Lo inesperado: Sobre las empresas recuperadas.
Por Héctor Lontrato

 

PILOTO AUTOMÁTICO

El piloto automático nos da seguridad. Aferrados a él, vamos siempre por el mismo camino. Sin pensarlo, sin detenernos. A veces, la vista al cielo, en la búsqueda de celestes imposibles o de nubes con densidad casi atómica. Otras, en actitud de inventario: no perderse ni un charco ni una baldosa floja. No importa adónde pensamos ir, ocultas fuerzas nos llevan invariablemente hacia ese destino.
Y, claro: todo lento para no despertar a nadie. Una ducha rápida sin afeitarse. La ropa preparada de la noche anterior. Tiempo suficiente para un buen mate bien preparado: con un suave agite, el exceso de polvo de la yerba se adhiere a la mano que cubre la boca de la calabaza, se forma un hueco a cuarenta y cinco grados e ingresa un poco de agua tibia. Luego, más caliente, el líquido se derrama como en un tobogán sobre la bombilla.

Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,!
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello

Oración de un desocupado – Juan Gelman

 

PAYASOS

La tele se prende y queda con el sonido bajo. Canales de noticias montan pequeños escenarios donde teatralizan hasta la temperatura y el pronóstico del tiempo. ¡Qué lindo salir temprano en las mañanas de primavera! Pero deberás soportar a estos payasos de la tele, si querés conocer los cortes de calles y evitar que un viaje normal se transforme en una excursión a la costa atlántica.
Hay dos derechos, dicen los payasos, el de quienes hacen un piquete sin importar la razón -en verdad nunca se toman el tiempo para hablar del reclamo- y el de quienes vamos a laburar. Pareciera que la vida funcionara con anteojeras repartidas por los medios de comunicación, a los que aceptamos casi con amabilidad.
No cuesta nada putear a esos vagos, complicadores de tu viaje hacia el laburo y, a veces, responsables de tu pérdida del presentismo. ¡Que hagan como uno, veinte años, meta pelearla todos los días, sin quejarse!

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DERECHOS Y DERECHAS

Y un día, lo inesperado. Empezás a darte cuenta de la falta de materia prima para trabajar: un proveedor te dice que le deben tres meses y, del sindicato, te alertan: hace un año, no te depositan la jubilación. El piloto automático se desconecta y el avión se va en picada con vos adentro. Igual, te levantás temprano, te hacés el mate y seguís atento a la topografía del camino. Notás que, en algunas veredas, cambiaron las baldosas por cemento alisado: de ahí, cuesta más sacar la caca. Te ponés nervioso, todos días falta algo, una máquina, una compu, un escritorio. No tenés un mango, reclamás y sólo recibís promesas.
Ahora estás en la tele y no sabés si putearte a vos mismo a través de la pantalla o reputearte, por no haberte puesto en el lugar del otro. Los automovilistas te dicen de todo y tratás de explicarles: la empresa se rajó y nos dejó sin nada. No entienden. Es cuestión de derechos que confrontan, dicen. O de derechas.

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TODO O NADA

Una catarata de agua, cables pelados, basura acumulada de meses y una colonia de ratas recibieron a los trabajadores del Bauen, quienes tomaron el hotel, en 2003, con la idea inicial de recuperar lo que era de ellos. Por entonces, todos vivíamos como se podía: el pan horneado en casa, mucha caminata – tomar un colectivo era un lujo- y entre ferias del trueque, donde se intercambiaban cosas sobrantes por otras de máxima necesidad.
Muchos de esos trabajadores no sabían qué hacer, tenían miedo de ir presos, de que les pegaran y, peor aun, de rifar todo el esfuerzo de una vida entera. Gladis se indignaba ante el manoseo de los empresarios fugados, el Ministerio de Trabajo y los jueces. Jugaban con su trabajo y con su salud.
“Nosotros queríamos cobrar lo que era nuestro, hasta que entendimos que no íbamos a recibir ni un peso. Fue entonces – afirmó Gladis- que decidimos tomar el Bauen: era todo o nada”.

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PERONISTA DE CHÁVEZ

El panorama se veía negro. Y, entonces, entró en escena Eduardo “Vasco” Murúa, un ex dirigente metalúrgico, enfrentado a Lorenzo Miguel en la UOM y pilar de la experiencia autogestiva en IMPA. El vasco es un militante social que se sacó chispas con el kirchnerismo. En una frustrada entrevista en Casa Rosada, se quedó en el piquete dentro de la sede gubernamental frente al despacho de un funcionario y logró que el encuentro se programara para el día siguiente.
Murúa, un peronista de Perón y de Hugo Chávez, le dice a quien quiera oírlo: las empresas recuperadas son un remedio frente a un cambio en el mundo laboral, donde se destruyen puestos de trabajo cada segundo. “Las empresas -brama- hacen vaciamientos y fraudes. Y, después, quieren quedarse con todo o que las expropien. No hay que darles ni un mango”.
A medida que se involucraron, la vida de los trabajadores del Bauen cambió. Comenzaron a entender de trámites municipales, presentaciones judiciales, números, insumos, proveedores, clientes. Habían escuchado una consigna que, hasta ese momento, no era más que una fusión de palabras vacías. Luego, ellos las llenarían de contenido: ocupar, resistir y producir.

 

RAMO DE DIGNIDAD

La excitación crece y hasta el más tranquilo grita: “de acá me sacan con los pies para adelante”. Con la cabeza más despejada, algunos proponen buscar gente grosa que se solidarice: políticos, músicos, periodistas. Van por la tercera asamblea en el día y ya están hartos de escucharse ¡Hay que llamar a los medios!, pide uno de los mozos, próximo al mostrador. Otros revisan la existencia de mercadería y aseguran: tenemos para funcionar un par de días. “Lalo de Buenos Aires” es un restaurante tradicional bien porteño. Su propietario era el yerno de uno de los titulares de “Bachín”, boliche inmortalizado por Horacio Ferrer, en esa canción dedicada a un chiquilín, a quien le pide; “dame un ramo de vos/ así salgo a vender/ mis vergüenzas en flor”. Pero, clamar una balacera de rosas, para lavar sus culpas frente al hambre de ese niño, no era una opción para los trabajadores. Lejos estaban de sentarse con los brazos cruzados, mientras el patrón cambiaba la cerradura y vaciaba el restaurante.
Cada tanto, iban a la puerta de calle a ver qué pasaba. La tensión comenzó a crecer, cuando se presentó un oficial de justicia con la orden de desalojo. De inmediato, se armó la cadena y, un par de horas después, cientos de personas se agolpaban frente al local de Montevideo, entre Corrientes y Sarmiento. Había policía de la Ciudad y también estaba la Federal. Finalmente, el juez entendió que se trataba de un reclamo justo y con mucha gente que lo apoyaba. Pero, tarde o temprano, el desalojo llegaría porque el patrón debía un año de alquiler del local.

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ACORRALADOS

Hasta que no te ponen contra la pared, no sabés de qué sos capaz. Palabras más, palabras menos, Luciano García expresa el sentimiento de mozos y cocineros quienes, calzados con el ropaje de empresarios, buscaron otro local, comenzaron a hacer cuentas, negociaron con los proveedores e hicieron que funcionara.
“Muchos de nosotros -contó García- somos gente grande y pensamos ¿qué vamos a hacer ahora sin trabajo? ¿Quién nos va a tomar? Y nadie dudó: pusimos en marcha la cooperativa”.
Hoy, casi cuatro años después, celebran ser patrones de sí mismos en el contexto de una experiencia enriquecedora, que los enorgullece, aunque no los libra de conflictos: inflación, aumento descomunal de las tarifas, caída del consumo.

 

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MOLESTIA CAPITAL

Nunca dejan de pelearla, más allá de que -a veces- se generen climas de tensión. Porque laburan como siempre y retiran menos plata por la caída del consumo. Ni hablar de las recuperadas que demandan mucha energía, como Fábrica Sin Patrones (FASINPAT- ex Zanon), atrapadas en un juego de pinzas. Por un lado, la recesión. Por el otro, la imposibilidad de acceder a un crédito para salir del atraso tecnológico de sus maquinarias.
Andrés Blanco, secretario adjunto del Sindicato Ceramista de Neuquén, describe el contexto actual: “Ni el establishment ni los gobiernos -en este caso coinciden el neuquino y el Nacional- quieren que prosperen proyectos autogestivos como el nuestro. Les molesta. No es bueno para el mercado”.

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TOMAR LOS CONTROLES

Los trabajadores de las recuperadas tienen una convicción: lo único que da sentido a sus vidas es la lucha. De otra manera, ya se habrían rendido ante las presiones del poder real, empecinado en que la propiedad privada sea el único derecho vigente.
Su activo más valioso es la legitimidad social y, por encima de los vaivenes del ánimo, hay una mística del trabajo, un valor. Como señalaran varios referentes del sector, las cooperativas de trabajadores y las recuperadas forman parte de un fenómeno no episódico que llegó para quedarse. La tecnología y la globalización generan una exponencial destrucción de empleos y esos puestos de trabajo no se recuperan. Sólo los trabajadores pueden revivirlos y hacer que sus laburos localizados tengan sentido, acorde al marco teórico de Zygmunt Bauman: un mundo globalizado, que muda y cierra puestos laborales a través de fronteras desdibujadas. Una economía repleta de decisiones en dirección a ganancias rápidas y manejos financieros que hacen cada vez más injusto este mundo. Y este escenario sólo se puede enfrentar sin piloto automático.

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