El Desaliento: Sobre caudillismos y traiciones.

Por Juan Pepe Carvalho

TE OLVIDASTE LA OLLA A PRESIÓN EN EL FUEGO

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Raúl Capitani.

En sobrevuelo, una visita a la provincia de Catamarca, en 1985, da la imagen de un territorio sometido a una gobernación patriarcal, castradora, modelo típico de caudillismo del inicio de la patria.  Allí resulta normal el sometimiento. Y, por supuesto, cuando se levanta presión sobre los ciudadanos, la olla – más tarde o más temprano- estalla. Por eso, Catamarca es un espacio siempre a punto de explosión, como tantos otros en nuestra patria.

APIO VERDE, MUY VERDE

Era el cumpleaños del gobernador. Corría el año 1985. Un auto me llevó hasta su mansión, con un grupo de militantes políticos. Uno de mis compañeros de excursión me puso al tanto de la historia de Vicente Leónidas Saadi.  Elegido senador en 1946, se desempeñó en ese cargo hasta 1949, año en que llegó a ser gobernador de Catamarca. Sin embargo, Juan Domingo Perón fue derrocado seis después por la autodenominada  Revolución Libertadora. En esos tormentosos días, Leónidas fundó el periódico El Populista, redactado por él y Fermín Chávez. El diario resultó clausurado durante la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu. En dicho régimen, Saadi sufrió una fuerte persecución por sus ideas políticas. Fue reelegido senador en 1973 y se desempeñó hasta la disolución del Senado, en 1976, por el golpe cívico-militar, conocido como Proceso de Reorganización Nacional.

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Raúl Capitani.

Durante la dictadura militar, Saadi supo defender a compañeros  perseguidos. El estudio de abogados de Saadi, en la calle Paraguay al 1500, se convirtió en un lugar de encuentro insoslayable para quienes luchaban por la vigencia de los Derechos Humanos. En 1983, en la interna peronista, Saadi fue candidato a presidente por el lema “Intransigencia y Movilización”, apoyado por Montoneros.

Ya bien informados y luego de un corto viaje por un característico paisaje de la zona, llegamos a la mansión Saadi, donde se realizaría el festejo. En la entrada, el mediodía gris y frío enmarcaba a una fila de habitantes del lugar, a la espera.

– Che, ¿son todos invitados?

Una risotada  fue lo que obtuve como toda respuesta.

– ¿Vienen a saludar al caudillo?, ¿sólo a saludarlo?…

¿Los traía el amor o el temor?  Muchos llevaban de la mano a sus hijos, como si lo que se festejaba hubiera sido el cumpleaños de algún familiar. Y, como el ritual indica, traían con ellos distintos presentes: una gallina, un cabrito, un ternerito, una ovejita. Me impresionó, a mi primera vista, la pobreza de la gente.

– ¿Por qué traen animales y comestibles?

– ¿Sabés qué pasa, Pepe? No le pueden regalar un reloj -dijo mi compañero, con una ironía ácida-. Esos animalitos, para el viejo, son más reconocimiento. Él sabe lo que significa para la gente desprenderse de algo que puede ser comida para su familia. Además, es muy probable que Don Vicente, en los próximos días, ordene hacer una gran comilona e invite a todos con empanadas, vino y cabritos.

SAN LEÓNIDAS

Por fin, el hombre apareció en la puerta, protegido del frío con una capa de lana pura de llama  y un sombrero, clavado hasta las orejas. Una bufanda le cubría el cuello y la boca.  Rodeado por dos hombres que parecían empleados de la casa, avanzó entre la larga fila, como un sacerdote cuya misión fuera repartir bendiciones. La escena era contradictoria. Por lo que se veía, el hombre estaba más para recaudar que para convidar.  A medida que avanzaba, lo único que de verdad distribuía era un toque en la cabeza a los niños, a modo de bendición. A la mejor usanza feudal. Pero toda bendición tiene su precio. Y por eso la gente había llegado con “su diezmo” a cuestas.

DE AMIGUISMOS Y TRAICIONES

Don Vicente Leónidas  Saadi, nacido en el pueblo de Belén, descendiente de  libaneses y digno heredero de la amplia familia de caudillos del interior del país, logró reproducir aquello que de él se esperaba: ser un hábil negociador, que esgrimió desde el amiguismo de un patriarca de comarca hasta la traición. Su accionar político comenzó en el radicalismo. Luego, seducido por la llegada de Perón, se unió a su causa, abrazándola con ímpetu. Ya gobernador, nunca se llevó bien con Eva. Así que El General tomó cartas en el asunto. Primero lo expulsaron del partido y luego su provincia fue intervenida, bajo la acusación de haber instalado un agudo y crudo despotismo, donde no vaciló en atentar contra casi todos los derechos humanos.

DE TAL PALO, TAL ASTILLA

Después de la intervención y teniendo en cuenta la vocación movimientista del peronismo, a Saadi lo echaron del partido, no del peronismo.  Así, el hombre continuó militando en su provincia hasta ser reelegido senador, en 1973. Después de la dictadura, tuvo otra oportunidad para volver al gobierno, en 1987. Como buen caudillo, le cedió la gobernación a su hijo, Ramón Saadi. Cuando Ramón era gobernador, en los primeros días de setiembre de 1996 un hecho policial extremo sacudió a la provincia y al país todo. Durante una fiesta típica de los sectores  privilegiados, un grupo de hijos del poder de la provincia y amigo del gobernador, secuestró, drogó y violó reiteradamente a una adolescente. Este grupo estaba integrado por el hijo del jefe de la policía provincial, Ferreira, por Guillermo Luque- hijo del diputado nacional  por Catamarca-, el hijo del intendente de la capital de la provincia, Jalil y un gil, que no era hijo de nadie, Tula.  María Soledad Morales pertenecía a una familia  modesta. María Soledad apareció asesinada unos días después de la fiesta. El grotesco encubrimiento por parte del gobierno provincial y el poder judicial se regocijaba en conjeturas: que no fue un secuestro, que a la chica le gustaba uno de los participantes de la “reunión  social”, que Soledad era drogadicta, que era prostituta, que junto con una amiga- también presente en esa fiesta- ya habían concurrido a varias reuniones de este tipo. Es decir, todo el típico despliegue para hacer ver que la culpa era de la víctima y no de sus victimarios. Ella vio luz y entró. Murió feliz, estaba disfrutando, decían algunos comentarios en medios de comunicación. El asesinato ocurrió  el 8 de septiembre de 1990 y el juicio a los culpables comenzó siete años después.

ESTALLA LA OLLA

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En recuerdo de María Soledad Morales.

Con el cuerpo de María Soledad recién aparecido y la movilización -que ya se había organizado, mientras la buscaban y mientras la justicia no se decidía a actuar-,  la presión de la olla llegó a su  punto máximo. En las calles de Catamarca y del país ya se comentaba quiénes habían participado de la fiesta asesina. Fueron vanas las versiones que intentaron ensuciar la vida de María Soledad. Una monja, Martha Pelloni, rectora de la escuela donde estudiaba la adolescente de 18 años, asumió la denuncia y llevó la lucha hasta lograr la investigación y la aclaración del asesinato. Las marchas se multiplicaron por todo el país. El manejo del poder real en Catamarca quedaba expuesto. La manipulación de la justicia tocaba un borde. A la  intervención, le siguió la participación de un juez, nombrado por el gobierno nacional, juez penal de la localidad de Mar del Plata, quien logró encontrar a los responsables del asesinato.

MONJA DE ARMAS TOMAR

La fuerte participación popular y la fortaleza de la madre Pelloni lideraron la lucha. Martha Pelloni hasta llegó a ignorar la indicación de sectores de la propia iglesia, que le pedían frenar la “movida”. Las marchas del silencio se multiplicaron por todo el país. La monja pasó a ser una importante dirigente defensora de los derechos humanos.

En esos años, su actividad llegó a tal nivel que el diario Clarín tituló: “La monja sigue marchando”.  Esta situación alarmó al gobierno nacional y al presidente, Carlos Menem. A pesar que Ramón Saadi era un aliado político, Menem debió intervenir el poder judicial primero, luego el parlamento provincial y, por último la provincia. Debía despegarse del tema, visto el fracaso de todas las operaciones por ocultar a los culpables del aberrante crimen. El ex presidente Menem llegó a enviar al ex comisario Luis Patti, condenado por violación a los derechos humanos por crímenes de lesa humanidad. Por una investigación del diario Página 12, se pudo comprobar que uno de los acusados por el crimen, Guillermo Luque, estaba en Buenos Aires, protegido por el ex policía.

También se envió al dirigente político menemista Luis Prol, como interventor federal. Fue con instrucciones bien precisas de ordenar la situación política en la provincia para lograr que el menemismo volviese a triunfar en las siguientes elecciones, superados los desmanejos que reveló el caso María Soledad.

Marcha del silencio por María Soeldad Morales.
Marcha del silencio por María Soeldad Morales.

Como anticipé antes y como es público, la investigación concluyó con cuatro acusados: Luis Tula, Guillermo Luque, el hijo del jefe de la policía catamarqueña, comisario general Ferreira, y un tal Jalil, hijo del intendente de la capital provincial. Por supuesto, en este caso, se llegó a un límite que dio lugar a la desaparición del clan Saadi del poder de la provincia. El propio padre de Guillermo Luque  fue expulsado del Congreso Nacional por una serie de declaraciones públicas sumamente desgraciadas, como “Si mi hijo hubiese matado a María Soledad, su cuerpo no aparecía nunca más”.  Ramón Saadi poco heredó del don de la persistencia en el poder que tenía su padre, Leónidas. Vanos fueron los esfuerzos del menemismo y de Ramón Saadi por intentar volver a ganar la gobernación. Esta fue ganada por un frente político,  formado durante la lucha por el esclarecimiento del caso Soledad. “El Frente cívico y Social” se presentó con Lucía Corpacci, como candidata: militante peronista y sobrina de Don Vicente Saadi. Ella lideró este frente, formado por los sectores progresistas de la provincia,  que se habían caracterizado por su apoyo a la tarea de la monja Pelloni. Esto le valió a Lucía el repudio de los hijos de Saadi, Ramón y Alicia. En 1988 falleció el cacique, el caudillo, el zigzagueante Vicente Leónidas Saadi.

APIO VERDE, REVISITED

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Raúl Capitani.

¿Cómo serán los cumpleaños de los Saadi sobrevivientes, al día de hoy? ¿Seguirán haciendo cola los ciudadanos frente a la mansión? La mansión está triste, qué tendrá la mansión. Vicente Saadi murió. Ramón pagó por todos. De cualquier modo, Ramón logró llegar a senador, aunque  la senadora Cristina Fernández de Kirchner pidió que no se le aceptara el pliego.

Llego a Catamarca un día igual al de aquel cumpleaños. Frente a la puerta de los Saadi, no hay nadie. Seguro, algunos resabios de caudillismo deben hacer fila por ciertos rincones de la provincia. Pero la lucha popular borró una imagen del paisaje.

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2 Comentarios

  1. muy buena la nota, el recorrido, habría que rastrear qué otros caudillismos «feudales» siguen vigentes, ya que, veinte años después, lo que sí continúa es la brutal violencia de género, el caso María Soledad resuena y se potencia en otros, porque a veinte años de semejante horror se siguen produciendo, como es el caso reciente de la adolescente Lucía Pérez en Mar del Plata.

  2. Después de las rondas de las Madres, las marchas del silencio por María Soledad son el reclamo de justicia que mas recuerdo. Fueron una revolución en el seno de esa sociedad sumisa que consiguió voltear al poder.
    Tu nota, Pepe, me ayuda a no olvidar el valor y el alcance que tienen las luchas populares.

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