La celebración: sobre viajes y memorias
Por Mariano Botto
Fotografía: Carla Cecche
“El viaje, además de hacer al ser humano más silencioso, depura la mirada”
Milton Hatoum
Este viaje comenzó con mi nacimiento y años atrás, donde la memoria no accede con certeza pero intuye el paisaje. Los hilos de mi historia tejieron caminos sedientos y de andares desparejos. El viaje no fue para conocer lugares determinados o en búsqueda de fotos postales. Me llevó mi trabajo, la música. Ella determinó un recorrido de veinte conciertos durante el espacio de cuarenta días. Viajar, hospedarse, tocar decenas de veces. Estas impresiones de viaje son una canción: un puñado de estrofas, un universo melódico de tres minutos. Viajamos por donde nunca fuimos. Sólo somos dos, a cargo de todos los detalles. Llevamos nuestra música que no repara en horas de viaje, frío, calor o distracciones. Todas las fuerzas de la mente y del espíritu deben estar radiantes a la hora del concierto. De cuatro mil kilómetros de rutas argentinas se desprenden imágenes y sobrevuelos y cada pueblo, ciudad o paisaje es una celebración.
Mis actos
me mostraron
que el universo es un oscuro andante bosque
donde todo movimiento es cacería.
Fragmento de “Bosque”, de Amelia Biagioni (Santa Fe)
QUE LO DIGA EL RÍO
Al partir desde Buenos Aires hacia el norte, pronto se deja la llanura pampeana. Los valles mudan su fisonomía con palmeras, cortaderas e inundaciones.
La primera noche nos hospedamos en la ciudad de Santa Fe frente a la terminal de ómnibus. Zonas siempre maltratadas y cansinas. Sucias de aceite y hollín. Enfermas de movimiento y tensión que amedrenta al visitante: que no se pase de listo el recién llegado. A su vez, alejarse de esa atmósfera asfixiante, alivia a quien se va y lo distrae de lo que deja.
Llegamos el día del concierto y sólo tuvimos 24 horas para recorrer sus calles angostas que acompañan el cauce del río, su larga costanera, las centenarias mansiones del bulevar Gálvez y unas inmensas instalaciones ferroviarias en desuso.
País ceñido por el monopolio católico: Santa Fe, Santa Cruz,
San Fernando del Valle de Catamarca, Santiago del Estero, San Luis, San Juan. La cruz no descansa en sus misiones.
PAPELES QUE NO CRUJEN
Pedro canoero
te mecía el agua
lejos de la costa
cuando te dormías.
Pedro canoero
corazón de arcilla
sobre la canoa se te fue la vida.
Fragmento de “Pedro canoero”, Teresa Parodi.
La capital de Corrientes delimita la ciudad en forma de flecha. Señala al río. Al recorrer las calles céntricas, en sutil declive y entre casas centenarias, siempre se llega hasta las costas anchas del Paraná.
En Corrientes los papeles no crujen al abollarlos. El río sucede en la atmósfera y cualquier elemento es más agua que aire. La ropa mojada se mece en la humedad por días y días. Hasta el dinero pierde la rigidez de su cuerpo.
Hacia el fin del paseo costero, se eleva la figura de un gigantesco indio de hierro de tono aguerrido y salvaje. Es en homenaje al comandante indígena de raza guaraní, “Andresito”. Combatiente y símbolo en la región de jesuitas, guaraníes y el federalismo de Artigas. Único caso, junto a Evo Morales, en el cual un aborigen llegó a funcionario público. Resistida por los sectores más conservadores, la estatua monumental de Andresito desafía al conquistador con su porte de lucha por la patria grande latinoamericana.
País descosido de vías. Cuerpo cercenado. Toda cinta asfáltica atraviesa sus cicatrices. Cada camino cruza el fantasma del tren y la desconexión de los pueblos ultimados por siempre. Líneas rectas evocan lo ferroviario. Carteles que ya no alertan el paso del tren, sólo lo recuerdan. Las viejas estaciones cargan un certificado de defunción. Las bóvedas del ferrocarril son galpones y estaciones, aún de pie, para consolidar su muerte definitiva.
MANANTIAL DE TIERRA
Resistencia, ciudad con sed de arte. Cada cuadra puede tener hasta tres esculturas cuidadas por los propios. Ciudad que olvida al Paraná- a poca distancia- y olvida el Río Negro, que serpentea a un costado. Se dice que su interés cultural reside en la falta de esplendor de la naturaleza, contrariamente a lo que sucede en el vergel de Corrientes. Y, de allí, su sedienta inquietud por el arte. El dominio es de la tierra y del enraizado orgullo luchador de los “Resistentes”. La gente hace honor al nombre de su ciudad.
Tocamos en un lugar llamado “Espacio maracuyá”, donde sus dueños – Lucio y Sandra- organizan, sin descanso, talleres, conciertos, encuentros e incluso peñas. Le dan sentido social a la cultura, palabra que abarca tantos aspectos como confusiones. El espacio reúne conciertos cuidados y también da la posibilidad a pequeños productores artesanales y a músicos no profesionales de reunirse, de mirar al otro y de compartir lo que se tenga.
En la ciudad de las esculturas, no sólo hay militantes desaparecidos de la última dictadura militar, también se encuentra NN una obra de Crisanto Domínguez, escritor y escultor chaqueño, enterrada desde mucho tiempo. Cuenta la crónica: “entre 1936 y 1937, Crisanto Domínguez erigió la escultura más grande que conociera el Chaco, de al menos tres metros de altura.” Se trataba del cuerpo de un aborigen, forjado con hierro y cemento. La misma fue primero mutilada- literalmente castrada- porque la dimensión de sus testículos molestaba. Luego, vinieron el secuestro y la desaparición, sin que hasta ahora se la haya desagraviado y restituido.
A poco de pisar Chaco urge lo aborigen. Golpes de tierra laten su presencia y reclaman su visibilidad. La Argentina aborigen se escribe en presente. Comunidades wichis, qom, guaraníes en la herencia de piel. No hay historia aborigen sin exterminio en pasado y en presente. Negados, acorralados, paseándose en el rostro de los distraídos.
OASIS DE GENTE, CERDOS & PECES
Viajamos mil kilómetros, a través de Formosa, hasta llegar a San Salvador de Jujuy. Desde la capital formoseña hasta Orán, provincia de Salta. Dejamos atrás río y palmeras, para ir hacia árboles petisos y suelos de tierra desnuda y seca. Por la ruta, cerdos, rebaños de chivos, burros y una veintena de pueblos pequeños alejados de todo. En el trayecto no hay estaciones de servicio ni paradores o comedores. Es un desierto lleno de gente: maestros que hacen dedo para volver a sus casas, comunidades indígenas y niños salidos de la escuela.
Nos detuvimos en Ingeniero Juárez, ante la inminente noche. Pueblo de polvo y luces lúgubres. Buscamos hospedaje por las dos calles asfaltadas, que pronto se acabaron. La atmósfera: una nube de polvo estático acrecentada por las luces de la calle. La Argentina boliviana en la gente, en su fisonomía y en su vestimenta. Como en Corrientes la hermandad paraguaya, en Juárez, la boliviana. Pasamos la noche en la última habitación disponible del último hotel al borde de la ciudad.
Los controles policiales abundan por las rutas. A la salida de Ingeniero Juárez, nos detuvieron para revisar los papeles del auto y lo que llevábamos. Nos informaron de un despacho de combustible a una hora de viaje y nos alertaron contra los animales en la ruta. Luego, nos detuvieron media docena de veces más.
Al llegar a la ruta 34, en Salta, el paisaje cambia considerablemente. Sobre el horizonte se dibujan montañas. El camino comienza a elevarse y a exhibir vistas panorámicas.
A las puertas de San Salvador de Jujuy, la nube dejada atrás por unas horas, en la mañana de Ingeniero Juárez, ya nos
había alcanzado. Minutos antes de nuestro destino, pasamos por el barrio “Alto comedero”, donde una mujer negra e indígena, Milagro Sala, sigue presa, por haber organizado a la gente para construir sus propias casas, la fábrica de muebles, la metalúrgica, la cooperativa textil, escuelas, centros de salud, plazas de recreación y hasta una gran pileta de natación. Todo lo que está vedado a los parias de la tierra.
SIMPLIFICAR PARA NO PENSAR
Al pensar en la música argentina, me asaltan una decena de ritmos. El tango pareciera ser el embajador, pero esto es dudoso, porque es sólo la parte de un todo. Además, se lo cita más por el baile que a la música. En cualquier parte del mundo, en cualquier pueblito europeo, hay milongas y festivales de tango. Pero el eje central es el baile y nada más que el baile. En muchos casos se prefiere, incluso, bailar sobre las clásicas grabaciones de tangos antiguos a la participación de orquestas en vivo. Por otra parte, el tango, es una música que representa a 203,3 km² de los 2.780.000 km² que tiene el país. Si hablamos de folclore, debería referirme a decenas de sub-ritmos generados en cada zona: huaynos y vidalas del noroeste, zambas de Salta y Tucumán, la chacarera de Santiago del Estero, el chamamé del Litoral, la cueca y la tonada de la región cuyana, la milonga campera de la provincia de Buenos Aires y el loncomeo de la Patagonia. Y muchos otros ritmos de cada región que, a su vez, se mezclan entre sí. Debemos sumarle a la ecuación la música aborigen, autóctona, ninguna con raíces más profundas que ella.
SI SE CALLA EL CANTOR, ES QUE ESTÁ DURMIENDO
En Santiago del Estero la siesta no se negocia y, en las primeras horas de la tarde, la ciudad se vacía. Ni los parquímetros trabajan entre las 13 y las 17hs. Y, por la peatonal del centro, apenas si transita algún escolar errático.
Un domingo por la tarde en la plaza, no hay supervivencia. Quizás un lustrabotas que ataca turistas a cien pesitos la lustrada o unos adolescentes reunidos alrededor de un banco, que zapatean mientras otros tres tocan una chacarera. Bombo y guitarra flanquean al bandoneonista, quien toca, se ríe y mira hacia otro lado, como si cazara la música en el aire. Todos participan o se guitarrea o se baila, se canta o se duerme.
Durante las giras, el hospedaje suele ser incierto. El músico duerme donde puede y la gente da lo que tiene. Regidos por la máxima: “Los músicos a veces comemos faisán y otras veces comemos las plumas”, en Unquillo y en Paraná, se repitió el mismo caso: al recibirnos nos cedieron su habitación, su cama y su casa.
Por la ventanilla del auto volaron llanuras pampeanas, bosques de palmeras, ríos, inundaciones, sequía, cerros, montañas, salares, todo cabe en unas horas de ruta argentina. En cada estación de ómnibus, en los bares, en restaurantes o en oficinas públicas se repite una imagen: TN Noticias – TN noticias -TN Noticias. Un purmamarqueño se asombra del corte de tránsito en pleno centro porteño, una chubutense se estremece por el robo en Avellaneda, un riojano comenta el pronóstico del tiempo para Capital y gran Buenos Aires. Una abuela de más de noventa años comenta: “Esa Milagro Sala se robó todo. Es verdad, lo dijeron en televisión”.
NEGADOS, ANEGADOS, ABNEGADOS
Siempre recuerdo el pueblo de Goya, Entre Ríos, por una imagen que vi hace décadas en televisión: el techo de una casa como isla en medio de un intenso río y cuatro integrantes de una familia a la espera de su evacuación. Un mes antes de este viaje, un poco más al norte de esa zona, la inundación volvía a golpear.
En la ruta de ingreso a Goya vendían locro. Los vecinos cargaban las ollas para sus casas. Nosotros no teníamos. Preguntamos por alguna bandejita y cubiertos de plástico. A cambio, nos armaron una mesa que usaban para servir, se disculparon por el mantel apenas sucio, nos proveyeron de platos y cubiertos -seguramente traídos para uso propio- armaron nuestro comedor bajo unos árboles y en una angosta vereda.
Los músicos de Paraná se refugian en su ciudad. No les interesa tanto ir a Bs As ni buscar allí cierto éxito o reconocimiento. Adoradores del río, lo plagian en su modo de hablar con tonada blanda y cálida. Ahondan en su pertenencia y se juntan. Graban, editan y cargan el polo positivo de la cultura sin la opinión de quien pareciera expender el certificado de reconocimiento: Bs As.
DIABLADA PUNEÑA
Matriz del viento, origen de la sombra,
ofertorio otoñal de las calandrias,
duerme la siesta del maíz fecundo
sobre el tálamo gris de tus pisadas
hasta que el hombre de la mano ruda
abra en surcos la paz de tus entrañas.
Fragmento de “Muchacha azul, princesa americana”, de
Germán Walter «Churqui» Choquevilca
Tilcara.
Tilcara montaña.
Tilcara siempre sol.
Tilcara color de piedra.
Tilcara sangre originaria.
Tilcara calle poética, camino trepador
Así es Tilcara, una Diosa bella y seria. Una mujer radiante e invencible.
En Tilcara es verano cualquier día de invierno y frío helado en cualquier momento.
Tilcara no acepta nubes. Tantas curvas le impone el camino ascendente, que no alcanzan a subir. A su vez, el esplendor del cielo y la inmensidad del sol las empuja hacia abajo.
LOS TUCU TUCU MANA MANA
«El arte es la respuesta del hombre a la naturaleza y su superación; pero hay una educación estética como hay una educación moral y otra religiosa».
Lola Mora
¡Qué caprichosa la naturaleza! Tan inspirada en Tucumán y nada un poco antes. Doy un paso y hay cerros, bosques y miradores. Un paso más y el paso se me llena de valles lunáticos. ¿Qué más tenés para decirme, Tucumán? Aunque ya Mercedes Sosa me lo contó todo.
El acceso a Tucumán confirma su estatus jardinero. Vergel hasta en otoño. Rutas verdes coloreadas de flores amarillas. El mercado del norte, en el centro de la capital, ofrece una diaria fiesta gastronómica. Decenas de locales, entre carnicerías, pescaderías y fiambrerías, venden al paso. Y, en la barra, empanadas, tamales, pizza, humita. También comidas que desconozco: kafta, lampreado.
El Wikioráculo dice: “Tucumán” está compuesto de «tuca», que significa todo, y «mana», una negación. Es decir: «nada de todo». Sería la respuesta de los emisarios enviados por el inca, cuando quisieron saber sobre la existencia de oro. Otros afirman que fueron los soldados de Pizarro: al preguntar si allí había oro o plata, los nativos respondían «manan», es decir, no hay. Airados, los españoles decían: «tucuimana, a todo correspondéis que no hay».
A los cinco minutos de entrar a la capital tucumana, nos anoticiamos de la temperatura del tránsito: un taxi nos pasó rasante, aterrorizando nuestro espejo retrovisor. Otros dos chocaron en una esquina y sus choferes discutían. Una camioneta con cara de agua pasó un semáforo en rojo y varios conductores afiebrados deliraban impiadosos en bocinas.
Frente a la archi-famosa “casita de Tucumán”, una abuela vende empanadas, pareciera que desde 1810. A su espalda hay una placa que la conmemora. El día que le compré media docena, luego de dar un reportaje para televisión y hurgar en la canasta por las últimas que quedaban, me contó de su deseo de conocer Buenos Aires y de venderle su receta a un empresario.
Un túnel se zambulle en el río y conecta con ciudad de Paraná. Dentro la imagen es inverosímil, futurista, como las películas de ciencia ficción, como la pobreza.
Pasarán años para curar la tierra sin sol, las semillas se cansarán de la espera y les costará erguirse en brote, planta y fruto. Cada ciudad nos recibe con pancartas, bombos y cantos de protesta. Cada rincón se expresa en un mismo idioma y una misma problemática: Basta de despidos, basta de ajuste, no al tarifazo.
Luego de un mes, el sol apareció tímido tras su cuarentena. El país entero sufre una nube persistente que no quiere irse.
DORSO POSTAL
A poco de atravesar el puente de Zárate y luego de cuatro mil kilómetros, el auto se cansó del viaje. Tanto dormir en cualquier lado- que altura, que humedad, que seca, que barro, que polvo- dijo basta, al borde de la noche, y se apagó poco a poco hasta agotar sus fuerzas, insuficientes hasta para encender una lamparita de la baliza. El regreso continuó sobre una grúa que mascaba coca bica y tocaba bocina al pasar por un santuario del Gauchito Gil.
Me hiciste viajar a travès de tu relato, increìbles vivencias, que de alguna manera, como dije antes…es un antes y un despues, felicitaciones!!!
Muchas gracias!
«“El verdadero viaje de descubrimiento no es buscar nuevas tierras, sino mirarlas con nuevos ojos”. Voltaire