Por Virginia Saavedra

Desamor: sobre violencia contra las mujeres

A casi un año de la multitudinaria marcha que instaló el tema en los medios y en las redes sociales, cabe preguntarse- una vez más- qué pasa con la violencia contra las mujeres.

Pero para insistir en la pregunta, vayamos hacia atrás, así se nos proyecta con potencia el futuro

¿SOLAS = LOCAS?

Durante una siesta de invierno en una ciudad del interior, jugábamos con mi prima en una plaza. Tenía 8 años. Un hombre que no conocíamos se acercó a nosotras y empezó a virg1imageshablarnos. En un momento de la conversación –que me parecía “extraña”- nos exhibió toda su genitalidad. Corrimos y gritamos la media cuadra que nos separaba de la puerta de la casa de mi prima. Nuestra abuela nos abrió la puerta: “cállense”, ¿son locas? No griten así”. Los adultos de nuestra familia- al menos, frente a nosotras- minimizaron el asunto. “No anden solas”, nos dijeron. No se habló mucho más del tema. De esa experiencia entendimos que puede ser peligroso estar sola en la calle.

Años más tarde, cuando tenía 12 e incómodamente mi cuerpo se obstinaba en mutaciones, yo caminaba. En eso, el papá de una amiga de la escuela me dijo “algo” que me resultó una asquerosidad, magnificada por quien había sido el emisor. Confirmado: caminar implicaba recibir comentarios sobre mi ropa y sobre mi cuerpo.

 A TU MAMÁ, TAMBIÉN

Ya era yo una estudiante universitaria, que residía sola en Buenos Aires. En una de esas, caminaba con una amiga por el Barrio de Congreso, donde ambas vivíamos. Pasamos por una vereda donde, al calor del sol otoñal, almorzaban- espaldas contra una pared- los trabajadores de una obra en construcción. Uno comentó: «cómo las pondría en cuatro y les rompería ese culito lindo que tienen». Enfurecida, me acerqué adonde estaba el autor de la frase y le grité: “Eso le están haciendo a tu mamá cuatro tipos en este momento”. Rojo de la bronca, se puso de pie e intentó golpearme. Sus compañeros lo pararon y mi amiga y yo corrimos.

ausentadas, muestra de arte contra la vioencia de géneroDesde entonces, lo sé y los ecos de la pretensión machista no dejan de rodear las escenas callejeras y cotidianas. La mujer como objeto de consumo- basta ver qué lugar ocupan ciertos cuerpos, ciertos estereotipos de belleza femenina en los medios- es una figura a la que muchos hombres- y mujeres también- no quieren renunciar. Un hombre que, en medio de un ataque de celos, le grite a su pareja “sos mía o no sos de nadie” o un acosador que, enojadísimo por mi respuesta, me grite: “Qué te pasa, puta de mierda, con mi mamá, no.” no son escenas imposibles en casi ningún escenario.

PERO SI A LAS MUJERES LES GUSTA…

 Un enfermo

Cuando una mujer es asesinada, las justificaciones del estilo “ese tipo es un enfermo” no hacen más que convalidar las pretensiones machistas. Es curioso cómo otras tantísimas violencias instaladas en la sociedad- anteriores a las muertes- y que suceden día a día en nuestras familias, barrios y empleos tienen un altísimo grado de tolerancia. Una vez, al compartir anécdotas de acoso callejero entre compañeros de trabajo, uno de ellos decía insistentemente “ese es un degenerado. No todos los que dicen piropos son acosadores”.

Costaba hacerle entender que no disfrutábamos de los comentarios en la calle. El mismísimo Mauricio Macri dijo, abiertamente, en un programa de televisión: «En el virg3imagesfondo, a todas las mujeres les gusta que les digan piropos. A aquellas que dicen que no, que las ofende, no les creo nada. Porque no hay nada más lindo que te digan: ‘¡Qué linda sos!» Por más que te digan alguna grosería, como ‘qué lindo culo que tenés’.

No puedo dejar de remarcar el absurdo de esta frase: No hay nada más lindo que te digan…, dicha por un hombre. ¿O es que Macri se asume, también, como el modelo de recepción femenina de discursos? Desandar estos caminos de naturalización es una tarea urgente, aunque no muy fácil.

CARROÑAR LOS CUERPOS

La desigualdad con la que hombres y mujeres vivimos en nuestra sociedad, aun con las muchísimas conquistas y derechos obtenidos, es escandalosa. La hipocresía y la doble moral son cómplices necesarias de esta situación. Basta observar cómo, tras cada asesinato de una mujer, tanto los medios masivos de comunicación como la vecina que opina en el almacén hacen foco en la víctima: ¿Cómo era su conducta? virg4descarga¿Cómo se vestía? ¿Cómo era su familia? La opinión pública, con sus prejuicios, carroña los cuerpos. El “enfermo” que mata, el “loco” que prende fuego a su novia es hijo de esta sociedad que responsabiliza a las víctimas, las señala. Esta sociedad que enseña a las mujeres a cuidarse para no ser violadas y no enseña a los hombres a no violarlas.

BASURA

Doy clases de lengua en una escuela secundaria. Al conversar sobre el tratamiento de los medios hacia algunos casos de violencia de género, una alumna me preguntó: “¿Por qué las matan, profe?” Con sus ojos curiosos de 15 años, buscaba en mí una respuesta que la tranquilizara. Antes de que yo pudiera contestar, uno de sus compañeros del fondo gritó, “porque son zorras”. Hice muchas preguntas para tratar de desatar el nudo gordiano de juicios y prejuicios sobre el comportamiento de las “zorras”. El sentido común machista se oía aún entre las voces de las chicas. Algunas, bajito, decían ciertas cosas para contrarrestar. No es sencillo. El sistema patriarcal configura subjetividades que justifican la violencia contra las mujeres, en varios aspectos y en sus diversas formas. Como explica uno de los personajes en “Una bendición”, de Toni Morrison: “Ser mujer en este lugar es una herida abierta que no puede curarse. Aunque se formen cicatrices, la purulencia está siempre debajo”.[1]

El sistema capitalista ha hecho del hombre un consumidor- un cliente a quien debe satisfacerse- y a las mujeres, objetos desechables: nos violan, nos matan, nos tiran en algún descampado en bolsas de basura.Texture of old rusty metal plate

Uno de mis alumnos me confesó que, en su casa, siempre tiene miedo por su hermana, a quien “le gusta salir sola. Me muero si le pasa algo

“Ni una menos” no es sólo un slogan, no es una frase hecha, dicha así como así. Lo dijimos, lo gritamos, hace casi un año atrás porque no queremos más golpes, más muerte. El precio de la libertad femenina NUNCA puede ser la propia vida. Debemos propiciar espacios donde se genere más conciencia, organización y políticas públicas eficaces de prevención e intervención.

       Somos tu vecina, tu compañera de trabajo, de la escuela.

       Somos tu esposa, tu amiga, tu amante, tu novia.

       Somos tu hermana, somos tu hija.

       SOMOS LA MADRE QUE TE PARIÓ.

 

 

 

 

[1] Morrison, Toni. Una bendición. Página 185.

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