Por Isabel D´Amico
Abuso: Sobre los niños del Llullaillaco
MOLDEAR LA INOCENCIA
Los tres niños caminan con sus ushutas(*) y polvorean con pimentón los dedos oscuritos de sus pies. De noche, las penas muerden sus dientes y los tres las muerden. Aunque no lo digan, su inocencia es la ofrenda: la desgastan al andar, para moldearla en la cumbre.
Los sabios compensan sus vidas con adornos. Camélidos rosas, estatuillas de hombres y mujeres en oro, plata y spondylus (*). Vasijas talladas en guardas prolijas, saquillos tejidos de chuspa (*) y pendientes de valva. Los tres honrarán la vida de los adultos, pero no podrán honrar a su propio adulto, no tendrán tiempo para hacerlo. Les retiran el tiempo, sin piedad los arrastran.
A 6.730 metros de altura, en la cumbre del legendario volcán Llullaillaco, sus tumbas son las más altas que el hombre jamás haya construido en el planeta. Estos niños-dioses, en su calidad de huacas o posibles mensajeros de los dioses, son quienes estuvieron más próximos a la refulgente divinidad de los Incas, el Sol.
Los más pequeños- de la mano de sus madres sumisas- marchan- . Ellas, borrachas de dolor, los envalentonan hacia el camino resquebrajado y seco. La doncella va sola, en silencios tajeados. La guía sacerdotal, imperturbable, señala la cumbre.
EL MIEDO NO DUERME
«Sembrar muertos para cosechar vivos«, decían los Incas.
El desquicio del poder juega al trueque. A cambio del sacrificio de esos niños, vendrán las cosechas, las riquezas, la armonía de los pueblos incas. Y el niño, la niña, la doncella treparán el Llulliaillaco- Sobre sus pequeños hombros pesarán los sueños de los otros y sus apenitas sueños.
Durante el ritual religioso, uno o más niños elegidos por su belleza, su perfección física o su pertenencia familiar es enviados en un largo peregrinar por los Andes hacia Cuzco, la capital del Estado Inca, a más de 1.500 kilómetros de distancia. Con el objeto de reforzar lazos entre distintas regiones, se los une en un matrimonio simbólico y, junto a un grupo de adultos, caminan durante semanas o meses hacia el sitio sagrado elegido. El gradual ascenso a las altas cumbres es acompañado de cánticos de alabanza. Y, una vez en el santuario, los sacerdotes visten a los niños con sus mejores ropas y les dan de beber chicha: una bebida alcohólica derivada del maíz.
Sus cabezas visten vinchas, plumas blancas y metales. Por debajo, sus pelitos negros. Ellas, con trencitas finas; él, con flequillo lacio. Solo los piojos y sus liendres extenderán su breve existencia entre su cabello.
Tras dormirlos, los depositan en un pozo, donde casi inmediatamente mueren, como consecuencia de las bajas temperaturas. Los incas creían que los niños no morían, sino que se reunían con sus antepasados para proteger a la comunidad.
Hace unos 500 años, tres niños incas quedaron momificados por las bajas temperaturas en la cima del Volcán Llullaillaco.
El niño
El primer cuerpo localizado corresponde a un niño de aproximadamente siete años. Ahí está, sentado sobre una túnica o unku de color gris, con su rostro dirigido hacia el sol naciente. Como todos los varones de la elite incaica, tiene el cabello corto y un adorno de plumas blancas sostenido por una Huarak’ca(una honda de cuerda de lana) enrollada alrededor de su cabeza y lleva un adorno pectoral, confeccionado con piezas de Spondylus, pelo de camélidos y cabello humano.
La doncella
El segundo hallazgo, unos metros al norte del niño, corresponde a una joven mujer, de alrededor de quince años al momento de la ofrenda. Lleva en su cabeza un importante tocado de plumas blancas. En su rostro aún conserva restos de pigmento rojo y, en su boca, pequeños fragmentos de hoja de coca. Posiblemente, haya sido una Virgen del Sol oacila, educada en las casa de las escogidas –acllahuasi- un lugar de privilegio para determinadas mujeres en el tiempo de los incas.
La niña del rayo
El tercer hallazgo corresponde a una pequeña niña, de seis años. Sentada, con las piernas flexionadas y la cabeza erguida mira hacia el suroeste. En algún momento, la descarga de un rayo penetró más de un metro en la tierra y la alcanzó. Dañó así parte de su cuerpo y su vestimenta. Debido a este hecho se la conoce como «la niña del rayo».
ESPERAR LA NADA
Quizás un día como hoy partieron y, durante meses, marcharon bajo ese poder sacerdotal inconmovible. Ellos guiaron a la inocencia hacia la soledad de aquel pozo en la cima del Llulliaillaco, donde la coca y la chicha acunaron el miedo, porque el miedo no se dormía. la caricia fría del frío aflojó los huesos de los tres. Y así, con su bello, ajuar, esperaron la nada durante 500 años.
* Ushutas: ojotas
*Spondylus: Es un bivalvo que se caracteriza por su fuerte concha, sus espinas exteriores y su coloración, que va desde el blanco hasta el púrpura intenso.
*Chuspa: Tejido utilizado por los Incas generalmente con un sentido ritual.
www.antropologico.gov.ar/ninos.htm
Museo de Arqueología de Alta Montaña – Salta