Reflexiones acerca de la miseria: Entrevista a Cecilia Rossetto
Entrevista: Isabel D ´Amico, Alicia Usardi, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman
Fotografía: Alicia Usardi
“Aun teñidas de adiós, esas historias perduran en la memoria junto con el paisaje, de modo que este comienza a tener rostro de mujer”
“Amores”, “Resaca de los vientos”, Oscar Balducci
Desperezaba el color y amanecía su presencia de esquina. No era cuestión de sólo estar, sino una afirmación del tono, una voz roja y sin nombre, donde se confundían ecos de todos los ausentes. En puntas de pie y mientras intentaba asomar su curiosidad dentro de la boca angosta del buzón, una niña escuchó que le decían: “en esta esquina comenzó el tiempo, en un tiempo donde Todo lo que parece anterior a las madres gira en el viento (1) Por entonces, sonaban a lo lejos los ruidos de la infancia, los carros, los ladridos, la tierra incomprensible y la perpetua llovizna de los signos buscaba correspondencias entre las cosas. Algún acorde roto siempre antiguo trataba de filiar las llanuras con los picos, lo opaco con lo brillante, de ver cómo dejar una marca, una huella del modo en que en el origen una nuez/se convirtió en estrella. De pronto, desde las hilachas de una piedra, surgió un trazo. Hacia un extremo de todo lo que existía, el trazo se expandió como sonido. Y lo llamaron canto. Hacia el otro confín, se extendió como letras. Y lo llamaron escritura. No, los tiempos aún no eran como estos en que bajo balcones destrozados, / los ladrones regresan, en escarpines: / poco a poco se funden con las puertas / sin ruido de cerrojos. / No hay consuelo en la noche que lleva hacia la noche. No, no, aquellas fueron épocas de andar firmes sobre el presente y especular con que, tal vez, la misma montaña es el mar. Por eso los confines, de tanto en tanto, se encontraban en un abrazo. En una de esas ocasiones, escribieron una carta, esta única carta que aún llevo en el vientre, como quien engendra perpetuamente a una criatura sagrada. La carta solo dice,
parece que existimos para absorber el árbol, / decir una palabra y desaparecer / en la magnificencia. Por supuesto, este sobre no lleva remitente ni está dirigido a nadie en particular. Pero hace familia inmediata con todas las inquietudes niñas, no importa de qué edades, que asomen su curiosidad a la pregunta ¿Por qué causa / la pena se desprende, se incorpora / a la tarde de invierno como un color? Y, por qué -aun así, en la frontera entre el verso y la música- la carta, como todo saludo final, insiste: hay que trepar el cerro / encontrar la nieve y frotarse la cara hasta entender que la cosa es bien confusa.
Cuando la niña alejó su oído del buzón, ya era casi de noche. Y ella se había convertido en un canto que convocaba versos, en versos que entonaban el tiempo,
en una mujer que, como quien no quiere la cosa, simula alejarse de aquel sitio, mientras canturrea bajito, Después llegó la noche, y vos con ella, / tango a vestir de rojo mi pasión. / En vano uno pretende no cantar/las notas rojas de su herida. / En vano uno pretende no bailar / el compás rojo de sus penas. (*). Sin embargo, afirmada al color y a la memoria, se quedó a habitar esa esquina para siempre.
ABIGARRADA Y FRÁGIL (1)
“Abigarrada piedra y sin embargo / frágil al viento, un día / todo este cerro desaparecerá / pero el amor que tú me diste / seguirá incólume, sonando / dulcemente en mi copa de cristal”
“Loczy”, de “Resaca de los vientos”, Oscar Balducci
¿Alguna vez escribiste algo que no fuera en función de un espectáculo?
Alguna vez, artículos para alguna revista, para mi hija, por ejemplo. De forma casera, privadísima, comencé a escribir en la adolescencia algunos textos para mí. Me desbordaban las emociones, el sentirme incomprendida y el no saber dónde volcar todos esos sentimientos. Luego entré en la Escuela Municipal de Arte Dramático y ese caudal de hipersensibilidad encontró su cauce. Tenía 14 años.
¿Diarios?, ¿poemas?
No, para poeta en casa estuvo Oscar Balducci. Recorrimos juntos casi toda una vida. Descubro ahora que palabras que me surgen espontáneamente son de él. En los espectáculos fue mi voz durante mucho tiempo. Falleció en 2012 y sigue siendo mi voz en algunas circunstancias. Encuentro textos, libretos de los años ´70, ´80, que tienen fragmentos de una vigencia sorprendente. Sobre todo, en lo que se refiere a las crisis nacionales. Pero, en cuanto a lo que me preguntabas sobre qué cosas escribo para mí actualmente, son ideas. Muchas. Hay ideas como para comenzar a ensayar un nuevo espectáculo mañana mismo pero… el cuerpo o el tiempo no dan. Una vida no es suficiente para todo lo que una quisiera concretar. Y pensar un espectáculo es muy absorbente. Los voy armando a través de sentimientos variados, densos, dramáticos y humorísticos. El humor me viene como marca de familia y surge naturalmente. Lo desplegaban las mujeres: mi madre y mis tías pero, sobre todo, mi mami. Era muy, muy graciosa. Una morocha irresistible. Jorge Luz, que sabía un poquito de humor, la visitaba y adoraba esa cualidad de “la negra”, muy seductora además. Imaginate, yo llegaba a la casa de mi madre, cuando ella tenía ochenta y pico, y la encontraba rodeada de un montón de amigas de 30 ó 40 años que, hasta el día de hoy me dicen “ay, cómo la extraño a tu vieja”. Y yo pienso “cada día la extrañamos todos como locos”. Es un privilegio haberse criado entre mujeres así. Cuando era chica, era delicioso estar entre ellas, para mí y para todos mis primos. El humor surgía a la hora de la siesta, en los patios del pueblo donde nací y cuando los hombres no estaban. Era el espacio de libertad que ellas reservaban para sí mismas. Un humor basado en la ironía y en las palabras, en los retruécanos.
Te iba a reformular una de las preguntas que te envié por mail, pero ya me la contestaste. La pregunta decía, ¿cómo te llevás con la orfandad?
Mal. Horrible, ciertamente muy mal. Cuando mi hija era chiquita, me dijo “Mami, el mundo es muy injusto porque la vida tiene un final, pero la muerte es para siempre”. ¿Nunca tuviste la fantasía a de volver a ver a nuestros seres queridos aunque sea una vez más? Tal vez dentro de veinte años pero, ¿una vez más? Eso es lo que mi nena, con razón, encontraba injusto… Lo irreversible de la muerte de quienes hemos amado me sigue desvelando y es la principal razón de mis insomnios.
Con la orfandad te llevas mal. Pero, con la soledad, muy bien.
Es cierto, me llevo muy bien conmigo en soledad. Podría quedarme encerrada en mi casa durante meses. La misma casa que, en tiempos pasados, cobijó mucha gente y que está habitada por las mejores energías. He sido afortunada: tuve dos maridos maravillosos, valientes, inteligentes y artistas. Ninguno de los dos está (Hugo, mi primer marido, fue detenido desaparecido en el 76), pero agradezco el haber compartido mi vida con ellos. Tengo una hija preciosa que me ha dado un nieto y una nueva familia. Amigos y amigas con quienes nos disfrutamos desde hace décadas. Y algunas ciudades que siento y me tratan como propia. ¿Qué más?… Soy súper activa y creo que aún puedo con nuevos desafíos. Ahora convivo con dos gatitas siamesas estrábicas y parece que los años dan distintas sabidurías, porque su cariño me hace feliz. ¿Quieren intentar estos amores o son demasiado jóvenes aún?
Yo salgo de acá y me voy a conseguir dos gatos. Pero, mientras, vuelvo a tu infancia. En muchas entrevistas hacés referencia a ella. Yo escuché a una de tus tías, en un reportaje que te hacía Cristina Lemercier. Ahí, tu tía cantaba.
Era mi tía Kicha. Todavía canta y acaba de cumplir 90 años. Vive en Nueve de Julio, como casi toda mi familia y, cuando hablamos por teléfono, casi siempre terminamos cantando a dúo algún tema de Mercedes Simone, a quien las dos adoramos.
Vuelven las voces de la casa de infancia…
Hasta los tres años vivimos allá, a 300 km de la capital. Luego pudimos mudarnos a unos monobloks cercanos a la Medalla Milagrosa… y fue gracias a Evita. Ella había leído en un diario que el campeón argentino de ajedrez, mi papá, vivía en 9 de Julio y que eso le representaba una complicación para representar al país en los torneos internacionales. Entonces Evita se preguntó “¿el campeón argentino de ajedrez no tiene dónde vivir en Buenos Aires?” Y mandó a ofrecerle uno de los departamentos que estaban construyendo en la calle Curapaligüe. Contaba mi mamá que le dieron a elegir entre uno de tres ambientes y uno de cuatro, y ella eligió el más chico. Eran así de humildes, como mucha gente en esa época. Cuando mi padre formó parte del equipo -que salió tres veces subcampeón del mundo de ajedrez, detrás de Rusia- el Presidente Perón lo convocó tres veces a la Casa de Gobierno para preguntarle en qué lo podía ayudar, pues estaba agradecido por los lauros obtenidos. Y mi viejo siempre dijo que no necesitaba nada. Y, por supuesto, no teníamos ni obra social ni seguridades laborales ni cosa que se le pareciera. Ahora, cualquiera podría decir “¿cómo no aprovechó para solicitar lo que fuera?”. Eran así. Ya de grande, yo se lo pregunté y papá me contestó “si yo tenía mi cabeza para trabajar y ganarme la vida…además, ni siquiera era peronista y no me pareció correcto aceptar”. Resulta impensable una conducta así en estos tiempos, ¿ no?
SOBRE EL VOLCÁN DE TU RESPIRACIÓN (1)
“Y el amor, ese lago, y el día roto a tu lado, / cierto inventar, cierto decir desesperado/ y sin embargo escaso / sobre el volcán de tu respiración”
Con respecto a tu papá, nos llamó la atención una anécdota que contás en una entrevista que te hizo Felipe Pigna: “Llevé a mi papá ciego a pasear en una silla de ruedas, le hice tocar las hojas, las flores, trataba de encontrar algo que lo ayude a despedirse, “tuve todo lo mejor, qué pena terminar ahora así”, dijo.
Sí, el último tiempo intentaba darle motivos para aferrarse a la vida, pero él se quería morir. Había quedado ciego y todo lo que más le daba placer en su vida- la lectura, el cine y el ajedrez- se había esfumado. Aquel día lo llevé a pasear por el parque para que tropezara con la vida. Pero, en cuanto salimos y le dio el aire en la cara, se le llenaron los ojos de lágrimas y quiso volver a su lecho. Su vida no fue fácil, su madre murió al nacer y sufrió una cadena de tragedias hasta que llegó a la cumbre de su profesión. A pesar de eso, después disfrutó de una vida fantástica de éxitos y rodeado de la admiración de las más grandes personalidades: El Che, Marlene Dietrich, Humprey Bogart, Osvaldo Bayer. Además de participar en 52 torneos en Europa y ver mundos diferentes. Esa última vez que paseamos por el parque, le pregunté si soñaba con el ajedrez y me respondió con un “No” rotundo. Creo que, en realidad, estaba enojado y yo no creí que fuera posible que el ajedrez no iluminase esa oscuridad en que se encontraba. El tablero fue el paisaje de su vida, desde que nació: a los cinco ya jugaba, a los 12, fue campeón de Bahía Blanca y a los 17, campeón argentino.
Hay muchas referencias a las voces familiares en tus entrevistas. No sólo a las femeninas, también a la de tu papá.
¡Mucho papá! Le tengo una inmensa admiración. Logró, desde la más tremenda orfandad, todo lo que se propuso. Mi papá era el rey de la casa. Pero nada de eso lo hubiera logrado sin mi mamá. Ella lo fue todo: amante, madre y compañera inclaudicable. Le procuraba hasta el descanso, esa era una de las cuestiones más importantes: cuidarle el sueño, pues necesitaba una concentración brutal en el nivel que él jugaba. Entonces, todos hablábamos con la voz disfónica para no molestarlo, como con aire entre las cuerdas vocales. Y ello produce una hipotonía en las cuerdas, una ausencia de tensión. ¡Por eso tengo esta voz “aguardentosa” que me oyen! Pero, al cantar, se me produce una impostación natural, aunque en cine o en televisión y cuando actúo en una escena intimista me incomoda tener esta voz.
Es decir que las voces escuchadas y los silencios de tu casa fueron muy importantes pero, en el escenario, descubriste otra cosa. Cuando te probaste en ese espacio, apareció otra voz.
Sí, aunque siempre me siento dando examen. A veces presumo que es una característica de Argentina, pues no recuerdo haber tenido esa sensación en los países donde he actuado. Aquí la mayoría del público reclama, por así decir, un comportamiento estelar, la prensa del corazón existente aquí parece adorar a “las estrellas”. Y yo he detestado eso siempre, mi vida ha transcurrido en otros parámetros, nunca perdí contacto con la gente ni con sus necesidades ni con la calle. Llevo una vida tan normalita, que hasta mis vecinos se sorprenden si se topan con mi foto en algún diario o en algún afiche… no se lo creen.
Qué impresionante cómo mucha gente deduce lo que una persona puede mostrar como artista de lo que ve, apenas, al cruzarte, de tu vida cotidiana.
Nunca me interesó, desde lo profundo, ni el éxito ni el dinero ni esas posturas estelares. Tengo bien claro que, al momento de tu muerte, sólo tendrás a tu lado los afectos que supiste ganar. Y, donde me encuentres, verás siempre a la misma piba de pueblo, en Buenos Aires, en Barcelona o en París.
GRANOS DE ARENA PARECIDOS AL VIENTO (1)
“Y así como la verdad / se parece tan poco a lo recóndito, / tu verdadero rostro se asemeja / a su apariencia, que tan bien describes, / como granos de arena parecidos al viento”
“Proust”, de “La rosa de los vientos”, Oscar Balducci
Vos, en tu espectáculo, decís un fragmento de Haroldo Conti : “No sé si tiene sentido pero me digo cada vez: contá la historia de la gente como si cantaras en medio de un camino, despojate de toda pretensión y cantá, simplemente cantá con todo tu corazón”. Hasta ahí decís, pero el fragmento sigue “que nadie recuerde tu nombre sino toda esa vieja y sencilla historia». Entonces, es posible llevar una vida de artista donde se destaca más “la historia”- el hacer, digamos- que el nombre.
A mí no me costaría en absoluto vivir en el anonimato, por el contrario, me gusta mucho, me quita las tensiones. Por eso me instalé tantos años en Barcelona, allí nadie te pide ser mediática, podés responder apenas a una sola entrevista y, de todos modos, tener el teatro lleno. Cenás con grandes artistas en un restaurante y nadie se acerca, no hay cholulismo. Sólo una vez viví la popularidad que da la tele y fue en mi debut en el 75. Coincidió con la dictadura, lo cual hace que sean muy negros los recuerdos de ella. Me tocó convivir disociada entre ese éxito y con la terrible desesperación de no saber qué habían hecho con nuestros familiares. Esta semana me ha citado la fiscalía para testificar en los juicios de Comodoro Py contra los genocidas(2).
Sos muy autónoma: agregada cultural, generadora de espectáculos propios. Siempre locomotora más que vagón…
Buena frase: locomotora más que vagón. Sí, así sucedió siempre. Lo que logré fue por prepotencia de trabajo. Nunca funcioné con el “piloto automático”, en ninguna de mis actividades. Pero aprendí bien mi oficio y pude mostrarlo en varias ciudades del mundo.
Y por esa autonomía se paga un precio, pero también tiene sus beneficios…
“Lindo, bueno y barato no es posible”, decía una amiga encantadora. A mí me seduce la inteligencia de las personas. A ella le parecía fantástica una vida como la mía, con tantos viajes y conociendo tanta gente atractiva. Pero, cuando por su parte, me invitaba los domingos a su casa, donde se reunía la familia en pleno alrededor de una gran mesa, a mí me inundaba una gran melancolía, pues era lo que yo ya no tendría. Entonces se hacía patente ese dicho popular de “lindo, bueno y barato…”
ALGO SE QUIEBRA BAJO EL TACÓN DELGADO (1)
“Pero algo se quiebra bajo el tacón delgado / de una que pasa, rauda, / hacia el río que ha visto morir más de mil veces / a los primos de Dios y sigue reflejando /-en la mañana, en la memoria, en el olvido- los ojos de las madres más hermosas del mundo”
Regina Cœli, “la rosa de los vientos”, Oscar Balducci
¿Y cómo es eso de que no le encontrabas sentido a tu profesión?
Me parecía frívola y plagada de vanidades. Quería hallar un sentido social a mi vida, un claro servicio hacia los demás. Tenía un padrino anarquista que me hablaba de cosas que no se aprendían en la escuela, la historia de las revoluciones, del psicoanálisis o de la Guerra Civil en España. Te estoy hablando de cuando apenas había entrado en los 15 años; de cuando estaba en el Magisterio y pensaba continuar mis estudios en Psicología o Medicina, qué sé yo… pero bué, tenía talento para la escena y me fui quedando en ella, aunque no he dudado en bajarme de los escenarios cuantas veces lo creí necesario, por ejemplo, cuando quedé embarazada dejé tres años la profesión y no me pesó.
Eso que contás me recuerda cómo insistís en muchas entrevistas sobre tu interés en que tus espectáculos sean vitalizantes, eso de “aliviar la parte doliente” de la gente.
Es un excelente objetivo para mí, es la zanahoria que me ayuda a ir para adelante. Intento encontrar el mensaje que invite al espectador a creer que la vida es bella. ¿Te acordás de los versos de José Agustín Goytisolo? “La vida es bella ya verás, a pesar de los pesares, tendrás amigos, tendrás amor”. A muchos de nosotros, como identidad nacional, nos cuesta ver y disfrutar lo lindo. Te cuento una anécdota: estaba actuando en Bogotá, cuando asesinaron a Luis Carlos Galán, candidato a presidente de Colombia. Fue tremendo, el país convulsionó, se declaró el estado de sitio y quedamos encerrados en el Teatro Nacional, donde había estrenado. A la mañana siguiente, ya en el hotel, nos atendió el camarero que solía hacerlo, amable y dulce como era habitual. Me sorprendió su entereza y él me dijo: ¿ustedes los argentinos siguen creyendo que son los que más sufren? Basta mirar cada día las noticias y ver los hechos horrorosos que suceden para traer esa frase del colombiano a la mente.
SIEMPRE SE TEJE ALGO DISTINTO A ESO QUE SE TEJE (1)
“Cada uno mira desde su acoso, habla desde su espanto / Es que siempre se teje / algo distinto a eso que se teje (…) que la miseria teje a nuestro alrededor / y nos erige en héroes/ de otro sitio / en la despavorida sencillez”
Penélope, “La rosa de los vientos”, Oscar Balducci
Balducci escribía. ¿Y ahora que no está?
Ay…
Pero ahora escribís vos…
Trato pero nunca más volví a escribir personajes. Después del último personaje que hicimos juntos, nunca más, no me siento capaz de superarlo, era perfecto. Incluso recibió el Premio Sebastiá Gasch, al mejor monólogo en Barcelona. Se llamaba Alicia ese personaje, era una separada enloquecida, a quien había estructurado físicamente como un dibujo animado. Eso sí, toda la belleza poética de mis espectáculos era la del Tano.
Y la poesía de tus espectáculos actuales, ¿dónde la buscás?
En las grandes poetas. Alfonsina, Sor Juana Inés, Rosario Castellanos, Idea Vilariño, Olga Orozco, Gabriela Mistral… todas inspiradoras, potentes. Es infinito el mundo de la poesía y da para quedarse en ella mil años. En un mundo desierto, sólo necesitaría poesía. Por otra parte, me preguntabas por mail qué era para mí lo poético. Para mí lo poético es una constante. Mirá, todo lo que uno no ha sabido o ha querido decir pero no ha podido, todo eso lo dice la poesía. Todo lo que uno ha callado, lo que dejó de decir o pregunta, ahí está la poesía.
Igual yo creo que hay una poesía que se produce por la mezcla de lo que cantás con lo que bailás, con lo que leés. Vos hacés conversar música y poemas en tu espectáculo.
Fue apasionante ir descubriendo esos maridajes entre la poesía escrita y la poesía cantada. Y parece que resultó encantador.
Yo quiero reivindicar tu etapa solista, esta etapa donde escribís solo vos tus espectáculos . Es muy interesante el modo en que aparecen los ausentes en “Rojotango”. En un momento, vos leés un texto de Galeano que dice “quien nombra, llama”. Y, en otro, “entrar por un instante en el tímpano del mundo, quedar sonando en la memoria de alguien es un hecho nupcial”, de Leda. Ahí aparecen dos movimientos de la memoria, llamar a los ausentes y quedar en los presentes, aunque uno no esté.
Abrevar en creadores como Leda Valladares o Eduardo Galeano que, además, fueron amigos míos es traerlos al presente en todo su poderío. Cumplir años lleva implícito el aprender a continuar sin ellos. ¡Y la pucha si se los extraña!
Esto de provocar encuentros es una manera muy vital de hablar de los ausentes, no desde la falta, si no desde la presencia.
¿Vos decís que ahí están los ausentes, cuando yo elijo esos textos?… Mmm, seguramente… ¡quién no quiere luchar contra la huesuda y el olvido!
Sabés, ¿hacer conversar textos es escribir?
¿Sí?
Claro. Es tejer textos. Es lo que decís que hacías cuando trabajabas de agregada cultural en Barcelona (2004): “Me entregué apasionadamente al trabajo. Lo sentí como una prueba, un desafío. El primer año estuve absolutamente sola y con todo por hacer. Allí empecé a “tejer”, a entrelazar y a imaginar variantes. Fue muy creativo, me devoraba la adrenalina. Era, en cierto modo, una partida de ajedrez: “Si muevo así o asá refuerzo luego esta posición… ¿qué piezas acerco, cuáles entrego?”
Ay, qué lindo, que me recuerdes esos momentos creativos, me optimiza… ¿las puedo llamar cuando me deprima? No, en serio, está muy bueno que vean el lado positivo del trabajo. Me tomo mucho tiempo para cualquier tarea que emprendo, un tiempo de incertidumbres e inseguridades que, afortunadamente, casi siempre terminaron bien.
Pero insisto, estos encuentros que vos generás –Cortázar y Eladia, Idea Vilariño y Tita, Eladia y María Teresa Vera- también son muy poéticos. Ese encuentro que no sucedió pero sucede en el escenario produce un extrañamiento. ¡Y sin tecnología!
Te hace sentir poderosa el no depender de la tecnología. Ciertamente, tiene su mérito plantarse sola en un escenario de cualquier lugar del mundo y producir emociones. Recuerdo una actuación en el «Teatro Carlos Marx», de La Habana, frente a seis mil espectadores, sola, muy sola como cuando “te sacan hasta el banquito”, como decía Ringo Bonavena. La adrenalina me ahogaba, era mi primera actuación en Cuba y le puse el alma. Les gustó tanto, que apareció mi foto en el “Granma”. Había viajado a la isla con el Negro Fontanarrosa…¡pocas veces me divertí tanto!
Hablando de tiempos de antes y tecnologías de ahora, el tango tiene una cultura muy de época. ¿Qué tango representa nuestra época actual?
Esa actualidad la encuentro en Eladia Blázquez, sin duda, y en infinidad de versos de Homero Manzi o Cátulo Castillo. Los grandes creadores no tienen épocas, están siempre. De todos modos, me está haciendo falta un espectáculo donde mezcle géneros. Te aseguro que mi vida no es sólo tango. Viví en varios países y su música se me ha adherido a la piel.
¿DE QUÉ LUGARES HABLO, DE QUÉ TIEMPOS? (1)
“Y pasa un perro atado a una campana / una yunta de bueyes hacia el alba / y un ciervo, que me ha visto, salta sobe las tumbas y se aleja. / ¿De qué lugares hablo, de qué tiempos?”(1)
En lo artístico, ¿cuál es tu paisaje? (en lo musical, en lo literario, en lo actoral)
Como te decía, es muy variado. Se ha transformado en un sitio lleno de casilleros. Y, con cada uno, disfruto. ¡Por suerte!
¿Y cómo es tu interacción con los elementos escenográficos?
Hubiera adorado actuar en grandes escenografías. Yo me formé viendo las escenografías realistas de Saulo Benavente y hubiera deseado interactuar en ellas, pero la vida me llevó por otros caminos. Aunque suelo reencontrarme con mi hambre de ficción en el cine. Últimamente, me pasó con “Un Gallo para Esculapio”, una multipremiada serie dirigida por Bruno Stagnaro y producida por Sebastián Ortega, que me permitió meterme en la realidad del conurbano y el delito. Estoy ansiosa por comenzar la segunda temporada.
Igual, lo de las escenografías venía a cuento de cómo te desplazás en el escenario, cubrís todo el espacio, como en una casa. Incluso, cuando los músicos tocan una parte solamente instrumental, te quedás, allí atrás, en una barra dispuesta sobre el escenario. No abandonás la casa, te vas a la pieza de atrás.
Me siento muy segura en el escenario, lo advertiste bien: como en casa.
Pensaba el contraste entre la exposición en el teatro, el trabajo con otros en la tele que ahora te espera y el silencio y la soledad de la escritura.
Me llevo muy bien con ese silencio. Que, en realidad, no es tal: en casa tengo música, libros, internet, gatitas, plantas. Como te decía, me puedo quedar ahí adentro por tiempos larguísimos. Lo tengo todo en mi cuevita. Y ese es mi espacio para escribir, lo disfruto mucho. Aparte me gusta mucho la investigación. Cuando comencé a escribir la idea de la obra “Bola de nieve”, estuve casi dos años estudiando la cultura y la religión yoruba. Luego nos unimos para dramatizarlo con Balducci y Patricia Zangaro. Lo estrenamos en Buenos Aires e hicimos temporada en Barcelona, mi segunda patria.
Bueno, eso nos pasa. Sin investigación previa, no hay entrevista. Hay que a ver el espectáculo de nuestros entrevistados, pero eso solo tampoco alcanza.
Muy agradecida. Algunos te hacen entrevistas sin haber visto tus trabajos ni tener idea de quién sos. Son un trago amargo esos reportajes. En fin…”habremos pecado de exceso de idealismo?”, ¿quién nos prometió un mundo perfecto? Si sólo ver los rostros de los refugiados nos deshace el corazón. Y todo ese dolor y ese horror están ocasionados por un grupete de ávidos por la plata, los que comandan el mundo para quedarse con él a cualquier precio.
Recién hablaste de “Palabras para Julia” y hablando de refugiados, me acordé de una entrevista que le hiciste a Paco Ibáñez: “Ciegamente asintiendo, ciegamente afirmando como un pulso que golpea las tinieblas” se escucha. Y más: “apakintza Bai”: que quiere decir sí, afirmación rotunda, sin vuelta, ahí llega (al caserío) en la huida de los fascistas, cuando la madre se queda sola con ellos. Vos le mostraste a los niños vascos, a quienes separaban de sus madres y enviaban solos a Londres o a Rusia.
Haberle hecho esa entrevista a Paco es uno de mis grandes orgullos. Paco no suele dar entrevistas, pero dijo que aceptaba si se la hacía yo. La pila que le puse a eso no te la puedo explicar. Tardé en recopilar material y producir, por lo menos, seis meses. Él se quedó contento… y no es nada fácil conformar a Paco. Un grande. No te olvides de recomendar ese video donde recorremos su vida teñida de guerras, exilios y arte.
EN LA FRONTERA DEL MILAGRO (1)
“peñasco al fin y al cabo sin secreto / cabeza en la frontera del milagro”
“Montaña”, “Resaca de los vientos”, Oscar Balducci
Volviendo a los encuentros. Vos hacés encontrar textos con músicas, pero también reuniste toda la obra fotográfica de Balducci en un libro, y estás participando en un libro sobre tu papá, el Gran Maestro Héctor Rossetto, que editará la Universidad del Sur. Tu escritura tiene que ver con provocar encuentros…
Sí, también lo hice con Hugo Federico González, mi primer marido. He gestionado que un aula del UNA lleve su nombre, pues es el único egresado desaparecido.
¡Viste que están presentes los ausentes todo el tiempo! Y siempre, muy presentes, “grandes varones”.
¡Y grandes mujeres, sin dudas!
Eso es de Juan Gelman. Por eso antes te decía: todo lo que yo no alcanzo a expresar se los pido prestado a estos grandes poetas. Los nombro y los llamo.
¿Pensás seguir armando espectáculos con estos encuentros música poesía?
A veces temo pecar de ingenuidad al seguir pensando que muchas de las cosas que no hice aún, hay tiempo de concretarlas. Eso es lo que tengo de juventud espiritual. Aunque, de tanto en tanto, me inunda el vértigo al pensar en lo que ya nunca haré o veré… por ejemplo, ya no iré a China…
¿Alguna vez soñaste con mucho ímpetu con ir a China?
No. Pero no me gusta pensar que moriré sin conocerla, ¡jaja!
Por qué no. ¿Y en lo artístico que soñás?
Tal vez en hacer algún clásico, un Chejov o un Shakespeare, que fue para lo que me formé. Pero, si me pasara con ello lo mismo que con la China, igual me iría satisfecha con la suerte que he tenido.
(*) De “Rojotango”; Oscar Balducci y Pablo Ziegler
(1) Todas estas citas corresponden a versos de “Resaca de los vientos, prosa de las viejas ciudades” y “La rosa de los vientos”, de Oscar Balducci.
(2) A la fecha de publicación de esta entrevista, Cecilia ya declaró.
Muy buena entrevista, conocer un poco más a la Rossetto, una grande engrandecida. Gracias