La intensidad: sobre mujeres anarquistas
Por Lourdes Landeira
CENTENARIAS
“Y la emergencia de esa palabra predicó sobre un sujeto que se impuso en la nueva Argentina: el miserable. Buenos Aires, gran aldea, se convirtió en un escenario ruin e indigno: conventillos, hacinamiento, tuberculosos, desempleados, milonguita, pungas y mala vida. Como contracultura, el anarquismo buscó encender la potencia sediciosa de las y los plebeyos. Para todo ofreció respuestas y propuestas, ¿para qué esperar?, ¿cuál sería la ventaja de aguardar por mejores momentos, si la dominación es nuestra contemporánea?”
Vanina Escales, “¡Arroja la bomba!”
El bicentenario argentino se vivió en las calles de la ciudad de Buenos Aires impregnado de fiesta. Una mujer presidía el país. Con ella, desfilaron por el centro porteño legendarios mandatarios de una América del Sur, de signo mayoritariamente popular. Una multitud incansable y gozosa, día tras día, le puso el cuerpo a las celebraciones y se dejó erizar la piel desde lo más profundo de cada conmoción individual.
Cien años antes, las cosas habían resultado muy distintas. Entonces, el entorno, era de estado de sitio y la celebridad invitada, una infanta europea. La multitud de aquel momento estaba organizada y, en gran número, se embanderaba bajo el ideal anarquista. Los visitantes extranjeros asistieron a una ciudad paralizada por la huelga general de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina)
En el medio, entre dictaduras, democracias, guerras y revoluciones, las mujeres nos afirmamos en nuestros deseos y batallamos cada mínimo espacio a disputar. Fuimos “Madres” y “Abuelas de Plaza de Mayo”, “HIJAS” y nietas. Y hoy, cuando los movimientos feministas aparecen a nivel global en su mayor intensidad, en nuestro sur, caminamos hacia el tricentenario deseado.
Más allá de cronologías y demarcaciones numéricas, como expresión de nuestro ser humanas, lo común se pasea entre generaciones y se concentra en lo singular. Es por eso que para muestra de intensidad, quiero intentar mirar el futuro con algunas acciones puntales de dos contemporáneas del siglo pasado.
QUINCE PRIMAVERAS Y DOS PRIMEROS DE MAYO
“Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto / sino amarse y amar, perdida, ingenuamente”.
Idea Villariño, “Tal vez no era pensar”
El 1 de mayo de 1904 el Partido Socialista y la FORA se manifestaban por el centro porteño. Una supuesta pelea en un tranvía fue la excusa de la policía para reprimir con balas cuando los oradores estaban por comenzar el acto. Juan Ocampo tenía 18 años y era del gremio de peluqueros. Murió en el momento. En medio de la muchedumbre, varias compañeras y compañeros alzaron el cuerpo y lo trasladaron al local de la FORA de la calle Pozos. Hasta ahí llegó también la policía y, otra vez a los tiros, secuestró el cadáver y nunca lo devolvió. Entre las mujeres que cargaron a Ocampo estaba Juana Rouco Vuela, quien recrea el acontecimiento en “Historia de un ideal vivido por una mujer”, el libro en que cuenta su militancia en el anarquismo.
“A los cuatro años de haber venido de España, o sea en 1904, ya me reunía yo con algunas compañeras y compañeros, ¡echaba mis primeras cartas!, ¡era una niña, tenía 15 años! Me parecía que ya comprendía todos los problemas sociales y mi juventud y mi entusiasmo me llevaban a tomar parte en cosas que no comprendía bien pero que me gustaban”.
Otro 1 de mayo, el de 1909, fueron asesinados 14 obreros que manifestaban su descontento en Plaza de Mayo. La orden de disparar la dio el coronel Ramón Falcón -quien, a pesar de eso y de la lucha inclaudicable de Osvaldo Bayer, todavía ostenta calle en nuestra ciudad. Unos meses más tarde de la masacre, Falcón murió como consecuencia del atentado llevado adelante por el obrero anarquista Simón Radowitzky. Salvadora Medina Onrubia tenía 15 años. Ella y el movimiento anarquista en su conjunto batallaron por liberar a Radowitzky de la cárcel, donde permaneció durante 21 años.
“El anarquismo a Salvadora le permitió ejercer su desenfado, desatar su insolencia, despreciar la obsecuencia, sellarse la frente con orgullo de anormal, poder maldecir los sueños cortos y reírse de los sirvientes funcionales. Porque en ella, personalidad y convicción se tejieron juntas”, dice Vanina Escales en su libro sobre Medina Onrubia y el feminismo anarco, “¡Arroja la bomba!”
ATENTI, CARCELEROS
“Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía. / Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca, / cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?”
Olga Orozco, “Con esta boca, en este mundo”
En 1931, Salvadora y su marido, Natalio Botana, fueron detenidos en desigualdad de condiciones bajo el gobierno de José Félix Uriburu. En la Penitenciaría Nacional, él recibía visitas y comía a la carta de restaurante. Desde el Asilo Correccional de Mujeres, ella escribió una carta al Presidente como respuesta al pedido de “magnanimidad” que varios intelectuales de la época pidieron para ella. En su párrafo final, dice:
“General Uriburu: (…) En este innoble rincón donde su fantasía conspiradora me ha encerrado me siento más grande y más fuerte que usted, que desde la silla donde los grandes hombres gestaron la Nación, dedica sus heroicas energías de militar argentino a asolar hogares respetables e infamar a una mujer ante los ojos de sus hijos… y eso que tengo la vaga sospecha de que usted debió salir de algún hogar y debió también tener una madre. Pero yo sé bien que ante los verdaderos hombres y ante todos los seres dignos de mi país y del mundo –en este inverosímil asunto de los dos- el degradado y el envilecido es usted, y que usted, por enceguecido que esté, debe saber eso tan bien como yo. General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras, y sienta cómo, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio. Salvadora Medina Onrubia. Cárcel del Buen Pastor, julio 5 de 1931”
En 1908, a Juana Rouco se le aplicó la Ley de Residencia de Roca. La policía la consideraba un “elemento peligroso para la tranquilidad del capitalismo y del Estado” y la deportaron a España. Luego de un recorrido siempre militante por Madrid, Marsella y Génova, logró volver a Montevideo. Mientras ella permanecía en estas costas rioplatenses, en España se ordenaba el fusilamiento de Francisco Ferrer Guardia, un educador reconocido mundialmente. Por supuesto, Juana dijo presente en la movilización y la protesta. Según sus propias palabras:
“De común acuerdo el partido Liberal, el partido Socialista, la Federación Obrera Regional Uruguaya y el Centro Internacional, organizaron un mitin para el día 13, el mismo día y a la misma hora en que iban a fusilar a Ferrer. Fue un mitin monstruo, todo Montevideo se encontraba allí presente, sin diferencia de ideologías ni de condición social. Era tanta la multitud, que con una sola tribuna no hubiera sido posible oir la palabra de los oradores, ya que en ese tiempo no conocían los micrófonos. Se destacaba una cantidad importante de mujeres como pocas veces he visto. Le dije a aquella multitud que había un representante de España en el Uruguay y que era a él al que había que pedirle cuentas. No fue necesario repetirlo, estaba en el ánimo de todos los presentes y al grito de ¡a la embajada!, se encaminó toda esa multitud seguida por la policía, que era impotente para detener a los manifestantes”
QUIEN QUIERA OÍR, QUE LEA
“Y queremos contar la maravilla / ciega para los otros, a nuestros ojos clara, / en donde la memoria ha detenido / como un pintor, un gesto de la mano, / una sonrisa, un modo breve de saludar”.
Fina García Marruz, “Cuando el tiempo es ido uno retorna…”
La calle, el espacio público, el escenario improvisado y el mitin fueron los lugares donde, entre tantas y tantos, estas mujeres pusieron el cuerpo y dijeron lo suyo. Sin embargo, ambas -convencidas de que el enemigo era grande y la lucha por sus ideales era intensa y debía darse en todos los ámbitos- imprimieron su visión del mundo en cuerpo de letra. Escrita en la prensa, dicha en la ficción de un teatro o una actividad escolar.
Salvadora escribió en ´La Protesta´, el periódico anarquista fundado en 1897 y, en el diario ´Crítica´, fundado en 1913 por Natalio Botana. En 1922, Juana y varias compañeras de Necochea, fundaron “Nuestra Tribuna”, la primera publicación anarquista escrita íntegramente por mujeres.
La difusión y la comunicación era una necesidad vital y ninguna de las dos quiso resignarla a lo estrictamente periodístico. Salvadora escribía obras de teatro. El lema de “NuestraTribuna” era: ´Quincenario femenino de ideas, arte, crítica y literatura´.
“¿Qué nos circunscribiremos a hacer propaganda femenina? ¿Quién dijo eso? Nuestros propósitos son esencialmente sociales, nuestra hojita será un quincenario anarquista de elevación mental de la mujer y el hombre, pero escrito por mujeres.”, decía una de los carteles que difundían la aparición de “Nuestra Tribuna”.
“A mí ya estos cigarrillos de mujer me dan náuseas. Son demasiados vagos. Las cosas vagas son estúpidas y ya no las siento. Cualquier día me encontrarán por la calle fumando toscanos, creo que no hay nada peor. Después volveré a las pastillas de menta. Es el símbolo de la vida. En cigarrillos, en amor en filosofía. .. La serpiente que se muerde la cola…”, dice Elvira, protagonista de “Las descentradas”, una de las obras más conocidas de Salvadora. La misma Elvira, unas páginas más adelante dirá: “Las otras deshacen sus dolores con lágrimas. Yo los deshago con palabras. En mí, una paradoja equivale a un sollozo”
FAMILIARES
“Sabemos que hay siempre una frase / que nos espera. / Y el beneficio de la lluvia. / Y hasta la sonrisa / ha encontrado su medida justa / y el domingo la dimensión doméstica adecuada. / Pero hay cosas que todavía nos indignan. / Y todavía / la mentira presurosa / viene en ayuda de un amor imposible”.
Emma Barrandeguy, “Siempre sorprende”
Cuando se casó con Botana, Salvadora ya tenía un hijo –Pitón-de un amor frustrado de la adolescencia. Juntos, tuvieron una hija y dos hijos. Después de 6 años de relación, formalizaron el vínculo ante el registro civil de un estado en el que no creían. Botana la convenció de hacerlo bajo el argumento de que, para los varones, lo podía aceptar. Pero una niña no podía ubicarse en el mundo como hija natural. Los secretos filiales, tan comunes en la época, no escaparon a Salvadora y Pitón no sabía que Natalio no era su padre biológico. Botana encarnaba al padre amoroso y consentidor y Medina Onrubia, a la madre revolucionaria. Pitón murió a los 17 años. La versión oficial de la familia declaró que fue víctima de un auto disparo en el marco de un juego de chicos. La historia no tan oficial dice que el disparo fue posterior a que la madre le contara la verdad sobre su origen. Al poco tiempo, el matrimonio viajó a Europa. Ella, acompañada por la morfina y él, por Susy, su amante.
En 1921, Juana Rouco hizo familia con un tipógrafo, José Cardella, compañero de militancia al que consideraba muy inteligente y valioso. A instancias de ella, se instalaron en Necochea para poner en marcha el proyecto del periódico anarco femenino. Tuvieron una hija, Poema, y un hijo del que no encontré el nombre. Juana debió acomodar su vida, sobre todo, sus viajes y giras por el país, a las nuevas necesidades familiares. Cuando José – como muchos otros- “traicionó el ideal que había sostenido y defendido muchos años y se entregó a la política y a los políticos por su deseo de figuración y bienestar económico”, abandonó también a Juana y a sus hijos.
¡AL CARAJO!
“Mírala, bruja de todo alquimería, / quiromántica. / Mi destino no está escrito en las líneas de la mano, / está en el Universo. / Lo rigen el tiempo y el espacio: / la gigantesca espiral de la Historia: / ese milagro”.
Glauce Baldovin, “El rostro en la mano”
En las Palabras Preliminares a su “Historia de un ideal vivido por una mujer”, de 1963, Juana Rouco Vuela escribió:
“El ideal anarquista ha sido y es para mí la única brújula segura para llevar a los pueblos el bienestar y destruir este engranaje social en que vivimos y mantiene las diferencias sociales entre los seres, y provoca las guerras, el dolor y la destrucción de todo lo existente”.
En la edición del 29 de enero de 1914 de ´La Protesta´, Salvadora Medina Onrubia, publicó:
“Lo soy, porque llevo la justicia y la verdad en la carne y en el alma, porque he nacido anarquista como se nace genio, como se nace imbécil o como se nace genio”
Hoy, sería fácil responder a esa afirmación con un parafraseo: no se nace anarquista, se llega a serlo. Lo cierto es que cada palabra conversa con su entorno a la vez que sus antes y sus después.
Este 2020 murió Quino, el creador de Mafalda, en medio de la sindemia global (*) que nos atraviesa. Entre las tantas viñetas inolvidables de la siempre niña que circularon por las redes, se viralizó también esta reflexión extraída de una entrevista a Joaquín Lavado:
“El capitalismo también se va a ir al carajo. Esto no puede continuar así. Yo lo que espero es que a la larga se intente otra forma de socialismo. No igual al que ya fue, pero para mí sigue siendo el mejor sistema de gobierno. Apenas tuvo 70 años para expresarse y es probable que estuviera mal aplicado. Si pensamos que al cristianismo le llevó tres siglos imponerse, ¿por qué no podemos pensar que el socialismo regresará y finalmente podremos vivir en un sistema más justo y más humano para todos?”
Las cartas están echadas, pero no está dicha la última palabra. No sé si Salvadora y Juana se conocieron. Tampoco sé si leyeron a Mafalda ni si Mafalda tuvo registro de ellas. Sí sé que caminaron las mismas calles que aún hoy siguen ávidas de nuevos pasos y renovadas multitudes, hacia el tricentenario libre de dominación patriarcal. Por lo menos.
- El término sindemia coloca al Covid19, como la interacción biológica y social de afecciones y estados y obliga a buscar una solución que exceda lo estrictamente biomédico.