Reflexiones acerca de la miseria: Sobre algunos textos y fotos de Marcos Zimmermann.
Por Carolina Diéguez
“No te preocupes tanto
el cielo es de todos…”
Jean Cocteau
El silencio entre dos palabras –como decía Alejandra [1]– o el blanco entre dos árboles dibujados. El trazo infantil repone una mirada del mundo que hace familia con el paisaje y con quienes lo atraviesan. Su tiempo es el de la historia, el blanco entre dos momentos de árbol: su eternidad.
Estas figurasc -el juego, el paisaje, el religar, los trazos del amor, los estallidos de la forma- aparecen una y otra vez en los textos y en las fotos de Marcos Zimmerman. Unas veces como tales y otras, trasmutados en los juegos de una memoria siempre presente.
CUERDA INVISIBLE
“La memoria es un animal blando que adquiere formas extrañas cuando uno lo toca, (…). Y debo confesar que, durante las últimas semanas, esa bestia no ha dejado de moverse en mi cabeza. A veces es una ameba inerte que remite a un tiempo anterior a la inteligencia. Otras, muestra la misma sagacidad de las mariposas albas, que atraviesan nuestro país flotando sobre un aguapé hasta llegar a su lugar de empupamiento…” [1]
El animal blando es un ser pregnado de la historia y los deseos que lo tocan. Quieto y móvil a la vez. Este animal adquiere las características de la foto: una imagen de un instante que, simultáneamente, incluye un transcurso. Unas veces el animal toma la forma de lo primigenio originario y, ya hecho vientre, sucede hasta nacer.
Por ejemplo: cómo no ver el rostro del chico en el cuaderno y cómo no ver el reflejo de la mujer que come el sándwich en la espalda de la que está adelante. La continuidad mundo-paisaje y la acción en el mundo se hace evidente. Lo pregnado transcurre de una foto a otra. Las imágenes se adhieren al mundo y el mundo se adhiere a los cuerpos.
¿Qué quiere decir la desnudez de los rostros? A decir verdad, los rostros nunca se visten, a lo sumo están maquillados. Los rostros narran. A pesar de ser rostros quietos, presentan un movimiento narrativo. Vinculado al origen y al oficio. Rostros que son todo ojos con adherencias del hacer del hombre que mira. El hacer del hombre espejado en su cara. Un niño en la escuela de Pilagá (Formosa) con la mirada clavada, ¿en el futuro o en la memoria? Una mujer come un sándwich. El placer y la voracidad del hambre laten en sus ojos.
PAISAJE OVILLADO
“La memoria es un animal blando que adquiere formas extrañas cuando uno lo toca…” [2]. Hombre y marco se tocan y así, en la siguiente foto, ruge y trina el marco que se hace hombre y el hombre que se hace marco. El mundo no es la escenografía que nos da forma ni somos los actores del mundo. Hay un collage entre cosas y seres, donde pieza movida, conjunto transformado, deformado, trasmutado.
ECOS DE LUZ
“Un hombre que se repite por millares en Sudamérica. Lo llevo
dentro de mí desde mucho antes de haberlo fotografiado.” [3]
Y vuelve lo originario, la desnudez primera del ser, un grado cero de la desnudez. A partir del ahí lo múltiple es sólo un desovillar de compleja trama para acunar, en un lugar íntimo de cada foto, ese inalcanzable origen.
YACARÉ IMPAR
El animal blando. O el yacaré: “El yacaré (…) el que ni si quiera tiene un mito propio (…) El animal en tránsito. El que se parece tanto a nosotros.” El encuentro imposible de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección o el traslape posible entre un hombre y su deseo. La herramienta y el cuerpo, la raíz y la casa, el árbol y el cielo. Esta foto repite una cifra: el tres. Clarísima en la serie de los paisajes de Zimmerman. El tres es el número perfecto para el devenir, porque siempre genera
una imparidad, una asimetría que promete lo nuevo.
SOL A MEDIODÍA
Superposición y trasposición de imágenes: la asociación “ilícita” del collage. Imágenes y objetos se imbrican con ligaduras expresivas. Árboles, pies, retratos en primer plano, ojos, pasos, caminos, paisajes de triple franja. El yacaré, “depredador prehistórico de mirada fría”, síntesis del hambre, el miedo, el tiempo, la magia, la fuerza, la madre tierra, el instinto, la resistencia.
Pero, ¿resistir desde dónde?: Tenemos el mundo adentro y somos el mundo. Como dice Cecilia Rosetto en su espectáculo “Rojo tango”: “salir para dentro, entrar para afuera”. Así el centro es móvil, la altura se vuelve alfombra y la semilla del árbol da luz al sol. De ese modo, la escritura es la continuación de la imagen por otros medios. La imagen vive en la escritura y la escritura late en la fotografía. El andar no se detiene en la puerta de las disciplinas. Siempre habrá juego si podemos despejar el camino entre dos árboles de infancia. Esa es la página donde escribir o el papel donde habita la foto. Si miran bien, entre esos dos árboles, se despereza un yacaré o cualquier otro animal blando.
[1] PIZARNIK, Alejandra
[2] ZIMMERMANN, Marcos. Del espesor de la memoria, 2016
[3] ZIMMERMANN, Op. Cit.