Por Victor Dupont.
Persistencia: sobre las perplejidades del amor
ADVERTENCIA (Encuentro)
Que se aleje de estas páginas quien entre en busca de certezas. Que se aleje quien pretenda una brújula. Un norte. Sólo verá garabatos de una suma imperfecta. Una resta final. No habrá ningún puerto ni se llegará a tierra firme. Sólo la persistencia de una escritura. Una obsesión y su música. Tal vez, por último y por principio: un rodeo antes del vacío, piruetas previsibles y perfumes de perplejidad.
“Abandona toda esperanza, oh tú, que has entrado”, se lee en el pórtico del infierno.
Yo digo: sombra terrible del amor, voy a evocarte.
Mejor: Canta, oh diosa, la cólera de los amantes.
O peor: hasta que la muerte los separe.
Y, así, por el estilo.
DE QUÉ LA VA
Del amor, naturalmente. ¿Y de cuál? Buena pregunta. ¿Del amor universal? ¿Del amor de padres a hijos? ¿Del amor entre hermanos? ¿Del amor que perdura más allá de…?
Hablaremos de la llama. Y la llamaremos amor, a secas. Vulgar, como todo el mundo y como todos muy rapidito la llamamos. El amor.
“Según el Diccionario de Autoridades, la llama es «la parte más sutil del fuego, que se eleva y levanta a lo alto en figura piramidal». El fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y éste, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida.” *
Le escribí a ella:
“Por favor, no me mires así. Ya sé, todo el mundo sabe hacia dónde va. Perdón. Yo, en cambio, abandono mis noches para preguntarme si puede morir un nombre. Soy -seré- claro: estoy loco por vos. También, por los caracoles implacables, las geometrías boscosas y los desórdenes sabios. Sabés, en eso soy literal. No sé hacia dónde voy. No sé hacia dónde vamos. Desde que aprendí a silbar la melodía de la nada, apuesto a pisar las letras de la palabra nunca y a no encontrarme si no en los naufragios. Tu cuerpo es una certeza arbolada o una rabia en la que todo pasa al mismo tiempo: el cielo donde se arde, pie en barro, uña, oreja. ¿Qué más es el amor, decime?”
En la revisión de todas las cartas de amor que he escrito -y conservo-, repito una estructura: melodías encabalgadas, intenciones de conjurar o desatar nubes con palabras y un estribillo. Un estribillo tonto. ¿Qué es el amor? ¿Es esto algo así como eso…? ¿Qué otra cosa sino el amor es…?
Pero, también, casi siempre me encontré en un rodeo alrededor del silencio.
Qué decirte. Igual, te escribo. El joven Werther no dudaba en esta dirección: “¿Por qué he recurrido de nuevo a la escritura? (…) No hace falta, querida, plantear la cuestión tan clara, en verdad, no tengo nada que decirte; tus queridas manos, de todos modos, recibirán esta estela”.
La carta de amor, más que a una cuestión de dichos, responde a ritmo(s). La verdad del pienso en vos es: no pienso en vos. Sin embargo, te escribo. Te hago aparecer. Una carta de amor propone un ritmo que se completará con una respuesta. Nunca escribimos si no para oír la otra música. No sé qué decirte. Te digo. Y necesito que me digas. Aunque sea…
El murmullo del vacío.
Y su rodeo.
Le escribí:
“¿Me vas a decir, otra vez, que el amor es caminar de la mano, contar los meses, marcar el calendario y festejar incondicionalidades perversas? ¿Que el amor madura como la uva y se pudre como los burgueses? Mirá: hay un muro y las estrellas reales titilan detrás de las estrellas. Ahí tenés. Lo único que sé del amor se concentra ahí.”
PUNTEO HISTÓRICO (otra cosa, mariposa)
Para Platón, el amor tiene un vínculo inherente con la belleza. Si debemos sondear una luminosidad cercana a su órbita, la belleza será nuestra pista. Aunque se trate, en este caso, de una transición: del fulgurante cuerpo bello, debemos ir- lentos y laboriosos-hacia lo invisible de la belleza en sí.
Hay un mito, como siempre. Amor era hijo de Poros y Penias.
Astucia y pobreza, abundancia y carencia.
Astucia, porque siempre nos rodea con sus cinturones de niebla.
Pobreza, porque mendiga y pena.
Abundancia, porque en la dicha es pletórico.
Y carencia, por su motor.
Quizá, en los tiempos de Platón, se intuía un teatro amoroso con dos actores principales: el erastés (amante) y el eromenós (amado). En esa dialéctica, el amor era siempre activo: no importaba el eromenós (objeto), sólo la acción del erastés (amante). Lo esencial estaba en el despliegue del sujeto erótico. (Habrá que esperar hasta los tiempos del amor cortés para que la mujer entre en escena).
En sus análisis sobre el libro “El banquete”, Lacan extrae curiosas e interesantes reflexiones. Dice que, en Platón, el amor es un sentimiento cómico. Se basa en el desencuentro permanente de quien da lo que no tiene a quien no es.
El amor, la función más radical, la más misteriosa.
La más misteriosa y la más cómica.
La comedia de un desencuentro puede devenir en signo trágico. Principio del último sacrificio: si, delante del objeto de amor, el sujeto desfallece, la comedia deviene tragedia. Pero, para llegar a semejante estado, también debemos recorrer algunos trayectos históricos. Difícil que un griego o un romano se matara por su corazón contrariado. En cambio, si pensamos en Romeo, en Werther, en Isolda -o en algún amigo de por ahí que no llegó tan lejos, pero casi-, bueno, un tendal de siglos en el medio quizá nos digan algo.
TESTIMONIO DE UN DAMNIFICADO
Pedro. Cincuenta y dos años. Casado.
“No hay que preguntarse tanto… Son períodos, pibe. Yo llevo veinticinco años de casado y a veces nos queremos matar. Con la quía, digo. Pero tenemos una familia, ¿viste? Somos como una fortaleza. Y, si no nos organizamos, nos morfan las arañas. ¿Me preguntabas por el amor, no?
ELLA ESCRIBIÓ (Entusiasmo)
“Te quiero tanto, que te defendería aunque sea indefendible lo que hayas hecho. No te iba a querer ni pensaba quererte. Delirás, sos gruñón y todo te molesta. Tenés una pared con ladrillos desmoronados. Tenés tantos defectos…y es mentira que, cuando uno quiere, no los ve. Yo los veo todos y no me importan. Ahora me importa que estoy en el subte, llueve y suena una canción de John Lennon. Ni sé cómo puedo escribirte con el movimiento, con el vendedor de chocolates a los gritos, con la vieja que se quiere sentar. No conozco esa canción, pero me hace acordar a vos. No vas a ser el hombre con el que termine. Tenés todos tus caminos elegidos y yo no quiero cambiarte porque así me gustás. Va a ser siempre así… Te voy a decir la verdad: Yo veo lo que tenemos como una poesía. Y nos peleamos y nos amigamos y nos deseamos y nos atacamos y nos insultamos y nos deseamos otra vez. Pero somos animales haciendo poesía. No sé por qué me salió escribirlo así. Sé que el escritor sos vos, pero no me importa. Lo escribo, animales de poesía.”
Y los dioses nos poseyeron.
…
EXTRACTOS DE UN CUADERNO DE PERPLEJIDADES
Anoto rápido, por si me olvido, un par de cuestiones.
¿Qué tiempo transcurre en el amor…?
¿Qué pasa con la propiedad sexual de quienes amamos? Ah… A ver quién se hace el canchero acá.
¿Y la familia? Sí, los domingos, los cumpleaños, las velitas, los cuñados. ¿Conspiran contra el amor o qué?
¿Cuánto tiempo tu compañero/a puede ser tu amante?
Variables de la soledad. Soledad solita. Soledad en pareja. Aislamiento. Aislamiento matrimonial.
Oh, ¿y el matrimonio?
Para los médicos: ¿es el amor saludable, doctor?
¿Y los amores difíciles, señor Calvino?
Che, ¿y eso de amar a más de uno o de una? ¿Qué me decís?
Levante la mano quién vota por amor oficial.
Ahora, por amor clandestino…
La más obvia: intensidad o duración. ¿Y duración intensa? Mm…
ENTRADA DEL FANTASMA (Alegoría ociosa)
-No te desnudaste todavía.
-¿Estás loco? ¿No me ves?… ¿No te gusto, entonces?
Y sus fantasmas, con las ropas intactas, nos devoraron.
UNA HISTORIA REMOTA: EL LOCO Y LA NOCHE
Es de común acuerdo que la idea del amor, tal como lo conocemos, comienza con el llamado amor cortés, en la siempre elegante Francia -Provenza- y en los años 1100 y 1200.
Sin embargo, yo quisiera contar una historia, un antecedente no europeo del fin´amour. (Para quien tenga inquietudes historiográficas a este respecto, le recomiendo el hermoso ensayo de Octavio Paz, “La doble llama”, texto que inspira esta nota).
Trescientos cincuenta kilómetros al noroeste de Medina, en el desierto de Yemen, existió una tribu originaria de Arabia del sur: los Banu Udhra. Los Udhra, una tribu de beduinos, sólo tardíamente islamizada.
En los años 600 de nuestra era, en los centros iraquíes de Kufa y Bacra, nació nuestro héroe Majnun. Majnun se enamoró de su prima Layla. La leyenda indica que, ni bien la vio, se entregó a ella y ella le correspondió. Se encontraron durante un tiempo a escondidas y Majnun -que literalmente significa “loco”-empezó a escribir poemas para su Layla -que quiere decir “noche”-. (Leila, por ejemplo, comparte una etimología hebrea y árabe. En una interpretación algo más libre, sería la mujer misteriosa, la que se oculta, luz entre sombras. En la antigüedad, este nombre era usado para las niñas que nacían con el pelo extremadamente oscuro o la tez morena. Su popularidad se debe a una de las novelas de Byron, la heroína de «The Giaour». Las variantes inglesas más usuales son Leilah, Lila y Lela.)
Tenemos, entonces: El loco escribía a la noche.
Pero Majnun no tuvo mejor idea que compartir sus cantos con todos sus amigos y conocidos, antes que con la familia de su pretendida. Así fue que sus poemas cometieron la indiscreción imperdonable. El código de las tribus beduinas castigaba esta imprudencia declaratoria. Los árabes sentían un profundo rechazo por quienes hacían públicos sus sentimientos. El asunto es que prohibieron a Majnun y a Layla su amor. El padre de la muchachita amenazó con matar al “loco”, si éste osaba acercarse al campamento de su enamorada.
Majnun, entonces, dejó a su familia e inició su exilio por los desiertos. Su pelo creció inconcebiblemente y su ropa se hizo harapos. Dejó de comer y de dormir. Cuando lo visitaban los de su tribu, respondía con piedrazos y quejidos. El dolor -como antes el entusiasmo- lo llevó a la letra: el loco, en el desierto, volvió a cantar. Antes, cantó – imprudente- a su amada y la perdió. Después, la perdió y volvió – insensato – a cantarle otra vez.
Se enteró que Layla ya se había casado.
Sus amigos y familiares le exigieron que recapacitase.
Él, sin embargo, cada vez más poético, más sucio. Más cadavérico.
Con su vara, en la arena del exilio, escribió el nombre de la noche.
Layla.
“Tú me llamas en la noche. Pero, ¿sabes bien qué es la noche? Quien ama la noche, quien la sufre, desaparece y se convierte en nada o, mejor dicho, puede ser a voluntad -por el orden de las sombras- cualquier cosa. Por eso, si yo soy la noche, elige ser lo que quieras, pero desaparece como lo que eres…”
NUEVA CITA PARA EL CUADERNO DE PERPLEJIDADES (Mariposas mortuorias)
Debajo de la pregunta sobre la temporalidad del amor, leo:
“El amor no es la eternidad; tampoco es el tiempo de los calendarios y los relojes, el tiempo sucesivo. El tiempo no es ni grande ni chico: es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un instante. No nos libra de la muerte, pero nos hace verle la cara.” *
Anoto una pregunta: ¿la cara de…?
COSA DE MACHO Y HEMBRA
En la filosofía, existen dos extremos muy reconocibles: los pensadores que postulan que el amor es una experiencia superior y los pensadores que postulan que el amor es una ilusión.
El referente más interesante de esta última familia podría ser Schopenhauer. El hombre sentenció: En el amor,“sólo se trata de que cada macho se aparee con su hembra”. Con lo cual, el fin de toda empresa amorosa es la “combinación de la generación próxima”.
La universal voluntad de vivir, inherente a todas las especies -la humana, claro, incluida-, en el amor tiende a singularizarse y a materializarse en un nuevo ser. Esta voluntad de vivir tiende una trampa a los amantes: los hace creer en la singularidad de sus pasiones, cuando- en el fondo- opera su razón secreta, su voluntad íntima de seguir reproduciéndose.
TESTIMONIO DE UNA DAMNIFICADA
Anónima. Prefiere no revelar su identidad. Estado civil: separada.
“Estoy en contra del amor. Así como lo decís y escribís, no existe. Ni a ganchos. Y si eso es el amor, yo lo rechazo. A ver. Por un lado, tenés la realidad. Por otro, no sé…ponele el nombre que quieras. ¿Te gusta el nombre de la noche? Okey. La noche es la noche. La realidad, la… ¿me entendés, no? No podés mover tanto los planos, porque la cagás. O tardamos no sé cuántos siglos en llevar el amor a la realidad o no funciona el asunto. Todo eso del entusiasmo es fácil. Después, las máscaras caen. ¿Y el otro? ¿Dónde quedaron las mariposas? ¿Y entonces? Entonces dejate de joder y no te preguntes por el amor. Preguntate si es posible amar y vas a ver que no, con todas las letras, no es posible…”
NO ES SÓLO CUESTIÓN DE NÚMEROS: ESPOSA/O VERSUS COMPAÑERA/O
Más perplejidades imposibles de dilucidar.
¿Cuál es el número de…? ¿Hay más allá de 2? ¿Y el 3? ¿Amor múltiple? ¿Qué hago? (¿Ensayo elaborar un glosario de amor no monogámico? A ver, probemos: “Matrimonio colectivo”… “Pareja abierta”… “Orgía”… “Poliandria”… “Polifidelidad”… “Libertad”…)
…
Para el filósofo Alain Badiou, el amor empieza, siempre, suspendido en el azar. El éxtasis de un encuentro. Un rastreo por la literatura y por el cine marca el particular interés que los artistas tienen por el fulgor de ese acontecimiento. De Romeo y Julieta a Tristán e Isolda y hasta cualquier novela de la tarde tematizan a la intensidad, a la poesía de lo imprevisto y, finalmente, al entusiasmo romántico. Badiou nos señala que las consecuencias de este pensamiento llevan a la fusión. Al 2 que anhela el 1: consumarse, inefables, en el encuentro. Y morir. Por eso debemos apostar por la construcción contra la intensidad. Badiou, en su cuaderno, anotaría: durar vale más que arder. Construir, más que experimentar. Nada de perplejidades para él. El azar debe fijarse, no se pueden tirar los dados todo el tiempo y dejar que las mariposas revoloteen por siempre. El “Te amo” fija, instala la eternidad, la escena del 2. El amor sería el nacimiento de un nuevo mundo, paradójica diferencia idéntica -¡uf!- del 2.
Entonces, más que hablar de esposo/a, a Badiou podría gustarle el término tan político de compañero/a. Un compañero, una compañera.
¿Una posibilidad?…
ENTRE MUERTE (Abandono de los dioses)
Y el amor, sin embargo, se muere. Exista o no, muere. No sólo se muere cuando se muere (lo sabemos). La muerte lo cruza, lo acecha, lo ilumina. ¿No experimentamos pequeños accesos de muerte en la pasión? Y el orgasmo, ¿qué es si no? La piel rajada, las exhalaciones, la agonía gozosa, el grito extático, ¡cuánto de fascinación y de cercanía con eso! (Oh, cierto, erotismo y eso, lo olvidaba…).
Y se muere, sin embargo, cuando muere. Pero no siempre nos vamos de un amor muerto. No siempre huimos de ahí como de la peste. A veces no podemos dejar de oler y de tocar el cadáver del amor. Sabemos que ha muerto, pero preferimos la putrefacción. El cadáver infecta todo: los mates, la cama, los chicos (si es que los hubo). Aunque no nos vamos ni queremos entierro ni nada. No hay agonía, no. Sí, seres desollándose. Y que la putrefacción, de ser necesario, desafíe al infinito. El milagro de la eternidad en la finitud, o de la construcción diaria- compañero y compañera, amante y amante, pareja o lo que demonios sea- reducido a los flujos y a las pestilencias de un otro que ya no destila si no dolor. Ahí está la palabra. Dolor. Y ese otro – otra, otra vez – somos nosotros.
Hasta que la muerte los separa. Pero a veces tampoco: los cadáveres pululan por las plazas. La llama doble se apaga. Del 2 al 0.
Los fantasmas nos han abandonado.
ASÍ HABLÓ EL FANTASMA (Primer final)
Hay un primer abrazo. No es el de los cuerpos.
Hay un primer abrazo después de los abrazos: son las sombras enamoradas. Suelen llegar con sus brazos ígneos, más tarde.
Cuando eso sucede, los cuerpos empiezan a abrasarse. Tocarse. Arder.
Las sombras, entonces, fundan el territorio del amor. Los dioses nos poseen. Las cartas se escriben solas. No hay sacrificios ni tentaciones de desierto.
Pero hay un momento….
Las sombras se abrazan, menos. Cada vez, menos. Lentamente: la noche de las almas peligra cuando todo se hace día y claridad, mañana de fiesta a pura aurora.
Los abrazos -los otros- ya no abrasan.
Y el territorio tiembla.
Y el cuerpo pregunta. Y el cuerpo llora. Y las lágrimas trazan nuevos mapas en las caras.
Y un día las sombras no se abrazan más. Nunca.
Y no hay vuelta.
Y nosotros queremos abrazarnos.
Y nosotros nos abrazamos. Una, otra vez. Las sombras ya partieron. Entonces descubrimos, de golpe, que ya no sabemos cuál fue el último abrazo.
Y alguno de los dos -no importa quién- dice adiós.
FALSO TESTIMONIO
Señor Víctor Sampayo. Treinta años. Estado civ…
“Y, sin embargo, vuelve. Como todo fantasma, pibe. Vuelve y es otro. Porque no hay vuelta: un día ni te acordás, te levantás y fuiste. Sin tanta vuelta ni cháchara, ahí está de nuevo.”
EL MEJOR AMOR (Comienzo)
… lo conoceremos cuando, a punto de morir, pronunciemos el nombre.
*Las citas pertenecen a “La doble llama” (1993), de Octavio Paz.
Víctor, es la segunda vez que leo tu nota. Me pareció bellísima. Hay que animarse a hablar del amor!
El anartista me ha llenado el corazón
Qué lindo comentario para empezar un lunes. Gracias, ¡también de corazón!