El cuerpo: sobre una cirugía complicada

Por Juan Pepe Carvalho

 

A VECES SIENTO QUE ME VOY

Otras que estoy llegando. Y también que no me voy a ir jamás. Y que me da miedo pensar. Sin embargo, el cuerpo se anima, el pensamiento se viene a las manos y escribe. Es mejor decir, que asarse en el silencio de negaciones. El hombre que fui ya no es, pero soy. Otro. Sólo por el absurdo imperio de las comparaciones, me levanto cada día y pienso que tengo menos de lo que tuve. Que mi cuerpo responde menos de lo que respondía. Mientras, me pierdo lo que mis ojos ven, la música que aún resuena, el abrazo que no me falta y que me reclama, me zamarrea el pasado de encima y me hace dar cuenta que escribo, digo. Tal vez, no pueda hacerlo en primera, pero todos entenderán que el tipo es un yo que no puede llamarse en primera persona. Se lo perdonan al Diego, pueden perdonármelo a mí.

 

LA VIEJA ALEGRÍA BRASILERA

Quien, con su cuerpo excedido, se cocinaba al sol del sur de Brasil, como tantas veces, también repasaba su vida. Primero aparecieron las responsabilidades asumidas ya hacía tres años: ser presidente de una obra social concursada, que había perdido una gran cantidad de afiliados, por total y absoluta culpa de los dirigentes sindicales. Como si la obra social hubiera sido la joya maltratada de la abuela, los dirigentes la habían dejado sobre el mostrador de un prestamista, a cambio de unas moneditas.

 

SHERIFF TEMPORAL

Así, quien asumía en medio de este saqueo, era pepe1eputy-sheriff-gear-american-west-legend-by-olivier-le-queinecun tipo que siempre creyó haber tenido suerte: donde iba, decía el hombre, pisaba una chapita de Coca Cola que, en su pecho, pasaba a ser una estrella de sheriff. Sin embargo, al poco tiempo, acostado sobre una camilla de la clínica donde un equipo de médicos se disponía a comenzar una operación nada sencilla, sentía que la chapita de Coca Cola, oxidada, se le había clavado en la suerte, y había invertido la dirección del viento. Lo que se venía tenía tremendos riesgos: había que  extraer el hueso temporal derecho, donde se alojpepe2imagesaba un tumor. Luego, un análisis diría si era benigno o maligno. Miralo al sheriff, esa era su situación. ¿Qué había pasado con la estrella del poder?, ¿la pólvora estaba mojada y lo dejó tirado en la camilla? Como si esto hubiera sido poco, los supuestos amigos que el poder le había prestado a un precio altísimo, al enterarse de su estado, sólo trataban de probarse su traje.

CROSS A LA MANDÍBULA

Si hay algo que él no esperaba, era esa enfermedad que, en dos oportunidades, expuso a su cuerpo durante nueve horas a la soledad de un quirófano. Era demasiado para tanto ego, para tanto individualismo, para un tipo convencido: a él no le entraban las balas.

Pero esto no es todo, si la operación fue larga, las marcas post operatorias dejaron el cuerpo herido y con secuelas evidentes. Las crisis epilépticas, nunca antes sufridas, se hicieron constantes. “Mi cuerpo enfermo no resiste  más”, solía canturrear con cierta resignación. “No te quejes, podrías estar peor”, contestaba otra voz, que le hacía de contrapunto. Una leve lesión en la pierna izquierda se delataba al caminar. Eso, sumado a la impiadosa edad que no perdona y agrava la situación general. Por suerte, el amor familiarpepe3, cirujano  de libros, los amigos y algunas nuevas actividades lo fueron ayudando a pasar el pésimo momento. Ese cuerpo, recauchutado, volvió a caminar erguido, aunque con una  dependencia farmacológica por el resto de su vida.La caída entre paréntesis duró diez años.

 

EL RETORNO AL SOL

Luego, volvió al sol de Brasil, “felicidad nao tem fim”, aunque es evidente que es discontinua. Así  y todo, y a pesar de ciertas recaídas previsibles,  el hombre continuó con su ruta.

A veces también pienso que no me voy a ir nunca. Acá me quedo, bien escrito.

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