Diego y yo, Frida Kahlo (1949)

La celebración: sobre Frida Kahlo

 Por Julieta Strasberg

Cada (tic-tac) es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que el problema es sólo saberla vivir. Que cada uno resuelva como pueda”.

Frida Khalo

¿CUÁL ES EL PRECIO QUE SE PAGA POR AMOR?

Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón nació un 6 de julio de 1907 en Coyoacán, México. ¿Quién no conoce a Frida Kahlo? La de las cejas gruesas, la mirada intensa, los peinados con flores, los autoretratos infinitos… la de Diego Rivera, la amante de Trotsky… Todo sobre Frida es una historia repetida, sabida. Su imagen es una de las más usadas por los artistas de diseños, para estampar en remeras, bolsos, carteras, aun en Budas de yeso con cejas de Frida. Sus peinados y sus cejas son emblemáticos, como el bigote y los anteojos de Groucho Marx, o el bigote, el bombín y el bastón de Charles Chaplin.
¿En qué momento Frida se convierte en ícono? ¿Cómo fue que su imagen se replicó en infinitos productos? Me imagino a Frida, comunista, observar la imagen de la tapa de la revista de modas Vogue, con lo que ella detestaba “gringolandia” y la moda desde la cual se la miraba con extrañeza.

En su estadía en Estados Unidos, le escribe a su amiga de la infancia, Isabel Campos: “…el gringuerío no me cae del todo bien, son gente muy sosa y tienen caras de biscochos crudos…” (03/05/1931)

Portada Vogue México (Noviembre 2012) Frida Kahlo, Las apariencias engañan
Portada Vogue México (Noviembre 2012)
Frida Kahlo, Las apariencias engañan

Hoy, Frida está en las portadas de revistas, en los cobertores de celulares, inspira a otros pintores a retratarla, a transformarla, a desplazarla. Muñecos, zapatillas, remeras, bolsos, tejidos, cuadernos, lapiceros, lápices, almohadones, alcancías, souvenirs de cumpleaños, hasta cupcakes con su rostro. Ya está. Se podrá no saber de su pintura, de su vida, de su lucha, pero su imagen será siempre reconocible. Desfiles enteros montados, ¿en su honor?

¿Inmortalidad? ¿Banalización? ¿Venganza del capitalismo que todo lo transforma en consumible?

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Frida Kahlo es un ícono y, como a veces pasa, se convierte en algo distinto o en algo menos de lo que resultó su vida.

¿Pero quién fue Frida Kahlo? ¿Cuál, su historia?

En su iconografía, ¿el dolor se oculta como en su rostro, desde sus autorretratos infinitos? Las imágenes son poderosas. Sin embargo, algo del uso de su imagen, en este moderno imaginario líquido, se distancia de la intención de inscribirla en otro sistema.

Algunos afirman que el poder de una imagen reside en la imagen misma, como si el ser de la imagen se nos revelara en sí. Para capturar ese ser-en-sí de la imagen, asir esa fuerza, tendríamos que estar atravesados por la cultura en la cual esa imagen es efectiva simbólicamente. Esta reproducción en serie, esta “celebración” exacerbada de su imagen, va en desmedro de la lectura de su trabajo. Como a los clásicos, cuyos nombres todos repiten pero nadie lee, Frida persiste en la memoria colectiva y da carnadura a sentimientos e ideas irracionales; es apropiada y expulsada de su lugar de pertenencia originario, para ser llevada a una Frida como objeto de consumo.

DIO- NISA: LA DOS O MÁS VECES NACIDA

Repasemos un poco su vida. De muy chica, sale milagrosamente con vida de un accidente que signará el futuro de su cuerpo. Así, hará memoria y huella en cada uno de sus días.

El autobus, Frida Kahlo (1929)
El autobus, Frida Kahlo (1929)

Noche: el autobús en el que viaja choca contra un tranvía en la Ciudad de México. Sus apenas 19 años sufren heridas y fracturas. Luego de un coma que la postra en la cama por un mes, quedan su columna rota, la clavícula, las costillas, la pelvis, la pierna y el pie derecho fracturado.

"Retablo" , Exvoto Frida Kahlo, retocado  en 1940
«Retablo» , Exvoto Frida Kahlo, retocado en 1940

Nunca pensé en la pintura hasta que tuve que guardar cama a causa de un accidente. Me aburría muchísimo ahí en la cama con una escayola de yeso (…), y por eso decidí hacer algo”, diría luego. Ese “algo” fue una revolución.

Dibujo del accidente de Frida Kahlo (1926)
Dibujo del accidente de Frida Kahlo (1926)

Desde su lecho, pintar será un anhelo tan intenso que su madre la ayudó a construir un artefacto para cumplir su deseo. Dicen que, donde hay un deseo, hay un camino. Desde entonces, el deseo de Frida pinta su vida y hace, se podría decir, una extensión de la autobiografía.

La madre, y su propia imposibilidad de serlo, estarán presentes en su pintura. Doña Matilde Calderón se enterrará en una depresión que no le permitirá ocuparse de sus hijas. Su padre, Guillermo (Carl Wilhem) Kahlo, fotógrafo oficial en tiempos de Porfirio Díaz, empobrecido por la revolución, sabe que Frida es especial y la escoge entre sus seis hijas como a su favorita. Ella lo adora y lo cuida, del mismo modo en que luego cuidará a Diego.

Retrato de mi padre Guillermo KahlFrida Kahlo (1952)
Retrato de mi padre Guillermo KahlFrida Kahlo (1952)
En 1952, ella pinta amorosamente a su padre. Después de su muerte, y al pie se lo dedica: “Pinté a mi padre Wilhem Kahlo, de origen húngaro-alemán, artista fotógrafo de profesión, de carácter generoso, inteligente y fino, valiente porque padecía durante sesenta años epilepsia, pero jamás dejó de trabajar y luchó contra Hitler. Con adoración, su hija Frida Kahlo”.

EL PLACER DE INVITAR A CENAR LAS COSAS MALAS DE LA VIDA

Pies pa' que los quieros, dibujo del diario de Frida Kahlo (1953)
Pies pa’ que los quieros, dibujo del diario de Frida Kahlo (1953)

La vida de Frida estuvo signada por el dolor físico desde temprana edad: a los 6 años contrajo la polio. Los 9 meses en la cama le dejaron un pie derecho atrofiado y la pierna más delgada -la que siempre escondería en las fotografías-. En esta foto, su padre la retrata a los 19 años, poco antes de su terrible accidente, mientras el pie derecho pudoroso se oculta. ¡Frida pata de palo!, le gritan los crueles niños.

Fotografía de Frida por Guillermo Kahlo, 1926 (fotografiada por su padre antes del accidente)
Fotografía de Frida por Guillermo Kahlo, 1926 (fotografiada por su padre antes del accidente)

La vemos muy seria, con su rostro tenso y una belleza enigmática, rodeada de una vegetación artificial. Así, casi presagia los mundos en tensión por venir. Como en sus retratos, algo de mundo y algo de naturaleza, algo definido y algo borroso se entrecruzan sin que ella aparte la mirada. ¿A quién mira tan severa? ¿A la cámara? ¿A su padre? ¿A nosotros?

Frida Kahlo pintando desde su cama
Frida Kahlo pintando desde su cama
Aquí, con su paleta de colores y su rostro plácido y concentrado. ¿Le dolerá la columna y su pelvis fracturada? ¿Quién es el niño que la observa atento? ¿Quiénes, los personajes que pinta en ese cielo imposible? Sus pinceles, sus almohadas, sus libros, todo lo que necesita parece estar allí, al alcance de sus manos. Las manos en Frida están siempre presentes en su obra. Son su conexión con el mundo, su extensión hacia él para intentar formar un organismo con su entorno.

Autoretrato dedicado a  Marte R. Gómez, Frida Kahlo (1946)
Autoretrato dedicado a Marte R. Gómez, Frida Kahlo (1946)
Frida, se ofrece en religiosa contemplación. En el “Autorretrato dedicado a Marte R. Gómez”, una mitad se ve despeinada, salvaje, con cabellos fundidos con las raíces mexicanas; la otra mitad, contenida, prolija, como esa trenza que se asoma y esa mano hecha aro que apenas se agarra al mundo para no caerse. ¿Cómo llega Frida a tener ese aro? ¿Un regalo de Pablo Picasso?¿Y cómo llega una mano a volverse aro? Manos como aros, aros como manos, todo en ella es necesidad de caricia, de amor, de ternura. Un trazo pendiente o un rostro ausente se filtran entre los dedos pequeños, que parecen rasgar el cuello, sin herida. Esos mismos aros como se ven en el retrato dedicado a su Doctor Leo Eloesser, su médico y su mejor amigo, como ella afirma en la dedicatoria de esa pintura. En esa mirada firme, tensa, las lágrimas son un tatuaje, pero no hay llanto.

TÚ ME HICISTE FORCEJEAR CON CALIBÁN

Autorretrato dedicado al Dr. Eloesser, Frida Kahlo (1940)
Autorretrato dedicado al Dr. Eloesser, Frida Kahlo (1940)
Flores de fiesta en la frente danzan con los negros cabellos y, sobre coloridos bordados, se quedan eternos e inmutables ante los temblores y la conmoción de la vida terrible que todo lo arrasa. El rostro tenso y frágil se deja enmarcar por la curva audaz de dos arcos prominentes. Magdalena, de nacimiento; como ella, apedreada y adorada, cuestionadora siempre, aún mutilada, entera.

En Frida todo es tensión. Un rostro severo directo al espectador, ojos penetrantes en vacío devoran el concreto primer plano. Frida definida, franca, real. Aun así, rodeada por unos cielos difuminados, tormentosos. La composición se tensiona entre las figuras cerradas, bien definidas y el desborde de un fondo lejano y triste. Eterna tensión de follaje y flores que la enmarcan sin asfixiar. Ella es pariente del contorno preciso y de la bruma. Cómo no serlo, ante tamaño caos y accidente: necesidad de ser más real que la Frida de carne y hueso.

LOS DOS ACCIDENTES DE FRIDA

Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida, uno en el que un autobús me tumbó al suelo…El otro accidente es Diego (Rivera)” Frida Kahlo

Diego Rivera y Frida Kahlo
Diego Rivera y Frida Kahlo

Diego es el Calibán de su vida… o ¿caníbal? ¡Sí, también de canibalismo se lo ha acusado! Si en verdad comió carne humana, no lo sabemos. Voraz, trocaba los placeres en sufrimiento. Tempestad de hombre inmenso, rústico, narcisista. En estado de hambre, su apetito caprichoso llama a devorar las pasiones una a una. Prisionero de su hedonismo, carcelero de su gula pasional desesperada. ¿Se le ocurrió alguna vez pensar en el espanto de traicionarla con su propia hermana? ¿Obligarla a la humillación de tatuarse “traición” en ojos ajenos y lágrimas en petrificado corazón?

“…el Dolor es lo más sensible de todo lo creado. No hay nada que se mueva en todo el mundo del pensamiento o del movimiento a lo que el Dolor no vibre con pulsación terrible, aunque exquisita. La fina hoja batida de oro trémulo que registra la dirección de fuerzas que el ojo es incapaz de ver es grosera en comparación. Es una herida que sangra cuando la toca otra mano que no sea la del Amor, y aun entonces vuelve a sangrar, aunque no sea de sufrimiento”. Oscar Wilde

El amoroso abraso del Universo, la Tierra (México), Yo, Diego y el Señor Xólothl, Frida Kahlo (1949)
El amoroso abraso del Universo, la Tierra (México), Yo, Diego y el Señor Xólothl, Frida Kahlo (1949)

 “Si yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a ti mismo a través de mis ojos. Sólo entonces te darás cuenta de lo especial que eres para mí”.

Frida Khalo

TÚ TE HICISTE MI CREDO

Jamás en toda la vida, olvidaré tu presencia. Me acogiste destrozada y me devolviste íntegra, entera.

Frida Khalo

Frida y Diego, en la casa de San Ángel, en una fotografía de  Nickolas Muray
Frida y Diego, en la casa de San Ángel, en una fotografía de Nickolas Muray

Diego Rivera y Frida Khalo: celebraciones de la vida y de la muerte. Pinceles como espadas ante los rostros burgueses, en defensa de indígenas, campesinos, mestizos y también, por qué no, de y contra ellos mismos. Egos tan grandes y violentos como sus trazos. Puños tan fuertes y apretados como la impronta de sus pinturas y  murales. Sueños tan vibrantes y potentes como sus huellas.

No, no son generalizaciones, son las percepciones de lo vibrante de sus obras. Oscar Wilde –casi un siglo antes- parece dialogar de a ratos con Frida  “…piensa en lo que siempre busca el artista…” ¿Acertaría Wilde lo que busca Frida? Un retazo de “De Profundis” se desnuda casi sin querer, me lo confirma.

Recién ahora comprendo que el dolor, la más noble emoción de la que es capaz el hombre, es también el modelo más original y el iniciador del gran arte. Pensando en lo que siempre busca el artista, ésa es la forma de vida en la cual el cuerpo y el alma se hallan amalgamados en inseparables, en la que lo exterior simboliza lo interior exteriorizado por él”. Oscar Wilde

Él conocía de inspiraciones así, de esas que a ella le hervían la sangre y tallaban en su alma: Frida trastoca su dolor en genio de su arte sin imitación: celebración de lo auténtico, expiración de lo imitable. Su arte, su potencia. “Tales formas de existencia no son muchas; el cuerpo de un joven y las artes que se ocupan de representarlo pueden servir de modelo en cierto momento…” Oscar Wilde

Colosales y ardientes sus trazos, los de él, el hacedor de fiestas y padecimiento. Diego eterno, motor de amor y de dolor; pura emoción e instinto en vena. Ese hombre es una de las pasiones de Frida. Diego: el elefante, torpe en sentimientos, bestial en sus traiciones, niño pequeño ante su hembra protectora. Él es de ella y ella es suya, a pesar de ellos mismos. Amor que todo lo celebra: revolución, engaño, desafíos, jactancias, amantes, enfermedad, erotismo. Pero la pasión es otra cosa, es esa fuerza sin objeto, que un día se hace amante y otra silueta, un día color y otra cerrazón que niega. La pasión múltiple de una mujer llena de mundo.

Diego la mira y la admira. Su pasión lo sobrepasa, no puede con ella. Entonces, se desvía por atajos, que lo devuelven a Frida, más hambriento aun de su talle diminuto y de su salud frágil. Ella lo engulle, y él lo sabe. De grandes pasiones y de grandes almas se vibra una vida exquisita.

Frida pintando desde la cama
Frida pintando desde la cama

Nada comparable a tus manos, ni nada igual al oro-verde de tus ojos. Mi cuerpo se llena de ti por días y días. Eres el espejo de la noche. La luz violeta del relámpago. La humedad de la Tierra. El hueco de tus axilas es mi refugio. Toda mi alegría es sentir brotar la vida de tu fuente-flor que la mía guarda para llenar todos los caminos de mis nervios que son los tuyos, tus ojos, espadas verdes dentro de mi carne, ondas entre nuestras manos. Solo tú en el espacio lleno de sonidos. En la sombra y en la luz; tú te llamarás auxocromo, el que capta el color. Yo cromóforo, la que da el color. Tú eres todas las combinaciones de números. La vida. Mi deseo es entender la línea, la forma, el movimiento. Tú llenas y yo recibo. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis astros y va a las tuyas que son mi luz”.

(Carta de Frida Kahlo a Diego Rivera) – 

Frida y Diego
Frida y Diego

NADA COMO EL AMOR DE UNA MUJER CASADA

“Nunca pinto sueños o pesadillas. Pinto mi propia realidad

Frida Kahlo

La revolución es una fiesta: huele pueblo, tierra y sangre.

Frida Kahlo con Trotski
Frida Kahlo con Trotski

Frida y Trotski
Frida y Trotski

Mientras tanto, en casa de los Rivera, los aires son  más revolucionarios que nunca. Entre 1937 y 1939, León Trotski vivió en la casa de Frida, en Coyoacán, junto a su mujer, Natalia. Allí Frida tendrá un romance con el líder comunista para, tras su asesinato a manos del español Ramón Mercader, ser acusada como cómplice. La arrestaron por un rato, a ella y a su marido. Y, por un rato, ella abandonó sus trajes mexicanos y se calzó el atuendo más revolucionario ¿no será lo revolucionario defender la tradición de los grandes vestidos con flores? También abandonó su obsesión por Diego, aunque no por los grandes hombres –y los hombres grandes-. ¡La casa azul, la de Frida, aún guarda en su memoria tanta historia! México deslumbró y acogió a Trotski y, después de todo, Frida es México ¡qué tanto!

 

EL ORGULLO DE LA POTENCIA

Lo único de bueno que tengo es que ya voy empezando a acostumbrarme a sufrir…”

Frida Khalo

La columna rota, de Frida Kahlo (1944)
La columna rota, de Frida Kahlo (1944)
Entrecejos se rompen en alas de mensajera; el pecho desnuda orgulloso el mástil partido aún en pie, sostén artificioso el corset que oprime y enseña al mismo tiempo. Una columna vertebral herida, quebrantada, artera y gris, franquea la vida, la determina. En Frida, el dolor es de una explicitación ominosa. Pero un cielo violáceo gangrena todo, lo envuelve y lo atraviesa, acompaña un suelo árido -como su vientre- y hendido por grietas infinitas su matriz desgarrada. Relámpagos: así en el cielo como en la tierra de Frida. ¿Qué ícono posmoderno te congeló el dolor en sonrisas de alcancías e incomprensibles celebraciones obscenas de souvenirs sin memoria?

Mi cuerpo es un marasmo. No puedo escapar de él. Como un animal que siente su muerte, siento que la mía se instala en mi vida con tanta fuerza que me priva de cualquier posibilidad de lucha. No me creen, porque me han visto luchar tanto. No me atrevo a creer que podría equivocarme; esa clase de relámpagos escasean”. Frida Kahlo

Las dos Fridas, de Frida Kahlo (1939)
Las dos Fridas, de Frida Kahlo (1939)

Ella podría decir:

Blanco de luto, de pérdida, con sangre derramada. Llévame a tu cielo eterno de desiertos, como el que me habita y en el que vivo. Vacante de niños no nacidos, despoblado de vientres inflados y antojos de cariño. Llévame al cielo de la mano, que en tu espejo de luto de colores, yo me visto.

Allí donde hay dos, somos tres: la que amó, la que odia, la que me traicionó…Hermana de sangre, del dolor, brota más sangre de mi herida. ¿Cómo pudieron?, ¡oh Virgen de Guadalupe, Cristina sin Cristo!, ¿cómo pudieron?

Frida partida, las dos Fridas. Todo lo obvio se muestra y se dijo. La vena que une el corazón entero y el destruido, continuidades de realidades tan surrealistas como Frida Kahlo. ¿Pero han visto tus cielos? Tormentas acechan, te ciñen. Sitiada en tu hábitat de contornos definidos, aún mirándonos de frente, nocturno tenebroso en pleno día, exhibís el mundo que te atraviesa. Opuestos de contundencia: rostro serio, mirada circunspecta, algo se avecina y no me son solo tus ojos, el horror de la sangre, los niños mutilados, los partos, los abortos, los hijos que no llegaron a ser, sino tus cielos y las grietas que bajo ellos se desgarran los que callados lo gritan.

Frida pintando "Las dos Fridas", fotografía de Nicholas Muray (1939)
Frida pintando «Las dos Fridas», fotografía de Nicholas Muray (1939)

EL BROTAR DE LA VIDA

“Nada comparable a tus manos ni nada igual al oro-verde de tus ojos.

Mi cuerpo se llena de ti por días y días.

Eres el espejo de la noche. La luz violeta del relámpago. La humedad de la tierra.

El hueco de tus axilas es mi refugio.

Toda mi alegría es sentir brotar la vida de tu fuente-flor que la mía guarda para llenar todos los caminos de mis nervios que son los tuyos”.

Frida Kahlo

Raíces (El Pedregal), Frida Kahlo (1943)
Raíces (El Pedregal), Frida Kahlo (1943)

A Frida el mundo se le mete en el cuerpo. La naturaleza la habita, la ensoñación se evidencia. ¿Nervaduras como venas unen la tierra y su vida? Las ramas, brotan del pecho, una columna se fragmenta, pero vive. Yesos espacios que se abren en grietas, ¿son nubes o rocas? ¿Cielo o tierra? Nebulosa y ambigua. Tremendamente terrestre, sí, telúrica de pies a cabeza. Agobiante espacio negando el cielo y flotando entre piedras.
EMBALSAMADA DE LÁGRIMAS ESTÉRILES

Como siempre, cuando me alejo de ti, me llevo en las entrañas tu mundo y tu vida, y de eso es de lo que no puedo recuperarme”.

Frida Khalo

La cama volando, Hospital Henry Ford, Frida Kahlo  (1932.)
La cama volando, Hospital Henry Ford, Frida Kahlo (1932.)

La maternidad ausente pero deseante clama en la tela de Frida. La blancura del lienzo soporta abortos, nacimientos, fetos, dolor, ilusiones. Dieguito, el hijo que no fue, allí cobra eternamente vida. La centralidad del niño en la composición del cuadro lo ata a ella de modo extraño, lejano pero unido por un lazo infinito, indestructible.

¿Cómo llega el lecho hospitalario a morar en el medio del desierto? Casi flota, en la soledad de un no-tiempo. Atrapada, empapada en sangre y mortuorios elementos.

Moisés o El núcleo de la creación, Frida Kahlo (1945)
Moisés o El núcleo de la creación, Frida Kahlo (1945)

“Moisés o El núcleo de la creación”. Inadecuado trabajo por encargo, tan adecuado a su mundo. Caótico, explosivo, lleno de sabios, adivinos, profetas, dioses, cultos paganos, la celebración de la modernidad. Dioses desnudos sobre los cuerpos que descansan enterrados. El caos del mundo y su mundo se cruzan. Humanidad y crítica mestizado con su biografía, siempre. Y, en el centro, el niño ¿El que muere antes? ¿El que se llora siempre y llora el vientre desde el cielo?, ¿el que así desafía a un sol creador y todopoderoso? Casi tan potente como la lucha en el fondo, la vida abriéndose paso ante un núcleo único de misterio y vida.

Surrealista, onírico. Realidad, ficción. La humanidad se entrelaza con el mundo, la naturaleza entreteje sus ramas con la ciencia. Dios, diablo, ciencia, naturaleza. Y Diego Rivera, infaltable: el niño rey, el abandonado, el del tercer ojo, omnipresente, como el dolor.

No. No refleja el libro cuyo encargo originó. ¿Pero a quién puede importarle?

Más exclusivamente que en la vigilia, en el sueño somos nosotros. Contribuimos con todo el reparto”. Adolfo Bioy Casares

SUEÑO EN LA VIGILIA

«Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?«

Frida Kahlo

El venado herido, Frida Kahlo (1946)
El venado herido, Frida Kahlo (1946)

En sus cuadros todo anuncia la naturaleza divina y a un dios inmanente. En ella el universo, la naturaleza y Dios son un mismo lenguaje. Así, Frida se convierte en un gran animal que nos respira, que sufre, que enferma, aunque siempre desde su lugar nos mira. La deidad del mundo se hace presente ante la muerte de la conciencia. ¿Frida sueña o somos nosotros los que soñamos a Frida? En su obra, sueño y vigilia se confunden, ¡nos confunden! Como este venado herido: no es de este mundo y flota imposible, con la liviandad que solo las alucinaciones animan.

Hay un sueño en la vigilia, un sueño de pocos instantes, que posee una mayor fuerza de transformación y está más cerca de la muerte que el sueño largo y profundo de las noches” Hugo von Hofmannsthal

EL PRINCIPIO DEL FIN

«Árbol de la esperanza, mantente firme

Frida Kahlo

Árbol de la esperanza, mantente firme (1946)
Árbol de la esperanza, mantente firme (1946)

Firme en su bandera, la Frida de la Luna, la de la vigilia, la fuerte, nos mira serena y confidente –como siempre- y sostiene “Árbol de la esperanza, mantente firme”. Pero el sol que la quema, muestra las heridas expuestas en aberrante crudeza.

En este cuadro, confluyen todas las líneas de sentido que escribí en esta nota: sueño, vigilia, naturaleza y mundos entrelazados, desierto y soledad ante el dolor, firmeza y quebranto. Panorama desolador, como el desierto en el que parece ser arrojada la enferma que, sin embargo, encuentra en la Luna una guardiana serena que la fortalece y sostiene la esperanza. Y todo no es poca cosa.

Nuevamente las dos Fridas, pero aquí no es Diego el divisorio de aguas, sino su otro accidente. Y, de modo subterráneo, un universo fusco acecha, casi como por fuera de la pintura, como un cielo invertido ¿o los fantasmas de la noche rondan también de día?

Las grietas de ese suelo árido y fracturado, ¿son metáfora de su cuerpo estéril y en carne viva?

¿Y dónde está la civilización, el otro? A lo lejos, se intuye, entre las montañas perdidas. Pero en el dolor estamos solos, solo nuestro cuerpo y nuestra alma. Solos en insomnio y ensueño.
FEROZ DEVORADOR

No quiero ya hablar porque dicen que el pez por la boca muere, y siempre que hablo contigo, acabo muriéndome más, un poco más”.

Frida Kahlo.

Diego y yo, Frida Kahlo (1949)
Diego y yo, Frida Kahlo (1949)

La sabemos obsesionada con Diego, tristeza en el rostro, ya ni cielo crea. Cabellos salvajes- una naturaleza frondosa que asfixia casi tanto como el cuadro- anudan la garganta más que las lágrimas, delineadas con fría decepción y acusadora mirada. ¡Quién diría!, ¿la bella María Félix otra cautiva en la mesa del voraz caníbal?
POR SIEMPRE, FRIDA

“¡Quién diría que las manchas viven y ayudan a vivir? Tinta, sangre, olor… ¿Qué haría yo sin lo absurdo y lo fugaz?”

Frida Khalo

Frida Kahlo y Diego Rivera
Frida Kahlo y Diego Rivera

¿Su vida es su obra o es su obra su vida? Un corset de yeso parece decirnos: “Déjame traerme mi mundo encima”. Y estandartes, ideales, símbolos y amores se graban en su cuerpo como en su vida que, al final, son la misma cosa –ya lo sabía-.

Soy la Frida del Adiós, la que está presente aún desde su lecho en su última exposición ¡cómo no! La de consagración en París.

Recuérdame, mi amor” Frida Kahlo.

VIVÍ DE MIEL Y HIEL

La vida es cruel encarnizándose de este modo conmigo. Debiera de haber distribuido mejor sus cartas. Tuve demasiado mal juego. Un tarot negro en el cuerpo” Frida Kahlo

Frida pintando su corset de yeso
Frida pintando su corset de yeso

Déjame celebrar la muerte, que es la savia de mi vida. Soy un poco de esa podredumbre de tierra con orines, excremento, semen y restos. Florezco en los lugares más insólitos: perdida entre carnavales con máscaras que me ocultan y niños al acecho. Renazco donde no se me espera, ni se me quiere, sólo porque lo deseo. Después de todo: ¡es cosa mía!

Pregúntame si duele: te diré que no. Rojo y ocre disfrazarán la rabia contenida. Surcada por el dolor, siempre, hasta el último momento: viva.

Mátame un poco cada día, así no sabré que me he muerto. Niégame, o aún peor: mírame con la misericordia de los sabios instalados en púlpitos, que distribuyen la palabra como limosnas, y los pecados olvidan.

Celebremos aun en la muerte, entre cenizas. Allí, donde se niegue al pueblo, al oprimido y al hambriento, vibrarán nuestras manos desde los muros: porque somos feos, viejos y no tan correctos, pero tenemos sangre que hierve y atraviesa el cemento. Pintaremos aun cuando el mundo, la realidad, el cielo y el infierno, se nos mezclen en el lienzo, tanto como los colores en la paleta. Como en esta mancha que se hace con dolor y pierde definiciones. Pero pinta, siempre.

“Mis pinturas están bien pintadas, no con destreza, sino con paciencia. Mi pintura contiene el mensaje del dolor. Creo que al menos unas cuantas están interesadas en ella. No es revolucionaria. ¿Por qué habría de seguir queriendo que sea beligerante? No puedo. La pintura llenó mi vida. Perdí tres hijos y otra serie de cosas que habrían colmado mi horrorosa existencia. La pintura ocupó el lugar de todo esto. Creo que el trabajo es lo mejor”. Frida Kahlo

Autorretrato con el retrato de Diego en el pecho y María entre las cejas 1954
Autorretrato con el retrato de Diego en el pecho y María entre las cejas, Frida Kahlo (1954)

 

LA FRIDA QUE HABITA

¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: Yo te cielo.

Frida Khalo

Ojos sostenidos, los de Ella, atentos desde dolor, me desafían, y en mi un sufrimiento que no puede –ni quiere- imitarla ¡sagrada evangelización de su arte! que me conmueve e interpela. Algo de Frida me habita, me sacude y me grita en sermones de coraje escondido. Intuyo que me dice: Yo soy la que me antojé, la que me vino en vena, y te expelo desde la eternidad mi huella. Vos, tu historia, tu vida: ¡Haz con ella lo que quieras! ¿Qué le respondería? La voz en un suspiro –temblorosa- apenas: …lo que pueda…Frida…lo que pueda…

Por eso te celebro, Oh, Diosa pagana mexica. Imagen idólatra, a la que se le ofrece hiel por miel, la trinca con ojos francos en profana liturgia la evangeliza en ámbar, mudándola en vino. Nosotros, apenas abejas obreras. Ella, sin vacilaciones, la reina.

Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando en mí. Bueno, yo espero que si tú estás por ahí y lees esto sepas que, sí, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú”. Frida Kahlo

Frida Kahlo falleció en su Casa Azul a los 47 años, un 13 de julio de 1954. Pintó siempre, hasta el final. «Espero alegre la salida y espero no volver jamás», dice la última anotación de su diario.

Poco después, en 1957, en la ciudad de México falleció Diego Rivera. En su autobiografía admitió: «…Me di cuenta demasiado tarde de que la parte más maravillosa de mi vida había sido mi amor por Frida». Diego Rivera

La Casa Azul fue abierta al año siguiente y, desde entonces, el rito pagano de la celebración de la vida de Frida Kahlo ya tiene su templo para que los adoradores la visitemos.

La Casa Azul, el Museo de Frida Kahlo.
La Casa Azul, el Museo de Frida Kahlo.

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