El Hastío: sobre “El jardín de los Finzi Contini”, libro de Giorgio Bassani, film de Vittorio de Sica.

Por Luisa Luchetta

A LAS NIÑAS LES GUSTA LLORAR

No recuerdo cuándo vi por televisión «Ladrón de bicicletas», de Vittorio de Sica.  Tampoco sé cuándo se estrenó en Buenos Aires «El jardín de los Finzi Contini». Sólo saber que la dirigía el gran Vittorio me llenaba de expectativa. Me veo frente al espejo, muy maquillada, con un gorro de lana hasta los ojos, que disimulaba -creía- mi minoría de edad. Eran años de censura y control. Años de hastío. Miedo y represión. Cuando entregué la entrada, miré disimuladamente hacia el piso y pasé.

Para mí, a los 13 o 14 años, aquélla era sólo una película de amor. No entendía aún las sutilezas de las palabras ni de las imágenes. Además, sólo sabía de Mussolini y de Franco, por las historias que mi papá contaba acerca de las peleas en los bares de Avenida de Mayo entre pro y anti fascistas, entre republicanos y falangistas. Demasiados “istas” para los 13 años. La palabra comunista apareció más tarde.

EL CARNET, NI LOCO

Una ciudad de Italia, Ferrara. Una calle, Corso Ercole I. Una pequeña colectividad judía. Benito Mussolini omnipresente. Era muy útil pertenecer al partido. Así que, en 1933, cuando el Duce decidió aumentar el número de afiliados, muchos ferrarenses pidieron su carnet.luisa1escorpion_rana  Tres años después, Benito Mussolini apoyaría la política expansiva de Alemania. El escorpión picaba a la rana que lo salvaba. Asomaba la traición del Duce al pueblo italiano que llevaría a la destrucción, a la guerra.

Esos son el tiempo y el mundo de la película. El film se basa en la novela homónima de Giorgio Bassani (1916 – 2000), cuyo texto se ocupa especialmente de la comunidad judía, burguesa y adinerada. El film comienza con la llegada de un grupo de tenistas a la casa de los Finzi Contini. Familia rica y terrateniente de Ferrara, vista con recelo por el resto de la comunidad judía debido a varios motivos. Primero, el padre de familia no había aceptado el carnet del partido fascista, mientras que el resto de la burguesía judía sí lo había hecho. Segundo, los Finzi IMG_2197Contini asistían a una sinagoga española, de la cual hacían uso exclusivo. Por otra parte, vivían en un hermético aislamiento social. Sus hijos, Alberto y Micol, sólo salían para dar exámenes anuales en la escuela. No tenían contacto con otros niños.

El contexto era complejo: en 1936, Mussolini se acerca cada vez más a Hitler, obsesionado contra el comunismo. Juntos, envían apoyo a Francisco Franco, contra la República. En 1938, el Duce promulga las «Leyes raciales»: el acceso al empleo, la inscripción de niños judíos en las escuelas públicas, el emplear a no judíos, el ejercicio de la abogacía o del periodismo, entre otros asuntos, estaban vedados. En este punto, y gracias a los alcahuetes de siempre, el club de tenis de Ferrara decide expulsar a los socios judíos.IMG_2181

 

LA VIDA, EN CAPAS

Los jóvenes Alberto y Micol aprovechan la situación para escapar de su vida solitaria y aburrida. Así, invitan a los expulsados del club a jugar en la cancha de tenis de su mansión: un pequeño sacudón al casi eterno hastío en el que vivían. Es un grupo de jugadores heterogéneo. Allí se destaca Giampiero Malnate, quien trabaja como químico en una fábrica de goma sintética. Antifascista y comunista. Sin ser explícito, se nota la atracción que Alberto Finzi Contini tiene hacia él. Un amor no correspondido.

La invitación es aceptada. Llegado el día, se abren las puertas y allí están: la calma y el aroma del extenso jardín, donde exóticas especies de árboles se mezclan con la vegetación del lugar. La sensación es de eternidad, de seguridad e infinito. El sol atraviesa con Sin títulodificultad los pequeños espacios en la frondosidad de los árboles e ilumina en gotas de diamante los senderos.

UNA EMPLEADA DE LA COLE

Giorgio, protagonista y narrador de la historia, desde la niñez, está enamorado de Micol Finzi Contini, a quien ha visto de lejos, en la sinagoga. El muchacho parece no tomar verdadera dimensión de qué ocurre en la Italia por estos años, al igual que le sucede a gran parte de la sociedad de Ferrara. Los mayores -preocupados y absortos: inmóviles- han confiado en el fascismo, han vivido recostados en el confort de su vida burguesa durante años, sin mayor temor al comunismo, protegidos bajo el ala protectora de Benito Mussolini.

Mientras los jóvenes parecen no tener el impulso a ningún compromiso, los adultos se ocupan de buscar personal judío para reemplazar a la empleada doméstica quien, luego de muchos años, se quedará sin trabajo. Se va de la casa de los judíos por las leyes del Duce. Aun así se siente orgullosa de pertenecer a la «raza italiana». De ese modo, el devenir en el hastío anestesia los intentos colectivos por frenar el genocidio que se avecina. Las leyes raciales son el primer paso. Sólo Giampiero Malnate, el único del grupo de tenis que tiene un trabajo formal, milanés y ajeno a la sociedad ferrarense puede ver: «…en el fondo, el fascismo no había sido más que la enfermedad imprevista e inexplicable que ataca a traición a un organismo sano».

JULIETA HUYE DE ROMEO

Otra vez, los efectos de la política racial favorecen a Giorgio. Por su condición de judío, él ya no es bienvenido en la biblioteca de Ferrara, donde solía conseguir los textos para su tesis. Así y todo, es invitado por el padre de Micol a utilizar los ejemplares de su magnífica biblioteca personal. Micol no está, pero siente su presencia. Ella ha huido a otra ciudad con el pretexto de estudiar. Aunque su verdadero motivo es escapar de Giorgio y de su familia. Giorgio la busca, la extraña. El estudio y el amor consumen todos sus días. Sin embargo, el destino de los personajes depende del juego de alianzas y estrategias políticas, de un mundo donde no hay Micol ni Giorgio, solo números sin nombre.

A pesar de las botas y las balas que atruenan en el exterior, las oportunidades se siguen abriendo para Giorgio. Alberto, el hermano de Micol, lo invita a participar de las reuniones con Giampiero Malnate. Giorgio compite en conocimientos con él. Los celos, la envidia y una mutua admiración los enfrentan en las largas y acaloradas charlas en la habitación de Alberto, quien sólo observa y defiende a su amigo Giampi. Estas reuniones se transforman en un campo de combate ideológico. De a poco, Giorgio comienza a ver otra realidad. La política europea empieza a quedarse sin palabras. La guerra.

Todos contra Rusia. Todos contra todos. En el medio, las poblaciones. Poblaciones luisa2descargahastiadas de una vida que no contempla sus necesidades. Cualquier discurso contra un sector, a causa de su desasosiego, cualquier promesa de honores tendrá territorio fértil. El miedo de los poderosos a perder sus privilegios actuará en la estrategia de manipulación de unos cuantos locos en la Europa de aquellos años.

Y parece que aún siguen amparados en el disfraz del buen ciudadano del siglo XXI.

EPÍLOGO

Alberto muere enfermo en 1942. Micol, sus padres y su abuela son detenidos en 1943.  Luego, vendrán el campo de concentración de Fossoli y Alemania. Malnate se alista en el Cuerpo italiano de expedición a Rusia, en 1941. Esa formación la crea Mussolini, para combatir en Rusia en apoyo a Hitler. La suerte no está con él: Malnate nunca vuelve.

Campo de concentración de Fossoli
Campo de concentración de Fossoli

Extraño viraje para un autoproclamado antifascista.

De ese modo, nos queda por un lado, la novela, por otro, la realidad. Giorgio Bassani estudia literatura en la Universidad de Bologna, donde se recibe en 1939, a pesar de las leyes raciales. En ese mismo año se convierte en activista político en clandestinidad. Luego de vivir en Florencia, se radica en Roma. Durante su vida, escribirá varios textos sobre Ferrara. La ciudad irá con él en su escritura.

ÚLTIMO GAME

El reloj no muestra la hora ni el cronómetro marca el avance de los segundos ni de sus milésimas. En el hastío no hay noción de tiempo. El espacio se reduce hasta ocupar el sí mismo, que -a su vez- se arruga y empequeñece. Está claro que hay modos de manipular las coordenadas en las cuales duramos y transcurrimos.

El enorme aburrimiento, la pesadez y vacío en el que algunos quieren hacernos vivir es ominoso. Y nosotros, vencidos en nuestra autoestima, dejamos que ellos se apropien de nuestros cuerpos y de nuestras mentes. Una vez, soslayamos lo abominable de la guerra. Otra vez, “no nos metemos en política”, nos repantigamos en el “todo es lo mismo”, ponemos un almohadón en la frase hecha: “al final, son todos chorros”. Y es así: por siglos, los tanques, los grupos económicos, las leyes raciales de todo orden se llevan los premios. Allí vamos, con la mirada baja como si, en un último lamento, le pidiéramos a ella que se encienda y nos dé algo de sol, ya que hasta eso hemos perdido.

¿Hay algo más hastiado que vivir en una burbuja dentro de un contexto explosivo?

Si en un comienzo la luz se deja ver entre la frondosidad de los árboles e ilusiona a los amantes, la guerra que se avecina les robará la tibieza de sus cuerpos y su estilo de vida. Habrá que reinventar el tiempo, agrietarlo. La rana avanza, a cada paso del escorpión, en un combate interminable.

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