La orfandad: Sobre “Crónica de un niño solo”, Leonardo Favio.

Por Patricia Tombetta

 

¿DE QUÉ HABLAMOS? 

Sevan Banksy foto 1gún el diccionario de la Real Academia española, orfandad significa, en su tercera acepción, falta de ayuda, favor o valimiento en que una persona se encuentra.

– No me lleve, señor, por favor, yo no hice nada.

Es la voz de un niño, tirado en la calle, suplicándole a un policía para que lo deje estar, para poder continuar con su juego. Así termina la primera película de Leonardo Favio: “Crónica de un niño solo” (1964).

Sensible y empático al sentir popular en sus más mínimas expresiones, en cada una de sus películas, hebras ocultas que componen el espíritu de nuestra cultura. Una cultura escondida y, justamente por eso, nunca olvidada. Nadie tuvo que explicar jamás quiénes eran los héroes de sus historias, aunque hiciera rato largo que no pensábamos en ellos.

Fuad Jorge Jury (1938), verdadero nombre de Leonardo Favio, nació en un barrio humilde de la provincia de Mendoza, en la localidad de Las Catitas. Muy temprano en su vida sufrió el abandono del padre y quedó con su madre y dos hermanos. Las condiciones propiciaron que pasara varios años en internados y alguna corta estadía en la cárcel.

En una entrevista hecha por Roberto Quirno, a cuento de su ópera prima, el director responde que, si bien siempre hay algo de autobiográfico en las obras de un autor, su pasaje por el internado no se parece a la del protagonista del film. Poli, así se llama el personaje, está ubicado en una época muy distinta la que a él le tocó vivir. Favio aclara que, durante el peronismo, los internados fueron muy diferentes: él no padeció tales malos tratos ni humillaciones. En cambio, jugaba con sus compañeros y hasta aprendió música.

 

¿QUIÉN ES EL MUERTO?

La orfandad da cuenta del estado en que se encuentra una persona y su contracara es quién o quienes la dejaron huérfana. Si bien una primera acepción podría ser la muerte de uno o los dos progenitores. Hay, sin embargo, otra vuelta y esa es la que, a mi entender, nos muestra la película. Madres y padres muertos sociales, desechos de un sistema político de larga antigüedad en nuestro país –y no sólo-, interrumpido por algunas políticas sociales, muy pocas veces, en nuestra historia.

Enormes espacios, escaleras entrecruzadas y sombras gigantescas de celadores entre los chicos, dan comienzo a la película. En la primera parte muestra los padecimientos y las posiciones de pseudo-adultos asumidas por los niños: castigos recibidos, peleas, cigarrillos, besos a mujeres en tapas de revistas (hermosa, Mónica Vitti). No todos son huérfanos de padre/madre, aunque sí pobres.

– ¿El dinero es madre?

Pedram Yazdani foto 2

Donald Winnicott, psicoanalista inglés, hizo un excelente desarrollo acerca de la segunda oportunidad que puede resultar la sociedad para los chicos cuyas familias no han podido cumplir con una crianza temprana lo suficientemente buena. Por estas latitudes y hasta donde mi lectura ha podido alcanzar, la infancia humilde –inmigrante o no, según época- no cuenta con esa segunda oportunidad y, por si fuera poco, encuentra a la justicia penal peligrosamente cerca. De esta manera no sólo la sociedad no asume el papel de contener a sus desgraciados eslabones, sino que los somete a la cárcel.

Hay lugares de los que no se vuelve, sobre todo, si la puerta estuvo siempre cerrada.

 

LOS CÍRCULOS DEL INFIERNO

– Ahí está Poli. ¿No le vas a pegar?- Incita un niño a otro, mientras fuman en la cama antes de irse a dormir.

– Decile que lo agarrás mañana- insiste.

– Mañana te rompo la cara- el niño, con impostura.

Al día siguiente, en el baño, el joven instigador organiza la pelea entre los niños que responden sin muchas ganas y ningún odio. Muestran una valentía que dista mucho de sentir. Estos cuasi-hombres sólo cuentan con la enseñanza y la contención recibida en la calle y sufrida por celadores más indiferente que enojados: miradas distraídas, conversaciones apenas interrumpidas ante los pedidos de los chicos, vigilancia sobre cuerpos, orden y limpieza.

Escuché, hace ya algún tiempo, a Julio Maier, especialista en derecho procesal penal. Daba algunas precisiones acerca del lugar marginal que debe ocupar el derecho penal en la vida de una sociedad. Las penas como último recurso en la solución de problemas entre personas. De allí a preguntarme por los pobres y la tutela, desde el nacimiento, que padecen por parte del sector “justicia”, hubo un solo paso. ¿Cuántos círculos de cuidado deben fallar para quedar ubicados en ese lugar? ¿Cuántas orfandades hacen falta para ser culpables?

The face of Christ.  Fidelio Ponce de León foto 3

Largas tomas en silencio sobre detalles (barrotes, ventanas, el río) juegan con nuestra mirada, corren y descorren velos incómodos. Cortinas en movimiento dejan ver algo insoportable para, luego, taparlo dejándonos con las ganas. Así capta Favio, casi en su justa medida, la posibilidad del ojo frente al corazón. Batalla donde cualquier exceso anulará, hasta hacer desaparecer, a uno de los dos. Entonces, nos convertiremos en responsables no inscriptos y libres propinadores de orfandades. Algo muy parecido a estar muertos. Porque si huérfano, según el diccionario, es: una persona menor de edad a quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos, en este caso, los muertos para estos chicos seríamos los sujetos sociales. Sujetos conformados a quienes nos desaparecieron los ojos o el sentir.

 

UN RATITO AL SOL

Luego de ser detenido por pegarle un puñetazo a uno de estos celadores, Poli logra escapar y volver al barrio. Un caserío humilde, antes llamados villas de emergencia. Allí, sólo aparece la voz en off de su madre, se la escucha con aceptación sin alegría ni fastidio. Apenas una breve toma de un hombre borracho, quien parece vivir en su casa. De todos modos, por momentos, el personaje retoma algo de niño, se encuentra con un amiguito, hace un mandado a su madre, van al río, charlan y Poli se baña y nada como todos los chicos de por ahí. Desnudo y echado al sol, por un rato todo parece andar bien.

Una marca recorre la película en las conversaciones de los chicos: una impostada valentía con la que parecen enfrentar las dificultades. Hasta que, en esa tarde de río, un grupo de chicos viola al amigo de Poli. Él no consigue hacer nada para defenderlo, antes bien, se esconde. Gritos desgarrados escapan de su garganta y muerde la indefensión. Una cara que estos niños, ni nadie, ansían enfrentar jamás. Un sentimiento crudo y mucho más desnudo que su cuerpito. Una cáscara caída de una costra hecha de ensayos nunca estrenados, nunca mirados. Un público fantasma espera sin pulso los finales anunciados.

Imagen The Wall foto 4Al final, un instante de juego con un caballo muestra a Poli como cualquier otro niño del imaginario. Y es allí, en pleno juego cuando lo encuentra el policía y se lo lleva. Justo allí, punto de encuentro entre alguien vaciado de abrazos y el tentáculo policial. Una escena desnuda y brutal nos cuenta de qué hablamos aunque no siempre existan los responsables inscriptos dispuestos a estar un poco más vivos.

 

 

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