Por Isabel D’Amico

La celebración: sobre el fado

LAS CASAS DE LA MÚSICA

Entre los lugares recomendados, estaban «Adega Machado», en el Barrio Alto,» A Severa» por Rua das Gáveas o «Café Luso», una casa de fado fundada en 1927. Como habíamos llegado por la tarde a Lisboa, del sol nos quedaba solo un resto. Empezar a recorrer la ciudad por su música se escurría de nuestros planes. Preferimos caminar por la Baixa (*). Las plazas y monumentos se fueron desfigurando en el atardecer y un café acompañado de pasteles de Belem (*) hizo de separador con la llegada de la noche. La primavera se despegaba del invierno pero, al oscurecer, lo extrañaba. Al menos, eso pensamos cuando el frío nos sorprendió.

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UN CUADRICULADO QUE HUELE

Foto 2 (1)Atraídos por su aire parisino, nos subimos al elevador de Santa Justa, que nos llevó hasta el Barrio Alto, de curiosas puertas y ventanas atravesadas por sogas, broches con prendas íntimas, zapatillas y ropa blanca.

 

Foto 3

 

Sus curiosos azulejos, geométricos -figurativos y trenzados colores- sobre los frentes de las casas cuadricularon la mayoría de mis fotos. Los aromas intensos, desde las chimeneas de los restaurantes, abrieron nuestro apetito, a los pies del tan mentado bacalao portugués. De las trescientos sesenta y cinco recetas, solo queríamos probar una. Por eso entramos en «Adega Machado». Nos sentamos a una mesa para dos, cerca de la ventana, y leímos que el bacalao venía mechado con vino verde y fado.

– Nos vamos- dijo mi marido, cuando una voz escondida en otra sonó en una mil hojas de tonos tristes y se acomodó junto a una guitarra de doce cuerdas. Por respeto, nos quedamos y ordenamos el menú previsto. Sin piedad, los versos arrastraron recuerdos hasta estirarlos en la pena. Por momentos, susurraba, crecía el dolor, crecía la voz.

Los dos recibimos el bacalao con cierta angustia en la boca, aunque no nos inhibimos para mojar el pancito en esa salsa de pimentón, ajo, oliva, festones del pescado. El vino verde, bien frappé, nos insufló coraje para recibir a otros cantantes y a sus interpretaciones.

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AIRE SIN PIES

Como el tango, nació en los arrabales. Pero no le alcanzaron los pasos para transformarlo también en danza. Al menos, el dos por cuatro tiene el abrazo donde apoyar la pena, donde entreverarse, olerse con el otro y dibujar -en sus firuletes- el ardor y la sensualidad. El fado es pasional, nostálgico, potencia la angustia, en su modo es homeopático. Lo semejante cura lo semejante. La pena cura la pena. Los síntomas se desgarran, se arrancan de la voz y acarician. El alivio es el festejo, el decir del dolor es alegría, se apoya en el aire sin pies y en el vibrar de las cuerdas, flota y permanece.

EL CLIMA DEL SONIDO

Fado significa destino. Es un ineludible embudo donde se deslizan el amor, la alegría, las frustraciones, y, en el tramo final, el más angosto, se derraman en gotas de gemidos y de música.

En Lisboa, desde lo alto del monumento a la cantante Amalia Rodrígues, ícono del fado, bajan entramadas por los árboles del jardín, innumerables voces, sonidos y letras.

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Alma- «Puedo decir que soy el último testigo de un jardín perdido. Que nadie habita. Y ahora que mi tiempo ya se acaba. No puedo explicar porque te has ido. No puedo decir tu nombre sin escalofríos.»

Locura- «Es locura» oigo decir a la gente, pero bendita sea esta locura de cantar y sufrir»

La gente de mi tierra- «Siempre se oye un gemido de una guitarra cantando, luego estas perdido con voluntad de llorar.»

Link:

https://www.youtube.com/watch?v=PvGCHj2JYCc

De tanto cantarse, por su valor, su estilo, el fado fue inscripto en el 2011, en la Lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

TRISTEZA BIFRONTE

Mucho más relajada, después de saborear mi plato, pude distinguir el regocijo de la guitarra portuguesa. Y esa voz entre disfónica y grave, enhebrada en cada nota, me hizo entender otra forma de celebrar. ¿Acaso no nos regodeamos en la nostalgia, en esa intención de volver a vivir en la mente, en un tiempo inmensurable, viejos placeres? Si hasta sonreímos o sufrimos al evocarlos como si estuviéramos ahí, en ese mismísimo instante. La celebración revierte lo triste. Para  quien funcione en el reverso del dolor, es un alivio, una forma de sensibilidad abrazada.

Al escuchar al segundo intérprete, le dije a mi marido

– ¡Es una celebración triste!- Él solo revoleó los ojos y pidió el postre.

El fado vuelve y aclama esas historias donde la alegría y la tristeza se funden y se escurren en la melancolía para repetirse siempre.

*Baixa – Barrio céntrico de Lisboa

*Pasteles de Belem – Pastelillos de hojaldre y crema originarios del barrio de Belem.

 

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