Por Paola Braslavsky

Desamor: sobre Hansel y Gretel

HANSEL Y GRETEL (1) PARA PRINCIPIANTES

Las versiones abundan. En la más típica, abreviada para los pequeños, se narran a la madrastra, al padre, a sus hijos y a la bruja. La casita es de dulces. Como precuela de la obsesión Disney, la madrastra se quiere librar de ellos, de los niños. El padre, en su arquetipo de hombre frágil y azorado, no los defiende en un primer momento, sólo se sujeta a la voluntad de “la mala”.

Las pistas que se pierden. La escritura de las huellas. Ahí donde se escriben los niños, se produce el extravío. Miguitas de pan para arrinconar, incluso más, a la orfandad. Incisiva: ¿cómo no sentir este hecho azaroso, después de tanto desamor o abandono parental, como otro más -de Dios, de la vida, del padre, de la madre muerta, tal vez-?

TRÁGICO, BORRACHO Y AMOROSO

En otra versión, la del musical, anterior al siglo XX, nos encontramos con la madre, el padre, el hambre, los niños, la bruja. La casita es de pan de jengibre. La madre regaña a sus hijos y el padre vuelve ebrio a su hogar. Y la historia es la que todos conocemos. Pero me voy a detener en el detalle del padre y su ebriedad, más allá de que esto no le impide salir en busca de sus hijos que se han ido al bosque.

Que el amor del padre se ponga en escena nos hace pensar en otras pisadas. El padre muestra cómo bebe su angustia. Y el hijo percibe, siente, huele. Ese tapón, esa función cosmética, que tanto expone papá, esos excesos y vejaciones son huellas a leer, por el hijo, a su hora. Para hacer con esa huella, otra y otra: un trazo que lo arrime o amarre a la vida.

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DONACIÓN, EL REGALO DE LOS HERMANOS GRIMM

El don, la gratuidad que funda la cadena de circulaciones, más que de intercambios. Los hermanos Grimm recogen un cuento para que lo recojamos a su vez y lo donemos también. En esa tarea de lectura y reescritura, el amor, el desamor, el abandono, el hambre, la ficción como camino nos reconfiguran. Escribir es seguir huellas. Materiales, concretas, como las migas de pan. Y de las otras, inmateriales, como los vacíos que bordea la escritura.

Leerse y reescribirse con los otros en la vida. Pero acá, en el bosque, el tiempo y el espacio del texto destacan los sitios punzantes de ciertas figuras sobre nuestras propias escrituras. Los adultos significativos de la infancia, los pares, las geografías míticas del pasado que tienden al futuro. En ese sentido, Hansel y Gretel repica en El Principito, cuya existencia significó, sobre todo, por haberse vinculado. Tuvo planeta, tuvo interlocutor: tuvo familia.

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Ser escuchados para evitar ser arrinconados en la orfandad. Y, sobre todo, en nuestros días, cuando la orfandad ya no es cosa de niño. También, entre los adultos, al no haber lugar entre los otros, la vida se angosta, se aprieta en los confines de la soledad de espectadores. O, también, en el aislamiento hiriente del desempleado.

LAS HUELLAS COMO UN MODO DE PERSISTIR.

Ahí donde se narran los niños en soledad, se produce el extravío. De lo que resulta, entonces, que los adultos somos esas grandes pizarras en las que ellos se escriben. No las notas escolares o los puntos ganados en el deporte, sino eso que hace único a cada chico: las huellas que arman sus cuerpos, desde y para otros, las que fundan caminos, tienden puentes. Huellas para ellos mismos. Pero siempre, la senda pasa primero por los otros. Al respecto, dice Umberto Eco: “corre el riesgo de morir o enloquecer quien viviera en una comunidad en la que todos hubieran decidido sistemáticamente no mirarle nunca y comportarse como si no existiera.” (2). Alguien que no deja su huella en otro- el otro social en este caso- se extravía, como si se empezara a desescribir. Salvo que, desde ese desamor social, junte sus trozos con el coraje que, en la adversidad, innumerables veces se forja. Y así arranque hacia algún lado. Creativo. Solitario al principio, tal vez. Desde el arrinconamiento y la orfandad, hacia otro amor, hacia otro espejo, otra pizarra, otro papel. Si el anonimato está en algún momento del proceso, no es para quedarse allí.

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HUECOS DE DESAMOR

A veces se siente como desamor lo que es desencuentro. Es común escuchar entre padres separados que el padre se separa no solo de la que fue su mujer, sino también de sus hijos. Lo que no se puede expresar de dolor por el desencuentro, desde ambos lados, se lee como desamor.   Y no hay que descartar las derivas de la lectura, en la realidad de los cuerpos y en la de los afectos. Sin embargo, toda lectura es pasible de deconstrucción. Trabajosa. Ardua. En el mejor de los casos, retoma el hilo del amor que unía a padre e hijo, o a padre e hija. El lenguaje cumple una función esencial ahí. Las palabras y los cuerpos son los únicos selladores de grietas capaces de atreverse con estas fisuras.

Es posible torcer el curso de la historia, franquear las noches adoquinadas en el ser. Leer y reescribir.

 

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  • El título original en alemánHänsel und Gretel es una ópera en tres actos. con música de Engelbert Humperdincklibreto en alemán de Adelheide Wette, la hermana de Humperdinck, basado en el cuento homónimo de los hermanos Grimm. El compositor la catalogaba como una ópera de hadas. Richard Strauss dirigió la primera representación escénica en el Hoftheater de Weimar. el 23 de diciembre de 1893,6 seguida por su estreno en Hamburgo. el 25 de septiembre de 1894, dirigida por Gustav Mahler. Luego se representó en Basilea –Suiza-, Londres, N. York y Melbourn –Australia.(Wikipedia, 2016)
  • Eco, Umberto. En qué creen los que no creen/ Umberto Eco y Carlo María Martini.- Segunda Edición-Buenos Aires-Booket, 2007, página 97.

 

 

Las imágenes de esta nota corresponden a Joan Miró.

3 Comentarios

  1. Muy bueno! Muy cierto lo de «Ser escuchados para evitar ser arrinconados en la orfandad. Y, sobre todo, en nuestros días, cuando la orfandad ya no es cosa de niño.»
    Gracias por compartir tus reflexiones!

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