Los anormales: Entrevista a Sergio Langer
Entrevista: Lourdes Landeira, Gabriela Stoppelman, Diego Soria
Edición: Gabriela Stoppelman, Diego Soria.
Sediento de saber lo que Dios sabe,/Judá León se dio a permutaciones/de letras y a complejas variaciones/y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,/la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,/sobre un muñeco que con torpes manos/labró, para enseñarle los arcanos/de las Letras, del Tiempo y del Espacio./(…) El rabí le explicaba el universo/»esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga.»/y logró, al cabo de años, que el perverso/barriera bien o mal la sinagoga./Tal vez hubo un error en la grafía/o en la articulación del Sacro Nombre;/a pesar de tan alta hechicería,/no aprendió a hablar el aprendiz de hombre./Sus ojos, menos de hombre que de perro/y harto menos de perro que de cosa,/seguían al rabí por la dudosa/penumbra de las piezas del encierro./Algo anormal y tosco hubo en el Golem,/ya que a su paso el gato del rabino/se escondía. (Ese gato no está en Scholem/pero, a través del tiempo, lo adivino.)
El Golem, Jorge Luis Borges
Puestos a enmendar errores, habría que reescribir el Génesis y sustituir “En el principio fue el Verbo” por “en el principio, fue la falla”. Después, vino la risa. Veamos: algo no andaba bien con los primeros experimentos de Jehová. Tomó aliento y coraje, sopló sobre el caos, separó el cielo de la tierra, la luz de las tinieblas y todo lo que ya se sabe. Hasta ahí, la creación marchaba. El asunto se complicó, cuando Dios debió crear al ser humano. Algunas lenguas audaces de la tradición judía cuentan que el primer hombre- pobre- nació con dos problemitas. El más grave era que no tenía lenguaje. Hecho de barro- de una tierra muy marrón rojiza, mezclada con agua- se las tuvo que arreglar a pura mímica para poder comunicarse. Tampoco es que tuviera un gran inconveniente porque, en esos tiempos, aún no había con quién hablar. El lío más grande se le armaba con su padre. A Jehová no le gustaba nada el mudito y juraba- a grito pelado, por el Edén- que lo iba a liquidar, que el futuro Abraham- dispuesto a matar a su hijo por indicación divina- sería un poroto al lado de su furia. El Golem, que así se llamaba el hombrecito de barro, se escondía por los atajos del Edén, como un niño que jugara a las escondidas con su padre. Y se reía y se reía, porque su papá le parecía horroroso, pero el mundo, divertidísimo. Sin embargo, un día el padre lo agarró. No de la oreja, sino de la frente. Como bien se sabe, Jehová- ya desde los comienzos- tenía una obsesión tremenda con dejar marcas en los seres. Más adelante, se le ocurriría lo de cortar prepucios. Pero, por los comienzos del Universo, la idea fue más simple. Sobre la frente del Golem, había inscrito la palabra verdad: Emet. La palabra empezaba con la alef, una letra muda que es, a su vez, la primera del alfabeto hebreo. En un pase de poesía perversa, Dios retiró la alef de la frente del Golem. Y entonces quedó la palabra Met: muerto. Al sacar la letra muda- al sacar la letra origen- reventó al mudito.
A partir de entonces, la historia se complicó mucho. Las sucesivas generaciones, envalentonadas con la leyenda, no cejaron en intentar construir un Golem. Al rabino Lew de Praga no le salió muy bien. Peor que el de Jehová, éste no servía ni para barrer la sinagoga. Sin embargo, el fantasma de aquel primero, del patriarca de todos los Golem, seguía su ronda por el mundo. Algunos dicen que aún hoy se ocupa de traer alivio durante las tragedias. De ese modo, rondaba los guettos, durante la Segunda Guerra Mundial. Y hoy no le deben faltar ocupaciones. Otros, en las antípodas, opinan que el Golem ayuda a transformar el horror en risa. Entre el dolor y la carcajada, fundan un mundo: Golemland. Entre estos últimos podríamos ubicar a Sergio Langer.
EL GOLEM SE LEE LA FRENTE
(Rebelado contra su padre, el golem busca su imagen en la superficie del agua. El espejo lo difumina. Entonces, se dibuja: en el trazo coquetea la muerte. Y una verdad, a carcajadas.)
El humor tiene esa cosa… esquiva
Hay humor que a unos le parece horrible y a otros les encanta. Y nunca sabes, siempre estás en el límite.
¿Vos siempre hiciste humor, nada más que humor?
Humor gráfico.
Nos preguntábamos por la restricción. Cuando uno escribe una novela, puede escribir una dramática, humorística. Pero vos elegiste el género y el tono.
Yo siempre dibujé ese humor, humor satírico. A medida que va pasando el tiempo, se acentúa más la elección.
¿Y nunca te queda algún material que no encaje en el humor, que reclame alguna cuestión más dramática, incluso dentro de la historieta?
En este libro ( «Judíos») hay material que no tiene que ver con el humor gráfico estrictamente. Hay de todo: historieta, humor gráfico, historieta clásica, hay dibujo porque sí, hay bocetos. Eso le da un valor agregado. Mucha gente dice que es un caos, otras que está bueno eso.
Nosotros no dibujamos, lo nuestro es la palabra. Y la historieta maneja los dos registros Nos preguntábamos, al ponerte a trabajar, ¿qué va para dibujo y qué va para texto?
No sé, a medida que yo voy laburando, los años me van dando una especie de caja negra que no sé cómo funciona…
¿Nunca probaste invertir? Aquello que naturalmente sale para dibujo pasarlo al texto y el texto al dibujo
No, para un dibujante eso es difícil. Podés, como desafío, trabajar con la mano izquierda. Ahí, la tipografía parece la de un chico. Una vez, con un psicoanalista, lo vimos: vos tenés dos manos, me dijo. Probá con la izquierda a ver qué pasa. Salían cosas menos controladas. Pero, con el texto, no sé… A mí me costó bastante escribir el prólogo de “Judíos”, aunque me gustó. A veces me llaman para hacer el prólogo a un colega… y digo: ¡Me matás si me pedís que escriba! Yo no soy escritor… Te lo dibujo, si querés.
Sin embargo, la historieta tiene una parte que es textual…
Sí…, no sé qué respuesta darte. Yo creo que hay mucho que surge y hay mucho trabajo previo. En la historieta de “Mamá Pierri”, por ejemplo. Quiero dibujar al hijo de mamá Pierri en una situación, me obsesiono con eso. Todo lo que hago después lo hago alrededor de esa situación. Supongamos: el hijo de mamá Pierri consigue trabajo en la ESMA con sus amigos kirchneristas. Mamá Pierri es re-nazi. Entonces, ahí me permito, a través de ella, decir todo lo que dice la derecha extrema sobre la ESMA.
Primero nace la imagen.
La imagen o la situación.
Y nace gráfica…
Gráfica. Nace así. Imagino que el nene quiere trabajar en la cocina de la ESMA. A partir de ahí, desarrollo la historieta, nada más que con la excusa de esa situación. Después, el nene se anota en los talleres de cocina de Hebe de Bonafini, ¿entendés? Hebe de Bonafini canta “Que los ricos coman mierda” ¿viste la canción? Es una cosa muy grotesca.
Pero hay un discurrir textual ahí. La imagen llama al texto y el texto llama a la imagen…
Pero es una cosa totalmente subordinada a esas imágenes que yo quiero contar. Si lo escribo, no tiene gracia.
¿Nunca escribiste un relato?
No, no lo descarto. A veces digo ¡epa! ¡Cuánto texto en esta historieta! Y, bueno, de pronto el texto empieza a invadir lo gráfico, bienvenido sea. Pero no es que quiera escribir una novela como Maitena que, en un momento, colgó los dibujos y se dedicó a la narrativa.
Ganó el texto sobre dibujo.
Ella lo tenía claro, se puso las pilas con eso. No es mi caso en este momento.
Una de las mayores dificultades de alguien que escribe es mechar el cuerpo y los mundos con palabras, problemas que vos no tenés porque eso lo pone el dibujo.
CÓDIGO GOLEM
(Se trata de ser, como diría una mala canción, sin perder la cabeza. Aun cuando el tiempo quiera desandar lo recorrido. ¿Y cómo leer en la grieta entre el dibujo y la palabra?)
En una entrevista, vos decías que hay que saber leer una historieta, es decir hay gente que toma un montón de cosas literales, que recorta fuera de contexto. ¿Qué hay que saber? ¿Qué entrenamiento hay que tener? ¿Cómo se encara la lectura de una historieta a diferencia de la lectura de un cuento?
Para poder abordar el humor que yo hago tenés que tener una apertura mental. Si vos lees literalmente lo que dice Mamá Pierri, podés pensar que soy un nazi o un neonazi. Yo no puedo hacerme cargo de eso. Yo me hago cargo de mi trabajo. Espero que el tipo que lo mire maneje mínimamente los códigos de la historieta.
¿Cuáles son los códigos de la historieta?
Los códigos de la historieta son haber leído historieta de chiquito y saber de qué va eso. Y, por ahí, conocer los autores contemporáneos… Aunque, no sé, te digo esto y al mismo tiempo dudo, porque si no este libro tendría que ser solamente para especialistas y no lo es. Me decía un tipo el otro día que le iba a regalar este libro a la vieja, judía de 80 años . La tipa pasó la guerra, es sobreviviente, mi vieja también era sobreviviente. Como yo la conocía a la vieja, tomamos el té y qué se yo… si ahora el tipo le da el libro tal vez desanda todo el camino ese y, probablemente, vea cosas que le causen rechazo, porque yo mismo sé que hay cosas que generan rechazo. Mirá, en la revista “Mongolia”, en España, salió un dibujo mío- en página grande- que se llama “Isis Christmas” Están los tipos poniendo cabezas en el árbol de navidad. A mí también me da rechazo eso, pero lo hago porque lo tengo que hacer.
Hay un interesante recorrido histórico como collage en el libro. ¿Vos lo armaste? ¿Hubo una concepción cronológica?
Yo lo armé para que haya un poco de todo, pero que tenga un criterio de organización, un sentido.
Como narrativo…
Que haya una continuidad, que lo primero sea “La vida es bella”, que es historieta. Después, que haya algo más liviano. Me llevó mucho tiempo pensar el orden. Me ayudó mucho mi socio, Rubén Mira. Con él hacemos “La Nelly”, en Clarín. Yo dibujo y él hace el guion. Él es escritor.
Antes dijiste sobre lo de Isis Christmas, aunque genere rechazo, “tengo que hacerlo” ¿Qué tipo de «tengo» es ese?
Dios quiere que yo haga ese dibujo ¡Ah no, Mahoma! ¡No! Yo me cuestioné varias veces. Cuando fue lo Charlie Hebdo… más allá de todas las visiones conspirativas, ¿qué pasa?, ¿cómo fue?, ¿Qué? ¿Cómo? La realidad es que entraron a una redacción como la de la revista “Barcelona” y mataron gente. …Lo hago porque me sale, si no tendría que dedicarme a otra cosa.
(El Golem era sucio, perdía parte de su materia por el jardín del Edén. Una especie de Shrek primitivo, provocaba horror y espanto. Hasta que alguien le contuvo las pérdidas en una silueta dibujada. Desde entonces se hizo souvenir y enigma. Su frente recordaba que no es chiste, un día uno se muere de verdad)
En tus trabajos hay una recurrencia con el horror. Si uno tuviera que hacer una reseña sobre este libro, es un libro muy trágico, casi todo el humor está rondado tragedias y un dolor enorme. Por eso te preguntaba si nunca te dio por escribir o dibujar más hacia el drama.
No, creo que la única manera de abordar lo dramático es desde el dibujo que es lo que más me gusta y desde el humor. Es mi historia.
Más cerca, no.
¿Cómo?
Porque hay una idea medio teórica de que el humor es tomar distancia de las cosas, ¿es así?, ¿o es acercarse de otra manera?
Es acercarse de otra manera y es tomar distancia. Hacer el chiste éste del arbolito, con un tipo subido a la escalera poniendo las cabezas, es tomar distancia de ese horror y es acercarse al mismo tiempo. Pero hay gente que dice, ¿cómo puede este tipo hacer humor con esto? Es una mierda, es un insensible. De hecho, facebook les dijo a los pibes estos que, si no lo sacaban, les cerraban la cuenta. Y una revista no puede prescindir de Facebook hoy. Entonces lo taparon y pusieron “Esta página fue censurada por facebook”. En el papel, salió. Es cierto lo que decís vos, es una manera de tomar distancia y al mismo tiempo de acercarse, es un ida y vuelta. De chiquito, me comí toda la historia de otro, de mi vieja, del profesor de acordeón, de la muerte de mi viejo, tuve cosas trágicas. La idea es que no lo pensé, no es que digo: “me voy a dedicar al humor porque me permite resolver mi angustia”. A mí salió así y me salvó.
Sí, me salvó de volverme loco, porque dibujo para no laburar, ja, ja. Al mismo tiempo no tengo patrones, bueno, sí está bien, laburo para Clarín.
¡Flor de patrón!
¡Pero yo trabajo con libertad en Clarín! Bueno, estuve ocho años en la contratapa, arriba. El diario apostó por un espacio muy importante. Y, de un día para otro, me mandaron para adentro. Fue en el momento de mayor virulencia del conflicto con el gobierno, esa tira la querían adentro, no ahí. Mucha gente- y nosotros mismos- se sorprendió por el cambio…. Pero vuelvo a la pregunta: yo no lo busqué, el humor me buscó a mí y me salvó de volverme loco, quizás… no sé.
Estoy un poco loco, pero por suerte es una locura que se puede sacar a pasear. En el humor podes decir lo que querés. Yo soy un gran observador, me interesa mucho lo político. El haberme juntado con Rubén Mira me permitió dar un salto kilométrico, porque yo soy más bien una especie de anarco sindicalista y el “Colo” es un anarco liberal. “El Colo” es el hijo de Jesús Mira, el primer diputado comunista. Viene de una familia progre y, al mismo tiempo, es un gran aborrecedor de todo lo progre como algo instalado, porque conoce muy bien el paño. A mí me sorprendió todo eso de él, la ironía con la que venía, la cosa festiva. Yo era más duro, más de bajar línea con el humor, sin perder de vista que lo más importante es hacer reír, no bajar línea. Porque si bajás línea ¡cagaste! No me gusta. Aparte, en el ejercicio literario más importante que hice en mi vida- el prólogo de “Judíos”-, me ayudo el “Colo”. Yo se lo di, y él me dijo: déjame que te haga un par de toques, son truquitos nada más. Es como que sacó un texto que estaba bajito y me subió, me lo armó.
(El Golem tenía esa ternura triste, de quien pone en el rostro y en el ademán todo lo que se la ha quitado como palabra. Pero un día habló. Y lo que dijo sabía a tierra)
Dentro del humor, ¿la ternura tiene cabida en algún momento ?
Voy a tomar una frase que dijo Liniers: “la ternura es transgresora” A mí no me parece, pero bueno…
Nos referimos en términos de versatilidad, porque un tono es el irónico, pero el humor debiera poder tener todos los tonos….
Digamos que la ternura no es lo mío… A veces, puede ser,… Eso no quiere decir que yo no sea un tipo tierno. Simplemente, nunca me cuestioné eso. Al contrario, en el humor, cuanto peor, mejor.
¿Y la belleza?
¿La belleza? Yo siempre le aclaro a la gente: la belleza está en mi mujer, en mi hija, en mis amigos, en las chicas que van por la calle o en las cosas lindas de la vida. Capaz que, en un punto, después de un recorrido, empiece a dibujar jazmines y picaflores. El libro creo que tiene ternura, porque yo tengo ternura, el que quiere la va encontrar, el que lo perciba lo va a percibir: en el tío Iasha, y además, en el prólogo, hay ternura. En mi mundo sí hay ternura, ¡nunca me habían preguntado esto! Me voy aponer a llorar… (risas)
LA GOLEM- RABIA
(Un viejo refrán Golem:
No deje su rabia sin saciar, sin marchar,
sin catalizar antes de que la muerte lo consuma.)
Leyendo el libro, llama la atención el trazo grueso… ¿cómo llegaste a ese estilo?
¿Cómo llegué a ese estilo? Hay muchos tipos que dibujan y me mandan su trabajo ¿Qué te parece?, me dicen. Yo, a veces, puedo vislumbrar que tal dibujante tiene un “estilo”. Hay un 90% de dibujantes que tienen un estilo- digamos- universal, como quien escribe una novela a la moda, con un estilo establecido.
Nosotros le decimos “una voz propia”.
Sí, eso. Si uno tiene una pasión y le gusta, lo puede ir descubriendo. No sé cómo llegás, llegás dibujando, así como podes llegar escribiendo. Yo creo que tenía una llamita a la que estuve alimentando. A los quince años, copias- Fontanarrosa, Quino, Caloi-, salvo que seas un Mozart. Es común ver en talleres de dibujo a pibes que son unas bestias. ¡Hasta querés que les pase algo porque te van a sacar el laburo! (risas) ¡Y cada vez hay más! En mi familia, no me motivaron. Y eso, quizás, trabajó como una motivación. Capaz que si yo no hubiera tenido al profesor de acordeón con esa cosa negra no hubiera hecho el humor que hago.
Nos llamó la atención que vos fuiste al Rambam (Instituto modelo argentino hebreo), esa es una escuela con una impronta muy fuerte…
No sé. A veces fantaseo con que si, en esa época, yo hubiera ido a una escuela pública, hubiera sido más rabioso, hubiera podido sacar la bestia que tenía adentro.
Es que tu trazo es rabioso.
Claro, bueno, capaz yo quisiera ser más rabioso en mi vida y soy un tipo normal. Entonces, la rabia sale en los dibujos.
¿Cuáles son las cosas que te provocan rabia?
Y… que te quieran someter… quien sea ¿eh? Tal vez estás en la cola de un banco y te somete el empleado, el portero… Yo siempre me detuve en esos personajes, no con el poder, ahí arriba. En la cotidianidad. En esa vieja horrible, que está en la calle, y hace cortar un plátano porque le da alergia a ella. Incluso, situaciones injustas a las que uno es sometido de chiquito. Por mi sensibilidad las percibía y no podía defenderme: el profesor de acordeón que me puteaba y me gritaba, la operación de amígdala. Te llevan un día, te meten una máscara… Que hayan matado a mi viejo me daba rabia, primero aparece la rabia que tapa esa angustia, ¿viste? Pero, vuelvo a la pregunta: básicamente, me dan furia esas cosas cotidianas que a cualquier otro le chupan un huevo, o que un tipo pase y te deje un sorete en la vereda.
Aquí podés ver Satanicos -Leer-
GOLEMS, EN LA CASA DE AL LADO
(Lamento del Golem, después de una clase de acordeón: Esos regalos que no esperás, que no pedís,
Como Hannah en una misa,
Como un Herr Professor que marcha en 4/4,
En su ghetto particular.)
¿Qué dibujantes te gustaban?
De adolescente, me gustaban Quino, Fontanarrosa, Caloi. Después, de un poco más grande, Jorge Sanzol, Kalondi, Tabaré, Grondona White, y a medida que fui creciendo empecé a conocer tipos de afuera, Robert Crumb, Art Spiegelman. A Spiegelman lo conocí en Nueva York, donde viví durante un año.
Y en lo textual, ¿sos lector?
Soy lector. De chico, mi primera lectura fue “El gran proceso a Eichmann” (risas)
¿Y tu tía era Hannah Arendt? (risas)
No, pero me hubiera gustado ¡Te imaginas a los once años leyendo la “Banalidad del mal”! Ese es un chiste que no lo hice pero me hubiera gustado.
Para el próximo libro…
Espero que el libro haga su camino, otro tomo II, ya no…
“Goim” se tendría que llamar.
Con Palomo, un dibujante chileno mayor que yo- a quien siempre admiré-, hice un libro que se lama “Satánicos”. El libro lo editó «Contracultura», una editorial independiente. Fue en Perú, en el 2013. La editorial apostó por un librazo muy rabioso, que ridiculiza al grotesco establishment de la Iglesia católica. «Satánicos» salió justo cuando nombraron al Papa Francisco… Pero, retomando el tema de las lecturas, te cuento. Yo tenía un vecino que vivía con su madre. El padre no vivía y la vieja era también sobreviviente del Holocausto, húngara: la Sra Honisch. Cuando vino la guerra de los seis días, el pibe se fue como voluntario a Israel y nos dejó el acordeón, con el profesor de acordeón y varios ejemplares de “Bomba, el niño de la selva”, de la colección de Robin Hood. ¡Me encantó, me leí todos los libros de “Bomba”! Eso me abrió la puerta. Después leí “Sandokán”, de Emilio Salgari, leí Julio Verne. Leía, leía, leía.
POETIC-GOLEM
(Versos Golem: El ruedo del muerto: mitad verdad, mitad silueta. Como se buscan la figura y la palabra, en eterno desencuentro)
¿Leíste poesía alguna vez?
No… pero…
¡Todos tienen un pero con la poesía!
Lo que hice fue parodiar la poesía establecida, en una historieta que se llamaba “Trópico de cáncer”. Pero la poesía es un género que me gusta y respeto, aunque reconozco que no soy metódico. Hay una poesía que me gusta mucho, de un autor cordobés que publicó bastante. Se llama Oscar Smith. Me llamó la atención que mi hija, a los dieciocho años, empezara a leer poesía.
También, vinculado a la poesía, está Lucio Greco.
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Él escribió unos poemas que tienen que ver mucho con lo político y los reunió en un libro que se llama “Década Zombie”. Me pidió que yo le hiciera un dibujo. Lo hice y después me copé, le hice más dibujos y le hice el título de la tapa, porque coincidimos en una poética… Él recita con un micrófono, con dos tipos que tocan la guitarra, muy de sótano punk. La gráfica es la mía. Ahí tenés,… tengo una pata poética. Lucio, por ejemplo, la hace a Evita comiéndole la concha a Cristina. Llevado a la poesía, a mí me precio muy bueno.
Podría ser muy pertubador…
¡Es perturbador! Un día para la “Barcelona” entregué uno de los dibujos que hice para él. Era uno de Cristina Kirchner, que venía de la Patagonia matando gorilas a troche y moche. En uno de los dibujos, se ve a Cristina con un sable y sosteniendo una cabeza de gorila. Lo titulé “Volveremos, Cristina 2019” ¡y lo mandé!… ¡Me querían matar! Otros se coparon. Los cristinistas, los que están muy metidos y besan su foto… ¡Bien! y otros cristinistas me decían: “el dibujo de Cristina no colabora para una imagen positiva de ella, porque la ponés muy violenta y abona el discurso de la derecha, ¿Por qué no lo hiciste a Macri con un pobre…?” Yo no distribuyo ondas positivas, hago humor gráfico.
LA PALETA GOLEM
(¿De qué color era el principio del mundo? De un color tan primario, que apenas se distinguía la verdad de la muerte)
Al principio hablaste de los límites y el humor siempre está en el límite…
Yo creo que lo que marca los límites del humor, para mí, es el horror. Al horror no le pedís que se le ponga límites, ¿por qué se los vas a pedir al humor? Para mí el humor es la contracara del horror. Y, en cuanto a los límites, es relativo. Mirá, del teatro, me gusta el género que aborda Carlos Belloso o el que hacían “Los Melli” porque están en sintonía con la poética, con lo que a mí me preocupa de lo opresivo. Ellos se vestían como las juventudes hitlerianas, terminaban cada rutina con un “Buenas noches, Argentinien” Cuando los vi en el Parakultural ¡quedé loco! Cuando Carlos Belloso apareció haciendo Mamá Pierri, en la presentación de mi libro, yo pensaba: ¡Ay, chicos! Él lo llevó a lo teatral de acuerdo a su cabeza. El tipo es una bestia haciendo Mamá Pierri, ¡es peor que lo que ves en mis dibujos!
Es que hay una poética en tu trabajo. Recurrencias que producen sentido. Una, ya lo dijimos, es el trazo grueso. Y también un ritmo más similar a lo poético que a lo narrativo, justamente, porque armado como un collage, el libro no presenta una continuidad argumental, aunque sí otras continuidades. Por ejemplo, la aparición del color. De golpe, aparecen como manchas de color.
Tenía claro que la tapa sería ser blanca, amarilla y negra. Y, después, tenía muchos dibujos hechos que, al ponerlos en el libro, armaban un “cachivache”, había mucho color. Entonces, decidí ir a una cosa más minimalista y poner tres colores, azul, rojo y amarillo. Salvo los retratos, hechos a lápiz, en general, el color aparece en toques para resaltar. Y, en otros casos, es arbitrario.
SÚPER WIESENTAHL (UN GOLEM DE INFANCIA)
(Cuando Dios lo deshizo, el fantasma del Golem fue tras su padre. Aún hoy, de tanto en tanto, se ve la sombra de un viejo cansado, perseguida por una estela muda)
Sobre Wiesenthal, ¿sigue siendo hoy en día un tipo que vos admirás?
Sí, es una fascinación, yo lo llevo al nivel de un justiciero. En mis aventuras más fabulosas, participaba en el secuestro de Eichmann. Yo tenía un gran odio, a mí que no me vengan a decir que el odio no colabora…El odio es un sentimiento humano, vos lo traducís y lo metabolizas, pero no podes sacarte el odio. Por otro lado, está lo de trabajar con defectos físicos. Yo hice cosas con la mano de Scioli, pero con un sentido político. Y uno se tiene que hacer cargo de eso. El mismo Scioli lo usó como caballito de batalla. Hice al pelado con bigotes, que aparece en la masacre de Ezeiza, en vez de con un fusil, con el brazo de Scioli. Para mí es un momento bárbaro, era la derecha blandiendo la mano de Scioli. El humor para mí es mezclar cosas que están sueltas, no solamente hacer algo gracioso con globitos.
Así se hace un poema, con recortes.
Bueno, es un poema entonces.
Claro que sí, no tiene que ser trágico. Pero volvamos a Wiesenthal. El caso de él, es comprensible, estuvo en un campo. Pero pensar la actitud de vivir en función de enemigo…
Es que un súper héroe es un personaje de ficción. Puede haber un súper héroe, cuyo único motivo sea vivir en función del odio para hace el bien, para hacer el mal. Yo no les pido a esos súper héroes positivismo.
UN GOLEM INVOLUNTARIO
(Sin buscarse, se encontraron en el bar Rayuela,
parece un ironía, una irreverencia,
pero ahí, en el cielo, se rozan verdad y muerte)
¿Y el Golem?
El Golem es un recurso, es una imagen, no es más que eso.
Pero, casualmente, vos decís que cuando concebís algo predomina primero el dibujo sobre la palabra, y el golem era el hombre “falladito» porque no tenía lenguaje, era pura imagen. Salvo la palabra verdad, en su frente- אמת (Emeth). Los dibujos tuyos del Golem vienen sin palabra, pensamos que era voluntario.
Te voy a confesar algo, nunca me imaginé que iba a poder llenar un libro con una temática judía, sin hacer humor judío tradicional. En un momento tenía que buscar recursos ligados a lo judío y dije: “El Golem”. Lo usé como una imagen, ni siquiera estoy empapado de cómo fue su historia.
Lo curioso es que estuvimos hablando toda la entrevista de la verdad y la muerte. De los horrores de la historia iluminados a luz del humor, del límite entre lo hipócrita y lo horroroso.
Pero fíjate que, hablando de súper héroes, el Golem lo es. Lo crea un tipo que quiere defender a su comunidad, un tipo que tiene súper poderes. Digamos: el rabino Lew. De hecho, yo tomo el tema de otro súper héroe: Superman. Superman es creado por un guionista del barrio de Brooklyn, de familia judía. Cuando se va a destruir el planeta Kripton, lo meten en un cohete y lo lanzan para que se salve. Y a Moisés lo meten en una canastita a orillas del Nilo. Los dos son rescatados, los dos caen en mundos ajenos y los dos tienen súper poderes. Los tipos construyeron el personaje con intención, no fue inconsciente.