Los anormales: Sobre grafitis.

Por Isabel D´Amico

ALAS MOJADAS

El granizo es más frecuente ahora, pero imprevisible. Aún tolerable, golpea. Tiene cierta belleza contra el suelo. Algunas piedras pican, pegan más veces y se reagrupan para compadrear juntas. Contemplar devenir la lluvia resulta un hecho sin más para ciertos humanos. Para mí no, por eso le temo.

Una gota de agua puede pesar unos setenta miligramos; en mí, es como un golpe de una bola de diez kilos desde el cielo. Por eso no es sorpresa que me esconda de la lluvia.

Vivo en Buenos Aires, la humedad me afecta; los días nublados, también. Sin embargo, su embrujo me tiene anclada, a pesar de ser tan libre. Esta pasión viene por herencia, sino mamá hubiera puesto sus huevos en otro lugar.

Foto1Esta vez me mojé, no fue por distraída, sólo por gula. Es que del otro lado del paredón hay un ginkgo joven y sus hojas de abanico me sirven para descansar y volver hacia las flores de alijaba que amo; esas, con estambres largos, que me esperan desordenados en puntas de pie. Hace mucho tiempo vivo así, deleitándome. Y, si bien padecí varias tormentas- algunas, muy intensas, el agua no me había alcanzado.

Si me preguntan, no sé porqué me alcanzó, cómo me alcanzó, dónde me alcanzó. Cuando quise refugiarme, fue tarde. Y ahora estoy bajo una barba de hierbas que nace al pie de este largo paredón. Miro hacia arriba y comienzo a caminar. Camino al borde del dolor. Me detengo y trato de trepar el paredón y regresar al otro lado, a pesar de mis alas. No puedo.

Foto2 ALQUIMIA DE LA LLUVIA

Mis patas mutan, todo muta. Tengo dedos, tengo piernas y salto. Pero, a gatas, me engancho en los bordes y no aguanto mi peso. Mi remera húmeda rasguña la caída y se tiñe de algo pintado en el muro, con los mismos colores que supieron tener mis alas. Caigo sobre yuyos verdes y secos. Ellos, temblorosos, disimulan la mierda de perros desgranada por la intensa lluvia. Miro sin ver y, al rato, los leo.

GRAFITIS

Los grafitis hacen explotar el lenguaje: intercambian miradas, pensamientos, reflexiones. Resignifican. Las modalidades son muchas: sobre vidrios rallados, en collage- lentos en el armado, rápidos en el pegado-, los que se hacen con aerosoles o un rotulador: todos nos advierten. El grafiti es más que una experiencia visual, es también una experiencia temporal y espacial.

Sobre portones, sobre muros, sobre la esperanza: Cortázar los ponderaba. Pero hoy un trazo enemigo usó estos paños duros. Quiero volver al otro lado y me lastimo o me lastiman, no sé. Intento saltar sobre otro grafiti.

Y otro.

Foto3Y otro.

Ellos no me dejan: me quieren de este lado para empezar de nuevo.

Leo: «Conchuda».

Leo: «Te la olvidaste».

Las huellas de estos palimpsestos me gritan “relleno” para interpelar a quienes aún no han entendido nada. Me piden otra ropa, recién descubren que los engañaron.

Foto4Ahora entiendo, me conmueve saber que estos muros esperan de mí otro mensaje. Quizás, como lo contó Cortázar, el juego comience otra vez y nos religuemos a través de dibujos, de letras, de signos.

 

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El ginkgo, detrás del paredón, sigue confabulado con la lluvia. Él sabe de resistencias. Después de los bombardeos a Hiroshima, sólo él resistió con vida. La radiación no pudo con su potencia y dio brote.

Habrá que regarlo. De eso se encargará la lluvia. Y nosotros.

Foto7

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