La Orfandad: Sobre los secretos de familia.
Por Verónica Pérez Lambrecht
¿Qué orfandad no es parienta de algunos silencios? ¿Cuántas orfandades intentan resolverse en familias en silencios?
Los silencios no siempre implican secretos. Los silencios también hablan, y discurren en soledad, se envuelven en temores y se susurran en rincones.
Quienes padecen orfandades prematuras, a lo largo de sus vidas, recorren un tremendo trabajo de sobreintervención: aceptación es, tal vez, la clave, la propia, la del otro.
Las minorías son difíciles de poner en palabras para uno mismo.
Por eso, Hugo A. Pérez se sobrevuela y se atraviesa, se desahoga y se revela. Abre el corazón y se vuelve palabras en esta nota testimonial. Porque hoy ya no siente que lastima o que golpea.
SÓLO SE AMA UNA VEZ
“Aunque estés lejos tú de mí, contigo sueño y soy feliz”
Formula V, “Tu amor mi amor”
Desde chico siempre me sentí distinto al resto de los nenes. Descubrí que me gustaban las personas de mi sexo, eso nunca cambió, sino que se hizo cada vez más fuerte. Me acuerdo que estaba embelesado con un compañerito y ponía en el winco un tema que decía algo así: “Aunque estés lejos tú de mí, contigo sueño y soy feliz”, y miraba para la casa del chico. Se nota que, ya de chica, era loca, sentimental y perfilaba el estilo de vida que iba a tener. En el transcurso de la secundaria estaba con el grupo de chicas, que aún hoy mantengo como amigas. Sufrí alguna gastada porque siempre andaba con mujeres pero, entre ellas, me sentía contento. A los 15 años me enamoré de una persona y mantuve ese amor platónico ya que, si bien tuve parejas importantes a quienes quise, considero que esa fue la única vez que realmente me enamoré.
UN GOLPE DE MALA SUERTE
“Y sus grandes ojos, como pantalla de cine,
estaban pegados a mí, mirándome.
Cerraba los ojos y veía esos ojos grandes, grandes…”
José Mauro de Vasconcelos, “Mi planta de naranja-lima”
Mi infancia no fue precisamente feliz. El único recuerdo de chico es de mi papá golpeando a mi mamá. Cuando yo tenía unos cuatro años, me metí delante de ella y él me dijo que me corriera porque me iba a pegar a mí también. Mi mamá, arrinconada, lloraba. Esa imagen me acompañó toda la vida.
En el año ’78 hubo un episodio de violencia, donde mi papá alcoholizado amenazaba a mamá, intervino mi hermana, como siempre, corrió a buscar a mis tíos Mónica y Rubén para que fueran a salvar la situación. En el ’80, falleció mi abuela paterna, a quien yo amaba. Una semana después le dije a mi mamá “este hijo de puta me quiere pegar” y me sentí muy mal. Él me corrió alrededor de la mesa y me metí en mi habitación. Mamá se interpuso y, como una fiera, agarró un balde de construcción con una cuchara. La giraba y hacía ruido -suena ese chirrido punzante en mi recuerdo-. Cuando él logró pasar, ella le tiró un golpe. Esa vez, me pude escapar por la ventana.
El clima era de violencia, mi hermano mayor, Pichu, ausente, negador. Mi hermana menor, Gloria, otra víctima, porque mi padre golpeaba a mamá delante de ella y nunca de los varones. Yo me quejaba con el mayor y me decía que iba a hablar, pero no lo hacía. Finalmente, sólo lo enfrentaba yo. Mi viejo era muy autoritario, básico, quedó huérfano de padre desde chico y tuvo que salir de lustrabotas a la calle, ahí se pescó los vicios. Hizo lo que pudo. No sé si es justificativo, mi tío Rubén era más chico y se pudo superar. Lejos estoy de ponerme en rol de víctima, yo tenía el mismo carácter, contestatario, soberbio.
DRAMAS Y TABLAS
“‘La arrogancia es otra cosa que hay que dejar.
Lo mismo que la historia personal’
–dijo en tono dramático.”
Carlos Castaneda, “Viaje a Ixtlán”
Iba a la secundaria, mi gran oasis, el espacio donde me sentía feliz. Iba a calentar el banco, no estudiaba aunque rendía bien. Llegué hasta cuarto año. Era estudiar o trabajar y la pasaba bien en la secundaria, en cierto sentido, hacía lo que quería. Por entonces, también tomaba clases de teatro. Una tarde, en medio de un ensayo, vino mi tía a buscarme para que durmiera en su casa. Hubo algún nuevo altercado y mi hermana salió corriendo nuevamente para lo de mis tíos. Me levanté temprano y fui a casa a estudiar, tipo 6 de la mañana. Mi viejo salió de su habitación y me hizo apagar la luz. Más tarde, vi a mamá rasguñada, me fui al colegio muy angustiado. Antes de salir le dije:
– Mamá, por favor, agarrá a Gloria y andá a vivir a Pehuajó (donde estaba toda su familia). Pichu y yo nos arreglamos, somos grandes. Andá, tené una vida tranquila.
Todo quedó en la nada. Le rogué a mi mamá que me contara, pero ella no decía nada. Después supe, por mi hermana, que le había tirado con un sifón. Terminé a las puteadas, me metí en el baño, me tapé la cara con la toalla y lloré a gritos. A partir de ahí, prácticamente no hablé más con mi viejo.
EL SALTO AL VACÍO
“Y tú, padre mío, allá en tu cima triste,
Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.”
Dylan Thomas, “No entres dócilmente en esa noche quieta”
En este marco, en el verano del ’81, comencé a trabajar en el hotel Hispano, en Epecuén. Eso me implicó una liberación porque allí tenía casa y comida. Empecé a salir con la hija del dueño, Silvana, que tenía 15 años y yo, 17. Digamos que fue la única mujer en mi vida, por esa cosa propia de la adolescencia, porque yo tenía claro cuál era mi perfil. En febrero vinieron mis tíos de Buenos Aires de vacaciones, Alcira y Cacho. Le conté a mi tía de la relación con mi papá, y le pedí ir a vivir a Buenos Aires. Después de conseguir el acuerdo con “el supremo” –mi tío Cacho-, vine con ellos a Floresta, Capital. Hablé con mi mamá, quien le transmitiría a mi padre.
EL HOMBRE ELEFANTE
“Los que se quedan sufren un poco
Pero no mueren como los que se van
Un mismo código nace entre ellos
Y los mantiene en el mismo lugar”
Silvina Garré, “Casi una zamba”
Llegué así, a un marzo del ’81. Oficialmente, mi novia Silvana fue la razón por la que vine, excusa que siempre esgrimí ante mi mamá. El noviazgo continuó, yo iba a verla a la salida de un colegio religioso en Belgrano, sin que sus padres supieran y, con la oposición de mi tía, que me hostigaba con que las chicas de la ciudad todas metían los cuernos.
Me tenía que acostar a las 9 de la noche, no me dejaban ver televisión (Cacho y Alcira no tenían hijos), debía moverme en bloque a Tigre para ver a los parientes de Cacho, a quienes no conocía, no podía salir solo a ningún lado. Me maltrataban innecesariamente para que lavara los platos. Discutían entre ellos por mí y luego mi tía me acusaba y decía que no se iba a pelear por mi culpa.
El 7 de abril era el aniversario de mis tíos, vinieron todos de Carhué. Yo había ido al cine a ver “El hombre elefante” con Silvana, y se me hizo tarde. Cuando llegué, mi tía esperaba abajo, para decirme de todo. Pasé de estar contento a amargarme. Ella quería demostrar que lograría lo que no pudo mi padre, es decir, dominarme. Me callé, mi viejo agachaba la cabeza. Mi tía empezó a gritarme por lo que mi mamá, por ese entonces muy sumisa, entró al cuarto y dijo que se terminaba todo, que agarrara mis cosas y me volviera a Carhué. Mi tía bajó el tono y argumentó que yo era su ahijado, era como un hijo, que me quedara. Apenas atiné a decir que no me podía ir porque no le había avisado a Silvana.
A partir de ese día, fue a cara de perro, sufría más desprecios aún por parte de mi tío, que nadie sabe y ya van a quedar en mí.
ENTRE FLORES Y FLORESTA
“Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.”
Alejandra Pizarnik, “La carencia”
Había conseguido trabajo en una verdulería. Una tarde, en lugar de regresar a la casa, fui a canal 13, a un programa que conducía Pinocho Mareco, a conocer a Graciela Alfano. Me encantaba, era un enamorado de ella. Le saqué fotos. De ahí me fui con un pibe a canal 9, era re-cholulo, pedía autógrafos a los actores cuando salían, a Luisa Albinoni, a Silvia Pérez, a Nora Cárpena. Al volver, pasé por una Unión Telefónica, llamé a mi amiga Claudia Sánchez y le pedí que fuera a decirle a mamá que me quería ir del departamento de mis tíos, que me dejaran ir a vivir a un hotel, y que no quería volver a Carhué. Después, Claudia me contó que mamá se puso a llorar. Volví tarde, por lo que fue todo un lío. Mi tía me gritó que no podía irme, que me pondría bajo juez de menores, hasta Cacho le llamó la atención. A los pocos días telefoneó el tío Rubén y les dijo que me dejaran ir.
Ese día, Cacho se fue a la terraza, yo me fui llorando, con la valija de cartón con la que llegué, a un hotel por Rivadavia y Laguna, que pagué con mis 15 días de laburo en la verdulería.
El 3 de mayo cumplí los 18. El 15 de mayo me fui.
JESÚS, EL MERITORIO
“Lo que no te mata, te fortalece”
Friederich Nietzche
Mamá siempre fue mi estandarte y mi orgullo, a través de ella, mis viejos me dieron la confianza para irme a vivir solo a los 17, 18 años:
– Cuando te fuiste solo, yo te puse en manos del Sagrado Corazón.- dijo mi mamá, Esther, en alguna charla con los años.
Así que no fue mérito mío sino de Jesús que yo no me mandara ninguna macana.
Esos fueron los días más tristes y desolados de mi vida. Yo tenía apenas 18 años y me abrazaba al álbum de fotos de mis compañeros de la secundaria que ya estaban en 5° año y lloraba mucho. Cobraba por quincena. La primera, pagaba el hotel, me quedaba muy poca plata y la siguiente repuntaba un poco. Silvia y Daniel eran los verduleros. Ella me hacía muchas sopas, me daba fruta y verdura. Había días que sólo comía mandarinas: sé qué es pasar hambre, sé qué estar solo, era una criatura en una gran ciudad. Pero, bueno, taurino, y a salir adelante, “lo que no te mata, te fortalece”. Y ese espíritu de libertad, ante mi pueblo y mi padre opresivos, no lo cambiaba por nada.
SALIR DEL CLOSET, ENTRAR AL MÓVIL
“he sido toda ofrenda
un puro errar
de loba en el bosque
en la noche de los cuerpos”
Alejandra Pizarnik, “Los trabajos y las noches”
Una vez, mientras vivía en el hotel, me animé a salir de noche. Y así comenzaron los primeros encuentros sexuales, como se estilaba en la época: te cruzabas con alguien en la calle, lo mirabas, te miraba, te quedabas en una vidriera, se acercaba y se establecía un encuentro. Fueron buenos encuentros, aunque delicados y peligrosos, porque no sabías a dónde ibas y, además, vivíamos en proceso militar, y la homosexualidad era mal vista por los milicos. Más de una vez, me pararon policías, me asustaba mucho, me preguntaban si me drogaba, me registraban los brazos buscando pinchaduras. Así que empecé a guardarme. Hasta el día de hoy conservo aprehensión al uniforme.
En un momento me quedé sin la verdulería y se me acabó la plata para pagar la pensión. Me mudé a la esquina de la casa de los tíos con unos pibes sanjuaninos. Estábamos muertos de hambre, no encontraba trabajo. La tía Alcira me habló de la Hermanita Irma y del templo del Hermano Miguel, y fuimos. Caminamos 30 cuadras, siempre a pata, porque no teníamos plata. Íbamos seguido. Un domingo, el hermano Miguel me tocó el hombro y me dijo “No andás bien, no tenés trabajo. Quédate tranquilo, la Hermana Irma me dice que, a partir de mañana, vas a conseguir trabajo”. Eso marcó mi etapa espiritual religiosa, son mis seres de luz y me han ayudado siempre por mi fe, a mí y a otros. Efectivamente, el lunes salí caminando, con el diario, entré a un bar de una estación de servicio a preguntar si necesitaban un lava copas y me dijeron que fuera a la confitería de en frente. Se llamaba Handicap, en Rivadavia y Argerich. Mi referencia era un amigo de mi padre, el coronel Argentino Tauber, conocidos por los cursillos de cristiandad. Ayudaba en la cocina, como cafetero y preparaba sánguches. ¡Los atracos que me habré dado ahí, de fiambre y papas!
Recuerdo una vez en la que fueron a tomar el té unos amigos de la familia, de Carhué, y me comentaron que les dirían a mis viejos que era una confitería seria, linda.
INFILTRADO
“El que no tenga pecado,
que arroje la primera piedra”
“Evangelio según San Juan 8.7”
Evidentemente, estaban muy preocupados por mí. Trabajé en la confitería un año aproximadamente, entre tanto, mi padre solicitó al coronel asistencia para encontrar un trabajo más estable. Así que me consiguió una entrevista en un organismo del estado. Duró todo el día, y finalmente ingresé a la SIDE –Servicios de Inteligencia del Estado-. Ese trabajo lo conseguí por mi papá, y en él estuve toda la vida, hasta la jubilación. Nunca hice quedar mal al coronel, ni una mancha en mi legajo, con la satisfacción de haber hecho mi tarea en forma consciente, responsable, y agradecido por todo lo que tengo, gracias a ese trabajo, muchas veces menospreciado incluso por mis propios compañeros.
Mi primer destino fue la CNI -Central Nacional de Información-, un suborganismo dentro de la SIDE, que reunía la información de inteligencia de todos los organismos de las Fuerzas Armadas –ejército, gendarmería, aeronáutica, policía federal-. Me desempeñé como analista de inteligencia, unos 10 a 12 años. Hacía análisis político sobre varios países -en particular estudiaba URSS y países satélites-, hechos actuales y su probable evolución. Hice una etapa después de análisis de libros, para saber tendencias, leer entre líneas y luego hacía síntesis de análisis de política interna.
Por entonces la policía tenía rechazo absoluto hacia los gays hacían razias en boliches, en colectivos, en la vía pública, llevaban gente por portación de cara. Constituían la “brigada de la moralidad”.
Una vez, con mi amigo Luisito, fuimos a un cine por Lavalle, y nos detuvieron. Nos hicieron un interrogatorio bastante severo, cada cual por su lado. Aun cuando entendieron que éramos bien conocidos, nos tuvieron toda una madrugada apilados en el Dpto. Central de Policía, en Ceballos y Alsina y, a la mañana nos fueron soltando. Fue una experiencia fea. Nos permitieron avisar a los trabajos. Yo llamé a la SIDE, y del susto, contacté al secretario del director de la CNI. Este secretario, un tal Depanfilis, me mandó al frente y dijo que me habían llevado junto con varios gays. Cuando me liberaron mi supervisor, Osvaldo Suárez, me llamó la atención y me dijo que la próxima vez que tuviera un problema, hablara sólo con él. Me tenía gran estima, yo era muy chico estaba muy solo, él tenía un hijo en el ejército, hasta el día de hoy lo recuerdo y voy a su tumba al cementerio. Luego me enteré que no quisieron renovarme contrato, pero como mi contacto era el Coronel Tabuer -amigo de mi papá-, fui intocable. Quien me defendió fue el Coronel Avella, allegado de Tabuer. Después de ese episodio, estuve meses y meses sin salir de mi habitación en el hotel, con mucho miedo a que me agarre la policía por cualquier pelotudez, tenía miedo a eso y a perder el trabajo.
SECRETO DE CONFESIÓN
“ya comprendo la verdad
estalla en mis deseos
y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios
ya comprendo la verdad
ahora
a buscar la vida “
Alejandra Pizarnik, “Solamente”
Yo nunca tuve inconvenientes en asumir mi homosexualidad, como otros chicos. Sí era una época muy jodida, porque era un tema muy tabú, muy tapado. Siempre tuve en claro, desde muy chico, que cuando cumpliera 18 años me vendría a Buenos Aires. En gran parte me fui por lo que podían llegar a decir a mis padres, a mis hermanos, yo quería evitar ese dolor. Y, por suerte, nunca le pedí nada a nadie.
El mayor conflicto que se me presentó con la homosexualidad fue mi religión. Yo venía de una formación católica apostólica romana, monaguillo, y no me creía con derecho a entrar en una iglesia o a profesar la fe religiosa, porque se contraponía con lo que yo era. Hasta que en un momento entendí que tenía derecho a mi fe, nadie me la podía prohibir. Y yo no soy así por una elección, desde mi punto de vista, uno nace así. Y si uno viene a este mundo es porque Dios quiere que venga. Y, si Dios me hizo así, nadie puede juzgarme. Luego, empecé a ir otra vez a la iglesia a rezar.
FAMILIA PUTATIVA
“Pero basta que el hombre se enamore como un loco
y tenga que oír al mismo tiempo el sonido de sus tripas”
Milan Kundera, “La insoportable levedad del ser”
Por esa época conocí a Eduardo, mi primera pareja. Yo vivía en un hotel en Helguera 49 e iba a su casa en forma cada vez más frecuente. Él me invitaba al cine y yo no quería saber nada de salir. Le gustaba que fuera muy familiero y no salía mucho. Tiempo después le expliqué que lo era porque estaba traumado, pero que me encantaba.
Eduardo fue muy importante en mi vida. Me impulsó a terminar la secundaria. Era profesor de matemática, física y química, me preparó en las materias, fue mi tutor y logré terminar los estudios. Siento mucho agradecimiento y lamento que ya no esté en esta vida.
Mi familia lo conoció y estaban agradecidos con él, es más, mi papá lo presentaba como el muchacho que me amparó y por quien tenía una familia en Buenos Aires. Mamá llegó a quererlo mucho.
Terminada mi relación con Eduardo, viví en el hotel de Bety, una amiga. Estuve 8 meses sin ver a nadie. Fue una separación muy dolorosa.
Después empecé a boyar por la vida, sexo exprés, desbolado.
Un domingo fui a la peregrinación anual de Luján y le pedí a la Virgen un compañero. A los dos meses apareció Aldo, con quien estuve en pareja 20 años.
LA PESTE ROSA
“Los que se quedan lloran un poco
Pero no sangran como los que se van
Saben de amigos a media cuadra
Y de un cuerpito que descansa en paz”
Silvina Garré, “Casi una zamba”
Mi llegada a Buenos Aires a principio de los ’80, sumada al hecho de lo tabú que era ser gay, vino acompañada por el tema del SIDA, con los primero casos en San Francisco, EEUU. Una época de gran preocupación, no tengo casos directos, pero bastante pronto nos empezamos a cuidar. Todo el mundo tenía miedo y estaba en psicosis. Había mucha ignorancia, que por estar con un gay te contagiabas, por tomar mate, por compartir toalla. Con el tiempo, se supo que era por transmisión de fluidos, sexuales o sangre. Muchos lo veían como un castigo de Dios a las personas “desviadas”, pero luego dejó de estar circunscripto al mundo gay, dejó de ser “la peste rosa” y se trasladó a las chicas prostitutas, que tal vez se confiaron, por desconocimiento, e incluso a hombres y mujeres casados y con familias.
Es decir, éramos doblemente discriminados, por ser gays y por la enfermedad “de los gays”. Hoy en día se hizo crónica, no lleva a la muerte. De todos modos, muchas personas son aún ignorantes del tema.
LIBERTADOS
“Abrí los ojos y la vi,
Estaba linda como siempre
Las primeras luces del día,
La invitaban a cambiar.”
Silvina Garre, “En Blanco y Negro”
Los lugares de diversión donde salíamos eran tipo guetos gay, “Área”, “La Molinera”, “Megaton”, “Pijama”, “Contramano”.
Al primer boliche que fui una vez que volvió la democracia, fue a “Olds Brick”, chiquito, en un sótano, en Avenida Las Heras y Pueyrredón, fui con Luisito, mi amigo. El presidente Alfonsín había enviado un telegrama felicitando por la inauguración. Igual estábamos sujetos a que entrase la policía. Yo siempre zafé, iba vestido muy serio, más parecías gay, más te llevaban.
Gracias a las luchas de las generaciones anteriores, hoy se viven en una sociedad mejor, aunque no creo que esté completamente preparada como para que dos gays anden por la calle tomados de la mano.
Por el ’88 se abrió la primer disco gay que fue un ícono en Buenos Aires, “Bunker”, era tan importante que ahí iban incluso artistas de fuera del círculo gay. Luego pasó a ser “Amerika”. Aldo era RRPP en “Bunker” y posteriormente gerenció y fue socio en “Confusión”, el primer boliche trans. Para las chicas travestis era peor la situación de peligro y discriminación, por eso Confusión era un lugar que las cuidaba en cierto sentido. El libro de Viviana Gorbato, “Noche tras noche”, cuenta algunas anécdotas aportadas por Aldo.
SER PADRE
“Y deberás plantar
y ver así a la flor nacer
y deberás crear
si quieres ver a tu tierra en paz”
Luis Alberto Spinetta, “Quedándote o yéndote”
El otro gran conflicto con mi homosexualidad era que no podría ser padre, no me iba a meter con una mujer por egoísmo y joderle la vida a ella y al hijo también. Pero Dios me dio la suerte de mi misión en la vida: me puso a Alejandro en mi camino y pude y supe, aún con defectos, ser padre. Me siento feliz y completo porque es un chico de trabajo, responsable, estudioso y sé, desde que él cumplió 18 años, que si Dios me llamara, me podría ir tranquilo porque dejo un chico encaminado.
Durante los primeros años de Alejandro me dediqué a él, no salí, la madre tenía que viajar por trabajo. Me acompañó mucho Aldo. Tuvimos una relación de un respeto absoluto por el chico y por su crianza, era una responsabilidad muy grande. Esa fue quizás mi mejor época. Me acuerdo de cambiarlo, darle la mamadera, vestirlo para salir. Fueron años que disfruté mucho.
EL PROPIO MITO DE SÍSIFO
“Como castigo por engañar a los dioses, en el Inframundo, Sísifo fue obligado a empujar una enorme roca cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de alcanzar la cima,
la piedra siempre rodaba hacia abajo, y éste tenía que empezar de nuevo su labor;
y así, por los siglos de los siglos.”
Mitología Griega, Sísifo
Con Aldo, asentados en el corazón de Once, teníamos mucha estabilidad, mucho vínculo con mi familia. A los 45 años entré en una crisis profunda, se despertaron en mí varios planteos. Me di cuenta que el Hugo infalible, el Hugo fuerte, el que escuchaba a todo el mundo, evidentemente no daba más, simplemente adaptado al círculo de comodidad. Me costó mucho pero me separé, y sostengo un vínculo con Aldo, más allá de no ser pareja.
Dicho en forma metafórica, cuando me separé, mi espalda estaba doblada, por el gran peso que llevaba encima. ¿Cuál era el peso? No me daba cuenta. Tenía más de 40 años y todavía mi familia no sabía nada de lo mío, cargaba esa mochila. Yo siempre tuve claro que si decía mi verdad, y dolería, entonces, simplemente no la decía, para evitar el sufrimiento de las personas que amo.
En una oportunidad fui a Carhué con mi amiga María Fernanda, como “novia”, en una fantochada de pendejo. Estábamos viendo tele, creo que a Gasalla, y mi papá hablaba despectivamente de los putos. La cara de Fernanda se transfiguraba porque quería saltar a defender a su amigo. Yo la pateaba por debajo de la mesa, me reía para adentro y pensaba “papá, escupís tanto al cielo y la escupida te da en la cara, porque yo soy gay”. Mamá también iba y venía, a veces despectivamente, a veces hacía una defensa: por ejemplo, decía que Gasalla era una buena persona porque cuidaba de su madre. No tengo esa cosa de puto sensible que se siente mal porque los padres hablen mal de los gays, por suerte me daban risa esas situaciones.
Con mi hermano me resultaba más difícil hablarlo, él era mi figura masculina, porque mi papá fue un cero al as. Yo respetaba más a mi hermano. Aún al día de hoy, que se da por enterado, nos cuesta hablarlo abiertamente.
En medio de la crisis de separación, un día encaré a mi hermana. Ella es muy callada. Entré por el lado de que se buscara una amiga en quien confiar porque, cuando uno se calla mucho, le hace mal. Y apalancado en esa expresión, le dije:
– Te voy a contar algo que seguramente no es una novedad: yo soy gay, de mi boca nunca lo supiste, y necesito que lo sepas, necesito decirte que yo soy gay por más que lo sepas, porque es otra mochila que me saco de encima.
Mi hermana lo aceptó desde su seriedad, me dijo que lo podía percibir, pero que, de todos modos, nunca se metería. A partir de ahí me aflojé con ella, nos hemos unido mucho. Para mis viejos, ella fue siempre el verdadero ángel.
Con mamá nunca hablé mi tema, posiblemente porque tenía miedo a su rechazo. Que ella me rechazara hubiese sido lo peor que me podía pasar en la vida. El rechazo de mi papá me hubiese dado lo mismo, porque teníamos los dos un carácter bravo. Pero mi mamá… yo creo que siempre tuve ese temor. Nunca lo supo por mí, aunque seguramente lo sabía. Pero le agradezco enormemente su prudencia, siempre me respetó en silencio. Es más, a las personas que fueron mis parejas las recibió con mucho amor y alegría. Mamá me adoraba, tal vez debido a yo estaba lejos o a que me parecía tanto a mi papá. Fue mi heroína, no podría haberla defraudado. En cuanto a mi padre, hice un trabajo de introspección, perdón y ya estoy en paz con él. Mi vínculo con él está sanado.
SECRETOS DE MUJERES
Nos sentamos en un banco de la plaza del pueblo. La plaza es un espacio acogedor, típica de los pueblos de la provincia. Guarda encantos y secretos y la luz del sol siempre la atraviesa destacando sus verdes florecidos, en primavera, o sus ocres aterciopelados en otoño. Debió ser un marzo-abril, mediaban los ’90 y hacía apenas un año había empezado mi carrera de ingeniería, en Bahía. Con mis casi 20 años, mi actitud encorsetada, mezcla de mojigata y defensora de cuestiones menores, pelo atado, en un halo de inocencia y amor de sangre, buscaba las palabras apropiadas para enfrentar una verdad a gritos pero asimismo absolutamente callada, entonces lo interpelé:– Yo sé cuál es tu relación con Aldo. – Ah sí, ¿y cómo es eso? – Me lo dijo una amiga, y el chico con el que salgo, pero además hace mucho que Aldo viene a Carhué con vos, y también deduje que una vez viniste con Fernanda para que todos creyeran que tenías novia, y me imagino quién fue Eduardo. – Sí, es cierto. No te lo iba a decir hasta que terminaras la carrera, no quería ponerte esta carga. Pero me ganaste de mano. ¡Haber sabido que lo sabías, en el verano en lugar de llevarte a caminar por Corrientes y al cine, te hubiese llevado a que conozcas otros lugares! Y así, los velos de los silencios se cayeron entre los dos. |
La primera persona que supo mi gran secreto de mi propia boca, fue Alicia Fusinato, una compañera de trabajo y amiga, desde que entré en la SIDE. De ella recibí siempre un gran afecto, ¡qué tipa especial! Hemos estado juntos en los momentos más difíciles de nuestras vidas, acá en la ciudad.
La segunda persona fue Nélida Rodríguez, una amiga entrañable de Carhué, allá por el año ’81. Le pregunté si lo sabía o lo percibía -uno siempre pregunta eso-, y me respondió que sí, que siempre había notado una sensibilidad muy especial que no era para compartir con una mujer.
La tercera amiga a quien le dije fue Tere Cufré, cuñada de mi hermano y también de Carhué. Vivía en Córdoba y Pasteur. Yo le hablaba de Eduardo y le ponía nombre de mujer “Liliana”, hasta que un día me empecé a poner mal porque sentía que le mentía y ya era una verdadera amiga. Le dije que le iba a decir algo que si le molestaba no continuaba:
– Liliana no es Liliana, es Eduardo, porque yo soy gay, y si nosotros estamos iniciando una amistad, no puedo mentirte.
– ¡Ajá!-, dijo y ya después se estableció un lazo de amor que aún sostenemos.
La siguiente persona importante en enterarse por mí fue mi prima Vero. Ya teníamos una relación de mucho diálogo y se había ido del pueblo, a estudiar. La idea me daba vueltas, esperaba la oportunidad para hablarlo, pero me ganó de mano. Otra liberación para los dos, nos sentimos más unidos. Fue la primera persona de la familia a quien se lo dije.
PUTOS Y ANTI-PUTOS
“Los que se quedan son los que esperan
Y los que buscan son los que se van
El mundo gira hombre por hombre
Beso por beso y hogar por hogar”
Silvina Garré, “Casi una zamba”
Soy de otra época, soy de los putos de antes. Siempre respeté absolutamente la opinión ajena, en todo sentido y en este en particular. Si yo sabía de alguien que era anti-puto, no me molestaba. Porque, de última, es mambo de la otra persona, simplemente respetaba y no hablaba del tema para no poner en una situación incómoda a esa persona. No avasallaba. Eso lo mantuve a lo largo de mi vida. Hoy estoy más allá del bien y del mal, pero con la cuestión de los afectos, siempre fui muy cuidadoso.
Tuve otras relaciones. Lucas, por ejemplo, me ayudó a desestructurarme, a ser más flexible con mi condición.
Lo importante es dejar una buena huella en este mundo y un buen recuerdo en las personas que han compartido un pedazo de nuestra vida. Las personas no pasan en vano y si se van es porque cumplieron un ciclo.
PERLITAS
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Imagen de portada por J. J. Stork FOTOMONTAJES