Steven Daluz

Lo inesperado: Sobre presenciar escenas primarias.
Por Patricia Tombetta

 

ENCICLOPEDIA FANTÁSTICA

Y en el principio fue el sexo. Sin él, todos lo sabemos, algunas formas de vida –la mayoría- no serían posibles. De todos modos, la raza humana hace ya tiempo que no lo toma como el principio de nada y menos al servicio de la procreación, si es que alguna vez lo hizo. Una lista de los gustos sexuales humanos sería tan larga como una guía telefónica de todas las personas del mundo o, mejor, como una enciclopedia china de animales fantásticos. Cada cual puede agrandar la enciclopedia y usar esa libertad para imaginar cuanto quiera. Sí, sí, de eso se tratan los gustos sexuales: de imaginar y encontrar a un adulto partenaire de acuerdo con el asunto. Condiciones, el adulto y el acuerdo, que trazan el límite con el delito o la perversión en un sentido llano.

 

AMANECER PROLETARIO

Katerina Panikanova
Katerina Panikanova

Era todavía de noche cuando Victoria tomó el colectivo. Casi vacío, o casi lleno, de quienes amanecen proletariamente en el primerísimo mundo –antes bien, en todo el mundo-. Los daneses no son la excepción. Se acomodó en un asiento y los ojos se detuvieron en sus manos. Todo un nutrido equipo de trabajo las salvaba de su ruin destino. En el hotel no escatimaban en productos de limpieza y, por fortuna, tampoco en guantes. “Son nórdicos, pulcros y ordenados”. Eso suelen pensar muchos argentinos. Aunque, a ella la máxima se le había convertido en algo incómodo, no la había revisado todavía. Así como viajaba, sin revisar máximas y medio dormida, se pasó de la parada y “Ellos no se detienen en cualquier lado”. Comenzar la mañana a las corridas no sacaba su mejor versión. De todos modos, llegó sólo cinco minutos tarde. Una de sus compañeras llorisqueaba por problemas de alojamiento, pero sólo pudieron hablar mientras se calzaban los uniformes. Ya tendrían un rato a la salida.

DURO ANOCHECER

Apenas podía moverse, el cuerpo de Casper soportaba una de las más altas tensiones, cualquier inclinación arruinaría el momento. Los preparativos habían comenzado hacía tres semanas. Salió de su casa en Copenhague con tiempo. El perfecto estado de la carretera 21 hasta Aarhus le garantizaba poco movimiento. Sólo debía hacer una parada para buscar a Døtte, a las afueras de la ciudad, en la que él no tendría que moverse. Así fue. Ella cargó su bolso en el asiento trasero y casi no cruzaron palabras. Algunas nubes oscuras amenazaban chubascos. Llegaron al hotel cerca de las ocho de la noche, cuando una persistente lluvia había comenzado a molestar. Estacionaron y Døtte exigió su dinero. A un movimiento de los ojos del hombre, la mujer abrió la gaveta. Estaba todo, un bulto precioso para ella. Tan precioso como para él su compañía. Era la tercera vez que estaban juntos y Casper se consideraba casi enamorado. O, por lo menos, temía horrores perderla. A veces, es lo mismo. Un poco inclinado y empapado llegó hasta la recepción y no hubo mayores trámites. El hombre que los recibió hizo alguna alusión a si se sentía bien y Casper ni lo miró. Ni una palabra de más, ningún movimiento en falso, o todo se malograría.

 

UNA DE CAL, OTRA DE ARENA

– Encargate de las últimas dos habitaciones y yo hago el desayuno.

Su compañera sabía que a Victoria no le gustaba preparar la comida y se lo evitaba si era posible. Se ayudaban. Tan lejos de casa, las familias de amigos brotan a borbotones. Victoria revisó a conciencia la primera habitación, no la habían usado, pero era mejor asegurarse. Se miró en el espejo del pasillo, ya faltaba poco y era sábado, qué más podía pedir. Un franco adeudado le prometía tres días de descanso. Tan segura como una reina, se dirigió al último dormitorio y abrió la puerta.

 

foto 2. Decorativa-Revisame el cabello, por favor- pidió Døtte. Casper se lo tomó suavemente y lo inspeccionó con extremo cuidado.

– Está perfecto, tranquila- su tono era escrupuloso, hasta suplicante – estás hermosa y me gusta como decís gracias.- Él hacía alusión al jueguito entre ellos. Ella se apartó bruscamente, prefería olvidar las horas con él. Juntaba sus cosas en silencio y contenía las lágrimas. Un poco de tristeza y algo más de indignación. A las seis de la mañana en punto entregaron la llave del cuarto y se perdieron.

Un vaho caliente le golpeó el rostro. Le llegó, incluso, antes que el olor. Como si ese vaho hubiese intentado detenerla. Estaba a oscuras. Cuando accionó el interruptor, ya sabía que algo andaba mal. Victoria permaneció parada en el vano de la puerta de la última habitación, mientras sus ojos captaban una imagen que su cerebro se negaba a procesar. Todo estaba embadurnado de caca: paredes, colchón, cortinas, alfombra y baño. El estupor fue de tal magnitud, que las náuseas no llegaron sino unos minutos después. A su cuerpo le costaba acomodar las reacciones adecuadas a tamaño espectáculo. Todo el personal se hizo presente al escuchar su voz alarmada. Sus compañeros daneses reían con cierta indiferencia, hasta donde Victoria podía comprender. Sólo ella y su amiga miraban azoradas. Era dantesco, como presenciar un origen, el principio original, un asco. De todos modos, tuvo que poner manos a la obra. Ya acostumbrada al olor, lo más llamativo resultó la cantidad. Se preguntó si la habrían traído en un bolso y, si alguna vez, a alguien que hubiera trabajado en la limpieza de habitaciones le había sucedido algo así. El conserje aclaró que quienes estuvieron en ese cuarto no traían equipaje.

Los orígenes suelen ser incompresibles y oscuros, poblados de líquidos y membranas, puede haber fuego y rocas, sustancias perdidas, formas destartaladas y malolientes. Ese espectáculo tenía un gran toque primigenio y no acertaba a dar con la idea. Recordó películas, buscó relatos, conjeturó un “ella”, luego un “él”. Tomó la idea de niños y su juego con caca. Sabía de juegos sexuales con mermelada, sushi o jamón y queso y algo de una lluvia dorada. Nada encajaba con ese pandemónium. Las imágenes corrían por su cabeza a alta velocidad como si quisieran barrer, ellas mismas, esa “cantidad de excremento”. No llegaba a anudarlo con ningún antecedente de su vida. El quantum aún martillaba su cerebro. Las formas de la sustancia sobre el piso le hicieron adivinar que se habían revolcado hasta el cansancio. Lavó lo lavable, el resto sería cambiado. Su jefe se mantenía impasible, como si hubiese sido cosa de todos los días. Cuando todo estuvo listo, supo que emplearía los días de franco para sacar el hedor de su nariz y bañarse sin cesar. Su compañera la esperaba en la puerta de calle, traía rollitos de canela sobrantes del desayuno y la indignación pintada en el rostro. No hablaron de otra cosa. Al llegar al café de siempre debieron esperar por una mesa. Estaba lleno de melenas rubias y muchos cochecitos de bebés. Ni bien se desocupó una intentaron sentarse, pero el enchastre que habían dejado las desalentó al instante.

 

ALGO PERDIDO

Gratis, en danés se dice igual que en español: gratis.

Cansancio y excitación es una mezcla que podría augurar insomnio, sin embargo, un quantum importante de imágenes sueltas permitió soltar las amarras. Caminaba en un cuerpo de género indefinido, le costaba mover los pies y se desesperaba. Un enorme tanque de aguas oscuras permanecía muy cerca, alguien llamaba desde atrás y no podía darse vuelta. Le gritaban “gratis, gratis”, se sacaba unas pantuflas que le daban calor y le iban grandes. Se dio vuelta y una mujer le hacía señas como se le hacen a un avión en el aeropuerto. Cuando despertó, no sabía dónde estaba.

Aarhus, Dinamarca
Aarhus, Dinamarca

Hay momentos de los que se sale con marcas. No importa el lugar donde se esté. No alcanzan los acuerdos, los pagos y las súplicas, ni siquiera, el paso del tiempo. Son aquello que seremos, en parte. Puede que no tengan antecedentes y nos tomen desprevenidos: algunos lo llaman trauma. A veces, lo es. Por suerte, están las palabras, seres alados que otros llaman ángeles. A veces, lo son.

 

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