Heather Dewey-Hagborg, en su obra Stranger Visions ha aunado tecnología y arte.

El olvido: sobre Barbara McClintock y sus estudios en botánica.

Por Noemí B. Pomi

 

DOMINANTE-DOMINANTE

¿Qué genética barajó y dio de nuevo en la tercera hija del médico Thomas Henry McClintock y de Sara Handy, poeta y música? ¿Cuánto fue herencia?, ¿cuánto, determinación del medio y cuánto, deseo propio? En aquellos años no existían estudios que permitieran determinar esos porcentajes. La realidad es que el cruce de los genes McClintock-Handy dio a luz una Doctora en botánica y una genetista de avanzada. Barbara se apasionó por descubrir qué pasaba dentro de los orgánulos que llevan el material genético de las células del maíz. Durante décadas, los resultados de sus investigaciones fueron casi “revolucionarios”. Y, digo casi, porque la recepción de estas investigaciones generó, como toda sacudida de piso profunda, mucha resistencia. Pero empecemos por el comienzo. Había nacido un 16 de junio de 1902, en Connecticut, Estados Unidos. Inquieta, curiosa y amante de los deportes resultó la pequeña. En solitario vagaba por el campo y miraba las plantas. Las de maíz la atraían en especial. Desde las ventanas de la casa de sus tíos en Brooklyn, extendía su vista hacia el maizal. También allí desplegó habilidades impensables en una jovencita de comienzos del siglo XIX. Pues sí, aprendió a reparar máquinas y acentuó más su amor por la naturaleza.

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Ernest Descals, El árbol de la vida, Arte-Sumeria.

 

AUNQUE NO QUIERA MAMÁ

«El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres
Simone de Beauvoir

El campo y el maizal parecen haber influido a la hora de elegir la carrera universitaria. Cuando Barbara dijo: “quiero estudiar botánica”, de su madre, recibió un no rotundo. La mujer temía que su hija fuera calificada de “rara” y, sobre todo, que su profesión ahuyentara a futuros pretendientes. ¿Una mujer se opuso al avance intelectual de otra? Sí, seguramente, esa oposición fue la resultante de las ideas inculcadas a las mujeres por una sociedad creada por hombres: un mundo que, durante siglos, menospreció la capacidad intelectual femenina, asignándole, como rol casi excluyente, el de concebir. Por suerte, no todo fue adverso para Barbarita, el padre movió influencias y su nena consiguió el ansiado ingreso universitario.

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MI AMIGO EL MICROSCOPIO

La soledad quizás fue su signo desde niña. Con los años encontró un amigo incondicional: el microscopio. Horas y horas de trabajo juntos en diálogos intensos, en descenso por el tubo. Siempre en camino a huellas y a cifras de ese micromundo llamado la célula. De la mano de su compañero, Barbara volvió a sus amores: el campo y el maíz. El estudio de esa gramínea la atrapó para siempre.

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Pasó mucha agua bajo el puente después de las primeras investigaciones de la Doctora McClintock. Con los años, los velos comenzaron a correrse. Ella estuvo abocada al estudio del maíz a lo largo de toda su vida. Para explicarlo un poco: los genes son las unidades de almacenamiento genético, segmentos de ADN que contienen la información sobre morfología, funcionamiento y caracteres de las células. Los genes tienen como un índice e indican de dónde a dónde se debe leer su código. Entre otras cosas, su “texto” determina la composición de las proteínas. Él habita en los cromosomas, dentro del núcleo de las células. Los cromosomas contienen ADN altamente empaquetado.

Genética del maíz

Desde el vamos nomás, como estudiante avanzada, Barbara consiguió identificar 10 cromosomas (1) del maíz. Esa fue su primera gran contribución a la ciencia. Recién doctorada en botánica, formó un círculo infranqueable entre laboratorio, microscopio y cereal. La morfología de los diez cromosomas del maíz. Estudió su genoma (2), es decir, la “base de datos” natural en la que está contenida toda la información de una generación. Ese conjunto de genes le eran esquivos, saltaban ante sus ojos sin poder seguirlos. Perseverante, volvió en una y otra ocasión hasta que pudo atraparlos. Por primera vez vio la serie de secuencias genéticas que podían determinar aspectos, considerados hasta entonces hereditarios. Por ejemplo, el color de los granos.

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Marlos de maíz con alteraciones genéticas

 

NO TODO ES HERENCIA

Y, con las pruebas visuales, pudo determinar que el entrecruzamiento de organismos no siempre venía acompañado por un intercambio físico entre los cromosomas homólogos. En la primera división meiótica, (que ocurre durante la reproducción celular), los cromosomas intercambian fragmentos de ADN, por un mecanismo que se denomina recombinación genética.

Fue en 1940, en plena Segunda Guerra Mundial (y no es menor el dato para contextualizar históricamente), cuando pudo afirmar la existencia de genes (3) “controladores»: estos pillos activan o desactivan a otros genes. Mirá si no resultó determinante Barbarita. Y, al final, mujer y todo, sus descubrimientos, la llevaron a obtener un cargo de tiempo completo como investigadora, en el Instituto Carnegie. Demás está decir que en esa época había muy poco cupo femenino en la ciencia.

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Barbara McClintock y sus amigos

 

EXTRAÑA TEORÍA

Pequeña, ágil, vivaz, en las repetidas ocasiones en que consiguió ver de golpe lo que escapó a otros durante años, daba a entender que todo consistía en descender por el tubo del microscopio, atravesar la pared y las membranas celulares e instalarse en el núcleo con los ojos bien abiertos.

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Imagen del genoma humano.

 

ROMPER Y SOLDAR

Incansable, durante las décadas de 1940 y 1950, Barbara McClintock puso blanco sobre negro: ahí adentro, en el profundo núcleo, la jugada consistía en que los elementos genéticos a veces pueden cambiar de posición en un cromosoma, hacer que los genes cercanos se vuelvan recesivos y, en consecuencia, se manifiesten en otra forma. Se denomina alelo a cada gen que, en un par, parece en el mismo sitio. Si un alelo es dominante significa que prevalece sobre el otro alelo y lo modifica. Los maíces tenían una rara mezcla de información genética, repetían una y olvidaban otra. A estos genes “saltarines” se los llamó transposiciones. Demostrar su teoría le llevó mucho trabajo. En verdad, comenzó a fructificar en 1948, cuando describió por primera vez la existencia de elementos transponibles en el genoma del maíz. La única explicación posible para el fenómeno era aceptar que los genes se rompían en determinados puntos y volvían a soldarse en lugares diferentes. Como consecuencia de tales anomalías, los mensajes genéticos resultaban alterados, al punto de ordenar la producción de pigmentos en cantidades y localizaciones distintas a las esperadas por las leyes de la genética. La teoría de Barbara resultaba muy compleja, aun para los propios científicos. Cuando advirtió la hostilidad e indiferencia de sus colegas, la respuesta no se hizo esperar: “se olvidó” de publicar sus trabajos.

 

LA MONJITA TIBETANA

La Doctora McClintock rompía moldes. Para los experimentos de campo, se la veía enfundada en mamelucos. Por otra parte, la coquetería no estaba entre sus intereses, en lo más mínimo. La belleza se encontraba a través del microscopio. La estética, también. Su carácter excéntrico, el lenguaje y lo avanzado de sus propuestas hicieron que se ganara el respeto de una minoría selecta entre sus colegas. Extrañísima, intentaba levitar en playas solitarias, imitaba las prácticas de ciertos monjes tibetanos, salía envuelta en una manta mojada en pleno invierno, o entraba en su despacho, a puro trepar por la fachada. Entre osadía y osadía, continuó con sus investigaciones: agregó el estudio de la citogenética y etnobotánica de las razas sudamericanas de maíz. En la década de los ´60 y ´70 otros científicos publicaron los mecanismos de regulación de la expresión génica que ella había descrito décadas antes.

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Árbol de la vida. Genética  Anunnaki. Símbolos- Sumeria, Ernest Descals.

 

LUCIDEZ DE NÚCLEO ADENTRO

Barbara realizó contribuciones fundamentales al conocimiento genético: entre otras, se destacan la correspondencia física del sobrecruzamiento cromosómico y la recombinación génica (1931). El entrecruzamiento se produce cuando se aparean las regiones en las rupturas del cromosoma y, luego, se reconectan al otro cromosoma. El resultado de este proceso es un intercambio de genes llamado recombinación genética. El descubrimiento de los transposones, elementos genéticos transponibles o sea, una secuencia de ADN que puede moverse de manera autosuficiente a diferentes partes del genoma de una célula, un fenómeno también conocido como transposición. En este proceso, se pueden causar mutaciones y cambio en la cantidad de ADN del genoma. Anteriormente fueron conocidos como «genes saltarines» y son ejemplos de elementos genéticos móviles, cuya relevancia pasó olvidada durante años. Con el descubrimiento de los transposones, obtuvo en 1983 el Premio Nobel.

 

NEUROSPORA, DE TAQUITO

Entre el anecdotario destaca cómo no tuvo empacho en echar de su laboratorio a quien ya era Premio Nobel, Joshua Lederberg (4), por arrogante. Y, en cambio, escuchó con atención y respeto el seminario de una joven investigadora española, absolutamente desconocida.
Otra perlita: Su amigo George W. Beadle (5) la invitó a California para ver si resolvía el problema de cómo era la meiosis (proceso de división celular, propio de las reproductoras) (6) en el hongo Neurospora (7). Y, en menos de una semana, lo dilucidó. Cuando un asombrado Beadle le preguntó cómo lo había conseguido, ella le contestó: “simplemente me senté en un banco del campus, me imaginé en el interior del núcleo y lo vi todo claro”.
Entre una anécdota y otra, en alguna medida, los miedos de su madre tuvieron asidero: la científica escapó a los cánones impuestos para la época y no se casó. Pero, si existe el paraíso, ella parece haberlo encontrado en la soledad de su laboratorio.

 

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Barbara McClintock recibe el Premio Nobel en 1983.

 

REMAR CONTRA LA CORRIENTE

A lo largo de los años he descubierto que es difícil, si no imposible, hacer que otra persona sea consciente de sus suposiciones tácitas sólo porque, a través de mis experiencias, yo lo he sido. Esto se hizo dolorosamente evidente en la década de los 50, cuando intenté convencer a mis colegas de que la acción de los genes tenía que estar y estaba controlada. Hoy día es igualmente doloroso reconocer la inmovilidad de las suposiciones que otras personas mantenían respecto de los elementos reguladores en el maíz y su modo de acción. Uno debe esperar al momento idóneo para un cambio conceptual.

Barbara McClintock

La relación entre los genes recesivos y dominantes al igual que la otra memoria y el otro olvido están sometidos al azar, a los caprichos de la naturaleza, a la determinación del medio y, por qué no, también a la historia. Parece ser que el estilo de vivir a los saltos es nuestra información más secreta.

(1) Cromosoma: Los cromosomas están presentes en las células eucariotas, que son las encargadas de administrar el material genético y hereditario en el proceso de reproducción sexual.
(2) Genoma: Es la “Base de datos” natural en la que está contenida toda la información de una generación. Es el conjunto de genes y disposición de los mismos en la célula.
(3) Genes: Los genes son las unidades de almacenamiento de información genética, segmentos de ADN que contienen la información sobre cómo deben funcionar las células del organismo.
(4) Joshua Lederberg: Premio Nobel de Fisiología o Medicina 1958.
(5) George W. Beadle: En 1958 recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina compartido con Edward Lawrie Tatum y Joshua Lederberg .
(6) Meiosis: Proceso de división celular, propio de las células reproductoras, en el que se reduce a la mitad el número de cromosomas.
(7) Neuroespora: Es un tipo de hongo que ha sido protagonista de más de 5.000 artículos científicos.

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