Por Lourdes Landeira

Desamor: Conversación con Sonia Santoro

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 Como su oráculo doméstico había previsto, Ulises estaba condenado a no regresar a Ítaca durante veinte años. Al salir de Troya erró de un lado a otro del Mediterráneo y tuvo muchas aventuras con sirenas, brujas y monstruos. Cuando llegó a Ítaca, se encontró su palacio invadido por los pretendientes de Penélope, deseosos de usurpar su trono casándose con la reina. Pero ella conseguía retrasar su destino insistiendo en que no se casaría hasta que hubiera concluido de tejer su propia mortaja, y cada noche deshacía lo que había tejido el día anterior. Con la ayuda de su hijo Telémaco, Ulises mató a los pretendientes y después vivió felizmente con Penélope”. La cita pertenece a La canción de Troya, de la australiana Coleen Mc Cullough. En la novela, la escritora reescribe la guerra como canción narrada por distintas voces. Ahora bien, ¿qué hubiera pasado si en lugar de Ulises la viajera hubiese sido Penélope? Las narraciones por venir, ¿serían otros mares, otros tejidos? Ítaca, pasado y futuro de Ulises, permaneció con él mientras atravesaba mares, muertes e intrigas. Y Penélope tejió y destejió su trama, en su lugar. Como viaje trascendido, es lectura recurrente e impone también reescrituras. No como repetición, pero sí como búsqueda, pregunta actual sobre el pasado que puede modificar el futuro. Pregunta que no condena: escucha y conversa, nadar un mar de dificultades, sin antiparras (pero con gafas violetas); va munida de cuadernos de colores en los que ensaya la palabra, sus silencios y sus ausencias. Y vuelve a partir. Encuentro acompañado. La entrevistadora entrevistada en su cocina abre la puerta para que Penélope salga a jugar.

PUERTO NÚMERO UNO: MACERAR Y DAR DE NUEVO (el agua y el aceite)

La conmemoración – el 8 de marzo – del Día Internacional de la Mujer fue el disparador para invitarte a conversar. En ese marco, ¿qué rol juega la palabra en la carga y el vacío de sentido?

Este año hice una nota sobre los discursos que aparecen sin relación a ese día, ni a su origen ni a lo que propone: la defensa y la lucha por los derechos de las mujeres. Sin embargo, se usa como en general se usa a las mujeres, para vender cualquier cosa y hacer promociones de todo tipo. Un discurso que remite a lo más arcaico del ser femenino; justamente, lo que quiere deconstruir esta conmemoración. Al mismo tiempo, ese hacer convive con los discursos más militantes, los del feminismo y de quienes vienen trabajando estos temas. Estamos en un mundo complejo.

Ayer, en la presentación de tu último libro, “Periodismo con G”, hablaste de la importancia de lo colectivo, de estar acompañada, de estar en red. En su reciente visita, Michelle Obama dio un discurso a jóvenes estudiantes. Allí puso en juego varios temas de la agenda feminista, (excluyendo otros, por supuesto) en un marco voluntarista casi como el sueño americano: “con tu esfuerzo lo vas  a lograr”. En la convivencia de los discursos, ¿cómo juega la apropiación que hacen algunos sectores de las reivindicaciones de la militancia?

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 No solo se adueñan; también arraigan en viejos ideales o imaginarios. Ahora, se me ocurre relacionarlo con esta cosa de los inmigrantes, de esforzarte y superarte para lograr con trabajo lo deseado. Y pienso que yo tengo algo de eso metido adentro y mucha gente, me parece, lo tiene. Por eso, desde algún lugar, pega: esforzate, que vas a ascender, a destacarte, a cambiar de situación socio económica.¿Y qué pienso de eso? Por un lado, creo mucho en las personas que inspiran. Así que, si ella, aun con ese discurso, logra inspirar a niñas y a mujeres, es válido. Más allá de lo que traiga detrás. Pero también pienso en lo peligroso de quedarnos solo con eso y borrar la idea de que nada se consigue de manera aislada. Tal vez una mujer pueda conseguir ganar igual que un varón en su trabajo, pero eso no va a hacer a un cambio general y a un cambio global. Sin embargo, tampoco me gusta pensar -ni es lo que les digo a mis hijos-  que no vale la pena el esfuerzo, porque igual no depende de vos. Es complejo, pero tenemos que convivir con estos discursos contrapuestos. Creo en distintas respuestas de distintos actores. Entonces, hay que apostar al esfuerzo y saber que no todo depende de vos. Porque ese discurso termina siendo culpabilizador: “uh, no hice lo suficiente, por eso no lo logré”. La cosa es cómo entramar lo individual con lo colectivo.

PUERTO NÚMERO DOS: MOVER LA ESTANTERÍA (¿quién pone la mesa?)

 ¿Habría que hacer cambios en el lenguaje para producir cambios?

Es uno de los temas más complicados, me parece, de modificar. Desde que nacemos, está ahí la importancia del lenguaje, de las primeras palabras y de cómo esas primeras palabras y formas nos constituyen. Para mí,  cuando tuve a mis hijos, fue muy fuerte darme cuenta que ellos no tienen el masculino genérico incorporado: se los incorporamos como sociedad. Hasta el jardín, ellos ponían en duda esa categoría y tendían a feminizar las palabras. El lenguaje nos condiciona y está condicionado por la sociedad. Es importante pero difícil trabajar en eso. Tenemos que pensar todo el tiempo de qué manera incorporarlo sin que suene forzado. Yo no tengo una postura activista al choque. Me interesa más generar algún tipo de cambio que vaya decantando. Quizás es iluso, pero es mi idea. Hace diez años yo decía cosas que ahora me hacen ruido. Entonces, sí, hay que trabajar en eso y mucho desde lo personal.  

Pensaba en que habitamos un mundo patriarcal y hablamos de la lengua madre. En los últimos años hubo avances en leyes sobre los derechos de las mujeres y sobre violencia de género, sobre la violencia simbólica que se impone básicamente desde el lenguaje.  Vos escribiste un libro sobre cocina, un libro sobre tu propia maternidad. ¿Cómo se llega a lo cotidiano?

No sé, ese es el desafío para quienes hacemos comunicación. Es la tarea diaria. Primero hay que lograr un equilibrio personal y, después- de alguna manera- lo vas bajando. Primero hay que lograr incorporar algunas herramientas: qué decís, cómo lo aplicas. Pero, una vez incorporado, te sale.  Es la metáfora de las gafas violetas, una vez que te las pones, ves todo con esa perspectiva. Igual, el desafío más grande para mí es la familia. Cambiar las estructuras familiares. No sé cómo se hace, es muy difícil, pero ahí está el desafío.

¿Qué sería un cambio de las estructuras familiares?

lour3descargaYo creo que todo sigue recayendo mucho en las mujeres: las tareas de cuidado, todo, todo, todo. Aun entre quienes nos consideramos feministas y tenemos conciencia del tema, es difícil. También cambiar, correrse de ese lugar de “yo lo controlo todo acá, soy la que organizo” y así todos tienen que hacer referencia a vos. Es un rol en el que nos ponemos muchas mujeres, por distintos motivos; un rol que te da cierto poder y  hay que saberlo abandonar. A veces no lo logramos, aunque queremos, porque existe toda una sociedad en contra, que alimenta ese rol.

Alimenta que tu poder pase por ahí…

Y sí, pero eso implica un desgaste, un agotamiento para las mujeres. Sobre todo, para las mujeres que también trabajan afuera. Es un tironeo que existe siempre.

PUERTO NÚMERO TRES: MADRES HAY MUCHAS SOLAS (tanto ruido y pocas nueces)

En relación a la maternidad, también conviven discursos – viejos y nuevos- que, con la propuesta de la vuelta a lo natural (parto, lactancia, crianza), imponen nuevos mandatos y nuevos tironeos, ¿lo ves así?

Sí. Y el efecto recae fundamentalmente en las mujeres. Hay una vuelta atrás, hacia la imagen de la mujer en la casa. Pero lo “natural” significa mucho trabajo. Incluso, hay quienes plantean el fracaso del feminismo, porque- dicen- al final, las mujeres están trabajando más que antes. Vuelta atrás. Para qué voy a salir a trabajar afuera si al final estoy mejor en mi casa haciendo mermelada. Y tampoco eso es real. ¿Quiénes lo pueden hacer? Un número muy pequeño de mujeres. Pero, además, lo plantean como si eso fuera la maternidad ideal.

¿Una trampa regresiva en un discurso que se dice progresista?

Estos discursos pueden ser peligrosos en la medida en que es más trabajo para las mujeres. Nada tiene que ser obligado. El tema es si la opción es libre, aunque llegar a definir eso es todo un asunto. La cosa es poder elegir y que la elección se aproxime lo máximo posible a  algo verdadero. Elegir la manera de parir, de criar, de lo que sea, es el eje para mí de la liberación femenina, en los términos más antiguos, si se quiere. Además, yo estoy convencida: las mujeres que no generan dinero en este mundo, llega un momento en que ya no podrían cambiar, aunque quisieran. No encuentran la manera de hacer otra vida porque no tiene recursos propios. Lo ves todo el tiempo con las mujeres víctimas de violencia, que se quedan por la cuestión económica. Yo  también trabajo en la Defensoría del Pueblo, allí llegan muchas mujeres que dicen: lo que necesito es un trabajo. Y sí, pero no es tan fácil para muchas mujeres acceder a un trabajo. En este mundo, necesitamos generar dinero. Eso hace a parte de nuestra autonomía.

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Vos decías antes que la libertad estaba en que la mujer pudiera elegir si hacer mermelada o ir a trabajar afuera. Y me pregunto, para que la elección fuera libre, ¿no tendría que también estar la posibilidad de que el hombre pudiera elegir hacer mermelada?

Es cierto, pero siempre la mujer está en peor situación que los hombres. Aun cuando el hombre esté en una mala situación. Porque hay un montón de categorías que nos discriminan. Pero sí, el cambio es mucho más profundo y más amplio.

PUERTO NÚMERO CUATRO: METÁFORA Y METONIMIA (silencio: aquí no hay gato por liebre)

Antes hablaste de la metáfora feminista de las gafas violetas, ¿cómo te llevas con su uso en la escritura periodística?

Yo no uso en el periodismo mucha metáfora, por la velocidad  con que tiene que salir. Estoy formateada en que hay que contar los hechos y ya. Quizás, recurro más a contar una historia, aunque sea cortita. Introducir un tema a través de un testimonio, no citando, pero sí contando. Yo, además, tengo otros libros de ficción, no publicados. Entonces, hay dos compartimentos separados, no sé si está bueno, pero tampoco sé si hay receta. Es como me va saliendo. Me parece que el tema es escribir bien. Si lográs incorporar metáfora y todo lo que más puedas para hacer más interesante la lectura, mucho mejor. A una nota, no le doy tanto tiempo como a un texto de ficción.

¿De qué tratan tus ficciones?

Cuando escribí el libro de la maternidad, noté que me hizo muy bien, me puse a escribir cuentos y tengo un libro armado (ver enlace al final de la nota). Ahora estoy escribiendo infantil. Trabajé una novela durante varios años. Ojalá la pueda publicar. Me divirtió mucho hacerlo. En el fondo, pienso- o pensaba- que, si  escribís, podes escribir cualquier cosa. Así se me ocurrió hacer una historia y la escribí, pero me faltaba algo. Entonces fui con mi novela a un taller de literatura infantil, durante todo el año pasado. No es fácil escribir para chicos. Tenés que disponer de una serie de recursos e imaginarios específicos. Tenés que evaluar qué les hace gracia, a qué le puede remitir cada cosa. Podés recurrir a tu propia infancia, pero no alcanza. Vos tenés tus recuerdos. Pero no todo lo que funcionaba en tu infancia funciona ahora, necesitás aggiornarte.  

La infancia aparece como tema recurrente. Ayer, en tu presentación, hablaste de tu amor por los libros e hiciste referencia a una anécdota de cuando eras niña y te encerraste en el placar con un libro “inmenso” de tapa azul. Quizás no era “tan grande”, pensás ahora. En “Un día me convertí en la madre que aborrecía” hablas del mar: el de tu infancia en letra itálica; y el de adulta, en letra normal. ¿Qué aporta al texto la diferencia de tipografía?

La itálica está usada para el pasado, para los recuerdos, para diferenciar. Creo que el cuerpo de la letra habla. A veces nos olvidamos de eso. No solo el cuerpo, sino el uso del espacio, de la página. Lo pienso en los twitter, en tan pocos caracteres, hay gente que escribe dejando espacios, como si fuera un poema. Y, por supuesto, te llega de otra manera, lo ves más. Todo juega y comunica.

 

¿El silencio habla del límite del lenguaje?

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En poesía se usa mucho, yo no soy lectora de poesía, pero hay gente que lo maneja muy bien. En las entrevistas, los silencios son muy importantes para que el otro hable.

 

La elipsis de tiempo entre los mares: ¿sería una forma del silencio, un efecto poético en tu texto?

No lo pensé, puede ser. Tiene que ver con cómo se construye nuestro estar en el mundo, ¿no? Todo el tiempo está ahí, como separada y remarcada la presencia del pasado en el presente. En la vida, todo el tiempo el pasado se nos aparece. Una cosa remite siempre a muchas otras cosas o a un momento.

¿Pesan más aquellas olas, aquellos libros?

Sí, puede ser. El otro día, en una reunión de primas, contaban cosas de cuando éramos chicas que yo no me acordaba. Es tremendo ver cómo nuestra memoria selecciona. Sí, en la infancia hay cosas que nos quedan muy marcadas. Pero la mayoría es olvido, silencio. No somos Funes. La mayoría son silencios.

PUERTO NÚMERO CINCO: MODIFICAR Y TODO MÁS (hacia la infancia nutricia)

Respecto a las voces y los silencios en las entrevistas, ¿qué libertades te tomas al escribir un testimonio?

Antes intervenía mucho más al momento de la escritura. Ahora, cada vez disfruto más de la conversación, del diálogo. Antes movía las preguntas y respuestas, reescribía, glosaba. Ahora, si puedo, respeto la entrevista como salió, con su diálogo. Me gusta mucho más, me parece más verdadera. Una pregunta remite a otra, vas para adelante y para atrás y el lector puede seguir el hilo de pensamiento de quien pregunta y de quien responde. Ahora estoy publicando solo en Página 12, sobre todo, las entrevistas que salen en la sección diálogos. Es muy larga, solo hay que hacerle un encabezado y en un recuadro hablar un poco de a quién entrevistaste. Esa extensión te da la posibilidad de hacerlo y me gusta. Aunque sea una ficción, pero lo es con menos intervención.

En la introducción a “Periodismo con G”, hablás de los hilos invisibles en la entrevista. Yo traje algunas palabras que se repiten en tu obra. La cocina y la comida, el trascender, lo sagrado, la mirada, la transformación, el cambio, el sentido de las palabras, lo que se escurre, lo que se adhiere, el mar, el amor al libro, el proceso, la enumeración, lo colectivo, ¿ves un atravesamiento de estos temas en tu escritura?

No sé, supongo que sí, porque aun cuando el trabajo fuera- a pedido- siempre intento   involucrarme y dar lo mejor de mí. Siempre está tu punto de vista, tus intereses. “Cocina Sagrada. Cómo nutrir el cuerpo y el espíritu” es un libro que no se me ocurrió a mí,  me lo encargaron. Yo nunca lo cito, porque pareciera que para mí tiene menor valor. Sin embargo, las palabras que rescataste sí tienen que ver conmigo. Siempre hay una búsqueda de lo trascendente, de que la vida no puede ser esta vida ordinaria, tiene que haber otra cosa que nos conmueva. Y eso también aparece en la entrevista. Lo digo en el libro y te lo decía antes. Disfruto mucho, cada vez más, el encuentro con la otra persona, el momento, más allá de lo que escriba después. Con algunas personas se da un encuentro mágico, no sé cómo llamarlo. Después el mar; el agua es para mí muy importante, me gusta el agua.

El libro que mencionabas ayer era enorme y azul como el mar.

Mirá, sí, es cierto. El agua me hace bien.

En el prólogo de “Periodismo con G” terminás con una metáfora sobre el océano: “Palabras que son océanos por los que se deslizan, hunden y reflotan más allá de estas entrevistas pensadas individualmente pero resignificadas en conjunto”

Ahora que vos me le decís, en mi página web, tengo una frase del poema Ítaca, de Constantino Cavafis. Es un poema sobre el viaje de Ulises por el mar. La novela infantil que terminé de escribir no podría decir que es una reescritura, tiene que ver con el viaje de Ulises; solo que quien viaja y hace todo un camino por el mar es Penélope. Y tiene que ver con eso que vos dijiste de la transformación. Me parece importante poder cambiar, no puede ser que así como llegamos nos vayamos. No, no puede ser. A veces, no sé, cambiamos y no nos damos cuenta. Y hay cosas que queremos cambiar y no podemos y estamos toda la vida intentándolo.

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«Ruega que tu camino sea largo, que innumerables sean las mañanas de verano que (¡con cuánta delicia!) llegues a puertos descubiertos por vez primera» ITACA – Constantino Kavafis

 

¿El proceso de la escritura puede ser un espacio donde repensarse?

Yo pienso mucho mejor cuando escribo. Muchas cosas las entiendo recién cuando las escribo.

En mi recorrido de lectura de tus libros, primero fue el libro de la cocina y continué con “Sin nosotras se les acabó la fiesta”. Me sorprendió que comienza con… milanesas: “este libro se gestó en un restaurante del Bajo de la ciudad de Buenos Aires, al calor de unas milanesas de pescado fritas que devoramos con pasión”. En “Cocina…”, decís: “cuando los alimentos llegan a la mesa, mucho más que los ingredientes de las recetas ha pasado y se ha mezclado”. ¿Podrías estar hablando de los libros?

Sí, bueno, ayer mi intervención tuvo que ver con contar un poco eso. Todo lo que hizo posible que este libro llegara a nivel exterior. Por supuesto, a nivel interior hay mucha actividad y movimiento.

Ingredientes que se mezclan y dan otra cosa…

Sí, claro. En el libro de la cocina, hay muchas metáforas. Sigo teniendo algunos libros de esa época. Yo, a veces,  en eso soy un desastre, se me quema la comida, estoy en otra y hago todo mal. Todo al revés del libro. A veces, intento comer un poco mejor y me dedico a pensar lo que como. Leí muchos libros para escribir ese libro. Y me quedó uno de macrobiótica que todavía sigo usando bastante. Cada vez me dedico más. El tema es hacerlo cuando te surge y te dan ganas de hacerlo, como te decía antes, que no que sea una obligación.

PUERTO NÚMERO SEIS: MANO A MANO (coco y vinagre: mezcla de amor y pasión)

Hablaste de las ganas y pensé en la pasión. Los libros te enamoran, te apasionan. ¿Ahí estaría lo trascendente?

No sé si es ahí o si es solo ahí. Tampoco sé si todos los libros son trascendentes. Hay libros, como personas, que te parten la cabeza, esos son los trascendentes. A mí, el último libro que me partió la cabeza es “El cuaderno dorado” de Doris Lessing. Es impresionante. Tiene que ver con escribir, llevar diarios, cuadernos. Yo escribo, tengo muchos cuadernos. Hago homeopatía y ellos te hacen muchas preguntas y tenés que llevar una historia de la enfermedad en sentido amplio; del estado de salud, si se quiere, de cómo te sentís, cómo estás. En el mío, tengo eso, y de todo: sueños, y hasta un libro que recorté del suplemento y quiero comprarme.  De mis hijos, de cada uno, un librito. Ahora empecé uno de mi perra. Ella tiene un problema con la piel y no termina de curarse. La llevo un veterinario que mezcla alopatía y homeopatía. Pero estoy cansada, me puse a buscar en internet y hoy compré aceite de coco, porque leí que es bueno para la piel. Voy a empezar a darle una cucharadita por día, total, mal no le puede hacer. Hice también un preparado para afuera, con mezcla de vinagre y té verde. Me perdí…

Hablábamos de tus cuadernos.

Ah, sí, yo tengo libros de todo, libretitas donde voy escribiendo.

¿Te gusta escribir a mano?

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Ahí sí. A veces me da fiaca, pero en eso sí lo hago y me gusta. La ficción la escribo con la notebook. La otra, la computadora de escritorio,  es como más seria, más trabajo.

 

 

Te cito: “este es un proceso en el que estamos implicadas de cuerpo y palabras”; “hacemos todo esto mientras buscamos modificar nuestro lenguaje, ya que es bastante masculino desde su concepción”…

Mirá vos, me tengo que releer.

Entrelazar cuerpo y palabra, letra itálica con normal. El cuerpo de la letra y cómo se entrelazan forma y contenido en la escritura. Recursos. En “Sin nosotras se les acabó la fiesta” utilizas la metáfora de Cupido. “Un proceso que no deje de incluir el placer de leer buenas historias, que de eso está hecho el buen periodismo. Casi tanto como de corazones atravesados por un sinfín de Cupidos.”

No me acuerdo de nada. Pero tiene que ver con la pasión.

Nuestro número, esta vez es sobre el desamor. ¿Qué es para vos el desamor?

Me suena al descuido, a hacer las cosas así nomás. En relación a las personas y también en relación al trabajo, a un texto. Y a veces lo hacemos. En este momento pienso, no sé, que tal vez he descuidado a algunas personas. Como que el amor hay que demostrarlo y a veces en eso no es suficiente con saber que se quiere.

PUERTO NÚMERO SIETE: MUJERES AL FIN (sopesar los alimentos: cuando la balanza se dobla)

¿Qué hace falta para hacer entrevista con perspectiva de género, más allá de ser hombre o mujer?

Te tiene que atravesar Cupido e inocularte un malestar por la situación de desigualdad que hay en nuestra sociedad. Si te picó ese bichito, de ahí en adelante, todo puede ser. Tiene que ver con una transformación personal y, después, una búsqueda. Ir formándote, leyendo, haciendo algo más académico, haciendo activismo, participando en organizaciones. La cosa es ir metiéndote en qué es esto del feminismo, de la perspectiva; tiene que haber un interés.

Una de las cosas que siempre te escuché decir es que la perspectiva se puede aplicar a cualquier tema, más allá de la agenda de mujeres . En el libro, ponés como ejemplo la pregunta  que le harías a un sociólogo: ¿por qué el cuerpo de las mujeres es el más exigido? ¿A qué te referís con la pregunta?

Es que se le exige muchas cosas al cuerpo de la mujer. El modelo de belleza es muy exigente, estar delgada, linda. En las publicidades, en los programas de cualquier tipo, en la calle. A un hombre con canas se le dice “qué bien te sientan”. Para una mujer, no es tan fácil lucir canas.

Sobre la elección de entrevistadas (si bien en el libro hay varones y mujeres) y temas, decís que- en algunos casos- te sentís bien con la discriminación positiva. ¿Jugas ahí algún balance?

lou1penelopeAl principio, me molestaba que lo importante para hacer una nota era que fuera a mujeres. Después, entendí que tiene que ver con años de postergaciones. Entonces, lo veo como una manera de equilibrar eso. Pienso que la perspectiva de género se vincula con la mayor visibilidad de las mujeres y con denunciar las desigualdades.  Básicamente, son esas dos cosas, atravesadas, por supuesto, por las otras variables, como la edad, la orientación sexual, el nivel socioeconómico. Ahí te aparecen otros sub-problemas.

Volviendo al cuerpo de las mujeres, ¿por qué crees que no se logra avanzar con una ley de interrupción voluntaria de embarazo?

Bueno, todo es muy complejo. Hay muchos intereses, la Iglesia, claro, pero no solo eso. Otros discursos tradicionales también juegan, en el sentido de seguir limitando las decisiones de las mujeres, aun sobre sus cuerpos. Además, ahora, me parece que incluso hay una renovación del discurso más tradicional, que viene con eso de la vuelta a casa que hablábamos antes. ¡No terminamos todavía de salir, que ya tenemos que volver! Hay estructuras que no se cambiaron. La justicia es una estructura de poder muy patriarcal, jerárquica y anquilosada. Poderosa. Entonces es difícil, los actores a enfrentar son muy fuertes. Y siempre están las viejas ideas, los imaginarios incorporados, que tienen que ver con el rol tan importante de ser madres, como único rol importante – trascendente-. Entonces, cómo vas a osar escapar a ese rol y quitar la vida que es como el valor más fuerte. Son muchas cosas.

Hablas de desigualdades y hay un amplio universo que acepta el aborto en determinados casos (violación, por ejemplo). Y, así, se adueña del poder de jerarquizar “vidas”. Las que se pueden interrumpir y las que no. En el discurso se naturaliza la hipocresía.

Es un tema muy delicado, porque a todo el mundo le duele. Son dilemas morales, a nadie le hace gracia interrumpir un embarazo. Lamentablemente, no estamos en condiciones de avanzar en eso. Hoy me llegó una noticia relacionada al protocolo de interrupción de embarazo no punible. Es tan compleja y son tantos los vericuetos de la justicia que te pueden poner trabas, que parecen infinitos. La información es tan compleja, que aunque estés involucrada en el tema, te cuesta entender. Mientras no cambie la justicia, creo que vamos a estar complicados y complicadas.

Hablas de cambio y, así como “Las palabras tienen sexo”, el lenguaje tiene vida y cambia a través de los tiempos. Algo de esto decías sobre tu escritura de la novela infantil. Recordar tu infancia no era suficiente como recurso, porque el lenguaje de la infancia de hoy es diferente. Pensaba en el poder: de la justicia, de las estructuras. ¿El lenguaje tiene poder de cambio para romper en esas estructuras?

No va solo, no puede solo. No es solo el lenguaje. Pero tampoco es antes ni es después. Porque, a veces, se dice que hay muchos otros problemas de que ocuparse antes de cambiar el lenguaje. Yo creo que viene al mismo tiempo. Es algo que tiene que venir desde muchos lugares: estructuras, organizaciones, movimientos, hasta llegar a todos los ámbitos. Quien sabe de salud lo trabajará desde su práctica, lo mismo que debe suceder en cualquier actividad.

Pero sea cual sea el ámbito, siempre estará atravesado por el lenguaje.

Sí, pero quienes tienen que ocuparse más son quienes  lo “manejan” más profesionalmente. El periodismo, las universidades, las carreras de comunicación. En esos ámbitos tendría que estar la vanguardia para que se vayan permeando transversalmente todos los temas.

PUERTO NÚMERO OCHO: MUCHO GUSTO (y panza llena)

Hay una palabra que dijiste ayer y que también leí en alguno de tus textos: el capricho; ¿qué es el capricho para vos?

Y… darse un gusto. Es como algo más infantil, decir: bueno, esto lo hago porque quiero, porque se me ocurrió. Me dieron ganas de hacer este libro, busqué la manera de lograrlo, puse las entrevistas que quise y lo hice como quise. Digamos que ese para mí es el lugar del capricho, el del gusto.

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¿Interviniste las entrevistas?

No, no son tal cual. Dejé la parte de pregunta respuesta igual, con apenas algún retoque o aclaración que me pareció necesaria por lo coyuntural. Pero, en cada una, hice un perfil más desarrollado, donde cuento algunas infidencias, intimidades, algo de la cocina de la entrevista

Se coló la cocina.

Sí, otra vez (risas).

Decís que, cuando vas a una entrevista, llevás preguntas, vas viendo cómo sale el recorrido y te reservas una para el final: ¿quiere agregar algo más? Antes de preguntarte eso, me gustaría saber cómo manejas el tema de la oralidad y la escritura. En las entrevistas tuteás a la gente, pero, a la hora de escribir, lo hacés de “usted”.

No me gusta cómo queda, me parece muy confianzudo, informal. Capaz que es un vicio porque alguna vez, en el diario, me dijeron  que tenía que hacerlo así. Bueno, eso también es un capricho. No tiene mucha explicación.

Entonces, ¿querés agregar algo más?

No, creo que hablamos bastante.

“Escribir acerca de uno mismo equivale a escribir acerca de los otros (…) romper a través de lo personal lo subjetivo, convirtiendo lo personal en general, como en verdad siempre hace la vida transformando en algo mucho más amplio una experiencia privada, o así lo cree uno cuando es aún niño: “me estoy enamorando”, “siento esta o aquella emoción” o “estoy pensando tal o cual cosa”… Creer, en definitiva, no es más que comprender que todo el mundo comparte la única e increíble experiencia propia.”

Doris Lessing, “El cuaderno dorado”

 [stextbox id=»info»]»DEBERES», un cuento inédito de Sonia Santoro. En 2012 obtuvo una Mención de Honor en el Primer Concurso Internacional de Cuentos “Hontanar” de la Editorial Cervantes Publishing. Leélo acá[/stextbox]

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