Lo inesperado: Sobre el corredor Abebe Bikila.
Por Alicia Lapidus
EL PASTOR ALADO
Abebe Bikila llegó a la Olimpíada de Roma en 1960, casi por casualidad. No estaba seleccionado, pero una lesión de uno de los miembros del equipo de maratón, durante un partido de fútbol, le permitió incluirse. Era un desconocido.
Bikila había nacido en 1932, en Jato, un pueblo de Etiopía. Hijo de un pastor de cabras, uno más, dentro de una familia numerosa y muy pobre. Abebe dedicó la mitad de su infancia a ayudar a su padre en el campo y la otra mitad de su tiempo a ser estudiante. Sin embargo, recién a los 12 años aprendió a leer.
Sus habilidades deportivas, ya podían verse desde pequeño: no sólo le gustaba correr, sino que era un buen nadador, jugaba hockey en el invierno y también cabalgaba.
A los 17 años se mudó a la capital de Etiopía y, tres años después, se alistó en la Guardia Imperial de Haile Selassie, como un modo de hallar un ingreso económico para él y su familia. Muy pronto formó parte del programa de actividades deportivas del ejército.
EMPERADOR EN FUGA
La historia del Emperador Haile Selassie, último emperador de Etiopía, merece un paréntesis. Baste con contar que ascendió al trono en 1930, dos años antes del nacimiento de Abebe y, en 1936 -cuando Abebe tenía cuatro años- se debió exiliar en Inglaterra por la invasión de Mussolini a su país. Volvería a Etiopía recién en 1941, tras la expulsión del ejército italiano.
Durante este período, Haile Selassie sufrió varias tragedias personales. Sus dos yernos, Ras Desta Damtew y Dejazmach Beyene Merid, fueron ejecutados por los italianos. La hija del emperador, la princesa Romanework, esposa de Dejazmach Beyene Merid, fue tomada en cautiverio con sus hijos y murió en Italia en 1941. Su hija Tsehai murió durante el parto, poco después de la restauración en 1942.
UNA PATADA CON SUERTE
En los campeonatos de las Fuerzas Armadas, Abebe empezó a ganar las carreras de fondo, entre ellas, la maratón. En 1956, con motivo de reunir a la fuerza armada, aérea y naval, se organizó una competencia de atletismo en el ejército donde participó y destronó al héroe del momento, Wami Biratu, quien lideró la maratón durante los primeros kilómetros. Sin embargo, fue el joven de 24 años quien llegó primero a la meta. Onni Niskanen, coach suizo y director de atletas, notó el desempeño de Abebe y decidió apoyarlo. A pesar de eso y de haberse integrado al equipo de atletismo, Bikila seguía siendo un total desconocido. Y, sin la lesión de su compañero, no hubiera sido llamado de emergencia a integrar el equipo olímpico.
El 10 de septiembre de 1960, el etíope pisó suelo olímpico para correr la maratón.
[button-blue url=»#» target=»_self»]Una maratón o un maratón es una carrera de larga distancia, que consiste en recorrer una distancia de 42.195 metros (42 km y 195 m). Forma parte del programa de atletismo en los Juegos Olímpicos, desde Atenas 1896, en la categoría masculina. Y, desde Los Ángeles 1984, en la categoría femenina. Su origen se encuentra en el mito de la gesta del soldado griego Filípides quien, en el año 490a.C., habría muerto de fatiga tras haber corrido 42 km y 95 m desde Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria sobre el ejército persa. En realidad, Filípides recorrió el camino desde Atenas hasta Esparta para pedir refuerzos: recorrió unos 213 kilómetros. Aun así, el mito ganó mucha popularidad. La longitud moderna de 42.195 metros data de los Juegos Olímpicos de Londres de 1908. La reina estableció esta distancia como la oficial de la carrera de resistencia por antonomasia. Esta distancia separa la ciudad inglesa de Windsor del estadio White City, en Londres. Los dos mil ciento noventa y cinco metros fueron añadidos al inicio, para que la salida fuese frente al balcón real del Palacio de Windsor. La distancia quedó establecida definitivamente como única oficial en el congreso de la IAAF, celebrado en Ginebra en 1921, antes de los Juegos Olímpicos de París de 1924. (1) [/button-blue]
LA ZAPATILLA INVISIBLE
Para sorpresa de todos, Abebe no solo ganó la prueba y batió la plusmarca mundial sino que, además, lo hizo de una forma insólita: corrió descalzo y alcanzó un record mundial. Aunque esta gesta forjó su leyenda, lo cierto es que Abebe no tenía intención de lanzarse al duro empedrado romano sin zapatillas: Adidas, el sponsor de la prueba, tenía unas deportivas preparadas para él pero, al ser incluido en la lista de los juegos por sorpresa, no tuvo oportunidad de probarlas lo suficiente y descubrió que le molestaban en las ampollas que ya traía. Como en los entrenamientos había demostrado que podía arreglarse de sobra, si corría descalzo sobre el altiplano etíope y, sin dejar de aprovechar las durezas de sus pies, prefirió salir sin calzado antes de hacerlo con uno incómodo.
Bikila se encargó de darle un toque heroico al final de la prueba. «Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con determinación y heroísmo». Y así lo hizo, fue el primer africano en la historia en ganar el oro olímpico. Y lo concretó en Italia, un país que, bajo el régimen de Mussolini, había sido el opresor de su pueblo.
Bikila demostró que el continente negro estaba capacitado para ponerse a la altura de Occidente, no sólo a través de las revoluciones independentistas de esos tiempos, sino también a través del deporte.
“Otros no conocen a Abebe como yo. Él no tiene miedo de sus rivales. Él tiene voluntad y entrega. Nunca he visto a alguien como Abebe. Abebe fue creado por sí mismo, no por nadie más”, fueron las palabras de su entrenador Niskanen, tras su victoria.
SIGUEN LOS ÉXITOS
Pero nada se detuvo allí. Tras el oro, su carrera continuó en diferentes competencias internacionales, como el Manichi maratón en Osaka, que también ganó. A pesar de eso, cuando comenzaron los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, Bikila estaba bastante débil. Había sido operado de apendicitis seis semanas antes de disputar la maratón, lo cual se vio afectado su programa de entrenamiento. Así y todo, allí superó su propio récord con un tiempo de dos horas, 12 minutos y 11,6 segundos. Fue el primer hombre en ganar dos maratones olímpicas seguidas.
Esta vez corrió con zapatillas.
Bikila estaba decidido a ganar la siguiente olimpíada, en México, en 1969. Lástima: una molestia en una de sus piernas, desde el año anterior, se interpuso. Por el dolor, debió abandonar la carrera a los 15 km.
Igualmente, su vida estuvo signada por lo imposible, lo increíble, la gloria y la tragedia.
LAS PIERNAS DEL CORREDOR
En 1969, Abebe sufrió un accidente de coche (con el Volkswagen que le había regalado el Gobierno de Haile Selassie, por su victoria en Tokio) al intentar esquivar a un grupo de estudiantes en una manifestación. Quedó parapléjico para siempre, algo que aceptó con la misma entereza con que había recibido su inesperada gloria. «Los hombres de éxito conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase en los Juegos Olímpicos. Y fue la voluntad de Dios que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que aceptar ambas circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz».
Fue invitado a los Juegos de Münich, donde impresionó ver en silla de ruedas al que había sido paradigma de los corredores. La ovación fue atronadora en todo el estadio olímpico. Un año después, el 25 de octubre de 1973, en Adís Abeba (Etiopía), a los 41 años, fallecía como consecuencia de una hemorragia cerebral por secuelas del accidente. En su país, más de 65.000 personas, con el emperador Haile Selassie presente, despidieron a su héroe.
EL ÚLTIMO EMPERADOR
¿Qué fue de la vida del Emperador de Etiopía?
Al año siguiente de la muerte de Abebe Bikila, el Derg -un comité de mandos militares de bajo rango y soldados-, se aprovechó del desorden que en ese momento había en el gobierno para deponer a Haile Selassie. El general Aman Andom Mikael, un protestante, sirvió brevemente como jefe de estado provisional, en espera del regreso del príncipe heredero, Asfa Wossen, quien entonces recibía tratamiento médico en el extranjero. Haile Selassie fue puesto bajo arresto domiciliario por un breve periodo, en la cuarta División del Ejército, en Adís Abeba, mientras que la mayor parte de su familia resultó detenida en la residencia del último duque de Harar, en el norte de la capital. Los meses finales de su vida el emperador los pasó en prisión, en el Gran Palacio.
Más adelante, la mayoría de la familia imperial fue encarcelada en la prisión Kerchele, también conocida como “Adiós, mundo cruel” (Alem Bekagn).
El 27 de agosto de 1975, el depuesto Emperador de Etiopía, Haile Selassie, moría en circunstancias poco claras, a los 83 años. Oficialmente, se declaró que la muerte se debió a complicaciones, tras una operación de próstata realizada dos meses antes. Sus partidarios señalan que fue asesinado por orden de uno de los hombres más cercanos al, por entonces, jefe de Estado, Tafari Bentim, quien más tarde se convertiría en hombre fuerte del socialismo etíope.
En 1992, los huesos del emperador se encontraron debajo de una losa de hormigón en los jardines del palacio. Algunos informes sugieren que sus restos fueron descubiertos debajo de una letrina. Durante casi una década -ya que los tribunales etíopes trataron de arreglar las circunstancias de su muerte-, su ataúd descansó en la Iglesia de Bhata, cerca del lugar de la tumba de su tío abuelo, Menelik II. El 5 de noviembre de 2000, a Haile Selassie se le dio un funeral de estilo imperial de la iglesia ortodoxa etíope.
Más allá de haber propiciado el éxito de Abebe Bikila, Haile Selassie dejó un legado que continúa hasta nuestros días, el “movimiento rastafari”, una corriente espiritual que considera a Haile Selassie como a la tercera reencarnación de Jah (abreviatura del nombre de Jehová), después de Melquisedec y Jesús.
ZAPATITOS, ZAPATILLAS
Desde 1957, tres años antes de los Juegos de Roma, en sus entrenamientos Bikila utilizaba unas zapatillas de origen japonés, las Onitsuka Tiger. Tras ser su modelo fetiche hasta su trágica retirada, otra estrella decidió calzar las mismas para patear, en vez de asfalto, caras: Bruce Lee las usó, junto con su mítico overol amarillo y negro, en “Juego con la muerte”, la última película que curiosamente no alcanzó a terminar antes de morir, a los 32 años. En 2003, 31 años después, Tarantino decidió homenajear al maestro de las artes marciales y puso de nuevo el modelo en unos pies: Uma Thurman, en “Kill Bill”, vestía los mismos colores que Lee y, por supuesto, el mismo calzado. Afortunadamente, sin los trágicos finales de los anteriores usuarios.
La historia y sus personajes se combinan en intrincadas redes, se enlazan, se asocian, se heredan. La mayor parte de las veces, vemos sólo los resultados, sin llegar nunca a sus orígenes. Un corredor etíope, un emperador, un campeón de artes marciales y un director de cine se articulan en una inesperada sincronía y dejan el eco de su herencia entre nosotros.
(1) Fuente, Wikipedia