A WALLY
Una tarde gris de calor sofocante. Buenos Aires, Casa de la cultura de Buenos Aires. Sin oficina propia, terminé mi trabajo en un espacio prestado y lleno de gente. Alguien me dijo:
– Andá a dar una vuelta.
Bajé los tres pisos que me separaban del subsuelo. Me dispuse a recorrer la última muestra allí montada. De todo el recorrido, sólo recuerdo una maravillosa obra para perderse y abstraerse del tiempo: “Buenos Aires Tour.”
La obra fue realizada por Jorge Macchi (artista visual) en colaboración con María Negroni (textos) y Edgardo Rudnitzky (sonidos).
“Buenos Aires tour” consta de 8 itinerarios que reproducen la trama de un vidrio roto sobre el plano de la ciudad de Buenos Aires. La rotura del vidrio estructuró el viaje. A lo largo de esas 8 líneas o recorridos por la ciudad, se eligieron «x» puntos de interés sobre los que la “guía” proporciona información escrita, fotográfica y sonora. Los 46 puntos elegidos dentro de esos itinerarios coinciden con cruces de calles y avenidas importantes.
PUNTOS «X» DEL TOUR
La obra es simultáneamente libro – objeto e instalación. En la sala hay:
- Un gran mapa desplegado sobre la mesa;
- Un libro que contiene la «guía» donde se desarrollan los «x» puntos del Tour, a través de los textos de María N. y las imágenes de Jorge M.
- «el mapa» con los itinerarios;
- Un CD-ROM con los materiales encontrados y con los elaborados para la guía permiten establecer links o conexiones entre diferentes puntos, a través de imágenes repetidas en la ciudad.
También hay una serie de «postales» de fotografías, «postales» reproducciones de objetos hallados por ahí: una plancha de estampillas y la copia facsimilar de un cuaderno encontrado. Aunque, seguro, me estoy olvidando de algo; es parte del movimiento de esta obra: lo perdido que hace hueco en la mirada.
La obra fue realizada en 2003 y expuesta en diversas salas y museos, con modos y dimensiones diferentes, de acuerdo al espacio.
BELLAS E INÚTILES
El libro tiene la forma de una guía turística. Junto a los demás objetos, estaba expuesto en una mesa vitrina. Detrás, una pantalla; al costado, un mousse y unos auriculares; en algún punto, un proyector; sobre la pantalla: un mapa y 8 itinerarios. El espectador – participante debía tomar el mousse y elegir la ruta. Desde allí, quieto frente a la pantalla, elegía el recorrido. Lo andaba y desandaba a su gusto y sin moverse… Bellas cartografías inútiles para recorrer y repetir recorridos que jamás serán iguales.
Durante un mes visité la muestra varias veces a la semana; quietita y absorta frente a la pantalla, elegí un tour diferente en cada caso y, por supuesto, los repetí. Aun así, cada recorrido fue siempre diferente.
LEER-OÍR-MIRAR
Las imágenes, los sonidos y textos del tour permiten conectar los puntos y seguir los itinerarios propuestos o saltar de uno a otro y vagar sin más pretensión; abandonarse a un sonido, a una frase o al recuerdo suscitado por alguna imagen.
Para transitar de este modo, el desplazamiento puede quedar de lado. No es necesario tomar un avión o un micro, no es necesario dejar la silla del escritorio, pero sí hace falta alguna forma de movimiento. La transformación exigida toca puntos que se vinculan directamente con el corazón de la poética de Negroni. “Escribir es un riesgo (…) el viajero busca signos como quien busca su figura en la figura de la ausencia… “
La falta, el fragmento, la falla, la ausencia; reivindicados, resignificados como posibilidad y no como defecto: “la cicatriz puede ser todo el cielo[1]”“toda despedida es promesa/ así el confín que dice nunca / y es el comienzo…[2]”
Pero acá laten dos corazones. El de la poética de Macchi está hecho con vidrio. Un corazón de vidrio y a pedazos. Una poética de la transparencia, de la fragilidad. ¿Por qué tanta cosa rota? Un gesto duchampiano sobrevuela el lugar. Romper como imperativo –primer imperativo– para no caer en el hastío. La plenitud puede ser una meta; pero, ¿y después? La carencia siempre tiene después. Lo bueno de no llegar es lo bueno del vidrio roto: incompleto, transparente, posible, diferido hacia tantos horizontes como el tiempo de la vida dé. ¿Cuál es el tiempo de una rotura? No el del romperse, sino el tiempo de algo roto, ya roto. Un tiempo que dibuja lo que no está, lo que estuvo, lo que podría estar de ahora en más. Una forma de lo que nunca jamás no. Un tiempo de la falta que ostenta su potencia.
“Tanto para la recolección del material como para la posterior elaboración (…) [Macchi propuso] una serie de pautas: no informar, no ilustrar, poner el énfasis en lo provisorio. Así la guía se torna un objeto absolutamente “inútil…”[3]
Esta instalación es una propuesta que hubiera dejado chocho a Baudelaire. Baudelaire no está, así que cada uno de nosotros está invitado a constituirse en un nuevo Baudelaire. Un flâneur sin París, un flâneur del vidrio y la palabra.
“Se parte, sin entender por qué. O más bien, en su vagar inmóvil, de cautiverio en cautiverio, extraviado el rostro oscilante de la noche…”[4]
La instalación intenta ocupar un espacio. La obra habita el espacio. Es en función de un espacio y de un “otro”: un participante que la recorre, se involucra y le devuelve una mirada. Las instalaciones nos instan más a una situación de espacio que de lugar. Y nosotros ocupamos el mismo espacio que la instalación; un espacio que nos modifica y, también-cómo no- modifica el lugar donde estamos.
EL LIBRO DE ARTISTA: UNA ENCRUCIJADA
De la instalación al libro, hay mucho más que un cambio de formato o técnica. Hay un cambio en la posición del artista y un cambio en la producción que, indefectiblemente, determina un cambio en quien contempla y recorre la obra. Dos producciones así requieren espacios diferentes. El espacio exterior (aunque sea dentro de una galería) de la instalación y el espacio íntimo del libro de artista.
El libro de artista se constituye en el cruce de diversas prácticas. Se podría pensar al libro como un dispositivo que trama palabras e imágenes, calidades táctiles. Y, también, como tejido que genera vínculos.
Un relato, una construcción sensible cercana a la noción de SIMULACRO.
El libro es intimista. Obliga a cierto recogimiento, a una mirada más detenida. Porque el libro simula una historia, una narrativa que puede no tener. Palabra e imagen forman una propuesta distinta a la pintura o a la fotografía. No requiere siquiera la mirada habitual del que lee sino una quietud, una intensidad en el cruce de estos dos caminos.
El libro es “Una organización singular de atributos particulares” que da por resultado ese objeto único que es (…) la obra de arte, (la) narración-objeto (…) [esa narración que] es un mundo propio, un verdadero cosmos dentro de otro…”[5]
Buenos Aires Tour resulta una o varias formas posibles de leer la ciudad.
“En un libro no hay nada que entender, pero mucho por utilizar. No hay nada que interpretar ni significar, sino mucho por experimentar” [6]
[1]NEGRONI, M. (2002): La Ineptitud. Córdoba, Argentina, Ed. Alción.
[2]Ibíd. P.49
[3] MACCHI, J.: Taller de imágenes. Cartografías inútiles. En: http://tramas.flacso.org.ar/recursos/imagenes/cartografias-inutiles?volver=483
[4] NEGRONI, M.:El Viaje de la noche, Ed.Lumen
[5] SAER, J.JOSÉ: La Narración-objeto, Ed. Seix Barral
[6] DELEUZE, G. Y F. GUATTARI (1980):Rizoma, Valencia, Pretextos.