Ausencias: sobre esencias y trascendencias.

Por Lourdes Landeira

 

MENOS NO ES MÁS

“Cada palabra que escribo me restituye a la ausencia por la que escribo lo que no escribiría si te dejara venir aquí”

Alejandra Pizarnik

Filosofía-feministaLas cosas ya no son definidas por una esencia cualitativa –el hombre animal racional- sino por una potencia cuantificable”. La cita pertenece a Gilles Deleuze y está extraída de una de sus famosas clases sobre Baruch Spinoza.  No importa la cantidad, sino la calidad, es un dicho popular con el que muchos hemos crecido. Algunas veces con la impertinente presencia de ese pájaro que nos picotea con tenacidad; otras, mientras hacemos fuerza desde el silencio o desde una fingida amnesia. ¿Hay algo más presente que lo ausente?, me pregunto en línea con el saber popular. Para comenzar a deslizar alguna respuesta, creo que el debate cualidad – cantidad es casi tan estéril como el del tamaño. Nada dice en abstracto, todo importa en su modo de ser y componer en cada circunstancia particular. Quizás, la prevalencia de la cualidad por sobre la cantidad sea otra de las máximas berretas con las que el capitalismo roba nuestro tiempo y lo pone al servicio de su monstruosa obscenidad sin límites, aunque no infinita. Que para eso también estamos aquí y ahora, para resistir y oponer nuestras mínimas, por ejemplo, desde un texto. Desde una hoja que fue primero pura ausencia de contenido y, a partir del movimiento de los dedos sobre el teclado y el devenir de algunas intuiciones, se empieza a poblar. Aun así, el plano nunca se llega a cubrir por completo. El vacío se pronuncia fuerte en los espaciados anchos y se comprime en los párrafos extensos. ¿Habrá alguna esencia, no trascendente pero instantánea, en lo ausente? Una primera connotación de la palabra remite a la tristeza de una pérdida. Sin embargo, si de perder esencias cualitativas se trata, la alegría se manifiesta y se potencia con intensidad.

 

OJOS POR OJOS

“Mamá, no estuve ahí para cubrir tu cuerpo, y no tengo más que palabras –palabras de una lengua que no comprendías- para cumplir con lo que me pediste. Y estoy sola con mis palabras, con estas pobres frases que, sobre la página del cuaderno, tejen y retejen la mortaja de tu cuerpo ausente”

Scholastique Mukasonga

Spinoza decretó la inexistencia de verdades trascendentes, inmutables e indestructibles allá por el siglo XVII. Además de pensar, el hombre pulía lentes en un momento de gran auge de la óptica. Hoy, los anteojos son moneda corriente, los hay más o menos caros, modernos, sofisticados. Pero, quien ve reducida su vista puede acceder a ellos para alcanzar la definición que un patrón de medida estipula como el modo adecuado de ver. Sin embargo, aunque los seres humanos habitemos el mismo planeta al mismo tiempo, las cosas pueden ser muy distintas según de qué lado de la historia nos encontremos. En Ruanda, por ejemplo, según cuenta la sexagenaria, Scholastique Mukasonga, en “La Mujer descalza”, cuando era niña, ella y sus hermanos estaban familiarizados con los anteojos ya que su padre tenía un par que solo usaba para leer la Biblia. En la aldea donde vivían, se creía que tal objeto era de uso exclusivo de los misioneros y que, con ellos, podían leer los pensamientos y los pecados que intentaban ocultarse en el fondo de las almas. Spinoza, por sus dos profesiones, supo que eso no era posible, primero y principal, porque no creía en el alma entendida de ese modo, sino en un universo infinito que comprende todo lo que existe, incluso el hombre – y a la mujer, agrego- con sus dos atributos: la exdetalle patria en btensión (el cuerpo) y el pensamiento. Además, porque las afecciones posibles entre las personas, digamos un misionero y un tutsi –pueblo ruandes desplazado de su territorio y condenado al desierto en la década del sesenta- no estaban condicionadas por ninguna esencia de cada quien, sino por el modo que, entre ambos, en un momento particular, componen relaciones. Más cerca nuestro, un Borges devenido no vidente vislumbró la vastedad del pensamiento del filósofo y con plena consciencia de lo inabarcable, lo hizo poema: Libre de la metáfora y del mito / labra un arduo cristal: el infinito / mapa de Aquel que es todas Sus estrellas. 

 

TRIPLETA

“Madre, madre, ¿quién separa tu sangre de la mía?, / ¿qué es eso que se rompe como una cuerda tensa golpeando las entrañas?,/ ¿qué gran planeta aciago deja caer su sombra sobre todos los años de mi vida? / ¡Oh, Dios! Tú eras cuanto sabía de ese olvidado país de donde vine, / eras como el amparo de la lejanía, / como un latido en las tinieblas. / ¿Dónde buscar ahora la llave sepultada de mis días? / ¿A quién interrogar por el indescifrable misterio de mis huesos?”

Olga Orozco

Ahora bien, mientras en la hoja se contornea un dibujo multiforme, algunas palabras pujan por desprenderse del papel y volver a sonar. Inexistencia de esencias que determinen verdades trascendentes dice el apartado anterior. Puede quien lee recitar una bonita fórmula, seguir de largo y secuenciar tiempos. O puede parar el reloj y explotar de sentido el espacio que ocupa; despojarse del mandato moral que impone preconceptos y todo juzga desde su altar o investirse del devenir de una ética, por fuera de la competencia de un –o varios- seres superiores.

¿Cuál sería una aplicación práctica de este modo de ser? “La Voz de la Mujer” fue una publicación anarco comunista que circuló en Buenos Aires entre 1896 y 1897. “Aparece cuando puede y por suscripción voluntaria”, decía en la portada. Pudo 9 números y contó con voluntades con nombre propio que se publicaban en la última página. El Vizconde Bragelone aportó 0.40 para la primera tirada. Una que capó a un fraile, 0.50; Un lustrador que quiere lustrar con sangre burguesa, 0.20. Otra que vivía a disgusto, 0.25, nombres que aparecen en los sucesivos números entre costureras, curas, enamorados, la que se iba a matar con las cadenas del matrimonio y sigue la lista.

NOSOTRAS

A VOSOTRAS

———

Odiamos

a la autoridad

porque

aspiramos

a ser personas

humanas

y

no máquinas

automáticas

o dirigidas

por la voluntad

de “un otro”, se llame

autoridad,

religión,

o con cualquier

otro nombre.

El extracto anterior fue parte del número 4 de  ”La Voz de la Mujer”. La idea y ese cualquier otro nombre se hizo concepto en una consigna que continúa vigente: Ni Dios, ni patrón, ni marido. Al parecer, la expresión surgió de una adherente al periódico feminista. ¿Quiénes serían las nosotras y vosotras de aquella Buenos Aires colmada de inmigrantes europeos, que hacinaron en conventillos sus sueños de prosperidad? El censo de 1898 da cuenta de unas 66.000 mujeres registradas en la industria textil, en la cocina y en el servicio doméstico. La mitad de ellas eran inmigrantes. A su vez, apenas el 50% de las mujeres que vivían en la ciudad tenía algún nivel de alfabetización.

1_l2FejpBBZEJayc3lbsKNawEn el 1997 la Universidad Nacional de Quilmes editó 8 números de «La Voz de la Mujer»- la 6ta entrega nunca fue encontrada. En el prólogo, la socióloga feminista pakistaní, Maxine Molyneux, destaca que “la historia del feminismo anarquista en la Argentina nunca ha sido escrita”. A su vez, su lectura da cuenta de la disputa al interior del movimiento entre la prevalencia de la lucha liderada por los varones y los reclamos de liberar a las mujeres de las opresiones que sufren por su condición de tales. Las redactoras se pronunciaban a favor del amor libre, reclamaban que las mujeres recibieran la misma paga que los varones y denunciaban los abusos de los curas. El aborto no llegó a ser una proclama, aunque ocupó varias líneas. Sobre todo, bajo el eje de la hipocresía.

Habían pasado más de 200 años desde que Spinoza pensó y teorizó sobre un universo horizontal en constante variación de relaciones, donde  el único movimiento es el cambio mismo. Transcurrieron más de 100 desde aquella publicación feminista hasta la marea verde de nuestro aquí y ahora. Cualquier semejanza en las consignas es puro devenir de idas y vueltas en nuestro infinito actual.

 

MUCHO MÁS QUE DOS

«Es el verse rodeado / del doble movimiento de las cosas / como si en vez de andar, fuera uno sentado / en una hamaca siempre balancéandose: / el futuro te empuja entre vigas al aire / y otras también al aire / te empujan hacia atrás / con un golpe de herrumbre”

Circe Maia

Retomo ahora la clase de Deleuze citada al inicio y recorto de allí otras líneas: “Cada uno de nosotros es una cantidad, pero ¿de qué tipo? Ver a las personas como cantidades, como paquetes de potencia, es una visión del mundo muy, muy curiosa, muy nueva. Pero hay que vivirlo. Si lo dicen, hay que vivirlo”. Una vez más, podemos leer y seguir de largo sin afectarnos, rechazar la fórmula de plano – ¿quién quiere ser un paquete tal como lo conocemos?- . O indagar de qué tipo de cantidad y de paquete habla el filósofo. Hasta donde me animo a esbozar, creo que se trata de una cantidad que no se define por una adición, sino por una magnitud, una intensidad móvil dentro de un paquete de contorno oscilante, un territorio dinámico que se moldea toda vez – y lo hace siempre- que se continúa en otros y otras, con quienes se engorda o adelgaza según la ocasión.

lucha-de-clases-1Entonces, cuando copamos las calles al grito de Ni una menos, cuando desbordamos pueblos durante los Encuentros Nacionales de Mujeres, cuando pintamos el Congreso de verde, hacemos cuerpo. Y nuestra finitud y extensión se magnifican en lucha, potencia y deseo infinito.

Paralelamente, sobrevienen inquietudes. Si los varones pueden o no participar de las marchas, si los Encuentros deben llamarse Nacionales o Plurinacionales, si de ellos pueden participar personas transgénero. Aun hoy, tras largas décadas de batallar que no hay una esencia femenina dada por lo biológico, ninguna que confine a las mujeres a roles específicos – No se nace mujer, se hace-, hay grupos que pretenden que mujer = vagina originaria.

Si el aborto debe ser consigna del próximo Encuentro es otro debate actual. Que sí, dicen algunas. Que no, dicen otras, porque excluye a las mujeres que no están a favor de la legalización. No es fácil saber cuál es el punto de choque que nos coloca en multitud potenciante o en masa estática. La búsqueda continúa; a falta de dios, de patrón y de marido, la exigencia es de creatividad perpetua.

 

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