Abuso: sobre  violencia contra el cuerpo en el arte.

Por Carolina Diéguez

A LAS PIÑAS,  EN  EL ARTE:

Pero no con el arte. Los románticos pintaban la escisión del hombre y la naturaleza. No la alentaban,  su imaginario era un modo de denuncia y un modo de desgarro. Denuncia  sin panfleto, denuncia estética: porque el arte también radiografía la red que atraviesa el dolor de cada época. También, no exclusivamente.

Ésta (…) es  una reflexión sobre el modo en que la violencia ha penetrado las representaciones estéticas y artísticas, ha transformado nuestros comportamientos y visualidades en el espacio real, ha intervenido los cuerpos y generado una nueva construcción de lo cadavérico.”[1]

Porque la violencia es también Dionisos, el embriagado, el desorden que cuestiona las pretensiones- de ciertas formas- de instalarse para siempre.  Los hermanitos Apolo y Dioniso, en su eterna lucha:

La violencia transforma la vida, los modos de representación, el lenguaje, las imágenes…[2]

Pero, cuando el arte se ocupa de estos asuntos, resulta que es demasiado explícito, siempre es casi morboso, le falta metáfora, casi no es arte. Le pegan y le pegan. Más que a la pornografía, mucho más que a cualquier publicidad morbosa (porque, claro, de él se esperan otros resultados).  Igual, ¿debe el arte responder a lo que de él se espera? ¡Ya no tenemos bastantes ámbitos para eso? ¿No será mucho? Un abuso.

FRANKESTEIN, EL NUEVO MODELO DE BELLEZA

Pensar el golem, pensar en Frankestein: la carencia de lenguaje en uno, la venganza en el otro. El “ser arrojado al mundo” de Heidegger, la orfandad de mundo. No decidimos nacer, advenimos a un mundo construido por otros, decidido por otros. No podemos tener el ser de la muerte, pero ella ronda alrededor de nuestra orfandad, sin límite. Hechos pedazos, intentamos recomponernos, una y otra vez.

¿Cómo entender la realidad de los cuerpos rotos que, más allá de la muerte, son utilizados para transmitir mensajes de poder? Cómo dar cuenta de la dimensión fantasmal de las imágenes, de los sujetos borrados, desaparecidos, y de los fragmentos corporales sin nombre a los que les ha sido anulada toda identidad.”[3] (p. 31)

 Cuerpos destrozados para borrar la evidencia, cuerpos tomados por la enfermedad, niños condenados al hambre. Cuerpos des-hechos.

 La estigmatización de las imágenes que dan cuenta del troceamiento de los cuerpos, del terror contemporáneo que se apropia de los espacios más comunes, lleva implícita la defensa de una forma de relacionarse con lo que amenaza la comodidad de la mirada. [Habría que desmontar]  –o desventrar–  ese discurso que pondera las imágenes como espacios de corrección.[4]

 ¿Cómo podemos hablar de la violencia? Resistir las imágenes que plagan los noticieros es más fácil, porque es una violencia  “amarilla”; o tan general, que sofoca por la corta distancia, o hace callo por el exceso de generalidad. La podemos tolerar, sí. Pero, en el arte, no. Es inadmisible. Nos declaramos enemigos sin riesgo de toda violencia teórica, soportamos cualquier universalización de la masacre y cualquier amarillismo. Pero estigmatizamos al arte que denuncia a ambos.

Para otros asuntos, tenemos menos reproches. Sin palabras, a veces, como un golem urbano, la violencia  tiene ojos y brazos en todas partes.  Y se apodera no sólo de los cuerpos y las poblaciones, sino de cada mínima parte de cada cuerpo. De cada órgano, del funcionamiento,  de la estética, de la enfermedad y del remedio de cada partecita. “Nadie sabe lo que un cuerpo puede”, decía Spinoza. Hoy sabemos menos aun, pero acumulamos mucho saber.

Como la fama de Frankestein, la violencia se viraliza, se hace moda, se institucionaliza y, con ella, los cuerpos violentados se multiplican. Cuerpos censurados, encerrados, domesticados, torturados. Cuerpos que trazan una triste anatomía política.

 La doble moral no descansa.  Abuso al cuadrado.

 EL “ESO” DE DUCHAMP, REVISITED

Lo indecible.  Ese instante preciso en que no puede articularse el lenguaje, en que el nudo oprime la voz. Ya no hay palabras. Un temblor sacude al cuerpo, capaz sólo de un balbuceo, entrecortado, desesperado. La noche abierta  se astilla entre la garganta y el ojo.

Frente a lo ominoso, las palabras no pueden articularse como discurso. El artista desespera y, entonces sí, busca  “dar batalla”

Sólo queda ceder  el relato  a las imágenes. Dar cuerpo a los cuerpos es la premisa. Representar o presentar.  Cuando algo es desbordado, con o sin catarsis, con o sin arte, hay que comenzar a decir.

¿Qué significa (…) que tal situación sea “irrepresentable” [o “impresentable”]?, ¿qué, el uso correcto de las imágenes?, ¿qué implica condenar tal gesto, a tal obra por el modo en que se visibilizan o se representan acontecimientos de catástrofes?, [¿qué patrón de cartografía determina cuál es] la “distancia correcta”?, ¿qué se pone en movimiento cuando a [quienes] trabajan con memorias del dolor, se les acusa de mostrar “el dolor a los demás”? ¿Hasta dónde se puede mantener a distancia “el dolor de los demás” sin que también contamine nuestros propios dolores? Cuando hablamos del “dolor de los demás”, ¿no hablamos de lo que también son nuestros propios dolores?[5]

Claro, es más cómoda “la distancia correcta” (No vayamos a incomodarnos). La moral de doble mano es cómplice de una doble pereza: no elegir entre opciones creadas por otros  ni atreverse a crear las propias.

En el mundo de la doble moral, la percepción de las sensaciones pasa por el sentido de la vista. Mientras el oído, el gusto, el olfato y el tacto parecen haber sido relegados al olvido. Occidente ha privilegiado la mirada y la distancia física a cualquier otra forma de percepción.  Como si, en la negación de los otros sentidos, palpitara el deseo de olvidar el cuerpo.

 Los hechos  parecen gritar: espectacularicemos la violencia, pero mantengamos la distancia correcta.

 EL BODY-HORROR SHOW

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Goya. “Los desastres” – Hasta la muerte Capricho n55

Goya. Sus grabados visibilizan y condenan caprichos y atrocidades. “Los desastres de la guerra” espejan todas las miserias humanas. Su trazo impiadoso retrata la furia, el asco, la violencia, el horror y la angustia. La violencia apila y desparrama los cuerpos. Doscientos años después, los cuerpos se apilan a nuestro alrededor. Somos parte de este reality. Desde el living, asistimos minuto a minuto a las noticias: abusos, violaciones  y cuerpos destrozados a la vuelta de la esquina, hambre y abandono justo en la frontera y, un poco más allá –apenitas  un poco–, droga y ajuste de cuentas. El narco se expande; también la violencia. El conurbano, Rosario, Córdoba  gritan, Colombia y México redoblan la apuesta.  Narcotizados, hipnotizados por un reguero  que nos envuelve y nos traspasa, inhalamos y nos inyectamos morbo.

La doble moral se cuela en las pantallas, en las casas y se nos pega como un fantasma.

Y los cuerpos continúan apilándose. El vacío de las desapariciones se multiplica y no hay posibilidad de duelo. Redunda. EL horror es banalizado  porque “(…) vemos demasiados cuerpos sin nombre, demasiados cuerpos incapaces de devolvernos la mirada que les dirigimos, demasiados cuerpos que son objeto de la palabra sin tener ellos mismos la palabra.” (Ranciere, 2010).

Las imágenes se multiplican y los cuerpos se siguen apilando. Las representaciones del cuerpo roto han sido cooptadas para transmitir mensajes de terror.

Abuso de cuerpos mudos. El golem, otra vez.

CUERPO- IDEA:

Pero ¿qué es una imagen[6]?

(Del. Lat imāgo, -ĭnis). Figura, representación, semejanza, apariencia de algo.

La imagen  copia un modelo, representa a una cosa- concreta o abstracta. La imagen fue concebida, en un principio, como efecto especular. Es lo que hay después de que un original se mira al espejo. Seríamos, según esta idea, pura re-flexión.

Hay otra versión de la imagen. La imagen creada. La imagen que no representa, la hija sin padre, la parricida, la sin modelo.

Pensar el cuerpo, pensar dentro del cuerpo. ¿Somos el espejo? ¿Somos su parte reflectante, su azogue? Somos la luna y su lado oscuro.

El cuerpo roto se hace protagonista. Pareciera que el cuerpo/desmontado[7] se ha vuelto paradigma de representación en la contemporaneidad. El cuerpo se partió para darse como materia prima y recrearse. Pero, por ahora- y salvo dentro del arte-, ha quedado desarticulado. Al cuerpo geometrizado de Descartes, le siguió el cuerpo máquina y, después, el cuerpo de la biopolítica y luego el cuerpo virtual… Y siguen las firmas.

 CONTRA LA DISTANCIA VIRALIZADA

Hiperconexión.  Una pantalla, múltiples “diálogos” en tiempo real. Los cuerpos solos se multiplican y con ellos la violencia de la soledad, del cuerpo que busca abrazos cómplices y solo encuentra amigos del facebook. Relaciones mediatizadas en la era de la hipercomunicación. A mayor contacto virtual, menor contacto real. La distancia entre los cuerpos se viraliza. Abuso virtual.

imagen 3 - Mayra Martell - Ensayo de la identidad - Cinthia Jacobeth Castañeda Alvarado 13a desaparecida 24 oct 2008 2- Serie Mayra Martel      Mayra Martel. “Ensayo de                                                                                                                  la identidad”

 Ante el abuso de los cuerpos vaciados de humanidad, el arte interroga y busca, al menos, visibilizar los hechos.

“Ensayo de la identidad”- (Mayra Martell)- es una serie fotográfica  en torno a la desaparición de mujeres en Ciudad Juárez, México entre 2005 – 2010. Reconstruir a partir del resto es la premisa. Una habitación vacía, la cama tendida, un globo y el peluche de Cinthia; una carta que Ana escribió a su padre y la ropa sobre la cama vacía de Erika son algunas de las imágenes que tomó Martell en sus casas junto a sus familias.  Fotografías que validan la existencia de estas mujeres desaparecidas e intentan devolver el rostro a esos nombres.

imagen 4 - Album de Paulina Lujan 16 años - desapario 4 marzo 2008 Enc muerta 4 d despues en las afueras
Álbum de Paulina Lujan 16 años – desapareció 4 marzo 2008 Fue Encontrada muerta 4 d después en las afueras.

DIEZ FLORES ROJAS

Diez flores rojas, diez marcas brotan sobre los cerros áridos de Cieneguilla. Un capullo por cada desaparecido. La imagen registra lo realizado por el pintor Ricardo Wiesse para denunciar el asesinato y el entierro clandestino de los jóvenes de “La Cantuta». Refiere a los nueve estudiantes y al profesor de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle –conocida como La Cantuta–, asesinados por el grupo Colina, en el año 92. Wiesse recorrió el lugar de la tragedia para trabajar allí mismo. Diseñó plantillas de cartón  con la silueta de la flor de la cantuta. Cantuta = flor del inca.

imagen 5 - Ricardo Wiesse - la Cantuta. imagen 6 - Ricardo Wiesse - la CantutaRicardo Wiesse – la Cantuta.

 

Frente a la desaparición forzada de personas en un complejo conflicto político, Diettes construye una imagen poética en la cual aparecen ropas que flotan sobre el agua.

CÓMO SABE LA NOCHE

Ellas se quedaron con la noche adentro y la noche sigue volando sobre ellas.

imagen 7 Erika Diettes sudarios - Museo iglesia Santa Clara - bogota 2011
Serie Sudarios. Museo iglesia Santa Clara – Bogotá, 2011

 

“Cuando se dice de un retrato que no le falta más que hablar, se evoca algo más y otra cosa que la sola privación de expresión verbal (…) el retrato habla, está ya hablando y nos habla desde su privación de habla. Nos hace oír un hablar anterior o posterior al habla, el hablar mismo de la falta de habla.” (Nancy. La imagen: Mímesis & Méthexis, ISSN: 1885-5687 p. 8)

Rostros de mujeres que se multiplican. Mujeres con los ojos cerrados, en actitud de plegaria o en éxtasis . insertar imagen 7.  Rostros de mujeres tomados por el dolor.  “Sudarios”. Retratos en blanco y negro de mujeres víctimas del conflicto armado en Antioquia (Colombia), tomadas mientras narran las dramáticas experiencias del asesinato de sus seres queridos. Asesinatos presenciados y sobrevividos por ellas.

imagen 8 - Erika Diettes - Serie Sudarios (1)             imagen 9 - Erika Diettes - Serie Sudarios (2)             imagen 10 - Erika Diettes - Serie Sudarios

Serie «Sudarios»

Las fotografías impresas en una fina tela de seda evocan “la reliquia cristiana del sudario, la agonía de Cristo, la Pasión y la Piedad[8]”.

……………………………

ALZAR BANDERAS

No hay cifras exactas, sólo cuerpos desaparecidos.

“¿en qué momento las  mujeres se pueden volver ficticias?, qué sucedía con sus familias, con los posibles espacios donde ellas existían”

imagen 11 - Erika Diettes sudarios - Capilla de jesus resucitado - Barichara - Colombia.2012 (1)
Serie Sudarios – Capilla de Jesús resucitado – Barichara, Colombia 2012

 

¿Cómo devolver al cuerpo su “entidad” y calidad de persona?, ¿cómo devolvérselo- aunque más no sea- al cadáver?

Siempre la doble moral: fiestas, clubes, sitios cerrados para reuniones, donde los cuerpos se aturden sin decir, soledades amontonadas en la multitud. Cuerpos impotentes, dentro de la fragilidad de sus cuartos.

Ante el perverso teatro humano y la espectacularización  de la violencia, el arte espeja el abuso.

Las representaciones del cuerpo violentado alzan bandera.

[1] DIÉGUEZ CABALLERO, Ileana. Cuerpos sin duelo. Iconografías y Teatralidades del dolor. Ediciones DocumentA/Escénicas, Córdoba, Argentina, 2013, p.30

[2] Op. Cit., p.43

[3] Op. Cit., p.31

[4] Op. Cit., p. 45

[5] Op. Cit., p. 45

[6] Imagen. Imago. El término comenzó a utilizarse en la Antigua Roma para designar aquella máscara de cera en forma de retrato con la que los muertos se presentaban en el Foro Romano.

[7] Diéguez, Ileana. En op. Cit. refiere al Cuerpo sin órganos de Artaud como punto de partida del Cuerpo/desmontado.

[8] Erika Diettes. “Sudarios”. En: http://www.erikadiettes.com/sudarios/

Por evocar la reliquia cristiana del sudario Debido a esto, la serie Sudarios, durante sus múltiples itinerancias ha sido exhibida en el contexto de iglesias católicas, generando un diálogo entre la arquitectura sacra, el espacio de oración y la imagen de la artista.

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Erika Diettes (Cali, Colombia, 1978). Es artista visual y magíster en antropología. Su producción artística, ligada desde sus inicios a la fotografía, explora desde su multidisciplinariedad la memoria, el dolor y la muerte enfrentándose directamente con testigos y damnificados de diversos conflictos sociales y políticos, obras en los cuales ellos son protagonistas a la vez que objeto de estudio y reflexión en torno al dolor, la pérdida y el duelo. Sus investigaciones abarcan desde la imagen hasta el ensayo, produciendo textos y conferencias donde diserta y profundiza sus experiencias y conocimientos en torno a la representación artística, la muerte y los dramáticos contextos sociopolíticos que la originan.

 

Mayra Martell (Ciudad Juárez – Chihuahua México, 1979). Es fotógrafa. Ha desarrollado su trabajo documental principalmente en regiones de América Latina sobre la desaparición forzada de personas, identidad y femicidios.  En 2013 fue publicado su último libro «Ciudad Juárez» por la Editorial alemana Seltmann and Sohen. Su trabajo fue reconocido por numerosos premios y expuesto en distintos países. Actualmente trabaja en el libro «Desaparecidas en Ciudad Juárez».

 

Ricardo Wiesse Estudió Pintura en la Universidad Católica del Perú, y Grabado en el Atelier 17 en París & en el Slade School of Fine Arts en Londres. Ha sido docente en la Universidad Católica del Perú y otras escuelas de arte. Es autor del mural cerámico en la Vía Expresa de Lima (10.000 m²), y otras obras en el contexto urbano. Desde 1999, paralelamente a su obra abstracta —que recrea el paisaje y los contenidos históricos y culturales del litoral peruano—retrata in situ el Santuario de Pachacámac —a 30 kilómetros de Lima—, uno de los conjuntos arqueológicos más importantes de la costa del Perú, así como los desiertos sureños de Ica y Nasca.

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