El abuso: Del trabajo y del padecimiento, por los siglos de los siglos
OCIO, BENDITO OCIO
Por Lourdes Landeira
“La precarización laboral no afecta sólo a los trabajadores desocupados, sino que también produce un sufrimiento intenso en quienes tienen un trabajo estable. Junto al miedo a la pérdida laboral se produce una intensificación del trabajo con su aumento de carga y padecimiento. Sin embargo, son preocupantes los altos niveles de sometimiento y la neutralización de la movilización colectiva contra ese sufrimiento impuesto por el capitalismo mundializado” (1)
Dicen la malas – o buenas- lenguas que Marx se refería a su yerno como “nuestro negrito”. Paul Lafargue, además de haber nacido en Cuba y haberse casado con la hija del gran Karl, fue un teórico de la lucha por la conquista del tiempo libre. Dicen las mismas – u otras- lenguas que la obra de todo escritor tiene una dedicatoria aludida, más allá de los formales agradecimientos explícitos. Si no lo creen, pueden consultar a una autoridad de la nación, Eugenio Raúl Zaffaroni (recientemente elegido juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos) que, en el Anartista Nro 2, dijo: “uno escribe con algunas figuras, aunque no le dedique la obra a alguien, siempre hay alguna imagen. Hay una imagen rectora, buena. Y a veces hay una imagen de algún hijo de puta, ahí en frente”. Quizás, quien le dio entidad a la plusvalía y la puso a trabajar en concepto, por los siglos de los siglos, sin amén (aunque sí, yo creo) haya sido el buen rector, uno de los dedicados ocultos de El derecho a la pereza, el libro de “su negrito”. Es probable también que, entre las imágenes inspiradoras de Paul, hayan estado sus abuelos – ambos franceses- , su abuela materna – mulata de Santo Domingo- y su abuela paterna, aborigen cubana. Además, por supuesto, de las clases trabajadoras y la perezosa burguesía condenada a consumir más y más para asegurar a los obreros el trabajo de producir sus bienes,
[stextbox id=»info» defcaption=»true»]“Solo en el siglo XVI las palabras trabajo y trabajar (derivadas del siniestro tripalium, instrumento de tortura, especie de cepo) llegan a reemplazar a los términos obrar o laborar. Este cambio terminológico acompaña de hecho un cambio social. La llegada del trabajo asalariado comienza a prefigurar una nueva modalidad: el no-trabajo. El reposo se transforma en el tiempo necesario para la reconstitución de la fuerza de trabajo: es decir, recuperar energías para seguir trabajando”. (2)[/stextbox]
Si para Borges los sinónimos no existían, para Cortázar las definiciones no eran más que aproximaciones. La evidencia, en la siguiente muestra de la policía de la lengua:
[stextbox id=»info» defcaption=»true»]Plusvalía.
- f.Acrecentamiento del valor de una cosa por causas extrínsecas a ella.
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Por “causas extrínsecas a ella”: léase, entre nosotros, el tiempo y la energía que los trabajadores invierten y gastan sin que les sea retribuido y lo condenan a una constante pérdida. No importa cuánto –más o menos – cobren . Siempre, el plus se ocupa de multiplicar la ganancia de los capitalistas. Entonces, extracción de plusvalía: el salario, que nunca llega a representar el trabajo invertido, hace a la acumulación del capital, característico del sistema; fetichismo del salario: la mercancía oculta, no permite ver las relaciones sociales detrás del intercambio, cosifica las relaciones de producción, no se intercambian cosas, sino relaciones de explotación.
Por eso, para no perdernos en los eufemismos de la academia, mejor volver a las fuentes y releer qué decía Marx en sus manuscritos de 1844:
[stextbox id=»info»]“¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es «externo» al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, «trabajo forzado». Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que, tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo, se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro. (…) Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.”[/stextbox]
Y, entonces, me pregunto: ¿cuándo toca abrir la puerta para salir a jugar? Yo, como el Osías de la gran María Elena, quiero tiempo, pero tiempo no apurado. Nada de consignas del tipo “de casa al trabajo y del trabajo a casa”. En el medio, antes y después, reclamo ese tiempo que quiero suelto y no enjaulado, adentro de un despertador. Quizás así, me vaya por algún oeste y por muchos estes, a todavía no sé dónde.
[stextbox id=»info»]“La moral capitalista, mezquina parodia de la moral cristiana, castiga con una solemne maldición la carne del trabajador; su ideal consiste en reducir las necesidades del productor a un mínimo, en sofocar sus goces y sus pasiones y en condenarle a desempeñar el papel de máquina, de la cual se exprime trabajo sin tregua ni discreción”.(*)[/stextbox]
Claro, esto no siempre fue así, aunque lamentablemente lo siga siendo. Muchas brujas han sido quemadas en la hoguera, aunque- por fortuna- los humos de sus alquimias aún insistan en arder. El fuego, siempre el fuego. También ese fue el destino de la primera máquina de tejer, a principios del siglo XVI. A ella- a la máquina- la quemaron en la plaza pública; a su inventor, lo estrangularon en un calabozo. Una entrevistada de este número Anartista, Marta Dillon, en conversación en su casa, alrededor de la mesa que comparte ambiente con su impactante biblioteca, propuso una imagen motivadora: el círculo de mujeres tejedoras. Se tejen bufandas, relatos, identidades; tiempos comprimidos y descomprimidos. ¿Será cierto aquello de que todo tiene que ver con todo? ¿Será que aquellos escritos de Lafargue, de allá por el 1880, tendrán algo que decir a este 2015 que nos consume?
[stextbox id=»info»]“La fuerza física y la inteligencia del obrero, reemplazadas por la máquina, permitieron a los industriales, para disminuir los gastos de producción, reemplazar el trabajo de los hombres por el de las mujeres y el de las mujeres, por el de los niños. ¡Mientras, los jefes de la burguesía son tan cínicos como para acusarnos a nosotros , internacionales, de destruir la familia, cuando es esa misma burguesía la que, para ganar unos cuartos, ha destruido la familia obrera, arrojando a la mujer y al niño al infierno de la fábrica”.(*)[/stextbox]
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CIUDADANOS 12/06/2015 12:00
El trabajo infantil afecta a 168 millones de niños en el mundo
TRABAJO INFANTIL. Según la OIT, 168 millones de niños trabajan, de los cuales 120 millones tienen entre 5 y 14 años (AP) http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/el-trabajo-infantil-afecta-168-millones-de-ninos-en-el-mundo
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[stextbox id=»info»]Día Internacional del trabajo doméstico: eso que llaman amor
julio 22 2015
La raíz de la desigualdad
La naturalización del trabajo doméstico es un gran pilar de sostenimiento del sistema capitalista. La feminista Silvia Federici,, quien recientemente visitó nuestro país, va más allá afirmando que, a través del trabajo doméstico, también se controla el cuerpo de las mujeres. La familia es una forma que el sistema capitalista encontró para hacer trabajar a las mujeres para que reproduzcan su fuerza de trabajo obrero, para obligarlas a reproducir trabajadores. Incluso afirma que “el capital y el Estado delegan en el trabajador el poder de controlar y golpear las mujeres si no cumplen con esa función”.
¿Cómo es posible esto? Según Federici debido a que se lo confunde con amor: “El capitalismo también se ha apropiado y ha manipulado la búsqueda de amor, de afectividad y de solidaridad entre todos los seres humanos; lo han deformado, usándolo como una medida para extraer trabajo no pagado. Por eso yo escribí que eso que llaman amor, nosotras lo llamamos trabajo no pagado”.
Diana Maffía también vincula en su artículo “Los desafíos actuales del feminismo” al trabajo doméstico con el sistema capitalista: “El capitalismo es un sistema que se apoya en la sobreexplotación de las mujeres, en el trabajo doméstico. Si realmente, fuera considerada la reproducción de la fuerza de trabajo, si cuantificáramos este trabajo y tuviéramos que pagarlo, el capitalismo estalla”.
http://notas.org.ar/2015/07/22/dia-internacional-trabajo-domestico-eso-que-llaman-amor/[/stextbox]
[stextbox id=»info»]“… se deduce que una revolución puede hacer desaparecer la miseria del pueblo de la noche a la mañana, miseria que los burgueses- por razones particulares- suponen eterna”.(*)[/stextbox]
[stextbox id=»info»]“Jehová, el dios barbudo y áspero, dio a sus seguidores el máximo ejemplo de la pereza ideal: después de seis días de trabajo, se entregó al reposo por toda la eternidad” (*)[/stextbox]
“Te ganarás el pan con el sudor de frente”, condena el génesis. Mientras, los judíos que viven en la diáspora son castigados con dos días de descanso, uno para reponer fuerza de trabajo y otro para padecer el estar fuera de Israel. De sufrir parece que se trata. ¿Será la religión el opio de los pueblos?
[stextbox id=»info»]Adelantándose cien años al propio Guizot, se abona en Londres la manía por el trabajo, también como forma de frenar las pasiones del hombre. “Cuando más trabajen mis pueblos, menos vicios tendrán – escribía Napoleón, desde Osterode- . Yo soy la autoridad y estaría dispuesto a ordenar que el domingo, pasada la hora del servicio divino, se reabrieran los negocios y volvieran los obreros a su trabajo. Con la consigna de erradicar la pereza y doblegar los sentimientos de altivez e independencia que ella engendra, el autor del Ensayo sobre la Industria propuso encerrar a los pobres en “casas ideales de trabajo”, o mejor en “casas de terror, en las cuales sería forzoso trabajar catorce horas diarias; de modo que, descontando el tiempo de las comidas, quedarían siempre doce horas de trabajo llenas y enteras”(*)[/stextbox]
Cuánto tienen para decir los niños muertos en talleres clandestinos, sus voces acalladas por el fuego de la precariedad, sin abuela que les cuente historias en camisón; porque las camas, como las máquinas, están siempre calientes y las personas que las ocupan rotan de unas a otras sus cuerpos. Así, la mercancía va. Cuánto gritan desde las vidrieras de las grandes marcas, que no descansan misas ni templos para honrar al dios consumo a elevadísimos precios- de lunes a lunes – en esta tierra sin cielo, plagada de infierno.
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01.05.201513:02
DÍA DEL TRABAJADOR
El trabajo esclavo representa la mitad de las víctimas de la trata de personas
La problemática de la trata de personas explotadas laboralmente volvió a ser agenda pública tras la muerte de dos niños de 7 y 10 años en un taller clandestino del barrio porteño de Flores, quienes quedaron atrapados en las llamas mientras dormían en un ambiente en donde- según el relato de vecinos- funcionaba un taller clandestino de confección de ropa.
Si bien la esclavitud y el trabajo forzoso fueron progresivamente abolidos a nivel nacional, desde hace casi 100 años, actualmente, existen nuevas formas de reducción a la servidumbre. Por lo que, de acuerdo a lo señalado por la Dirección de Rescate dependiente de la cartera conducida por Julio Alak, se relaciona con transformaciones económicas y políticas del sistema capitalista y la consolidación del modelo «neoliberal».
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[stextbox id=»info»]“Dicen que nuestro siglo es el del trabajo. Y tienen razón, es el siglo del dolor, de la miseria y de la corrupción.”(*)[/stextbox]
Así son nuestros TIEMPOS MODERNOS
[stextbox id=»info»]“Los obreros acudían por millares al silbido de las máquinas. Un gran número, cinco mil sobre diecisiete mil, estaban obligados, por lo caro de los alquileres, a habitar en los villorios cercanos – asegura Villermé-. Algunos vivían a dos leguas y hasta a dos leguas y cuarto de la fábrica donde trabajaban. (…) El resultado es que llegan por la noche a sus casas, agobiados por la necesidad de dormir y que, al día siguiente, sin estar completamente reposados, tienen que levantarse para encontrarse puntualmente en la fábrica a la hora de la apertura” (*)[/stextbox]
[stextbox id=»info»]“Crisis industriales y periodos de sobre trabajo se suceden sin remedio, arrastran consigo la huelga forzosa y la miseria sin salida, que conduce la bancarrota” (*)[/stextbox]
Cualquier palabra es insuficiente cuando los ojos saben y la piel siente, vibra, se eriza de memoria.
[stextbox id=»info»] “Infinitas como parecen, estas miserias individuales y sociales desaparecerán como las hienas y los chacales al acercarse el león, cuando el proletariado diga: yo lo quiero. Pero, para que llegue a la conciencia de su fuerza, es necesario que el proletariado pisotee los prejuicios de la moral cristiana, económica y librepensadora; es necesario que vuelva a sus instintos naturales, que proclame los derechos a la pereza, mil y mil veces más nobles y más sagrados que los tísicos derechos del hombre, concebidos por los abogados metafísicos de la revolución burguesa; que se empeñe en no trabajar más de tres horas diarias, holgando y gozando en el resto del día y de la noche” (*)[/stextbox]
[stextbox id=»info»]“Ante semejantes reclamos, capaces de aniquilar el goce y la pereza de la burguesía, los capitalistas no podían contestar más que con la represión feroz. Pero, aunque han podido aquietar las aguas de esta maniática marea humana, no por eso han ahogado o, en la sangre de sus matanzas gigantescas, la absurda idea del proletariado de querer imponer el trabajo a las clases ociosas y panzudas; y, sólo con el fin de alejar este peligro, la burguesía se rodea de pretorianos, polizontes, magistrados y carceleros entretenidos en una improductividad laboriosa. Ya no se pueden tener ilusiones sobre el carácter de los ejércitos modernos; no son mantenidos permanentemente más que para reprimir al enemigo interno” (*)[/stextbox]
Todas las palabras son imprescindibles. Cuando el horror está latente, no se puede mirar de reojo. Ni callar. Ni olvidar.
[stextbox id=»info»]“En nuestro régimen de pereza, para matar el tiempo que nos mata segundo a segundo, habrá espectáculos y representaciones teatrales de todas clases. Es éste un trabajo adecuado a nuestros legisladores, quienes, organizados en cuadrillas, irán por las ferias y los villorios dando representaciones legislativas” (*)[/stextbox]
Mientras nuestra democracia representativa de cada día no alcanza y el pan y circo no nos convocan, estamos quienes seguimos trabajando en la grieta, en la búsqueda del intersticio, para saltar la trampa y, al menos, intentar escribirla.
Como contó en un momento otra entrevistada Anartista, María Negroni : “Un amigo me dijo una vez que yo respondía a los obstáculos con la “prepotencia del trabajo”. Lo tomé como un elogio. Hoy ya no pienso ni trabajo así. Soy más lenta. Espero que la escritura llegue, se me imponga. Esperar es dificilísimo. Implica tolerar la ceguera, saber que ciertos fracasos son imprescindibles, que los verdaderos poemas, los necesarios, se hacen solos como se hace sola la vida”. Por mi parte, insisto con María Elena Walsh y repito: “quiero tiempo, pero tiempo no apurado, tiempo de jugar que es el mejor, por favor, me lo dan suelto y no enjaulado, adentro de un despertador” En cuanto a Paul Lafargue y a su esposa, el tiempo y la vida de ambos terminaron- por decisión premeditada- a los sesenta y nueve años. Desde un día de shabat hacia el descanso eterno. Según Antonio Tulián: “Al llegar a esa edad preparan cuidadosamente la distribución de sus bienes: ocupándose tanto de la suerte de su doméstica y del jardinero, como del perro Nino. (…) Así, un sábado de noviembre de 1911, después de haber pasado la tarde en un cine de París y de haber saboreado unos pasteles, vuelven a su casa en una zona casi campestre de Draveil y se acuestan para no amanecer…”
1- De “El sufrimiento en el trabajo”, de Christophe Dejours
2- Antonio Tulián – Prólogo a “El derecho a la pereza”, de Paul Lafargue
(*) Paul Lafargue – El derecho a la pereza