El cuidado del otro: una vuelta más sobre Internet.
Por Lourdes Landeira
“El ser humano está hecho de las relaciones que mantiene con sus semejantes y es al mismo tiempo capaz de intervenir completamente solo en el mundo; es doble, no uno” (*)
ECHAR RAÍCES
La gran cadena de mercados abrió sus puertas como todos los días. Dispuesta a recibir a los clientes con ansias de consumo. Preparada para depositar ansias en quienes no la visitan, quienes no por invisibles, son menos esenciales. El hombre entró una tarde, entre tantos; llevaba una queja. Hizo saber al responsable que le resultaba inadmisible que su hija, adolescente de 14 años, recibiera cupones de pañales y artículos para bebé. ¿Acaso era una incitación a la maternidad prematura? El empleado no encontraba el modo de disculparse. Por supuesto, no correspondía. Se trataba de un error y él se ocuparía personalmente de encontrar la falla y enmendarla. No volvería a suceder. El padre, ofendido, volvió a su casa, casi satisfecho. Su hija lo esperaba dispuesta a confesar. Entre lágrimas, se deslizó el indeseado “estoy embarazada”. La tienda, sin conocerla, se había enterado casi antes que la propia madre. El escenario es algún lugar de Estados Unidos, podría ser cualquiera. La historia, (más o menos así) la leí en la pantalla de mi celular. Fue contratapa estival de un matutino porteño.
“Uno de mis amigos me preguntó: ¿podremos ser anónimos otra vez? Mi respuesta: ¡no! Es demasiado tarde. Hemos dejado demasiadas señales en el trayecto. No hay manera de volver atrás. Eso sí, de lo que estoy seguro es que ahora estoy en condiciones de dar la respuesta que me había formulado más arriba: ¿Gratis? ¡No…! Seguro que gratis no es” Adrián Paenza, “Anonimato”, Página 12, 26/12/2017
“Para muchos niños, Internet es un medio de autorrealización. Les permite explorar quiénes son y qué quieren ser, pero esto sólo funciona si somos capaces de conservar la privacidad y el anonimato, de cometer errores sin que nos vigilen. Me preocupa que mi generación sea la última en disfrutar de esa libertad” Glenn Greenwald. “Snowden. Sin un lugar donde esconderse”, Mayo de 2014 (**)
“Somos brutalmente honestos con nuestros motores de búsqueda. Somos más honestos con ellos que con nuestras familias. Los motores de búsqueda saben más de ti que tu familia”. Millo Hypponen, “How the NSA betrayed the world’s trust”. (**)
“En 1998, a los 18 años, me mudé de La Plata a Buenos Aires. Lo que más disfruté en los primeros años fue la sensación del anonimato. Me deleitaba ese parecido a estar de viaje que viene con liberarse de miradas ajenas. Dieciséis años después, consciente de las cámaras que me miran cuando salgo a la calle, me pregunto dónde quedó ese placer de no ser nadie. Es una pregunta que nos tendremos que responder, tal vez, en la intimidad. Sin embargo, ésa es una parte de la respuesta. Hay otra parte que tiene ver con las consecuencias públicas del fin de la privacidad, y es: qué lugar queda para lo no previsto, para la libertad de acción, incluso para los actos de rebeldía (los privados y los públicos)” Natalia Zuazo, “Guerras de Internet”
Las voces podrían multiplicarse hasta el infinito o, al menos, hasta donde Dios Google alcance a buscar, hasta donde mi capacidad de lectura no se agote y mientras la batería de mi computadora se mantenga con carga. De lo contrario, tendré que enchufarla y me sentiré menos libre, por la dependencia del cable que me descuelga de la nube y me obliga a materializar mi conexión. A asumir que la nube no es etérea y que sin electricidad – sí, ese invento antiguo- nada funciona bajo el sol. Porque, aunque no los veamos, los cables y servidores siempre están. ¿Dónde? Bajo tierra y mares. Custodiados, vigilados, como nosotros, para no ser víctimas de ataques piratas –esos seres que miran con un solo ojo-.
Ahora bien, ¿quiénes somos nosotros en este juego? ¿Quién ese ese otro de ojos destapados que condiciona los resultados a mis búsquedas, a mis encuentros anteriores?, ¿quién es ese que, con un criterio armado por Otro, se empeña en que yo siga tras mis huellas, siempre yo, a pesar de todo? El mismo que anticipa lo que quiero escribir en mi celular, no por predictivo de palabra – eso ya es historia antigua- sino por predicción de contenido. Sí, el mismo, pero, ¿quién? ¿Y si mi yo se enreda con su propia cola?, algo de eso pasa con los distintos actores. Permitámonos una primera distinción entre usuarios, proveedores de aplicaciones y dueños de las rutas de navegación. La cola, ahora, la metió el comercio y otra vez la historia dice presente de la mano de esas rutas. Como antes de los camellos, de la sal, de la seda, ahora, cibernéticas. La clasificación es fácil. Nosotros, lo consumidores de a pie. Ellos, los creadores de – por ejemplo – Facebook, con nombre y apellido. Ellos, los verdaderos anónimos, los dueños del soporte físico, casi todos con residencia en el norte, apropiados del barco y el motor que transporta nuestras vidas. Cuando la globalización llegó a nuestra aldea, se dijo que uno de los grandes cambios tenía que ver con el valor desmaterializado. Ya fuera de la tierra, el valor moraba en los bienes intangibles, en la información. Un detalle faltó en ese momento: es que esos datos se almacenan en enormes computadoras conectadas por potentes caños. Es decir, que el cambio, entonces, pasó por haber dejado de ver esa materia que, como el elefante, ocupa mucho espacio.
“Desde el momento en que viven en sociedad, los hombres sienten la necesidad de atraer la mirada de los otros. El órgano específicamente humano son los ojos: todos comenzaron a mirar a los otros y a querer ser mirados. (…) No podemos emitir un juicio sobre nosotros mismos sin salirnos de nosotros y mirarnos a través de los ojos de los otros. Si se pudiera educar a un ser humano en el aislamiento, éste no podría juzgar nada, ni siquiera a él mismo: le faltaría un espejo para verse” Tzvetan Todorov, “La vida en común”
Quizás sea tiempo de abrir el segundo ojo, desarmar el azogue del espejo y ver qué hay del otro lado. Ver que del otro lado, siempre hay alguien, o, al menos, algo.
PLANTAR EL ARBOLITO
La reunión era de amigos. El motivo, conocer el departamento recién alquilado por el yanqui, de paso en el país. Los elogios se multiplicaban en las voces de los invitados. ¿Qué sabés del dueño?
- No sé, no lo conozco.
- ¿Lo googleaste?
- Vi su Facebook, tiene algo que ver con el arte.
- A ver, entremos.
En su biografía, estaba la clave para llegar a su otro perfil, el de trumblr. Allí, la foto de la famosa teta del tetazo censurada por Facebook no hubiera tenido ningún problema de admisión. Allí, el inquilino pudo conocer de cerca a su arrendador. O, al menos, a su pene erecto frente a la espalda de un hombre musculoso.
Según datos publicados en Wikipedia, Tumblr superó a WordPress en cantidad de blogs, en el año 2011. Según la enciclopedia, solo los dueños conocen la cantidad de material pornográfico que contiene. Y agregan que el New York Times dice: “la pornografía representa una fracción del contenido del sitio, pero no una cantidad trivial para un sitio con 100 millones de blogs”.
Yo, habitué de Internet de todos los tiempos, no conocía el sitio. ¿Vos?
- Si no conoces esto, imagino que menos aun conocerás la internet profunda.
- ¿Qué es eso?
- Es como el dólar, internet no escapó a las leyes del mercado. Está la oficial y la paralela.
Unos días después, un tradicional matutino argentino publicó la noticia del hombre que mató a un chico de nueve años y subió las fotos a la Darknet. Sucedió en Alemania, sucede en el planeta tierra. Hasta donde sabemos. La particularidad de esa otra web es, justamente, el anonimato. No deja huellas. Su contenido resulta inaccesible desde los buscadores comunes. ¿Quiénes la usan? Aquellos que compran – venden órganos, armas, trafican personas. Y, por supuesto, los servicios de des-inteligencia. Según el mismo matutino, en el año 2014, “más del 90% del material que rueda por Internet nunca fue catalogado por los motores de Google (…) La Internet profunda se fue ensanchando y se estima que es unas 500 veces más grande que la red conocida” .
Como el dólar paralelo, a veces nos lo vende un desempleado devenido arbolito callejero. Otras, una cueva sobre tierra, con propietario casi invisible.
Quizás, en este punto, podríamos pensar en los rituales del cuidado. De las murallas que, al estilo de las compuertas de las centrales nucleares, protegen conexiones.
¿De qué nos cuida Google cuando elige nuestras preferencias? ¿De qué nos cuida Darknet cuando borra nuestra ruta? ¿De qué nos cuidamos los otros y nosotras?
CORTAR LA RAMA
Mientras tanto:
Alguien calcula que si hoy grabamos cds con el flujo de información de un solo día y los apilamos, esa pila llegaría a Marte ida y vuelta.
Alguien más explica que cuanto mayor, más eficaz es la red. Por la ley de las grandes cantidades: una gran población de mensajes impredecibles, en conjunto, se comporta de una manera que podemos escribir a la perfección. Nada, hasta ahora, en la historia de la humanidad ha funcionado con una contribución tecnológica semejante, le acota un experto.
Un hombre joven toma los últimos modelos científicos de un plegado de biomoléculas, crea un juego y lo sube a la web. Las computadoras colapsan por la cantidad de jugadores, entre 10 y 100 años que, sin saber de ciencia, hallan soluciones verificables en laboratorio.
Los autos autónomos se están desarrollando rápidamente. El vehículo “ve”, recibe información y, a través de las computadoras ocultas en el baúl, envía datos por Internet. Si comete un error, todos lo demás autos- incluso los futuros- aprenden de él, cosa que no ocurre con los humanos.
El objetivo de Robocop para el 2050 es tener un equipo de robots jugadores de fútbol que puedan derrotar a los campeones de la FIFA.
“No sabía que existía tanta inmoralidad entre los humanos y creo que los perros tratan mejor a los suyos. No hay dignidad o respeto en Internet porque nadie se hace responsable. Siempre creí que la Internet es una manifestación del anticristo, del mal”, es la voz de la madre de una chica que murió en un accidente y recibió correos “irreproducibles” sobre el horror del momento en que fue decapitada.
Un astrónomo muestra un telescopio de cien metros de diámetro. Dice que captura las ondas electromagnéticas del universo, de objetos allí, tan cerca como los planetas, tan lejos como el Big Bang. Dice que el enemigo para la observación y detección son las ondas producidas en la tierra, porque pueden cegar las señales desde las estrellas. Por eso suprimen las transmisiones inalámbricas de cualquier tipo en un radio de 16 km a la redonda.
Una mujer –ermitaña moderna- reactiva a las señales de radiación inalámbricas, dejó su familia y su trabajo y se mudó a un sitio sin antenas. Otra explica que se trata de una enfermedad legítima, no escuchada correctamente por los médicos.
Una niña murió de hambre mientras sus padres jugaban a un juego en red. En Corea y China, mueren personas por estar 40, 50, 60 horas frente a la computadora. Los jugadores de videojuegos, en muchos casos, usan pañales para evitar perder puntos mientras van al baño.
Un cosmólogo que estudia el origen del universo dice que, si hubiera un destello solar que apagara Internet, el mundo colapsaría, miles de millones de personas morirían y el mundo se convertiría en un lugar inconcebiblemente horrible y difícil.
Un hacker cuenta que, cuando el FBI llegó a su puerta e invadió su casa, no encontró ningún artefacto electrónico. En cambio, en el refrigerador, había una caja que decía “rosquillas del FBI” Estuvo un año en celda de aislamiento.
Decenas de estados – nación tienen la capacidad de piratearse y usan esto como una extensión de la política exterior.
Estamos sumergidos en una guerra cibernética que ni siquiera vemos.
Hay una idea sobre Marte: algún día, respiración artificial mediante, podría albergarnos; ser el refugio, tras la destrucción de nuestro planeta. Este, donde ahora podemos nadar en el océano y oler la tierra sin dificultad. Mudarse, claro, sería como vivir en el bote salvavidas.
Alguien cree que Internet puede empezar a soñar con ella misma.
Un ingeniero diseña un robot que sueña con lugares en los que ni siquiera estuvo.
Pronto, batallones de robots, conectados a través de Internet, podrían realizar misiones de rescate en zonas de desastre.
Alguien cree que lo más riesgoso de la inteligencia artificial no es que desarrolle una voluntad propia, sino que siga la voluntad de quienes son capaces de desatar una guerra para optimizar sus intereses particulares.
Internet se propagará, fuera de control, y las personas tendrán que ser sus propios controles.
Los mientras tanto enunciados corresponden al documental de Werner Herzog: Lo and Behold. La expresión no tiene una traducción unívoca al español. Podría ser algo así como: sorpresivamente, sin haberlo pensado, quién lo hubiera dicho y similares. Lo cierto es que el documentalista le confiere carácter enfático y profético al hecho de que el primer mensaje enviado por Internet fue, justamente “lo”, de “log”. Ocurrió el 29 de octubre de 1969. Dos hombres hablaron de “servidor a servidor”. Al mismo tiempo, lo hacían por teléfono. Uno dijo: “Te envié la L”. El otro respondió:” La recibí”. El primero continuó: “fue la O”. El segundo, ya tenía LO en su computadora.
El documental tiene un subtítulo: “Ensueños de un mundo conectado”. En el cine, ya vimos “Her”, la película en la que un hombre se enamora de su sistema operativo, quien lo abandona por otro sistema operativo. También vimos “El dador de recuerdos”, allí se crea una comunidad post “fin del mundo” donde sus habitantes, cada mañana, se inyectan- sin saberlo- contra las emociones. Robots humanizados. Humanos robotizados. Ambos viven, por ahora, en la pantalla grande.
Por último, una definición y una pregunta , para empezar a cuidar.
Transhumanismo: (H+) movimiento internacional cuyo objetivo es el desarrollo y fabricación de tecnología para mejorar las capacidades físicas, psicológicas e intelectuales de los seres humanos.
Quizás, hasta llegar a lo «posthumano«.
¿Está en juego la idea de humanidad?
Lo bello está fuera de mí, es impersonal, y sin embargo me llena de una especie de júbilo interior, que refuerza mi sentimiento de existir. Cuando estoy sumergido en la belleza natural, tengo tendencia a identificarme con mis sentidos: estoy colmado por los ruidos, las visiones, las sensaciones táctiles, los olores; me realizo en una fusión desgarradora con el mundo circundante. (*)
(*) Tzvetan Todorov, “La vida en común”
(**) Citados por Natalia Zuazo en “Guerras de Internet”