El Desaliento: Entrevista a Hebe Uhart.

Entrevista: Anne Diestro Reátegui, Gabriela Stoppelman, Lourdes Landeira

Edición: Gabriela Stoppelman, Anne Diestro Reátegui.

 En un lugar de  Almagro, cuyo nombre no recuerdo, vive una hidalga de letra aguda,  aliento narrativo poderoso y concentrado. En vez de rocín flaco y galgo corredor, suele tomar micros de larga distancia en busca de tesoros. Va y vuelve liviana de equipaje, pero cargadísima de memorias. Como los ecos y las inflexiones de las voces no le caben ni en los bolsillos ni en las manos, los escribe. Fotos no saca ni una. Pero a las imágenes las trae todas. A diferencia del ingenioso de la Mancha, esta no parece tener ratos de andar ociosa, porque la lectura no es cuestión de perezas ni de tiempos libres, sino de artesanía y de oficio. Así es que a la susodicha la mirada le va entre el juego, la risa y la curiosidad insaciable, esa que busca filiar con los cuerpos atravesados por historias y volverlos texto. Y que no le vengan con frases altisonantes ni homenajes de academias. Nada de libros de caballería ni de damas antiguas que toman té en tertulia. A ella le pintan las tolderías, las calles de barro que llevan a las esquinas del país, donde doblan relatos a la espera de una que los vuelva cadencia, ritmo y prosa. A ella le pintan los libros que cuentan sobre la inteligencia de las aves y los monos, la urge el paso a pasar de la página a la calle, de la calle a la ruta, de la ruta a los hombres y, de allí, de vuelta al papel. Y cuando te cuenta de sus viajes lo hace con una gozadera, que ya te parece estar de aventuras con ella, vuelto el oyente un súbito ladero, que ni un poco de Sancho Panza tiene, sino más bien de un Quijote multiplicado en resonancias y risas. Con esa saciedad regresa el interlocutor a su terruño,  gordo y lleno, ahí sí, como Sancho. Y es que esta hidalga, en franca superación de su homólogo español, ni por chiste pierde el juicio, pero sí se desvela por entender y desentrañar el sentido de fastidios, desencuentros y soledades. Y ahí es que te salta de una amistad pendiente a un amor malogrado, de un animal inteligentísimo a un cineasta medio chambón, te trae una colección de plumas o te sonríe como quien dice, “todos andamos con nuestras heridas a cuestas”. O, como quien dice, “qué gusto me da paladear las palabras”. Qué gusto, ingeniosa hidalga. Vamos al camino.

QUE TRATA DE CUANDO LA INGENIOSA HIDALGA ENTENDIÓ QUE NO HAY “COLIQUEO” QUE ROMPA EL MESTIZAJE

Y así como se entreveran las cosas en la feria, se me entreveran las épocas, las personales: la cabeza de Geniol de mi prehistoria, con el pasado de esa zona de Montevideo, con las invasiones inglesas, de la que quedó el dicho “Qué suerte la del inglés. Ahogarse y salvar la ropa” (De “Viajera crónica”)

¿Cómo son tus talleres?, ¿multitudinarios?, ¿o la cantidad de gente es la que llena esta mesa?

No, no, no. De 5 a 7 personas. A mí individual no me gusta, me gusta el grupo. Un grupo enorme no, claro. Hasta 7 todo bien.

Mujer libro, Salvador Dalí.
Mujer libro, Salvador Dalí.

Yo daba grupo. Y, cuando hacía taller, siempre quería que faltaran todos.

¿Te gusta estar sola?

Mi grupo era muy heterogéneo y no se cumplía eso de que todos aprendíamos de todos.  Eran intereses muy disímiles. Si el grupo es autoconvocado, sí, pero poner arbitrariamente gente que no se conoce,…

Pero se llevan bien eh, yo salvo loco o estrella, todo bien. Loco y estrella te va competir la coordinación, te jode, eso no.

Igual, vos tenés con el estrellato una aversión,  sobre todo, con la figura del escritor estrella. Leemos una constante necesidad de desacralizarlo

 Bueno, eso sí, para que la gente no idealice una figura o un rol determinado. Es bueno no idealizar a nada ni a nadie. El último libro que yo hice fue sobre las comunidades indígenas, es apasionante el tema. En Lima conocí indios aculturados de la selva peruana, de Pucallpa, también a una criolla casada con un indio de la selva- un indio previamente pasado por los pastores, ¿viste que los pastores van a misionar y eso? Estaba todo de lo más bien. Me llevaron a un pueblo joven, ellos llaman “pueblo joven” a una villa miseria. Había una artesana buenísima  que venía de la selva y hacía unas cosas hermosas: collares, pulseras. También anduve en Ecuador, donde  viven los otavalo, que están ricos. Hay comunidades que están ricas. Se avivaron, en lugar de pedir tierra aprendieron a exportar.

Importante todo el tema del mestizaje que se ve ahí ¿no?

El mestizaje, lo que traen, lo que tienen, hay un montón de cosas en todas las comunidades. Hice una visita a Los Toldos. A cuatro horas de acá hay todos descendientes del Cacique Coliqueo. Cerca de Junín.  Y viajo sola y en este caso me tomé un micro. En Los Toldos me atendió Don Haroldo Coliqueo, fundador de la primera clínica del lugar. En ese pueblo se llaman todos Coliqueo. Calle Coliqueo, veterinaria Coliqueo…

Gustav Doré.
Gustav Doré.

Como los Buendía de Macondo…

Sí, ¡son todos Coliqueo! Ellos se aculturaron en 1870, porque en  la provincia de Buenos Aires lograron acorralarlos mucho. No sucedió igual en el sur, con  los mapuches, porque rajaban a Chile por la cordillera. Acá, en la provincia de Buenos Aires, los acorralaban  porque estaban a cuatro horas de la capital. Y el bisabuelo de Don Haroldo, antes de morir, pidió que sus descendientes se acristianaran y fueran a la escuela. Y los descendientes cumplieron. El hijo de Don Ignacio Coliqueo, está lanza en el suelo en la foto de  que vi. Este Don Haroldo es un médico, es como un médico, nada más que de origen indio. Casado con una criolla. Un Coliqueo más. El veterinario se llama Coliqueo, la calle es Coliqueo, en la plaza hay un busto de Coliqueo. Y yo quería ver a Don Haroldo Coliqueo . En un pueblo chico, de diez mil habitantes, le  preguntás a la gente, ¿está Don Haroldo? “No, no está  porque el coche no está”, te dicen.  Y después, “venga, pase, pase al livingcito de él”. El lugar era más bien pequeño.  Ahí entrás en un hogar médico, Haroldo es el fundador de la primera clínica quirúrgica de Los Toldos. Entonces trabajó mucho por la historia de la comunidad. Le digo, “Don Haroldo, ¿y la herboristería indígena?”… Me contesta “No, m´ hija – como si estuviera en la historia eso – ahora hay hepatogramas”. Mirá, justo este verano, yo cambié mi televisor por uno de pantalla plana. Yo tenía uno muy antiguo. Y me acordé de Don Haroldo, de cómo está modernizado,  tecnologizado. Mirá, ahora me viene a la cabeza que, cuando estuve allá, le pregunté, “Don Haroldo, ¿a usted lo discriminan acá? No, qué van a discriminar, acá somos todos Coliqueos. En La Plata me discriminaron,  donde fui a estudiar medicina. Había Pérez, Fernández…  “¿y vos cómo te llamas?”, me decían.” Coliqueo“, contestaba. “¿Y de dónde son los Coliqueo?”.

¿Sabés cómo llegué hasta la casa de Don Haroldo?  Por el camino, me bajé a fumar en una parada, en un pueblo anterior a Los Toldos, Chacabuco. Yo vi un tipo que tenía en el bolsillo de la camisa una etiqueta que decía “cacique”. Entonces me acerco y le digo, “¿usted es cacique?” Lo empecé a indagar. “Organizo fiestas”, me dijo. Me dio la impresión de un tipo turbio. Luego lo vi entrando a una oficina, dando vueltas, lo vi raro. Entonces le dije: “Don Haroldo – me inspiró mucha confianza el médico, era muy linda persona- yo vi en Chacabuco un señor así y asá, llevaba en la camisa una etiqueta que decía “cacique”… Y me dijo “¿Y usted qué cree? Acá hay gente como en todos lados. No por ser indio va ser puro ni santo.”

QUE TRATA DE “LOGRERAS” QUE SOLO LOGRAN PARA ELLAS

Para mí, la gente está más presente en sus gestos, modos de caminar, en lo que calla, esto nos va a revelar más de ella misma que la mayoría de sus opiniones, que a esa altura son moneda gastada” (“Las clases de Hebe Uhart”)

Entonces hay gente de todo tipo, hasta gente que pide tierras y se queda todo para ellos, cosa que pasa en Azul, con Martha Catriel, donde la comunidad está dividida. Ella es descendiente del cacique Catriel y está casada con un italiano. El  hijo es abogado y vive en un country, aquí en Buenos Aires. Ella es logrera, logra para ella. Pide tierras y luego quema la leña, dice que la usa y en realidad la vende. Yo fui con un escritor de allá y me quiso vender una rifa de un poncho, se la tuve que comprar y no  voy a ver nunca ni al resultado de la rifa ni al poncho. Ella es así. Una parte de la comunidad está enojada con ella, claro, la consideran medio corrupta. Yo hablé con esa gente y me dijeron: “no sabe el idioma,  es una vaga”. Porque, claro, la gente más empeñosa entre los pampas aprende el idioma, la gente más honesta, la que tiene que ver más con sus raíces. Yo le pregunté a Martha: “¿vos sabés hablar el idioma de tu gente?” Y me dijo: “No, porque si hablábamos en nuestro idioma, nos discriminaban en la escuela.” Una vez les dije a unos de la parte de esa comunidad que odiaban a la Martha Catriel: “Pero ella tiene una tarjeta que dice, ´Martha Catriel, cacique´” Y, con razón, me dijeron: “cualquiera puede hacerse una tarjeta”. Aunque, fíjate: cuando llega el día del indio, la llaman a ella. Los hijos le decían que no fuera. Ella, sin embargo, dijo: “yo me pongo la vincha y ya está… quizá un saquito para el frío“. Pero bueno, ella es así. En su casa tenía una estufa y en la repisa había un indito y un blanco; era de 1900 la foto. Los dos azorados, el blanco y el indito, por el flash de la foto. Los dos azorados, tomaditos de la mano. “¿Y ellos quiénes son?”, le pregunté a Martha. “Esos son mis tíos bisabuelos”. “Sí- le digo- el indito, sí. ¿Pero el blanco?” “Hijo de cautivo”, me dice. La historia de este país es… bueno, los peruanos tienen a  los incas y los tienen internacionalizados. Acá es asombrosa la cantidad que hay de personas mezcladas, ¡imaginate a esos dos, hermanados ante el terror! Y lo que habrá sido, yo no hice más que atisbar… 

QUE TRATA DE CÓMO LA INGENIOSA HIDALGA PASÓ DE UNA EXCURSIÓN A LO INDIOS RANQUELES AL HOTEL”INDIO INN”

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            Las dos frases que Hebe ha repetido sin cansancio: todo cuento tiene un pero y se entra – a la       historia, al personaje- por la fisura.”(Del prólogo de Liliana Villanueva a “Las clases de Hebe Uhart”)

 ¿Vos no sacás fotos, no?

No, yo no saco fotos.

Pero sos una gran mirona…

Eso sí. Hay tanto para ver. Si vos entrás en un pueblo donde se dan estas mezclas entre indio, criollo y blanco, te quedás dos meses y te sacás una novela. Están todos enfrentados. Yo ya había empezado a atisbar las comunidades en el libro anterior. Ahora, más concretamente, fui a ver a los toba, en el norte. El director de la escuela toba nació en la selva, en el monte. Hasta los 10 años estuvo en el monte. Ahora estudia, es director, tiene un terciario. Lee lo mismo que nosotros: Galeano, Mafalda. El hombre me dijo: “Yo, hasta los diez años, no conocía las malas palabras. Es decir, conocía las palabras tabúes, pero no las malas palabras. Cuando llegó a la ciudad vio que los chicos hablaban mucho pero con poco contenido. Él es un toba lindo, moreno, ¿viste que son todos grandotes? Y a sus diez años no conocía ni los caramelos ni las malas palabras. ¡Si el padre pescaba a arpón!

Los mestizajes a vos te interesan mucho, ¿no?

El mundo está todo mezclado. Por ejemplo, están los wichí, en el Chaco, muy pobres. Sobre este viaje habla mi próximo libro, que se presenta  el 11 de noviembre. Allí hablo de las comunidades de Perú, de los shipibos, los guajiros… esos son de Colombia, no los fui a ver pero tengo un material excelente. En Ecuador están los otavalos, a esos sí los visité y están riquísimos. Se avivaron, son medio capitalistas, aprendieron a exportar. Es la primera comunidad que está instalada en España. Igual, entre quienes están en Europa están los que tienen papeles y los que no. Los que tienen papeles ganan dinero. Si el hermano mayor no tiene papales y el menor sí, pues el hermano mayor se tiene que sujetar al menor.

Entonces, cambian las estructuras de poder, quedan sometidos entre ellos…

hebe3.jpg André Masson
André Masson.

 ¡Y claro! El que tiene papeles se puede mover por toda Europa, el que no, tiene que trabajar para el que tiene papeles. Muchos, una vez que consiguen papeles, se van a Tokio, a Dubái. Están muy tecnificados y ricos. Yo estaba en un hotel hermoso, cuatro  estrellas, muy bien tenido: se llamaba “El indio inn”. Los dueños eran indios y los que atendían, criollos mestizos.

 

¿Y qué te dio por empezar a investigar estas cosas? ¿Un hastío de los espacios habituales?

Yo había leído mucho a Mansilla. En “Una excursión a los indios ranqueles” – me pareció que hay una historia que no está contada en el país – . Hay que leer ese libro haciendo una salvedad: todas las descripciones son del siglo XIX y todos los paisajes y descripciones son muy morosas. Nosotros no aguantamos mucho eso, pero cuando entra en un toldo o te describe un personaje, ¡eso es imperdible!

Entonces, los libros, la lectura te llevaron a los viajes.

Sí, como a Don Quijote de la Mancha. Es extraordinario. Mansilla era un gran escritor y también un militar. En 1865, iba con la consigna de correr a los indios a la cordillera porque querían trazar el ferrocarril del sur… el problema de las tierras: siempre. Y el cacique general, Mariano Rosas, (Panguitruz Gour- cazador de pumas- era su nombre pero se hacía llamar Mariano Rosas, nombre que le había dado su captor, Juan Manuel de Rosas). Él,  sin televisor, sin radio, sin nada, tenía un archivo y en el archivo guardaba  información sobre cómo sería el tendido del ferrocarril  y sobre cómo los expulsarían. ¡Él sabía! Mansilla también iba con la orden de rescatar cautivos. En ese sentido, hay una cosa en ese libro que es como para hacer una película: Mansilla se encuentra  con un compañero del secundario, que luego se recibió de médico. Cayó cautivo ahí, era tan infeliz ese hombre blanco. Paseaba por el toldo donde estaban hablando el cacique Mariano Rosas y Mansilla. El tipo le tenía bronca al cacique, creía que había ido con cuentos a Buenos Aires. Pero, claro, una toldería no era un lugar donde cada mañana  se levantan los indios y salen a pelear, prolijamente. Era un centro de chismes, de cuentos, de información. Entonces, el doctor se paseaba por ahí, a ver si lo sacaban. Al final logran sacarlo, eso es como para una película. Igual, lo sacan después de 20 años de vivir ahí, él  tenía a todos sus amigos en ese lugar. En vez de rajar, se despide. ¡Tan afectuoso, que casi lo dejan quedarse!

Como los presos, se institucionalizó.

Y sí, si vivís veinte años en un lugar, tenés amigos. Después de leer todas esas historias interesantes, me dije: hay todo un país que yo desconozco, tengo que ir a mirar. Así me fui a ver a los wichí, ellos sí que son muy pobres. Por el ministerio, me ofrecieron ir a dar una charla, pero yo pedí que me mandaran a dar clases. Quise que me contaran cosas…

 DE CUANDO LA INGENIOSA HIDALGA TRABÓ AMISTAD CON LA TERESA EPUYÉN, UN ENCUENTRO QUE HIZO HISTORIA

                                        “Yo puedo inventar un perro compañero, un gato compañero, pero un ñandú no. Eso lo tenés que ir a buscar, porque no aparece”.  (De una entrevista para Eterna Cadencia.)

 Eso sos, una recolectora de historias

¡Una chismosa! Entonces, una señora wichí, de las que sabían escribir, me contó que su papá se fue a Salta capital. Era la primera ciudad grande que él conocía. Su papá se miraba en una vidriera y gritaba: ¿quién es ese negro fiero que me persigue? Y era él mismo. Nunca en la  vida se había visto en un cacho de espejo así. Se asustó de su imagen, porque ni en el río se había visto…

hebe7¿Eso es algo que la ficción no te puede dar?

Exactamente. Yo voy a hacer estas crónicas porque esas historias no las puedo inventar. Otra visita paradigmática fue en Carmen de Patagones. Esta tiene mucha historia, indígena y extranjera. Es un pueblo de cien mil habitantes, donde termina la provincia de Buenos Aires e inicia la provincia de Río Negro. El Río Negro, justamente, separa, Carmen de Patagones de Viedma. Gente de allá me consigue una visita a lo de Teresa Epuyén. Su vivienda era en un barrio humilde, pero estaba hecha  de material, tenía televisión, teléfono, tres habitaciones. El marido se estaba haciendo diálisis. Andaba ahí la hija, que había hecho el secundario y se notaba que no le gustaba vivir en ese barrio. También vi a otra hija de cuarenta y pico y a los nietos, de 18 y 15. Así que conocí a las tres generaciones. Teresa, un encanto, ¡vos no sabés cómo me llevé con esa mujer! La hija la hostigaba, como hacen las hijas de cuarenta  años con las madres Las quieren cuidar pero las hostigan. La hija andaba con un celular ahí, vendía productos Avon. “Mamá, cuidá esa pierna”, le decía. Teresa me hablaba a mí “esta pierna es como los móviles viejos, les cuesta arrancar, pero luego arrancan y andan. ¡Era divina! Mira, me la hubiera traído aquí para que me cuente más cosas. Por ejemplo, me dijo: “la placenta de mi mamá está en Vallarta” y bueno, guardar  la placenta es  una costumbre.

(Hebe va  hacia una habitación, nos quiere mostrar algo)

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Mirá, este es el ñandú, esto me lo traje de Tucumán, es una artesanía pobre.  Le dicen Surí…y  esta es una  pluma de cóndor, me la trajo un alumno.  

 

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DE CÓMO EL ÁNIMO TEMPLADO A MEDIA RIENDA PULE LA PROSA DE UNA ARTESANA

                                                Si una persona desea ser escritor le recomiendo que para que lo logré desee no serlo. No debe tomarse el papel demasiado a pecho. Ser curioso y ser lo que mira y lo que escucha. Pienso que el que escribe no debe tener presente el querer ser escritor porque deja de ser registro. Si se hipertrofia el rol dejas de registrar porque te registras a vos. Y chau. Perdiste.” (De una entrevista  a “La  Arena”)

 Vos siempre decís que el escritor es un chismoso refinado, pero todos los artistas son un poco así, ¿qué tiene de singular el modo de ser chismoso del escritor?

Nada, ser curioso. Tenés más presente el oído, la voz, la palabra y todo eso.

Yo creo que tus textos se deberían grabar, porque se escuchan. Cuando uno los lee escucha voces. ¿Cómo es que después de los 15 años, por la información que tenemos, no volviste a la poesía?

Porque uno sigue como se ejercitó. Si uno se ejercitó en la prosa, va ser más hábil en la prosa. Yo puedo tener un pensamiento que se puede expresar en poesía, pero no tengo la forma. Son muy empeñosos los poetas, se ponen a cortar, a mirar, tienen mucha paciencia y claro, corrigen muchísimo. Yo no tengo paciencia para corregir nada.

hebe2.jpg Ilustración de Carlos Cubeiro
Ilustración de Carlos Cubeiro.

¿Y  qué hacés  cuando tenés un una imagen poderosa, pero no da para una historia?

Si no tengo recursos, hago como cualquier persona que no tiene recursos, hay gente que no tiene recursos ni para una cosa ni para otra. Esto es como una artesanía. Uno cambia nomás el enfoque, el interés de la mirada. Ahora estoy trabajando animales. Ahora vengo de Santa Rosa, por ejemplo.

Hoy trabajamos un texto tuyo,  “Mudanzas”, un fragmento donde matan a un cordero. Los encuentros con los animales en tu obra son muy fructíferos, en cambio, los encuentros con los hombres no son muy fáciles.

Eso no lo tengo muy claro. Igual, todavía prefiero a los hombres…

¿Estás segura?

Todavía, sí.Puede ser que los hombres me desilusionen mucho, pero prefiero estar con un amigo, me gustan los animales, me gustan los gatos, pero no es la misma cosa.

Y bueno claro, hay límites… Cuando  contás en algunas entrevistas sobre tus “hombres show”, parece que la compañía de ellos hubiera sido siempre muy dificultosa.

En mi caso, sí. Fue dificultoso porque fui muy observadora y poco participante. Yo podía marcarles a ellos todos los hábitos que tenían. Las relaciones se pelean y a mí no me gusta la pelea. Los hombres show. .sí, el show siempre se paga.  

Hablas también de la media rienda, de no ir ni muy alegre, ni muy triste.

Si estás muy exaltado, como cuando uno toma vino, drogas, probá leerlo al día siguiente, a ver qué fue lo que hiciste. Hiciste barro. Y si estás muy deprimido, también. Si estás muy depresivo, vas a tener una mirada muy gris sobre todo. ¿O no?

¿Existe una intensidad en esa media rienda?

Sí, por supuesto. Yo hablo de los estados de ánimo. Colocarse en un lugar donde las cosas te afectan. Cuántas veces llego a un pueblo a mediodía, con un calor que te da calambres, donde no hay ni café. Si vos te exaltas y exacerbas tus sentimientos de putear, decís para qué estoy acá y te vas.

Entonces, ¿tuviste que pasar por esos tres niveles para elegir el neutral?

Fue cuestión de colocarse. Aprender a colocarse, ser permeable, ser una persona que mira, que escucha. Un ejemplo: este hotel me hincha y no lo soporto. El domingo vine de Montevideo, y bueno, si yo me pongo a pensar en ese hotel-  las perchas estaban altísimas, el papel higiénico en el suelo-. Le pregunté al hombre que me explicaba cómo cerrar las persianas, por qué estaba esa estructura tan alta, a lo que me responde que las perchas estaban hechas para gigantes y el papel para enanitos. Ahora, si la dirección de tu espíritu dice ¡Pero qué barbaridad, qué mal! y lo no puedes controlar – eso como otras cosas- no lo podés mirar porque sos una bronca, una rabia.

DE  INDIGNACIONES, PERPLEJIDADES Y EMOCIONES QUE TIENE EL CAMINO

                                        “A la mañana siguiente quedaron las huellas de los invitados (…) colillas (…) una pulsera que se olvidó la modista (…) un pañuelo que usaba Copeta para taparse las arrugas del cuello (…) Las huellas producían una especie de paz.”(De  “Mudanzas”)

¿Qué te desalienta?

No sé. Me desalienta un poco, pero poco, la lucha contra los aparatos de mi casa. Por ejemplo, se me descomponen la computadora y el teléfono. Ahora está el calefón, hoy lo vinieron a arreglar pero no, anda peor.

Y algo que te desaliente en relación a lo colectivo…, la tristeza colectiva, quizás.

No, tengo presente lo colectivo pero hago que no me afecte. Mirá, los estoicos decían, hay cosas que dependen de nosotros y cosas que no dependen de nosotros. De las cosas que no dependen de nosotros, salvo que yo me ponga a trabajar en eso…

Pero fuiste a darle clases a los wichí…

Sí, pero más que nada a los wichi les saqué sus historias. Algo les pude haber dado, pero mucho más les saqué. Salvo que te pongas a trabajar en temas sociales, que lo he hecho, ahora no puedo hablar de la tristeza colectiva. No hago nada con la tristeza colectiva, si decido hacer algo con eso, entonces puedo ver cosas que me alienten o no.

¿Nunca te pasó que llegaste a algún pueblo y viste algo que te afectó en algún punto, una tristeza muy grande, una muerte, una situación de mucho abandono? En tus textos hay mucha soledad. Aquí tenés una frase de Leonor, “los sueños necesitan de alguien que los albergue, que los cuide”, cuando ves que hay sueños por ahí, descuidados…

¿Vos me estás hablando de mi vocación social?

Te estoy hablando de tu grado de afectación,…

Mi grado de afectación…y sí, al verlos desprotegidos, más que afectación me produjo perplejidad. Mirá, yo estaba en el medio de un festival de cine.Les mostraron una película muy buena de un realizador indígena boliviano, San Jinés. Hablaba sobre Evo. La película habla de por qué Evo no fue ningún milagro. Bolivia tiene luchas desde el siglo XIX donde los baleaban, caían todos y venía más gente para ser baleada. Esa sí es una lucha de poner el cuerpo. Esa película pudo ser oportuna si el contexto era otro, ante los wichí, no: ellos no se pueden levantar. Igual, la inauguración fue emocionante, fue en un pueblo del Chaco, donde había una escuela muy linda, recién inaugurada. Y los asistentes eran 500 o más personas morenas, bien morenas, cantando el himno wichí. Eso me emocionó. Y la abanderada, con sus zapatillas blancas, limpias como una cara de cierta bronca que prometía. Eso era emocionante. Pero después, los cineastas deciden pasar a esa gente traída de otras comunidades en camiones, para hacer la ceremonia de inauguración. Una película de lo que hacían con los indios en el siglo XIX. Cómo los medían, cómo los pesaban. A ver: ese fue un momento de encuentro, de alegría. Al lado, yo tenía un señor wichí que estaba llorando. Si yo soy de una comunidad indígena y vienen los blancos a decirme qué hicieron los abuelos blancos con mis antepasados y te ponen el cajón de una nena cuando la llevaron a Alemania, y dijeron “la cabeza viene de una indiecita paraguaya”… ¡Me dio indignación!  Le dije al cineasta que nos entristeció a todos. No me dio decepción, me dio indignación.Y a los mismos wichí que son muy pobres, ¿qué les pasaron? Fotos de los mapuches de la fábrica recuperada de Neuquén. Los wichí no tienen nada, están en medio del campo. Los mapuches tienen fábricas, ¡tienen una labia al hablar!  Pero lo que quiero decir es que debieron ofrecerles algo que les alegrara la vida, no todo lo contrario. Luego, pasaron a una cantante Mapuche, Aimé Painé, con un auto de novela, un chico de novela y un señor que hablaba de las tierras con unas botas preciosas. Eso lo incluí en mi libro, como reflejo de su modo de pensar. Ojo, también había gente muy piola.

El fastidio también es algo que se refleja mucho en tus textos, «¿Quién era Martín Pichi? Uno que se murió por fastidios ajenos…»

Eso está bien que lo recuperen ustedes, como lectores, porque yo no me doy cuenta.

Es como uno de tus sentimientos top, y aparece con matices.  Además de la vergüenza- “avergonzarse de la vergüenza”-  y de  las ofensas, las ofensas atrasadas…

Todo el mundo tiene ofensas muy atrasadas. Las mujeres, más. Las mujeres son capaces de decirle a un hombre, después de 10 años: “el 4 de octubre de 1962 me dijiste gorda, chueca”, o ¿no?

 DE “LOS HOMBRES SHOW”, DE ABRAZOS Y COMPAÑEROS

                                                          “Con Ignacio yo me sentía eficiente. Él no hacía nada y me miraba como si fuera una sabia. Decía que no podía ir a trabajar porque no tenía pantalones. Entonces mi mamá le compró un traje con dos pantalones. Los borrachos son como los perros, pelean al lado de los tachos de basura. Entonces el traje se le rompió todo. Yo iba a la sastrería a ver si se lo podían reparar y él esperaba en el café de la esquina para ver mis gestiones. Los empleados de tienda antes eran muy decentes, de muy buena presencia, y miraban el pantalón y decían “cómo se pudo haber hecho eso». El romance duró unos cuatro años. Hacia el final, ya no podía llevarlo a reuniones porque Ignacio se ponía malo, agresivo. Sufría, hablaba de poesía toda la noche y no comía. . Me sacó de una cosa hecatómbica. Mi casa era una locura. (De una entrevista a “Anfibia”)

¿Te casaste alguna vez?

No, siempre me junté. Me junté muchas veces, con varios señores, solo un tiempo duraba.

¿A qué te referís con eso de los hombres show?

Bueno, yo elegí los hombres show. El show se paga, eso es lo que digo.

¿Con angustia?

Tengo esta teoría, las mujeres grandes que yo conozco y han vivido casadas con hombres corrientes son más felices que otras. Hay mujeres que han tenido hijos y luego se separaron de los tipos. Todas creyeron mucho en el amor. Es bueno creer en el amor cuando una es joven. De grande, no sirve. De grande es mejor un compañero, qué sé yo.

Más importante es el abrazo

Claro, un compañero. Lo que pasa es que hay mucha gente que apunta más al amor y otra gente que apunta más a una empresa bien vista, emprender para tener hijos.

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Mujer Azul, Merello.

¿Creíste mucho en el amor?

Sí. Me enamoraba mucho. Me enamoraba de distintos…

Shows

Sí, de distintos shows.

Hablás mucho del juego, ¿La compañía tiene eso del juego?

Yo no lo sé, porque como te dije, yo siempre tuve show, gente especial. Lo que alguna gente quiere es no aburrirse, entonces, el que tiene show no se aburre. Está siempre pensando cómo hace esto, cómo me hace lo otro.

¿Sos insatisfecha?

 ¿En qué sentido insatisfecha?

En el sentido que el deseo siempre parece reclamar otra cosa.

No, yo me conformo un poco con lo que tengo ahí. Yo me conformo.

¿Con la escritura también?

Sí. Una vez que está, hice lo que pude.

 QUE TRATA DE CÓMO TODOS NECESITAMOS DE ALGUIEN QUE CUIDE NUESTROS SUEÑOS

“La gente pensaba en lo que hubiera podido ser y no fue” (El imperio del jugo, en “Relatos reunidos”)

 Dijiste hace poco que “sos una escritora  de aliento corto… y que no trabajas con muchos personajes”.

Claro, escribo corto. Las crónicas de animales son cortísimas, dos o tres páginas.

“Mudanzas” no es corto…

No, ese no. Pero ahora en general escribo poco.

Tampoco tiene pocos personajes, vos decís que trabajás con pocos personajes y ahí tenés una multitud…

A esos los conozco bien porque son de mi familia. Eso lo conozco mucho porque me lo han contado…

Hay gente que conoce a su familia y no escribe una novela.

Y bueno, te digo que a esos los conocía bien. Porque si no, la novela, con muchos personajes, ni para leer la elijo.

Vuelvo a esa frase, un poco para terminar, la de los sueños que necesitan que alguien los cuide, ¿Vos encontraste eso?

¿Qué cosa?

Alguien o algo que cuide tus sueños.

Mirá, yo creo que uno tiene muchas vocaciones. La vez pasada, en una revista de los ochenta y pico había, les preguntaba por qué escribían a diferentes personas. Algunas respuestas eran divinas. Decían:” yo escribo porque no sé bailar como Fred Astaire, eso está muy bien, ¿no?

Una vez, cuando te preguntaron por qué estudiaste filosofía, dijiste: “por descarte… “

Así lo decía yo. Y la gente me preguntaba: “¿Por Descartes?» ¡No, por descarte! Porque las otras cosas no me iban. Pero vuelvo a la encuesta. Otro decía: “yo escribo porque de chico vivía huyendo de algo, ahora también, estoy casado y tengo hijos, pero también”. Otro: “yo escribo – y a ese suscribo totalmente- porque no se me dan bien todas las cosas manuales”. Toda mi infancia me la pasé haciendo guirnaldas y esas cosas, agarraba un alambre y una flor y me decía: “¡Ahora va salir una cosa divina!” ¡Y me salía cada basura! Ahí tuve desilusiones, me desilusioné de toda mi actividad manual. Pero, bue…en la revista contestaba otro hombre  a quien le hubiera gustado ser músico: no compositor, sino  ejecutante. Esas respuestas sinceras. Una decía que no sabía por qué escribía, y eso también es sincero, no todos saben. La vida te lleva en una dirección, pero pudiste haber seguido otra cosa. A mí, de chica, me gustaba  mucho el deporte.

Pero yo te preguntaba si había alguna actividad o persona que pudieran cuidar tus sueños, si sentís que la escritura sirvió para eso

No lo sé. No lo sé, porque es contra fáctico, no hice otra cosa. Si hubiera tenido periodos largos sin escribir, bueno…

 DE CÓMO LA TERESA EPUYÉN SE QUEDÓ MIRANDO, TODO EL BREVE RUMBO DE UNA DESPEDIDA

                                          “El profesor Rodríguez sostiene que es una sabiduría solo conocida por iniciados: primero se debe despejar el primer velo, la ignorancia, y después hay un camino de ascesis donde se van despejando velos sucesivos; en cada etapa se recibe información del microcosmos y del macrocosmos. Añade: Este lugar está provisto de una energía especial, recuerde que acá vivieron los charrúas. ¿Usted me está preguntando por los barcos británicos que venían al puerto? Sí, tengo mucha información, pero no sería pertinente revelarla” (De “Viajera crónica”)

¿Nunca tuviste períodos largos sin escribir?

Sí, cuando era joven pensaba: “ay, seguro no escribiré más”. Pero siempre volvés.

Además, siempre decís que sos docente, más que escritora…

Y bueno, eso para los hoteles. Si llegas a un hotel y decís que sos escritora, luego te miran… así…  Y dicen: ya llegó esa persona rara…

Vos sos un personaje, sé que no te gustan los elogios, pero no me iba ir de acá sin dejar de decírtelo. Además, sos muy divertida, sos la contra heroína de todas las imágenes preconcebidas sobre qué es un escritor.

Pero esperá, antes de irte  te quiero terminar de contar la historia con la Teresa Epuyén, del sur, de la que me hice muy amiga. Ella estaba ahí sentadita y me contaba del ñandú que  come todo, come vidrio, come todo. Y, además, te embiste y te da patadas, así todo junto. Mientras de eso y de su infancia conversábamos, por ahí pasaba la hija con el celular- así, toda ella- y después aparecían los nietos. El más grande me dijo que no tenía amigos, solo conocidos, un chico de 18 años. Teresa agregó: “¡Este estuvo en las drogas! Se fue a un centro de rehabilitación en Bariloche. Le digo, Teresa, “¿qué ves cuando ves televisión?”. “ Boxeo”, me dijo. La hija, mientras tanto, pone cara como diciendo  “¡Ay, yo no veo esas cosas!” Y la vieja me dice que, cuando su viejo está ahí, los dos viejos ven boxeo. Y yo le agregué, “¿y por qué no boxeamos un poquito entonces?“ ¡Boxeo! Eso no se me hubiera ocurrido ni en pedo a mí, porque como yo vengo de la facultad de filosofía, por sacado que sea, una mujer no le propone a un varón ver un boxeo. Porque claro, no es usual. Con el tiempo, la hija se hizo más amiga mía. Me mostraba el celular y me decía: “¡Mirá! Ese chico más chico, el más extrovertido, el de 15, estaba disfrazado para el corso de Vicky Xipolitakis”. Y, bueno, claro ¿Qué creen?, ¿que por ser  de pueblos originarios van a andar con plumas? ¡Estaba disfrazado de Vicky Xipolitakis!  Mirá, cuando me despedía, la hija me dijo: “¡Cuidate!”, que es una expresión que viene de Nueva York, pasó por Buenos Aires y  llega a ese pueblo. Teresa, en cambio, me dijo: “¿Te vas?” “¡Sí!”, le dije. “¿Cuándo volvés?” “No sé”, le dije. Y me fui en dirección al micro, tenía como 20 cuadras hasta el centro del pueblo. Y mientras yo avanzaba, ella me estaba mirando. Me miraba así, me miraba. Es como hace un amigo. Después, por ahí no lo frecuentás, pero seguro- si yo  retomara esa relación- en dos patadas me hago amiga de esa vieja. Porque la siento cerca, se pueden hacer amigos lejanos en la geografía.

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Quijote y Dulcinea, tinta sobre cartón.

Vos no andás sola nunca…

Sí. Viajo sola. Solo me apoyo en gente local. De algunas gentes me he hecho amiga también. Por ejemplo, en Tucumán, Marcela. Ella fue a un taller que yo di en Tucumán y después yo fui para hacer una nota y, cuando voy para San Miguel de Tucumán, salgo con ella, nos vamos a comer y eso. Fuimos a ver a Juan Falú una vez. Es un encantador. Y estaba en su salsa, en su Tucumán. En un lugar chiquito, un boliche chiquito.

Y a Teresa, ¿no la viste más?

A Teresa no. Para eso tenés que volver. Podría volver, sí. Lo que pasa es que como yo no paro de hacer cosas y ahora ando en otras, no sé. Igual, si volvés, no volvés a lo mismo. Ella tenía teléfono, pero no la vi más. Pero a la Marcela de Tucumán, sí.

DE CÓMO MEDIR EL TIEMPO EN PUESTAS DE HALCÓN

                                                       “Un día apreció Domingo con el auto y lo puso en el garaje. A la madre le pareció una animal muerto que además se descompone y anda sucio” (De “Relatos reunidos”)

¿De dónde sale tu interés actual por los animales?

Claro, ahora tengo otro interés. Justo ahora vengo de la Pampa y ahí sí encontré un personaje. No sabés lo que es. Hablé con un Miguel, un ornitólogo. Ornitólogo aficionado, pero muy bien formado. Es desierto el lugar, salís de Santa Rosa- que no tiene industria, no tiene conurbano- y ves solo desierto, desierto y desierto. 40 kilómetros en el campo. Ahí vi otro Miguel, el Miguel del campo. Ese andaba vestido como para pasar desapercibido, con una camisa marrón y un pantaloncito marroncito suave. Una cosa así, como camuflado. Vamos con un librero de ahí y su nena a visitarlos. El hombre venía con una tabla de carne a las 9:30 de la mañana, yo creía que era para nosotros, pero era para las aves. Las aves están todas en un árbol y esa es la dieta, ellas comen lo que él les da. Fruta cortada, huevito, pan. ¡De carne picada solo, tiene 800 pesos por semana!  Primero le da  a los chimangos,  porque si no se comen la comida de los otros. Tres veces por día. A los gatos los tiene en un galpón oscuro…Y , bueno, la esposa se fue a vivir a Santa Rosa. Solo lo va a ver los fines de semana.

Ah, es el matrimonio ideal

Le digo, ¿tu esposa no te dice nada porque gastás tanto dinero en comida de animales? Los hermanos son cazadores. Él, no, él es el ecológico. Saca fotos muy lindas. Yo estuve toda la mañana, pero luego ya me cansé. El hombre tiene una sociedad pajaril, les da vivienda, comida y seguridad. Las aves, libres, en el árbol  y los gatos encerrados en un galpón, como el lugar adonde lo mandó  Zeus a Vulcano, le metió una patada en el culo por haberse entrometido en una pelea entre él y su mujer. Un lugar siniestro y oscuro. Igual les pasó a los gatos de este hombre  Por otro lado, a la lechuza le hizo una base para que observe. Y habla todo el tiempo en lenguaje de ornitólogo. A las 11 de la mañana me llamó y me dijo: “¡La chimanga perdió una pluma!” “Bueno- le digo-  esas son cosas que pasan”. Los Migueles se conocen desde hace unos años, “nosotros nos conocemos desde la quinta puesta de halcón”, cuenta el del campo. El de la ciudad es más flexible.

Parece el modo de medir el tiempo que hay en los libros de Liliana Bodoc…

Sí, miden el tiempo con las puestas de halcón. Y se enojan mucho  con los cazadores furtivos. Ahora- y eso no sé cómo ponerlo en el libro- me contó que su papá se suicidó en 1980. Pero me lo contó en un tono neutro. Y la gente del campo es así… Tenía un gatito y un perrito que nos acompañaban en todas las excursiones. El gatito está adiestrado para no comer a los pájaros. Son compañeros, iban todos detrás de nosotros, como diciendo «¿A dónde van estos?» Las vacas te miran, y él dice que te miran porque te desconocen. Tenía unas vaquitas, unas cabritas. Tenía un palo largo con espejo para ver los huevos.

Repetimos, ¿qué te dio por los animales ahora?

hebemanosLa inteligencia animal. Me dio por los monos y las aves.  De los loros se decía que repetían de forma mecánica y hoy se sabe que hablan con toda propiedad. A la mañana dicen “buen día”, “buenas tardes”,  cuando es de tarde y así.

¿Eso te vino de una lectura?

Sí, me vino de una lectura.

Sos Don Quijote.

 Pero, escúchame, si un loro puede reconocer formas y colores en cuatro o cinco años… aunque piden recompensas, nueces, por ejemplo. Los tienen adiestrados. Una vez no llegaba la recompensa, entonces el loro deletreó “¡U-NA NU-EZ!” ¿Viste cuando los chicos quieren persuadir?: así hizo el loro. Los loros grises son muy inteligentes. La investigadora dice, y son investigadores serios, que una vez que estaba por la casa buscando cosas, muy nerviosa, el loro le dijo “¡Calmate!” Seguro ella le habría dicho eso alguna vez y él lo aplicó. “¡Vos calmate ahora!” Yo tengo una pedicura, María, que se crió en el campo. Entonces el padre era bichero, de un pueblo del campo. Había llegado la noche y justo se acercó un monito. Como era familia religiosa, antes de comer estaban rezando para agradecer por los alimentos y el mono hizo lo mismo. ¡Increíble! ¿Vos sabías que hay monos que tiene mascotas? Mirá ( trae un libro) ¡Es un mono que tiene de mascota a un gato y le da la mamadera! Bueno, pero te contaba de esa cena. La mujer me contó que el loro de la casa le tenía mucho miedo a las tormentas. Una vez lo dejaron dormir afuera y empezó a llover. El loro gritó “¡Auxilio, auxilio!” Eso es sorprendente,¿no?

 

 

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