El desaliento: Entrevista a Griselda Gambaro, (dramaturga), Sonia Novello y Claudia Mac Auliffe, (actrices) de “Casi un feliz encuentro”
Entrevista: Viviana García Arribas, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman
“¿Cómo vivir o morir con tus mezquindades?”,
“Casi un feliz encuentro”, Griselda Gambaro
Huesitos en posición, tendones alertas, músculos orientados hacia el norte de los otros, refriegas del sudor y el deseo, territorios enteros donde los abrazos no nacidos contornean formas de la ausencia. ¿Pero entonces qué?, ¿pero entonces, cuándo?
Va el cuerpo y se prueba en otro cuerpo y parece que encaja. Pero no sale del probador y ya despunta un desajuste, una manga que traba bajo la sisa, un ruedo descosido antes de tiempo, un pespunte fuera de línea. La piel se hace la distraída, apuesta a que esta vez sí, esta es la prenda buscada. No importa que tenga los brazos demasiado cortos, demasiado jóvenes o demasiado aviesos. Quiere la cintura que la estrechen, quiere la cara adormilarse entre el cuello y el hombro del amante. Quieren los años desperezarse de edades y levantar los bracitos como quien reclama ¡upalalá! y aún se ilusiona con un amparo más singular y amable que la inmensidad del cielo. Quiere la vejez traslúcida que leas el tesón de las arterias, la ruta de las venas, que el temblor le permita cerrar el puño y exprimir lo acre de todas las decadencias. Se aferra la anciana contra la sábana, las manos son ahora garras que la anclan a los retazos de la memoria, aunque ya no compongan una biografía. Quiere la caricia sortear la enfermedad y la cojera del ánimo. Un beso pretende más y reta a decir sin tanta vuelta, a hablar contra la impotencia de las palabras. A punto están los labios, cuando se entorpece la frase. A punto llega el arpegio cuando no va e irrumpe el silencio. Pero la música no se amedrenta. Se aguanta la falla, la asimetría, anda con zapatos dos números más chicos que su paso, con un saco dos tallas más grandes que su coraje. Y avanza. Y si entre el ojal y un botón resiente una imagen, si en los caprichos del cierre relampaguea un reclamo, si el impermeable de oferta deja pasar la lluvia y las sequías, igual se atreve. Los cuerpos se buscan, componen y descomponen sus partes, amoldan y desamoldan sus deudas. En un punto, ya sin aliento, parece que por fin no queda resquicio, todo el aire vuelto melodía y toda la charlatanería vuelta misterio.
Pero ahí, en un hilván del surco, en un valle mínimo entre dos enormes alturas, se abre la hendija. Algo se comba en vientre, alguien fecunda entre sigilos. Algo se escabulle entre las faltas. Vientre sin nombre. Matriz de lo líquido. Prenden las crías de la ausencia.
“Y TERMINAR EN EL VIENTRE DE MÁMÁ” (*)
“No quiero oír el ruido del cristal trizándose, /ni los perros que aúllan a las vendas sombrías, /ni ver cómo no estás. /Madre, madre, ¿quién separa tu sangre de la mía?, Olga Orozco
¿Cómo llegaron a esta obra?
Sonia (interpreta a Laura): Bueno, nosotras somos parte de un grupo con Vizzotti, el director, con quien habíamos hecho un par de obras antes como “Sketches de revista”, de Harold Pinter, con el que nos fue muy bien. Fue una experiencia muy divertida. Al principio, algo muy difícil, porque el teatro de Pinter es complejo. Después, surgió la idea de hacer juntos otras cosas. Griselda estaba siempre presente. Nosotras no conocíamos esta obra. Leíamos teatro con esa mirada que buscar qué puede actuar, dimos con esta y nos encantó el vínculo entre las hermanas. Además, Claudia y yo tenemos hermanas mujeres.
¿Sienten la orfandad en escena?
Sonia: Sí. Lo primero que aparece cuando se encuentran es la orfandad. Las referencias son a los padres que ya no están. Yo me imagino –no puedo evitar pensarlo- la orfandad en mi vida y me entristece.
Claudia (interpreta a Tona): Sí. Pero cada una tiene su coraza…
Tona tiene un hijo y lo ningunea mortalmente: “¿Eso [tener un hijo] es un sueño? Es algo distinto. Una culminación, una responsabilidad. Traen alegrías, pero con ellos termina la juventud”
Sonia: Sí. Laura no se casó ni tuvo hijos. Pero se fue a Europa, ante sí misma se podría justificar con eso, aunque le fue muy mal allá.
Por eso mismo se podría considerar que las dos son mujeres sin vientre, desarraigadas, en algún punto. Lo curioso es que empiezan y terminan hablando del vientre, pero no se pueden dar un vientre donde nacer, salvo cuando se abrazan. Es interesante en esa escena final lo que marca Griselda: “se aferra a la palabra”. El texto reflexiona bastante sobre la palabra: “tengo la garganta fosilizada”, “no sé cómo hablarte”, “el castellano lo usás como muleta”. ¿Qué les queda en medio de ese no poder decir?
Sonia: El vínculo. Igual una se pregunta: ¿El encuentro es casi feliz o es casi un encuentro?
Claudia: Desde el momento en que tenés esperanza de encontrarte, ya es feliz. Es ilusionante.
Sonia: A veces, me pasa de volver a la casa materna con la ilusión –como cuando era chica- de llegar al refugio, al lugar que me acoge. Pero, cuando me encuentro con la realidad, se me viene todo abajo y me pregunto ¡para qué vine…!
El personaje de Tona tiene un afecto a lo ritual, se obsesiona con la posición de las cosas, la limpieza, el orden. ¿Qué sentís respecto de ese rito donde Tona se refugia?
Claudia: Ella siente que todo tiene que estar bajo su control. Allí encuentra su vientre, su tranquilidad.
Sonia: En ese sentido, Laura es una extranjera y se da cuenta que no sólo lo es en Francia, acá también. No hecha raíz en ningún lado.
“NO TE TRAJE NADA… SOLO EL FASTIDIO”
“Era de noche, aunque siempre lo es en la oscuridad del alma”. Alejandra Pizarnik
“Las personas cercanas son las peores… el rencor y la satisfacción de que el agravio que creía haber sufrido la hiciera vivir nuevamente con intensidad”, leemos en el cuento de Griselda, “Fraternidad”. Y, en “Casi un feliz encuentro”: “Con todo lo que te quiero, Tona, no te soporto”. ¿No existe la posibilidad de un encuentro total?
Griselda: No lo había pensado, pero por algo lo notás… Creo que aún el encuentro más perfecto de pareja es casi un encuentro, porque de algún modo termina o no termina de empezar. Lo más que podemos pretender es tener, durante el tiempo que dure, la ilusión de que ese encuentro es total. A veces sucede no tan perfecto como uno cree, pero hay encuentro.
Sonia: Para mí, entre hermanas, es imposible el encuentro total. No puede haber un encuentro donde no se puede ver al otro limpio de pasado. Enseguida nos viene la historia, aparece la memoria. A veces me preguntaba, antes de empezar la escena, cómo sería encontrarte con tu hermana y borrar todo el pasado y verte de una manera más pura, con el afecto, pero sin tanta historia.
¿Ustedes creen de verdad que ese desencuentro se da porque son hermanas? Digo, si fuera el caso de dos amigos, una pareja, dos hermanos ¿el encuentro podría ser total? Porque, insisto, en muchos cuentos de Griselda se repite este casi, siempre faltan cinco para el peso.
Sonia: Creo que cada vínculo tiene su particularidad. Y, además, es como la felicidad, no es permanente, hay momentos.
Sí, pero la obra pone en juego la singularidad de este encuentro a partir de que los personajes son dos hermanas.
Sonia: Es cierto también que, entre cualquier par de personas, si ninguna sale de su ensimismamiento ni abre la cabeza, el encuentro no se termina de dar.
¿Ayudó la escenografía con el tema de la distancia? Es impresionante cómo uno ve el desencuentro en el escenario antes de que las actrices entren. Y eso no se modifica en el transcurso. Dos sillas, dos ventanas, dos mujeres, una lejana de la otra y un vacío en el medio.
Claudia: Esa fue la propuesta del director.
Griselda: La escenografía es teatro también. Tiene el valor tácito de lo que se va a decir. Corrobora o no las situaciones. Además, siempre me importa que la escenografía tenga una meta funcional. Que no esté como un adorno o una “belleza” espacial. Que hable de lo que pasa en escena.
¿Y cómo se actúa el desencuentro?
Claudia: Yo me acuerdo siempre de lo que me decía “Vizzo” en los ensayos respecto del momento en que nos encontramos en el abrazo. Es una escena que va con la música. Ahí nos encontrábamos realmente, sintonizábamos, casi llorábamos. Y él nos decía que no, que eso iba en contra de la obra.
Sonia: Pero, en el escenario, el encuentro entre las actrices es fuerte, por eso podemos actuar el desencuentro. Acá la cuestión era actuar el estar ensimismado sabiendo que el otro está presente. Que todo lo que va a decir una será dicho en relación a la otra. Para desencontrarte, tenés que estar muy implicada.
¿Y eso sucede desde los cuerpos o desde las palabras?
Sonia: Desde ambos. La obra está muy bien escrita. El sólo decirla ya te da un desencuentro, te pinta de cuerpo entero cómo es cada personaje.
Claudia: Claro. Indica, te coloca.
“CADA FRASE TUYA ME ABURRE Y ME PROVOCA SOPOR”
“Aquí la sangre, /aquí el beso roto, /aquí la torpe furia de dios / medrando en mis huesos”, Susana Thénon
Dice el texto de la obra “Y no hay nada más triste que el amor que nos aburre. Querer a una persona y morirse de tedio en su presencia” y, en el final de tu relato “Adán y Eva”, “el ceño aburrido de la vida en común, del amor en común”.¿Cómo es eso de aburrirse y amar a la vez?
Griselda: Se da sobre todo en las relaciones fraternas y también en esas amistades nacidas en la infancia en que, de pronto y con tiempo, los intereses ya no son los mismos y uno se puede aburrir en el trato muy constante o muy frecuente. Aunque eso no invalida el amor que se siente por esa persona.
¿En qué consistiría el amor si ya no hay intereses en común?
Griselda: Y… nada. ¿Cómo definir el amor? El amor es un sentimiento que nos inclina hacia una persona, ya sea con protección, con mimos, con tantas cosas que uno puede dar.
Es difícil pensar que hay un desencuentro, que no hay nada en común salvo el aburrimiento y que, aun así, algo sobrevive.
Griselda: Yo creo mucho en eso. Me ha pasado, con gente que no tengo mucho contacto intelectualmente o en otros aspectos y, sin embargo, siento un afecto hacia ellas. Y sea porque los conozco hace mucho tiempo o quizás porque conozco lo mejor de ellas. Yo puedo decir que el amor se pierde cuando esa persona ya no resulta significativa para uno porque se ha vuelto muy vil o muy pequeña, cuando el contacto con esa persona no nos enriquece en nada.
Sonia: Aprendés a quererlo con el tiempo. Con el hermano, hay un mandato, “tenés» que amarlo. Y por ahí lo amás y por ahí, no.
Claudia: En la obra, hay un punto en que Laura se da cuenta de que no se puede producir el encuentro. Aun así, yo a ese vínculo lo llamaría amor, por enfermo que sea. Si no hubiera amor sería todo mucho más fácil. No se verían directamente.
Los personajes no se vieron durante muchos años. Las separaba el lenguaje, la geografía. Laura vuelve por falta de vientre. Ahora tienen a la geografía –como único elemento- en común. ¿De qué se trata este extraño amor?
Claudia: Creo que lo particular de ese vínculo es el origen. Te criaste junto a esa persona y siempre estará presente la rivalidad, la competencia por el amor de los padres.
El origen es el vientre… ¿El vientre es lo que compartieron o lo que buscan?
Sonia: Creo que Laura busca un volver a ver si el vientre la vuelve a albergar, si vuelve a estar todo bien como en la infancia, con el amor y el odio inherente a cada familia cuando, en términos generales, estaba todo bien.
Claudia: En el ser adulto el tema es que cada uno hace su vida y tiene que ver cómo se vincula con los padres desde ese lugar.
Sonia: En la obra, la familia somos nosotras. Ya no tenemos padres… ellas, de alguna manera, se quieren porque sí. A pesar de todo…
“CORRISTE DESCALZA A LA HABITACIÓN DE MAMÁ”
“La mujer sigue agitando su vestido huérfano”.
Dolores Etchecopar
En el caso de Tona y Laura uno siente que el lenguaje de los cuerpos está obstaculizado y que el lenguaje de las palabras tampoco alcanza. ¿Cuál es el lenguaje que funciona cuando las palabras y los cuerpos ya no pueden decir?
Griselda: Eso que sucede es un indicio y una consecuencia de algo más profundo. Cuando el cuerpo no tiene la actitud del amor es que el amor ya no está. Cuando las palabras ya no expresan nada es porque se han vaciado de contenido hace rato.
Sin embargo, Tona y Laura buscan el abrazo.
Griselda: Claro, porque aún en las personas más mezquinas o más tristes está siempre presente la necesidad del otro, de que otro nos considere, nos estime, nos ponga en un escalón más alto del que solemos estar…
Sonia: Al principio y al final hay un abrazo. Como una intención o un mandato, una formalidad diría: con tu hermana, te tenés que encontrar. ¿Cómo no te vas a ver con ella? Creo que ese abrazo del principio tiene que ver con que no nos vamos a hablar fríamente porque se supone que una tiene una intención de encontrarse.
El texto empieza y termina con el abrazo. Pero, una vez más, es también circular la idea de volver al vientre materno. La obra va del origen al origen. ¿Qué sensación sobre esto tienen ustedes al actuar?
Sonia: Mmm… Como que lo único que las une es el origen. El otro día vino un amigo al camarín, después de ver la obra. Había muerto su madre en esos días y nos dijo: “somos unos primates”. Y lo repetía “somos unos primates, somos unos primates”. Esa frase me quedó.
“LA MUÑECA, LA PIERNA ROTA, EL VESTIDO SUCIO”
“Soy predadora de mis restos”.
Amelia Biagioni
Ellas, a decir verdad, más que dialogar disputan. ¿Qué diferencia hay para vos entre diálogo y disputa?
Griselda: Una disputa es un diálogo también. Un diálogo hirsuto o un diálogo cruel. El diálogo que trata de acercar ideas y sentimientos es más fecundo y más agradable. Pero siempre hay, aun en la disputa, un tratar de acercarse al otro. Salvo en circunstancias políticas, ahí las palabras ya no tienen ningún significado. Es como un ámbito de la disputa permanente. Porque, además, nadie intenta comprender al otro ni llegar a un acuerdo. Cada uno defiende su pequeño o gran interés.
Sonia: Laura intenta dialogar, pero no lo logra. Llega un punto en el que ya se pudre.
Claudia: Más bien se trata disputar. Ninguna baja los brazos. Estamos a la defensiva todo el tiempo.
Es interesante eso. Si uno no baja la guardia, no hay afecto, pero sí hay contra efecto. ¿Cuáles son los contra efectos que se dan?
Sonia: Si la otra me ataca yo voy a responder a ese impacto. No voy a ser tan superada ni tan sabia.
Están las dos muy solas, pero se atrincheran en la soledad antes que deponer el orgullo.
Claudia: Bueno, también prefieren estar juntas peleándose. Hay algo de no soportarse, pero a la vez un juego. En el final, Tona se pone feliz y se asusta al mismo tiempo, porque la otra está padeciendo. Tiene lo que necesita: alguien para cuidar.
¿Ustedes, como actrices, sienten que no hay ningún momento de la obra en que la disputa torne en diálogo?
Claudia: Cuando te aflojás, que yo te digo “te extrañé, me hubiera venido bien tu ayuda pero vos estabas tan lejos”.
Es un “Te extrañé porque me hacías falta” ¡no porque te extrañé! Vuelven las dos soledades. Aparte de la soledad de la compañía, ¿sienten la presencia de una soledad más grave en el escenario?
Claudia: Sí. Hay algo de eso. Más grave porque son mujeres. Si los personajes de esta obra fueran dos hermanos varones, la obra no existiría. Hay algo de ese mandato sobre lo que les toca a las mujeres: cuidar a los enfermos, a los mayores, a los padres, a los hijos. Laura, que no lo hizo, siente esa culpa que un hombre no sentiría y, por otra parte, yo no le estaría planteando a un hermano varón que no me ayudó. Hay una cosa de género.
“TANTA LUZ ME ENCANDILABA”
“De la noche vengo. A la noche voy. Un solo relámpago de luz turbia mi cuerpo.” Miguel Ángel Bustos.
Hay dos elementos que se perciben como una tensión que irrumpe cada tanto como separadores de escena y condensadores del sentido. Uno es la tos de Laura “Te dije que es una tos sin consecuencias, Tona. (Sonríe) En enfermedades no logro superarte”. Y el otro, lo traumáticas que resultan para Tona las alteraciones de la luz: abre la ventana, la cierra, se le apaga una bombita y no lo puede soportar. «¿Y cuándo viene? ¿Cuánto tiempo me voy a quedar con una lamparita quemada? (…) No. Si me esperás, la cambio ahora. Traigo la escalera del sótano.”
Griselda: Hay una parte que es logro de la puesta. Yo no pensé que la luz iba a sufrir alteraciones en ese momento. No estaba señalado. Aunque el tema de Tona con la luz sí lo marqué en el texto, pero el texto es siempre un querer ser, llega a ser mediante la actuación y la puesta en escena.
Claudia: Eso es obra del director. Son elementos que organizan la acción, costumbristas si se quiere, y al personaje.
Hay algún momento en la obra donde la muerte se insinúa en forma de tos cada vez más fuerte.
Claudia: Justo cerca del final, cuando pasamos por esa tristeza de que Laura se fuera a morir. Mi personaje dice, “¿también vos venís a morir?”, con una mezcla de horror y satisfacción. Y ese es para mí el momento de verdades que antes estaban ocultas.
Sonia: La muerte está presente. La vejez, también.
Yo no las vi tan viejas. Hay una cosa que recurre mucho en la obra de Griselda, es la vejez de gente no tan vieja. Más una actitud resentida, gris, cenicienta, decadente pero no vieja. Parecen dos minas de cincuenta.
Sonia: Sí. En la obra recordamos lo que sucedió hace cuarenta años, cuando teníamos diez.
“PUEDE SER QUE NOS HAGAMOS CHIQUITAS…COMO LEÍ EN UN CUENTO”
“La casa está perdida en unos ojos que nunca más veré. /La casa está perdida en esa misma casa. /La casa es una pérdida constante en cualquier jardín.” Enrique Molina
¿Ustedes escriben?
Sonia: Intenté alguna vez, pero cuando me metí en esa complejidad, me dije: ¿cómo se me ocurrió alguna vez que yo podía llegar a escribir? Es toparme todo el tiempo con la frustración de que no sale.
Claudia: Yo hice dramaturgia. Escribí, digamos, en base a una consigna que me daban. Pero es algo que requiere de una disciplina…
Claro, te encontrás con dificultades, no se trata de transcribir una idea al papel.
Claudia: Y, además, una tiene una mirada muy crítica con la escritura, no es la misma que con la actuación.
Como actrices, ¿pasaron por la tentación de escribir el texto que más les gustaría actuar, el más entrañable o el más nacido de la propia tripa?
Sonia: Creo que sí, que los actores pasamos por esa tentación y algunos siguen adelante.
Claudia: ¡Que lo escriba otro! Uno con quien me identifique. Bueno, en los talleres, terminás escribiendo tu escena con un compañero, esas cosas pasan.
Griselda, vos que sos narradora y aparte dramaturga. ¿Cuál es la diferencia esencial entre escribir una cosa y la otra?
Griselda: Creo que el teatro parte siempre de una situación muy precisa de menor introspección, menor descripción. Donde hay, desde el vamos, un diálogo entre los personajes aunque sea mudo. Pero siempre es una relación muy directa. No te podría decir con exactitud si hay un decálogo para escribir novelas y otro para teatro. Sí sé que en teatro uno tiene que ver qué va a suceder. En novela no necesariamente, uno tiende más a replegarse sobre sí mismo y después a expresarse mediante el texto. En teatro la palabra es acción, la palabra es una acción más y esto diferencia bastante a un género del otro. Creo que en teatro lo esencial es visualizar sobre la escena qué va a pasar.
“TE DOY ALGO FUERTE”
“¿Y sabes?, no supe que estaba triste hasta que me pidieron que cantara.”
Arnaldo Calveyra
Grisleda, ¿nunca necesitaste escribir un poema?
Griselda: Ese pecado lo cometí hace mucho.
Sin embargo, lo poético aparece mucho en tus obras. ¿Qué es lo poético para vos?
Griselda: Nunca he pensado realmente qué es lo poético o lo más lírico. Creo que es una forma de escribir quizás menos abrupta. Es como un terreno que no he recorrido racionalmente. Un poco me pasa como cuando decido si una idea o una situación son para teatro, para cuento o para novela. Instintivamente, lo sé. Un poco me pasa lo mismo con lo poético. Cuando un texto es un gran poema o es un intento de poema, lo sé más por una cuestión de oficio, por la manera en que está escrito, por lo que dice.
Me refería a la presencia de lo poético, no al poema.
Griselda: Para mí está relacionado con la manera de escribir. Sé que hay otras formas de acercarse a lo poético sin que medie la escritura. Puede ser una puesta de sol en el mar, un velero a lo lejos… pero, quizás, por oficio o por deformación profesional, pienso siempre en lo poético unido a los grandes poetas.
Claudia: A mí me gusta la poesía, encontrarme con algo.
Sonia: Y, en escena, para mí lo poético es crear los espacios y el tiempo con los cuerpos. El sólo hecho de poder estar haciendo la obra es la belleza. Que la realidad pueda dialogar con esta obra que estamos haciendo, cumple el objetivo. Es metáfora, es poesía. Y en el durante de la obra me pasa también que la miro a ella y siento que es una visión.
Sonia: Sí. Hay momentos en que nosotras, como actrices, nos encontramos en la mirada. Son como vivencias. En teatro, como no hay luz natural, te abstraés. Hay algo de que el tiempo no pasa. Un instante que parece eterno, suspende el tiempo. Y, claro, después una se angustia, me vuelvo en el 105 a casa.
Claudia: Es sentirse vivo, no se compara con otra cosa. Más allá de que nosotras nos llevamos bien y la pasamos bárbaro, cuando actuás estas cosas…
Hay una sensación de haberle ganado a la demanda.
Sonia: Está todo bien con la cotidianeidad de la pareja, la familia y demás. Pero si no tuviera el teatro estaría todo mal en mi vida. Ahora estamos empezando a fantasear la próxima obra, una de Puig. Yo ya me enamoré. Es «Misterio del ramo de rosas». También los personajes son dos mujeres. Lo proyectamos con el mismo director y es como que queremos repetir.
Griselda, ¿lo poético podría estar entre dos hermanas que tratan de encontrarse en un abrazo sin lograrlo?
Griselda: Claro. Y te quiero decir que yo estoy muy conmovida por ese elenco que ha puesto tanto trabajo y devoción- no hacia un texto o hacia mí- sino hacia el teatro todo. Creo que es una manera de trabajar que tienen esas actrices y ese director, que es muy necesaria en este momento.
Eso también es lo poético.
Griselda: ¡Claro!
“(TOSE, TOMA ALIENTO)”
“El aliento nocturno es tu sábana, / la tiniebla se acuesta a tu lado”,
Paul Celan
Este número de “El Anartista” tiene como tema el desaliento, ¿Qué las desalienta?
Claudia: En la obra, Tona no se desalienta. Sigue en su mundo. Si saliera del ritual, sí se desalentaría. Le reprocha a Laura algo que ya pasó. No hay futuro ahí. Hay algo muy sutil y es que el hijo no la visita. El personaje mismo es un desaliento… El ser actriz es un desaliento y un re-aliento. Para nosotras, que venimos del teatro alternativo, siempre el asunto consiste en ponerle todo a una obra y por ahí la obra está dos o tres meses y se cae, pero no nos dejamos desalentar y allí vamos con otra obra.
Sonia: La incomunicación me mata. El desencuentro en la comunicación. Me pone muy escéptica. Yo digo y sé que voy a ir a la marcha por el “Ni una menos”, pero hay una parte mía que siente que esto no alcanza. Esto me pasa en la vida. En el teatro no hay nada que me desaliente. Nada. Recuerdo hace diez años, estaba más frustrada con esto de que por ahí no me llamaban para trabajar o me llamaba gente cuyas propuestas no me interesaban tanto. Igual decidí hacer. Cuando entrás en el hacer no hay manera de que no te enamores. Una vez que estoy en un proyecto nada me desalienta. Además, el teatro tiene la cosa colectiva, que es alucinante.
Claudia: Sonia es la más luchadora del grupo, nosotros acompañamos. Somos cuatro. Dos mujeres y dos varones. Como actores, cuando estamos en el proyecto, uno se relaja y se dedica a actuar.
Sonia: Me parece que eso es lo lindo del grupo, que cada uno hace lo que puede. Y todo suma. El objetivo siempre es claro.
Claudia: Es cierto, pero la actitud tuya es lo que hace que nosotros nos entusiasmemos y te sigamos.
(*) Todos los subtítulos corresponden a fragmentos de la obra “Casi un feliz encuentro”, de Griselda Gambaro.