El hastío: sobre el humor social.

Por Germán Cavallero

LLUEVE SOBRE MOJADO

Ya la lluvia no es lo que era. La encerraron en una torre. Invadieron la tierra de la poesía y la secuestraron. Encarcelada y revestida de intereses que no son de lluvia, perdimos su rostro. Ya nadie llueve, como en la escritura de Saramago: “el universo murmura bajo la lluvia, Dios mío, qué dulce y suave tristeza, y que no nos falte nunca, ni siquiera en las horas de alegría”.1

Norma Bessouet, «El otro abrazo», óleo sobre lienzo, 1987.

Ya, nadie: fuimos inundados. Horadados. Tanto por los desmontes de bosques nativos como por la tecnología militar que calienta la ionosfera para inducir lluvias; o por los grandes medios de comunicación: propician masas de nubes pestilentes para descargar el veneno que nos licúa por dentro y nos hace tronar hasta por las narices.

¿Qué culpa tiene la lluvia? Se apropiaron de su identidad, de sus cualidades, pero quienes conocimos su verdadero rostro iremos a rescatarla.

LA GRAMÁTICA DE LA LLUVIA

Llover es un verbo impersonal. Cuando lo conjugo en la primera persona, de inmediato, nace una metáfora: “Yo lluevo”. Entonces pienso que si lluevo es porque llevo lluvia. Pero llevar lluvia produce amontonamiento de consonantes. Y si agrego: “llovido, lluevo al llevar lluvia”, tanta “doble ele” que suena “ye” provocará el hastío de quien lee/oye. No importa. Las doble eles no mojan y hace no mucho tiempo -no sé precisar cuánto-, oír llover no era nada que se pareciera al hastío. Bastaba con acercarse a la ventana y ver correr la lluvia, con su frenesí de letras líquidas,  náufragas e insistentes. Voy a reclamar esa manía de la lluvia sobre la abnegación del vidrio. Voy a gritar por qué “llover”, de ser un verbo impersonal, pasó a una intención deliberada de repicar donde duele. Voy a hacer camino en un intento por liberarla; limaré sus excesivos y artificiales acentos para que vuelva a ser filigrana celestial. Arrumacos líquidos en las ventanas: aquello que nunca dejaremos de ser.

Llueve. Ya gotea. Hermoso momento, para un paréntesis musical:

SINFONÍA VINDICADORA

Beethoven se retira al campo y compone su sinfonía nº 6, Pastoral. El movimiento, “La Tormenta” recrea, a través de la orquesta, una acumulación progresiva de nubes, hasta estallar en truenos y relámpagos. Narrada por timbales y trombones exaltados, cuerdas y maderas como vientos iracundos, llega a su fin con geniales destellos de composición: las cuerdas, a lo lejos, reproducen algún chaparrón rezagado; es el eco de la tormenta que huye hacia otros cielos hasta que una flauta anuncia la llegada del sol con una escala mayor ascendente. Toda una victoria sobre la desazón y la desesperanza. También en la 5ta. y en la 9na., los golpes de la fatalidad que llama a la puerta, o la necesidad de una humanidad hermanada, respectivamente, encuentran resolución romántica y triunfal.

caótica
Pielbetún Compañía de Teatro, LA FLOR DEL PANTANO: «Caótica invoca la tormenta».

ALIMENTO DE LOS CAMPOS

En tiempos remotos, también conjurábamos los fenómenos meteorológicos, las malas cosechas, las pingües cacerías. En la pronunciación de la palabra mágica, en los trazos de tierra pigmentada sobre la piedra se interpelaba al blindaje cósmico. Y nos descargábamos archivos de lluvia, o mares de sequía como castigo, de acuerdo al humor celestial. Buscábamos en la ciencia del rito la bonanza divina y, así, toda la sed de las siembras era cubierta por la caridad de dioses, a quienes pagábamos con oraciones y sacrificios.

NUBES (DE POLEN)

En el musical, “La Flor del Pantano”2, una diosa llamada Caótica se alimenta de la tristeza, de rencor y de  miedos. ¡Es que su amante es el hastío! Su hermano Caos ha sido derrotado por el Orden, hace millones de años. Pero dejó, en el corazón de esta diosa que reside en la densidad de la selva paranaense, una huella persistente. Caótica canta:

Nubes tiemblen como ayer, / todas juntas a crecer. / Humo, bruma y soledad: / ¡armen una fortaleza en sombras!

Por cada pelea, mezquindad humana, se le inflama el pecho y crece su ambición de volver a ese estado informe y originario de las cosas, a través de un plan macabro: endurecer todas las aguas y convertir al mundo en una piedra.

Lo que ella ignora es su propio revés, su otra cara. Lo ignora hasta el momento final, cuando -luego de enfrentarse a una niña musical, a un cíclope flautista y a un abejorro- se transforma en una imponente flor del pantano.

En un acto único y esforzado, la realidad abrumadora es transformada por el colectivo de personajes en beneficio de todxs. “Los números cierran con la gente adentro”.

¡El hastío ha sido exterminado! Pero, ¿qué razón, móvil, se puede leer entre líneas?: ¿la restauración de un equilibrio cósmico? ¿La inexorabilidad de los destinos? ¿O una estrategia precisa de sortear los obstáculos al rescate de un bien común?

ETERNAUTA
H. G. Oesterheld / F. S. López, El Eternauta: «La nevada Mortal sobre Buenos Aires».

CONQUISTA CLIMÁTICA

Es un hecho: el clon de la lluvia salió del laboratorio. Sus puños de tormenta golpean como un Frankenstein gigante, resentido. Porque hoy la lluvia puede ser inducida. Hasta se especula con que algunos terremotos -el de Haití, por ejemplo-, también. Cambiamos la oración y el rito por la manipulación de iones. ¡Aprendimos a calentar la ionosfera para producir lluvias!3; a conducir el castigo divino y a dirigirlo al territorio enemigo. Sin embargo, estamos a tiempo de volver sobre esos pasos. De poner seco sobre mojado. Indagar en la piedra aquellos milenarios ojos de sorpresa, para que nos digan cómo leer el mapa de la verdadera lluvia e ir tras sus manos mecedoras. Y dar con su morada de fértiles insectos y arrullos aguerridos.

NI UN PASO ATRÁS

En el planeta Venus no deja de llover durante semanas, meses, años. Los venusinos viven en el mar y, cada tanto, salen a robar carne humana que maceran en el fondo del agua. La locura de los hombres que llegaron a ese planeta es el preámbulo de la propia muerte. Nada pueden hacer frente a la horadación de la lluvia. Ya las plantas perdieron el verde y ellos, los sentidos. Pero no la esperanza de alcanzar la “cúpula amarilla”, donde reside un sol flotante, luminoso y cálido. Los últimos sobrevivientes de la misión se arrastran sobre sus pies, las brújulas desmagnetizadas por tormentas eléctricas los conducen al comienzo de su fatigado camino. Y así transitan, en círculos de hastío, próximos a la muerte. No sé si Ray Bradbury conoció relatos de nuestra América originaria: “La serpiente que robó la noche”4 provoca una zozobra similar al de su cuento “La Lluvia”. Cuando una serpiente roba la noche, los mundurukús padecen el sol sin tregua: sequía, hambre, imposibilidad de dormir, de conciliar el sueño. Pero en este caso un hastío seco. Abrasador. Calcinante.

Sentido ausente, 2011, óleo sobre tela,
Ana Eckell, «Sentido ausente», 2011, óleo sobre tela, 1,80 x 2 m.

“PERIODISMO DE GUERRA”

El linchamiento mediático de figuras públicas -que atentan contra determinados intereses- construye un imaginario social llamado a conquistar la ética desde la justicia propia, desde el escarnio público. Alimento organizado que se cuela las 24 hs. del día por la boca de una sociedad con angustia oral. Salta desde los medios hegemónicos, montado en una cuchara, como avioncito amistoso en HD, y, luego de franquear lo más preciado de su audiencia, el pensamiento crítico, sedimenta y lo desplaza. Es un tornado en cuenta gotas, un reguero de pólvora que genera hipnosis colectiva, adormecimiento de la razón, odio. Su efecto es previsible: estalla en acciones violentas. Su modus operandi: el hastío. Nudo de barbarie sistemática de un aparato que, como Caótica, crece con la desazón, la incertidumbre y la miseria humana. Busca sumergirnos en un no-lugar entre la ficción y la realidad: los bordes se funden, perdemos la orientación y ya no sabemos ni quiénes somos, ni dónde estamos: si en el planeta Venus, cuya única salvación es la “cúpula amarilla”, o en la aldea global de los mudurukús, como deslucidos e indignos hidalgos contra molinos de calor y hastío.

Raquel Forner, «Mutantes alienados II», 1974, óleo s/tela, 160 x 130 cm.

SER LA NUEVA LLUVIA

¿Nos reducirán a cenizas? ¿Cambiarán nuestro rostro? Dependerá de la resistencia colectiva, tan creativa como la espontaneidad de la lluvia: allí asoma el mundo de los desposeídos y se torna constelación de voces nuevas, siempre fundantes. Porque busca en escenarios hostiles, en las peores de las adversidades, escurrirse, viabilizar, organizar una salida. Modeló quilombos, conformó “cabildos de negros” y hoy la sabemos de nuestro lado. Resistencia colectiva. Siempre renovada lluvia.

Por eso decimos “con la lluvia, no”.

Ella crepitaba poemas en el oído de la tinta y vertebraba corcheas en el camino de las partituras. Era la más acabada condición del reposo, la tristeza dentro de la alegría, metáfora perfecta, insurrecta, lo inasible de lo apenas visible. Y, en estos últimos años recuperamos su rostro, la volvimos más compañera que nunca. Si las moléculas de agua hermanadas sufren al tener que separarse para siempre por el hervor que las divide, no cuentan con que vuelvan a unirse en vapores nuevos. Y volver es exhibir con orgullo nuestros rasgos de furibunda agua. Aunque nos proscriban, organizaremos el trueno en la gesta del vendaval. Colados en todas las rendijas. Puestos a permeabilizar cerrojos y a humedecer con la palabra profunda y libertaria. En eso estamos. A los pies de la torre donde encarcelaron la lluvia. A punto de sitiar los muros. De penetrar las piedras hasta rescatar a nuestra compañera. La que nos enseñó a mirar a los ojos. Llovidos ojos de llevar lluvia.

Notas:

1 JOSÉ SARAMAGO, La Historia del Cerco de Lisboa, pág. 137, Punto de Lectura, SL, Madrid, España, 2008.

2 LA FLOR DEL PANTANO: musical infantil de la compañía Pielbetún Teatro.

3 El proyecto HAARP (del inglés High Frequency Active Auroral Research Program, Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia) es una investigación financiada por la Fuerza Aérea de los EEUU, la Marina y la Universidad de Alaska para «entender, simular y controlar los procesos ionosféricos que podrían cambiar el funcionamiento de las comunicaciones y sistemas de vigilancia».

El Haarp (considerado, entre otras funciones, como una «máquina de crear terremotos»), es un calentador de la ionosfera, y actúa sobre ella como la antena más poderosa que jamás haya existido.

http://www.atilioboron.com.ar/2010/02/el-investigador-robinson-salazar-de-la.html

http://truthnetmedia.com/truth-news-lluvia-con-ayuda-de-bacterias/

4 Leyenda mundurukú (Estado de Pará, Brasil), Relatos de la América Originaria, Ediciones Continente, Buenos Aires, 2010.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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