El cuerpo: Sobre lo que resta del cementerio inundado de Carhué.
Por Verónica Pérez Lambrecht
UN MISMO MISTERIO
-El que pueda entender que entienda-
Vivir la muerte y morir la vida
vivir y morir, un mismo misterio.
Patricia Clara Bonjour (1)
PASEO DE INFANCIA
Al principio, recorrían los caminitos angostos entre las bóvedas. Era una caja de resonancia de pasos apurados y voces secretosas. “Retumba”, se dice, retumba, re-tumba. Eso eran, tumbas altas y de categoría. También visitaban a todos sus muertos, los llenaban de flores, les dedicaban miradas y algunas oraciones. El ritual estaba planificado al detalle y se repetía cada primer domingo, hasta que el agua se abalanzó contra esos muros, arrasó con sus huesos, los ensalitró y se llevó también esa inocencia de infancia, cargada de eco, en medio de cuerpos muertos.
COLECCIÓN DE CEMENTERIOS
Las necrópolis, ciudades de los muertos, todas tienen historia. Algunas se conservan, aunque de a poco, y casi sin excepción, quedan también sepultadas, con el paso de los tiempos.
Carhué se destaca, además, por tener una colección de cementerios, por la andanada de la conquista del desierto, por los movimientos propios de la instalación del pueblo y por la tragedia que azotó la región, allá por 1985. Se conocen cuatro necrópolis a la fecha. La primera de entre 1876 y 1884, la segunda de 1884 a 1897, la tercera, de 1897 a 1986 y la cuarta y actual, desde 1986 (2). Tal vez, hasta cuenta con algún que otro cementerio más, incluso de aquellos que pudieran pertenecer a pueblos originarios. Si hasta se ha oído alguna voz decir que el balneario se alzó sobre un antiguo espacio destinado a cuerpos de mapuches. Pero esa, sin dudas, será otra nota.
La que convoca esta nota es visual, porque “una imagen dice más que mil palabras”. Cuánto más dirán muchas imágenes. Aun cuando las palabras tantas veces hacen eco, eco de música, a través de los pasillos de nuestros recuerdos.
LAS FURIAS DE LAS AGUAS
El 10 de noviembre de 1985, las aguas del Sistema de las Encadenadas desencadenaron la tragedia más dolorosa del pueblo de Carhué, y dejaron sumergida a la villa turística de Epecuén. A unos pocos kilómetros de la misma, la necrópolis de ambos pueblos sufrió una no menos dolorosa muerte (3):
Día 26 – Jueves 5 de Diciembre
(…)
El Cementerio:
Y si hablamos de dramatismo, no podemos obviar la triste experiencia que vivimos los carhuenses con el problema del cementerio.
El tema del cementerio no sólo era dramático, era tétrico.
Morbosamente tétrico. Y no haberlo solucionado en la primera semana como lo alertamos en aquellos álgidos días en que los problemas se presentaban alocadamente, trajo como consecuencia que todavía sigamos hablando y opinando sobre un tema que se tendría que haber solucionado de inmediato. Para decidir con la celeridad que las circunstancias requerían, no fue casualmente una de las cualidades de aquella administración. (…)
Recordemos que el domingo 17 de noviembre, habíamos encomendado a los Ingenieros Juan Carlos Rodríguez Sobre y Jorge Carrizo que determinaran aproximadamente hasta donde llegaría el agua en el Cementerio, y sus conclusiones no dejaron de asombrarnos cuando se desprendía del informe que quedaría totalmente bajo las aguas. El dato era alarmante. O se retiraban ya el total de los féretros, antes que se degradara el camino o el problema no tendría luego solución. (…)
A los 27 días de la inundación, el problema se había agravado, mejor dicho ya no tenía solución.
La Junta de Defensa Civil por comunicado prohibió terminantemente el retiro de los féretros si no se ajustaba a estrictas medidas de seguridad. Es que lo lamentable era que ya no había lugares en los cementerios de los pueblos vecinos para depositar los féretros que clandestinamente eran sacadas por personajes sin escrúpulos que cobraban para realizar el trabajo durante la noche, lo que permitía eludir los controles, se depositaban en los garajes o galpones de las casas de familias en pleno centro de la ciudad con su carga de emotividad, además de los probables problemas sanitarios que acarreaba tal proceder. (…)
El “nuevo y detestable” comercio de extraer los cajones por encargo comenzó a funcionar, y más de uno perdimos a nuestros muertos para siempre, ya que en el “negocio” se entregaba cualquier féretro robado. (…) Cuando se terminó el “curro” de los cajones, siguieron robando manijas de cobre y de bronce. (…)
Los Buzos:
A fines de 1986 ante la presión de los vecinos, la Municipalidad contrató una Empresa para que extrajera los féretros. Trabajaron seis buzos, durante aproximadamente siete meses. El trabajo fue arduo, por lo difícil que era romper las bóvedas bajo el agua, extraer los cajones, numerarlos y cargarlos en la barcaza. (…)
Los buzos cobraban sesenta pesos por cajón o bulto. En los últimos días de trabajo, se observó que se extraían cantidad de bolsas con huesos. En la investigación se demostró que los buzos, bajo el agua, habían localizado el osario del cementerio viejo, y diariamente llenaban varias bolsas de cráneos o huesos secos, contabilizándolos como un bulto más y cobrando indebidamente lo pactado. (…) se denunció la anomalía y se puso fin al contrato con los buzos. La estafa abarcó aproximadamente doscientos casos que se enterraron en el nicho central (del nuevo cementerio).
El Cristo de Salamone abre el camino en dos: uno se dirige a la Villa, el otro a la Necrópolis. Así, ese Jesús doliente es el paso a la honda visita de los deudos a sus muertos. Pero, cuando el agua aplasta el todo, el Cristo se hunde con ellos, como en un halo de protección de almas. Porque, de los cuerpos, ya se ha dicho demasiado en la cita anterior. Todo duele, el pueblo llora, llora por sus vecinos, llora por sus muertos que ya no verá, llora por quienes nunca sabrá dónde quedaron. Llora porque se tiene que levantar, como pueda, de sus propias cenizas, o mejor dicho, de sus propias turbias aguas.
Hay un camino alternativo, el de la calle de tierra. Cuando las aguas cubren la ruta y el Cristo apenas se ve, los deudos se resisten a olvidar. Entonces ese camino se llena de recuerdos, allí, a tantas cuadras como el agua deje. Y ya cuando se puede, también el Cristo de Salamone es el propio depositario de las lágrimas.
SANGRARÁS TUS HUESOS
Así, en medio de discusiones que trascienden los años, mientras se intenta definir qué hacer y cómo hacerlo, se desnuda un pueblo de cuerpos que ojalá descansen en paz.
He aquí la reseña fotográfica que muestra el estado a 2011 y actual:
2011: 26 años después
2017 – 2018: a más de 32 años
Cabe preguntarse, si es menester tapar la Necrópolis y sembrarla de pasto nuevo o dejarla a la vista de todo quien necesite volver, de tanto en tanto, al eco de sus recuerdos. Porque, aunque para muchos sea un “atractivo turístico”, las emociones que la circundan no dejan de inundar dolor, a cada visita. Tal vez, y por qué no, sea parte del morbo del ser humano. Pero ese es un juicio incompetente para cualquiera que no tenga allí un sueño eterno de un ser.
Foto de portada: EL CRISTO. Escultura de Francisco Salamone. Miriam Robla
- Palabra y Vida, Patricia Clara Bonjour. Ediciones Amerindia
- La ciudad de los muertos: los cementerios de Carhué, Marta Roa* y Gastón Partarrieu**. Aporte de Gastón Partarrieu (*Antropóloga,FCNyM, UNLP. ** Lic. en Museología, Director del Museo Regional “Adolfo Alsina”)
- Cien días en la inundación de Epecuén. Crónica de una criminal inacción, Roberto H. Laspiur. Editorial Dunken