Ausencias: sobre el clásico de fútbol en Salliqueló.
Por Cecilia Miano
CANCHA NUNCA ESTADIO
En Salliqueló, casi desde su fundación, los clubes aparecieron como los pobladores, como al descuido, sin pensar mucho. Llegaron desde distintos países y se resistieron al impacto de vivir en la pampa árida, casi sin nada. Así, primero apareció el Club Newbery y, poco después, el Atlético Cecil A. Robert. Desde ese entonces, sus colores visten el pueblo pero, por sobre todas las cosas, visten la cancha de fútbol. Digo cancha, claro, porque acá nadie usa la palabra estadio…
Los jugadores, en general, son los chicos del pueblo que, casi como si lo heredaran en el código genético pertenecen al rojo o al verde, dos mundos en paralelo.
Los newberistas son los hinchas que contaron con los socios más adinerados del pueblo, aunque el club se construyó con el esfuerzo de quienes pusieron su trabajo para recaudar fondos en pos de mucho que se propusieron. El sello de los verdes es el esplendor. Les gusta sentir que es el club donde todo se puede. Verdes son los roberistas, los luchadores por definición. El club es un lujo hecho, también, con el esfuerzo de todos los socios. El amor es camiseta, pertenencia y eso hace crecer las instalaciones y las pasiones.
MAGOS ROJOS
Y ya que hablamos de pasiones, vamos al asunto hinchadas. En los rojos, el color de la camiseta se cuela y se hace sangre, un sentido más de vida. La cancha es un ejemplo de esfuerzo a pulmón. Y, cuando los pulmones se cansan, las maquinarias hacen lo suyo. El césped, los vestuarios, la sede social, el gimnasio, las fotos inundan de memoria el presente y lo hacen desear.
Y cómo no mencionar la fiesta del día de los reyes magos, que este club organiza hace más de treinta años. Allí, los monarcas llegan en caballos, con trajes de ensueño y un pesebre viviente. Por supuesto, entregan regalos. Todos en el pueblo esperan y celebran en la cancha. La fiesta es tan masiva, que ningún niño se queda sin recibir un golazo de ilusión.
GALERÍA VERDE
Por su parte, el espíritu de los newberistas consiste en estar siempre en lo más alto. Ellos son de los que rivalizan con orgullo y sin miedo. Lo atestigua la galería de trofeos y recuerdos fotográficos, en el hall de acceso al salón de fiestas. El magnífico salón desprende verde y blanco desde el piso. La vista asciende desde ahí hasta el escenario, vestido con la prestancia de un altivo telón, siempre dispuesto a la fiesta
LA ESCUELA DE LA CANCHA
El plantel de fútbol siempre ha sido lo más importante en los dos clubes. Es la disciplina más destacada, la más seguida y, en los últimos años, crece cada vez más el fútbol femenino, sobre todo, en el Robert.
Las canchas están separadas por dos cuadras, donde se emplazan los colegios más importantes del pueblo. Es decir, que a la pasión por educar atraviesa cuatro cuadras mágicas.
El encuentro más importante en el campo es el clásico: Newbery-Robert, o, al revés, según el tinte de la mano que lo escriba. Más allá del lugar de cada equipo en la tabla de posiciones, el orgullo de ganar un clásico importa casi más que el campeonato.
El sábado juegan las categorías inferiores para dejar el domingo como plato fuerte. Ahora, el domingo se prepara desde mucho antes que empiece el partido. Los contrincantes se encuentran en la cancha después de compartir asado el viernes y, el día de la contienda, el madrugón es para hacer la previa al partido conformados como equipo. Pero, ¡atenti!: El Newbery puede salir campeón. El Robert quiere ganar para salvar el orgullo de todos los clásicos. La cancha es la del verde, con su césped – alfombra mágica, inusitada para el mes de junio. Abre la jornada futbolera el Senior, un equipo con jugadores de más de 39 años que despuntan las ganas de jugar en una categoría hecha a medida. El físico, la cabeza, los compañeros, los sonidos de recuerdos, las piernas listas para los toques y los golpes, la ropa dispuesta a acompañar el movimiento con destreza pero, por sobre todo, con corazón.
LA ROJIVERDE
La tensión está en el aire. Los autos llegan a la cancha para encontrar un buen lugar en las cocheras, un espacio imaginario, porque no están delimitadas por nada. Pero todos saben dónde estacionar, quiénes serán sus vecinos de cochera y dónde dispondrán las sillas para tomar mate.
La hinchada roja es la más bochinchera, los simpatizantes se destacan por ser intensos en los cantos, hábiles para encontrar rimas y se muestran muy unidos. De visitantes, se ubican en la tribuna -por así decirlo, porque no existen las gradas- del lado izquierdo, visto desde la entrada. Enfrente se ubican los newberistas, muchos autos, mucha bandera verde y blanca.
Los verdes son la hinchada por herencia de quien, de ahora en más, llamaremos “La Novia nueva”. Ella hoy tiene una expectativa diferente, su amor juega el clásico… pero para el rojo. Ella vio el esfuerzo en los entrenamientos, la dieta, las horas previas, el dolor de panza, el sueño liviano, las ganas a pesar del frío. Así las cosas, la tensión del clásico no es nada en comparación con lo que cincha en “La novia nueva”. Una novia puede ser la hinchada en muchos lugares pero, a la hora de un clásico, es difícil pertenecer a un equipo y tener que ir a alentar al contrario.
LA RUBIA ES NUESTRA
La hora de entrar a la cancha se hace difícil. ¿Dónde es su lugar?, se pregunta “La Nueva novia”. ¿En medio de una hinchada desconocida y amable para el jugador novio o en la comodidad de los verdes? Las cosas, finalmente, las decidió el azar. La entrada la encontró con una pareja de jóvenes conocidos a quienes les pidió ir con ellos en la camioneta. Así llegó ella, a un lugar donde el verde brillaba. Los jugadores rojos se preparan. El silbato anuncia el comienzo del clásico del Senior. La cuestión es que “La Nueva novia” necesita de ayuda para ubicar a su jugador. El “perro”, el hincha más picante del verde, lo ubica, mientras casi relata, al mejor estilo profesional, las jugadas para la novia. El amor por el fútbol hace esas cosas, que el “perro” diga que Roberto juega muy bien a la pelota.
El joven con quien la novia entró a la cancha también hace las veces de relator. Roberto le pegó al 10. Ahora corre por el lateral. El árbitro le sacó una amarilla… y todos los pormenores del partido llegan a oídos de la azorada “Novia nueva”, a modo de diccionario bilingüe: así la novia podrá disfrutar desde la camioneta verde, con los ojos puestos en el 19 del rojo.
Sin embargo, ella sólo miraba a su amore. Las medias coloridas la ayudaban a seguir cada paso. Sin dudas, él juega muy bien. Los comentaristas lo confirman. Y, mientras el partido toma su ritmo, la camioneta preparada para los clásicos se transforma en una especie de fábrica de escenografía futbolera. Los globos verdes se inflan con un compresor y la novia, en su espíritu cooperativo, ayuda en el atado.
El entrenador del verde pasa y saluda con alegría a la Nueva novia, quien le ruega que no anuncie a su novio su ubicación en la cancha. Como si fuera sordo, ni bien ella termina de formular su reclamo, el entrenador corre para gritarle al jugador/novio, que La Novia nueva es del verde, que ya la tiene de su lado y que juegue tranquilo…
LA VENDETTA
Los globos explotan, los ruidos atraen las miradas de los hinchas verdes y rojos. La Nueva novia se pregunta qué efecto causará en el jugador/novio su posición en la hinchada. Él sabe que ella viene a alentarlo, pero estar en el lado opuesto a su rojo es, por lo menos, raro.
Pero no hay tiempo para especulaciones. El hechizo de la fuerza roja llega hasta ella. En un movimiento ágil, se toca los ojos -primero el izquierdo, luego el derecho- y… algo tenían esos globos o algo hay suspendido en el aire o vaya saber qué. La cuestión es que, en menos de dos minutos, los ojos claros de la novia se nublaron con lágrimas espontáneas. El dolor se presentó tan agudo, que el “perro” debió acompañarla hasta una canilla para lavarse. La cancha ahora se ve borrosa. Su amor, con el 19 en la camiseta, se pierde.
Por suerte, el entretiempo parece dar un respiro. Una vecina de cochera la llama y, entre la conversación, aparece el rojo en los ojos de la novia. Los globos, el césped y las banderas colgadas no pudieron con su afán por mostrar cuál es su verdadero amore: la irritación es roja. Para colmo, un tiempo más, y serán los verdes los ganadores. Y ella, ni un poquito colorada, salvo por alergia feroz, una revancha del color que recién se aliviará con los días, para permitirle escribir esta nota.
Un clásico es un encuentro, como el que, cada dos meses, propone el anartista.