Por Magdalena Mirazo
Desamor: sobre las palabras y las acciones después de la tormenta.
UN BICHO EN LA OSCURIDAD
Vi el desastre después de la tormenta.
Las gotas gordas, espesas y espaciadas, anuncio de la piedra. En seco, miles de bolas desparejas perforan los plásticos. Después, el viento arremolina, rompe palos, los arranca del suelo, los palos rompen más palos. Ahí es donde va contra las plantas: un rato antes, una promesa de cosecha, energía transformada en verde. Y la lluvia arrecia, termina por destruirlo todo: “Algo me cayó en el ojo, algo, o simplemente alguna lágrima de quién sabe quién/un bicho de oscuridad o simplemente alguna lágrima de quién sabe quién./Anduve la dolencia largas calles tratando de aliviarme hasta que se me esfumó./Quedé pensando/es que hay mucho amor muerto, gente sufriente, niños abandonados,/tanto hombre herido por sí mismo que, casualmente, alguna de esas desgracias me cae en el ojo y sin querer la lloro.(1) “
ASOMADO DESDE LA COCINA
Cuando uno se asoma, por fin, entre nervioso e indeciso, desde la cocina, una vez que deja de caer agua, no sabe qué hacer. No hay por dónde empezar. Es una de las siete plagas de Egipto encarnada en el presente. Un dios enojado llueve.
La desolación es paralizante posterior al país entregado:
La Patria justa, la Patria soberana, la Patria Grande, la Patria es el Otro.
La Patria empeñada, la Patria atomizada, la Patria capitalista.
Tiran de la hebra y destejen, una a una las hileras que se habían conquistado punto a punto: la conciencia solidaria, los derechos restituidos, el sentimiento de pertenencia a una patria- la “de nosotros”, como dicen en las quintas-, la nuestra.
Y, acá, parados en la punta de la espiral, vemos pasar la historia circular con desconsuelo. La condena a repetir como sociedad- una y otra vez- el error de avanzar dos pasos para retroceder tres y masticarnos la saliva amarga de la incomprensión y la traición de compañeros.
Y la derrota y el agujero del pecado cometido, del error irremediable, de lo que estuvo mal hecho y todavía no se ve con claridad qué fue; de quedar remando sin remos con la libido acumulada y el cuchillo entre los dientes.
NEGRO EL 17
Era el blanco o el negro: y salió el negro. Negro el 17.
Pero ahora los grises alborotan los nervios. La inteligencia por fin encuentra una salida y, aunque incómoda, percibe la boca del Riachuelo que le permitiría salir del pozo empetrolado y sucio, hacia aguas abiertas.
“… sabemos que el ideal ciudadano lleva en su condición una ausencia notoria de lo que hay de energía social, nacional, clasista, laboral o proletaria, como hubiéramos dicho antes, según el idioma que habláramos. Pero ahora no es así, pues su fuerza es tácita y memorística. Solo obliga a la disponibilidad, es decir, a ser exonerados mutuamente de prejuicios y procurar nuevos entornos de revinculación. El Frente Ciudadano, precisamente por su carácter urgente –de serena intranquilidad política–, es nuevamente una gran fuerza implícita que recorre a todas las demás, es un acto de averiguación e interpelación, cuyo único centro politizante, es la específica memoria de haberse lanzado esa idea en Plaza Pública. No en la tradicional Plaza a la que siempre concurrimos, sino en esa extraña localización topográfica que componen la Estación Retiro, la Casa de la Moneda, la Iglesia Stella Maris, el edificio de la Marina y los Tribunales que ocupan la gris construcción de la antigua Vialidad Nacional. Esta zona desteñida, amarga y oscura del urbanismo argentino, hecha de retazos y sobras, contiene, sin embargo, muchas de las incógnitas del pasado nacional, sus instituciones económicas, viales, portuarias, jurídicas, religiosas, militares y financieras. Fue oportuno decir allí ciertas palabras. No ignoro que el Frente Ciudadano tiene como reverso de su moneda la cara del Frente Patriótico. Así se lo enunció, con esa difícil reversibilidad. Pues bien, el enunciado fue frentista, esto quiere decir que, en la dimensión ciudadana, está disponible su dorso patriótico. Al decírselo de esa doble manera, no se abandona la libertad de opción, la poderosa libertad de escoger los nombres en la variedad que los caracteriza, con lo que la expresión frentista se torna un horizonte nuevo del pensar y actuar en común.”(3).
LA INFINITUD DE LOS GRISES
En los grises pondremos a trabajar nuestra cabeza. En su amplia gama y en sus indefinidos límites. De ahora en más, nos enredaremos en reflexionar sobre sus contradicciones, sus inclusiones y exclusiones; en lo que se puede transigir y en lo inclaudicable.
“[…] si por algo se sigue analizando la ciudadanía ateniense es por la participación política que consiguieron desarrollar: a la Asamblea podían acudir los ciudadanos que lo desearan, en ella se votaban las diferentes decisiones que contenía cada convocatoria y todo ciudadano podía enriquecer el debate con su juicio, isegoría. El hombre estaba llamado a cumplir una existencia superior: la vida plena en la comunidad, la realización de la “areté” (ser apto para pronunciar bellas palabras y realizar acciones, unían la acción a la palabra) y la conquista de la “eudaimonía”, la felicidad. El ciudadano era el fin de la ciudad-estado y también era su origen, de ahí que se identifique a la ciudad con el conjunto de sus ciudadanos. La ciudadanía de la democracia ateniense. Los atenienses dedicaban a la polis su cuerpo y su mente; de continuo, se planteaban nuevos proyectos en común, propuestas audaces y arriesgadas, siendo innovadores y modernos […] la democracia ateniense conquistó un modelo de ciudadanía que desarrolló plenamente el llamado hombre politicus. Todos los ciudadanos atenienses […] ponían en relación su inteligencia, cooperando en el espacio vital de la polis.(4)”.
¿Podemos pensar en una “areté” argentina? Si areté es unir la acción a la palabra, ¿de qué palabra hablamos y de qué acciones? Y más, ¿de cuáles hablantes o actuantes? ¿Quiénes somos ahora los que buscamos una nueva palabra ligada a la acción?, ¿qué tenemos en común? ¿Cuánto de común se debe tener con un compatriota para formar un Frente?
El principio de revinculación, ¿implica solo acordar en que hay un lado de las cosas que visceralmente rechazamos? ¿Hasta dónde se extenderá la gama del gris? ¿Habrá zonas difusas que a algunos les parecerán negras? En lo que siempre pensamos que no se puede conceder, ¿también ahí habrá que relajar los músculos?, ¿o eso sería ya una defección?
Continuará.
- “Lágrima errante”, Leónidas Escudero.
- Página 12, domingo 17 de abril. El Frente ciudadano, por Horacio González.
- La ciudadanía y la democracia ateniense, Benita Benéttez.