Por Lourdes Cabrera
Desamor: sobre “Blue Jazmin”, de Woody Allen.
CUÁNTO SALE UN MARIDO PROVEEDOR
¿Qué clase de abandono sufre una mujer que nunca estuvo acompañada de un marido proveedor? Enamorada de un fantasma, Jazmin es una flor que huele mal. Y desde el comienzo. Carlos Marx decía que en el mundo del intercambio capitalista las cosas se desmaterializan porque solo valen por el modo en que reflejan su valor en el dinero. A su vez, el dinero también es espectral, solo vale por su capacidad de reflejar el valor de otra cosa. Si trasladamos estos hábitos de intercambio a las relaciones afectivas entre los seres humanos, no deberíamos sorprendernos por un vínculo como el de Jazmín. Pero veamos la caída- uno de los movimientos predilectos de Woody Allen- en cámara lenta.
DOBLEMENTE AZUL
Toda la película evidencia el inevitable derrumbe de una mujer, desde hace mucho, sin fundamentos. Sólo harán falta tiempo y erosiones para que el espejo ya no le devuelva sus contornos. A decir verdad, Jazmin es pura imagen, desde el comienzo de la película. La debacle económica pone en evidencia la situación de vulnerabilidad de una mujer que vive el mundo al margen de las problemáticas que afectan a cualquier hijo de vecino. Como suspendida dentro de la burbuja de los furores económicos de otro- su marido-, en el momento en que hace pie a tierra, estalla contra el asfalto. Y, en el estallido, se ven colores doblemente azules. Azul de cielo desintegrado, de frío sin abrazo. Y color tristeza, como la de Spinoza, el color de quienes no componen relaciones potentes con sus semejantes; de quienes apenas se han atrevido a establecer relaciones provechosas.
UN ABRACITO, POR EL AMOR DE SATÁN
¿Qué clase de prostitución encubierta aceptan mujeres de todo el planeta, a cambio de un bienestar sin abrazo? Porque los modos capitalistas de intercambio pueden semejar sustituir todos los dones, menos el abrazo. El ser humano que no es abrazado se vuelve un espectro. Se puede soportar la carencia sexual por un tiempo, pero no la carencia de ternura. El cuerpo del otro es el espejo donde nos ensiluetamos. El abrazo es el modo en que los cuerpos donan a los otros el cuidado. El abrazo es un don. Es el reconocimiento de los contornos del otro, de su materialidad, de su fragilidad; en los confines del abrazo, desesperamos por la muerte.
LUNA AZUL
Pero, ¿ qué pasa si alucinamos con la presencia de otro, que sólo se presenta cuando no está? Puede suceder que toda nuestra biografía se rasgue en sus dobleces. Así fue en este caso. Jeannette fue abandonada al nacer y, junto a Ginger, resultaron adoptadas. El espejo de reflejar dos se partió de entrada nomás. Jeanette sobresalía en todo y copaba el primer plano. Para colmo, el azar- otro tema dilecto de Allen- le juega una gran mano a favor. Por lo menos, al principio. La familia que adopta a la “brillante” Jeanette decide cambiarle el nombre. Rebautizada Jazmin, comienza su desmaterialización. El hombre que será su marido no se enamora de ella- mucho menos, de Jeannette- sino de su nuevo nombre: Jazmin, que trae adosada a una mujer. De ahí en más, el espejo se vuelve multiplicación de reflejos y lucecitas de colores. Una catarata de lujos y ostentaciones alrededor de un vacío que se profundiza con cada joya. Un cumpleaños sin beso brilla opaco en una alhaja. Un brillo que se volverá más y más tenue, cuando esa misma joya luzca en la piel de las amantes de su esposo. Para colmo, de fondo, suena «Luna Azul». Una noche sin blancos nítidos, con pinceladas de fragilidades, que son casi una sentencia: la noche hará una larga vigilia porque, de los dos amantes, solo queda una traición y un desmoronamiento.
LOS BIG BANG BLUES
Cuando estalla la burbuja en que vive Jazmin, la soledad es una estela más consistente que la mujer. Sin contexto, el texto simple y mal sostenido de su vida se borra. Así que se aferra a lo único que aún le permite un movimiento – la resignación- y se va a vivir con Ginger. Si Jazmin es el relato de la llanura, la biografía de Ginger es una aventura de picos, acentos y honduras. Hombres burdos y brutos, infieles e inconstantes, apasionados y abandonadores, pero siempre en ritmo; los personajes que rodean a la “hermana pobre” no le permiten aburrirse. Uno es el padre de sus hijos- dos varones- estafado por el ex potentado que le hacía sombra a Jazmin, en la módica suma de 200.000 dólares. Una ópera a lo Allen: un poco griega, un poco parodia de lo griego. Un poco shakespeariana, un poco su anverso: los conflictos son estallidos de azul sin fin.
CON EL ÚLTIMO VUITTON
El viaje en primera clase de un vuelo comercial es el broche de lata de su vida triste y ostentosa. El alcohol y los ansiolíticos comienzan a jugarle en contra. Su última ostentación es su juego de valijas Vuitton con sus iniciales y otros objetos imposibles de vender. Qué curioso que otra vez las iniciales de su nuevo nombre la pongan en aprietos. Jazmin fue el nombre que la desmaterializó al conocer a su marido. Jazmin es el nombre que no le permite transformar sus valijas en algo material, que la sostenga en la desgracia. Con sus iniciales, esas valijas son invendibles. También llama la atención que Jazmin y Jeannette empiezan con la misma letra. El fantasma de la jota las acecha a ambas. Pero lo anterior no la detiene. Ella carga sus valijas y vuela sin vuelo. Ya en su asiento del avión, desgrana desventuras sobre la anciana que viaja a su lado, quien soportará estoicamente su papel de interlocutora, hasta el aeropuerto. Allí, la viejita se irá con su familia. A Jazmin no la espera nadie. Ginger ni siquiera recuerda su llegada. Pero aun así la aloja.
DE LLANURA A PRECIPICIO
En lo de Ginger, Jazmin no sirve y Jeannette no vuelve. La negación del pasado le cobra caro en su presente. No encaja en nada. Su corazón es niebla que rechaza todo acercamiento amoroso y tierno, incluso el de sus sobrinos pequeños. Una mujer al borde al abismo no acepta siquiera la posible salida en el abrazo de un nuevo candidato. Ni ricos ni pobres. Jazmin va de llanura a precipicio. El final es un círculo de mentiras regadas con alcohol y Prozac, hasta el último estallido. Ginger, mientras tanto, encuentra nuevos ojos para mirar a un viejo amor y se abraza a él. La película es una destreza de espejos. Lo que comienza con un reflejo de dos abandonadas, sigue, con una imagen partida, bifurcada en un supuesto esplendor (Jazmin) y en un supuesto ocaso (Ginger). Al final, el espejo de doble cara se invierte y los roles, también. El verdadero triunfo es de la primera perdedora. Esa se va abrazada.
Mientras tanto, Jazmin o Jeannette, reducida a menos que la letra J, queda sola con la mirada perdida, sentadita sin esperanza, sobre un banco plaza.