La lucha: sobre las secuelas que dejó la dictadura en la familia Cerutti de Mendoza.

A la memoria de mi abuelo, Horacio Cerutti Giacchino.


Por Valeria Roig Cerutti

DE GUAYABAS A ALFAJORES

Veo una cucaracha atravesar la pared. Ante todo, me da asco. Luego vuelvo a observarla y recuerdo que, a los kirchneristas militantes, nos decían «Kukas», de modo despectivo. Así las cosas, ya la cucaracha me simpatiza y  casi logro tenerle cariño. Además de identificarme con ella, siento que también soy una sobreviviente. Como la cucaracha, tuve que encontrar estrategias para zafar y que no me aplastaran hasta morir. Por todo esto, dejo al insecto ir al balcón. Más que dejarla, la llevo con la palita de la basura, porque ya me parece importante ser solidaria con esta kuka: somos hermanas en este mundo lleno de violencia y patas peligrosas.

Aún recuerdo el Cotopaxi, el volcán más alto de esta América, que vigila -junto al Pichincha-, los cerros de mi ciudad, Quito. Sabor a cocadas, empanadas de verde, llapingachos, mangos y bananas. Siempre que se pueda y con mucho cilantro, aquellos sabores andinos me llevan directamente a la primera infancia. Llegué a la Argentina en 1984 y con 7 años. Venía del exilio de mi familia en Ecuador. Quito fue sol, luz, mucha salsa y entrañables amigos. Ya en Buenos Aires, quizás por el aire melancólico del tango, por el dolor de los que ya no estaban o ni sé bien qué, vi a mi mamá encontrarse con su historia familiar y comenzar a luchar y luchar, muy duramente, para sobrevivir a las terribles consecuencias que dejó la trágica noche de la dictadura.

Para poner en contexto: mi mamá, Mónica Cerutti, es una de las nietas de Victorio, desaparecido en Mendoza en enero de 1977, a manos de un grupo de tareas de la ESMA, chupadero a donde fue trasladado. Finalmente, mi bisabuelo fue ejecutado en un vuelo de la muerte y hoy es uno de nuestros 30.000 desaparecidos. Vitorio Cerutti, junto a Josefina Giacchino, tuvieron cuatro hijos: mi abuelo Horacio (el mayor), y mis tíos abuelos: Jorge, Malu (única mujer) y Juan Carlos (alias Buby).

Pero volvamos a mi madre, Mónica, quien en su juventud fue militante de la JP en su facultad de filosofía y letras de la UNCuyo. Eso, hasta ser expulsada por su participación política, el 30 de marzo de 1976. Mi abuelo materno, Horacio Cerutti, formó parte del gobierno progresista de Martínez Vaca en Mendoza. Después de 1975, se radicó en Buenos Aires, donde cayó preso, fue torturado y luego estuvo detenido en Devoto, como preso político a disposición del Poder Ejecutivo. Los golpes que mi abuelo sufrió en la cabeza le traerían más tarde un tumor cerebral. No fue el único preso político de su familia: su padre y su cuñado (marido de Malu) están desaparecidos. Horacio logró salir del país a finales de 1976 y partió al exilio. Primero, en Ecuador. Debido al Plan Cóndor, debió pedir ser refugiado político. Y así llegó, en 1978, junto con mi abuela Ingrid y sus hijas menores (Diana y Andrea), a Canadá.

Mi mamá tenía solo 23 años cuando yo nací en Quito. Con mi padre, decidieron quedarse en Ecuador y criarme cercana a la familia Roig, mi familia paterna.
A partir de mi primer año de vida, mi madre se quedó sin su familia. Y eso ya sería así para siempre. Hasta acá, la historia heredada.

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Horacio, su esposa Ingrid y sus hijos mayores: Horacio, Monica y Diana .

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La cucaracha en el balcón camina por un borde. Mientras recorre las plantas, la observo posarse sobre Abuelos y Omar2una maceta. Pienso, quizás, podamos convivir ella y yo. Casi diría, me gustaría hacerme amiga de la cucaracha, para conocer qué se siente ver a seres gigantes rodearte y siempre, casi sin excepción, con intenciones de matarte. Resulta que los primeros fósiles de estos bichos tienen unos 355 millones de años. Su nombre científico es Blattodea. Me encanta ese nombre, así he de llamar a mi cucaracha. Ella prefiere la sombra al sol, es omnívora y capaz de soportar dosis de radioactividad, seis a quince veces superiores a las de los seres humanos. Y lo mejor de todo -seguro Kafka lo tuvo en cuenta en su “Metamorfosis”- la cucaracha vive en comunidad y, entre ellas, se respetan mutuamente.

 

 

                                                                                                    Victorio Cerutti y Josefina Giacchino en Casa Grande.

A partir de este punto, voy a narrar hechos que sí recuerdo personalmente por ser testigo presencial de esta historia, trascurrida de manera íntegra, durante la democracia argentina. Todo comienza con la llegada a Buenos Aires, en 1984, donde la prima hermana de mi madre, María Josefina Cerutti -alias Marijó-, nos ayudó a comprar nuestra casa. Y yo comencé a ir a la misma escuela primaria donde iba la prima hermana menor de mi mamá: María Eugenia Cerutti.

Por ese entonces, estos Ceruttis, -hijos de Jorge-, pasaron a ser la familia cercana de mi mamá. Una familia, como no había tenido en Ecuador. Fue por esa época cuando mi madre comenzó a contarme la historia de su niñez y de su adolescencia en Mendoza y cómo había sido la vida de su familia antes de la dictadura en la Casa Grande, la finca y la casita allá en Chacras de Coria.

Para mi sorpresa, también conocí a mi bisabuela Josefina: mi madre y yo íbamos a verla muy seguido, porque mi mamá la adoraba. En esas visitas, me encontré al tío menor de mi madre, Juan Carlos -alias Buby-, quien era abogado y participaba de los juicios a las juntas. Todos ellos habían estado exiliados en México. Este tío nos llevó en su auto a nuestra casa de la calle Cabello, una de las veces que visitamos a su madre, mi bisabuela. Era un hombre oscuro que no sonreía por nada, siempre frío, distante. No le interesaba ser afectuoso con mi madre.

A finales del año 1986, mi abuelo Horacio Cerutti llegó a Buenos Aires. Teníamos la idea de que mis abuelos vivieran con nosotras. Mi madre estaba feliz, yo también.
Mi abuelo, con solo 60 años, tenía el tumor en el cerebro, inoperable, su sueño era quedarse en Argentina. Yo estuve presente cuando se reencontró con su madre, mi bisabuela: los dos lloraban abrazados, hacía diez años que no se veían. Fueron horas, de los dos conversando, y cada tanto se abrazaban fuerte.

Pasamos días muy lindos con mi abuelo en casa, pero Juan Carlos Cerutti se encargó de arruinar nuestra fiesta. Le hizo llegar a mi madre un rumor: según él, aún en democracia, mi abuelo podía volver a ir preso por temas pendientes de la dictadura: en su condición de salud, eso hubiera sido aún más terrible.

Aterrorizados, los hermanos de mi madre -exilados para siempre en Canadá y México- se enojaron mucho con mi mamá. Mi abuela Ingrid vino a rescatar a mi abuelo Horacio, cuya tristeza era tan grande, que ya sería irremontable para siempre. Sobre llovido, mojado: tener que regresar a Canadá agravó su salud y mi abuelo murió en el mes de septiembre de 1987.

Aún guardo en mi recuerdo su mirada azul cielo, su sonrisa hermosa y su mano cálida cuando me llevaba a la plaza a jugar. Y doy gracias por esos días vividos con él, cuando pude conocerlo y compartir jugadas de chinchón junto a mi bisabuela Josefina, en el Hotel Castelar, donde ella residía entonces.

Sin embargo, mi cumpleaños número 10, en marzo de 1987, fue uno de los más tristes de mi vida. No puedo describir la terrible tristeza de mi mamá. Su dolor era tan profundo como el increíble amor que ella siempre había tenido por sus padres, en especial, por Horacio.

EL BESO DE LA AVISPA

Blattodea, inmóvil, se esconde en la sombrita de la maceta de malvones que traje de Mendoza. Está tranquila. Entre sobrevivientes podemos entendernos. Ella es ciega, además prefiere desarrollar su actividad de noche y pasa la mayor parte de su vida en una pequeña cavidad.

IMG_6111Casa Grande 2014. Foto: Valeria Roig

Así trascurrió mi tiempo en la escuela primaria. En 1990, llegué a la secundaria. La Argentina y todas estas tristes historias me hicieron creer que la memoria, la verdad y la justicia eran utopías. La ley de obediencia debida y el punto final que instauró el propio Alfonsín, sumados a los indultos de Menem, me dieron la sensación de que la impunidad había venido a quedarse para siempre.

En 1992, murió mi bisabuela Josefina, cuando yo tenía 14 años. Y, al año siguiente, falleció el tío abuelo, Jorge Cerutti, padre de Marijó, Jorge, Fabiana y María Eugenia.
Así las cosas y con los muertos fresquitos, Buby, a través de poderosos contactos en el gobierno menemista, se declaró único heredero de la reparación que el Estado Nacional haría a los familiares de Cerro Largo S.A. Alegó que no sabía dónde estábamos los demás, entre otras mentiras nefastas. Y, en ese tiempo de 1 a 1, Juan Carlos Cerutti y sus hijos cobraron 12 millones de dólares.

Mi madre, junto a su prima hermana, Marijó, se movieron y casi logran algo de justicia, pero Juan Carlos Cerutti, antiguo militante setentista y abogado con gran influencia en el menemato, logró la impunidad total. Así, después de la tragedia que volcó sobre nosotros el grupo de tareas del Almirante Massera, nuestro propio pariente -el hermano menor de mi abuelo- nos volvía a saquear.

DESPUÉS DEL TERROR: HORROR

Blattodea abre las alas, vuela sobre las plantas y va hacia otro rincón hasta encontrar una pequeña grieta, donde decide meterse. Ahora sí, desaparece.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA Chacras de Coria, Casa Grande, Mendoza. Foto: Valeria Roig

Las noticias llegaron a la familia que se había quedado en México, y allá estaba Malu, la única hermana mujer de Buby. Además, Malu había sido la mujer de Omar Masera Pincolini, también detenido-desaparecido, junto con Victorio Cerutti, en 1977.

A la tía Malu, no le importó la justicia, rápidamente viajó a Buenos Aires, se reunió con su hermano menor Buby -el monstruo-, y como jamás se sumó a los juicios contra Buby, y además nunca preguntó por la suerte de sus sobrinos, entendemos que ella sí logró cobrar una suma de dinero que le permitió vivir muy bien en Madrid hasta su muerte.

Hasta acá, los descendientes de mi abuelo Horacio y  mi tío Jorge entendimos que ni a Malu, ni a Juan Carlos (Buby) les importaba en nada qué sería de los herederos de sus propios hermanos Horacio y Jorge.

Muchas veces, mi bello hijo Luciano me pide que le cuente cuentos de terror. Un día pensé: podría contarle lo que nos ocurrió, el horror de un grupo familiar víctima de la dictadura que se volvió victimario de miembros de su propia familia. Pero me pareció demasiado tétrico para su corta edad.

Los crímenes del terrorismo de estado no prescriben, pero estos robos familiares, sí. Más, cuando la impunidad y los contactos políticos hicieron que el Dr. Juan Carlos Cerutti y su hijo, también abogado, tuvieran cada vez más vínculos en el poder político y asegurasen así su impunidad, incluso hasta hoy.

ESTOCADA AL ALMA

Blattodea es capaz de sobrevivir más de un mes sin agua, si necesita, puede absorber la humedad del ambiente con su cuerpo. Sus antenas, en contacto permanente con diversas superficies, son de suma importancia para detectar vibraciones y cambios de temperaturas, entre otras cosas.

Sin título-3 copiaFoto de familia en Casa Grande. Década de 1960.

Transcurrió no solo la secundaria, sino también el tiempo de mis inicios profesionales en cine y comunicación. Ya era el año 2006, mi madre siguió los juicios, siempre en la idea de que lograría hacer justicia junto a su prima Marijó. Pero lamentablemente llegó otro día oscuro para nosotras: en el año 2006, Marijó, junto a sus hermanos, y detrás de la tradición familiar de Buby y Malu, decidió negociar con el Dr. Juan Carlos Cerutti junior para cobrar algo de la fiesta y traicionar a mi mamá. De ese modo, tomaron su dinero y cerraron el único juicio que podía haberse ganado con tiempo.

La gran pena de perder para siempre a toda la familia Cerutti en la Argentina fue esta vez no solo un espantoso dolor para mi mamá, sino que yo también sufrí y entendí qué era la traición familiar. Desde entonces, tengo la certeza de que, para estos parientes, el dinero es más importante que los afectos y que la justicia.

SURCAR VIEJOS SENDEROS

Blattodea recorre cientos de metros de tuberías, persigue con su olfato una gran cavidad bajo la vereda donde habitan montones de cucas. A paso veloz por las tuberías, avanza en círculos, para descender. El ruido de la calle no altera su camino. Sabe que va al encuentro de su comunidad.

Con este panorama, me fui a vivir a Mendoza, entre los años 2009 a 2017. Soy la única sobreviviente de la familia Cerutti que se animó a vivir en esa provincia, luego de la tragedia iniciada en 1977. Para mi madre era muy difícil siquiera ir a visitarme ahí. Mónica mantuvo su residencia en Buenos Aires.

actojuntafirmasmarzo2010 Mónica y Valeria. junto a compañeros de organismos DDHH de Mendoza. 2010.

Mendoza significaba para mí infancia de largas vacaciones de verano e invierno en casa de mis abuelos paternos, el cariño por largos paseos en las montañas y el río, comer sandías y jugar en las acequias durante la siesta. Entonces, todo parecía más lindo. Al quedarme en la provincia en forma permanente durante nueve años, entre sus calles y su gente, pude comenzar a entender el dolor de mi mamá y dimensionar todo lo perdido.

Para entonces, sabía que nunca veríamos un peso de la legítima herencia que nos robaron dos veces, pero sí había posibilidades de reivindicar a mi abuelo Horacio y a mi bisabuelo Victorio. Por eso tomé la decisión de sumarme a luchar con los compañeros mendocinos, que habían tenido otras terribles historias durante la dictadura.

muralpormemoria                  Mural realizado junto a Azul Mendez , Silvia Bove y niñes de la escuela pública Teresa O´Connor.

Milité junto a los organismos de derechos humanos de Mendoza para lograr la señalización de los sitios de memoria y para lograr que, en 2011, se iniciara el primer juicio de lesa humanidad de la provincia.
También trabajamos para juntar más de mil firmas a favor de la expropiación de la Casa Grande, donde fue secuestrado Victorio para ser transportado a la ESMA.
Participé de murales, radios abiertas, y charlas en Chacras de Coria y otros lugares de Mendoza.

En 2011 y con el apoyo de los cumpas de Mendoza, conseguimos que el Concejo Deliberante de Luján de Cuyo cambiara, por resolución municipal, el nombre al barrio Will-Ri, por el nombre de Barrio “Casa Grande”. Para lograr todo esto, mi mamá y yo militamos, pusimos el cuerpo, fuimos y vinimos. El apoyo principal fue el de integrantes de familiares de detenidos por razones políticas -entre ellos, Nino Bonoldi, Sara Gutiérrez, Virtudes Della Santa- así como de algunos amigos de HIJOS- Mendoza: Mauricio Bustamante y Pablo Contreras.

IMG_0726                                      Concejo Deliberante de Lujan de Cuyo 2011.

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A esto hay que sumar el gran trabajo social y cultural, en Chacras de Coria, del colectivo cultural “Chacras para todos”, ahí conocí a una gran amiga Silvia Bove, quien junto a todo su grupo bello de vecinos solidarios y hacedores de memoria, nos acompañaron y nos dieron la fuerza y el impulso para seguir batallando en esa sociedad conservadora y hostil que aún hoy es Mendoza.

IMG-20191105-WA0033                                        «Chacras para todos» y la visita de Osvaldo Bayer, en 2011

Ya en 2012, participamos de la realización de un documental para la serie “El Interior de la Memoria 2”, dirigida por Pablo Torello y producida por el Centro de Producción Audiovisual de la Facultad de Periodismo y de la Universidad Nacional de La Plata.

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20191213_113724_2                         Plaza de Chacras.En 2012, militando por Casa Grande con jóvenes de La Cámpora.

Siempre con el apoyo de Marita Perceval y por iniciativa de Anabel Fernández Sagasti quien era diputada nacional en 2012, iniciamos el trabajo para que se sancionara la ley nacional en pos de un sitio de memoria en “Casa Grande”. Y se logró, al menos, sancionar la ley.

DSC01279                             En la presentacion del proyecto de ley. Secretaria DDHH de la Nacion Agosto de 2012.

DSCN5198              Secretaría de DDHH Nación 2012. Monica Cerutti junto a Marita, Anabel FS,Fresneda, y Paco Pérez.

 

Las secuelas de aquello que vivimos con el terrorismo de estado son muchísimas: yo vi a mi madre luchar toda su vida contra las terribles marcas que dejó en ella no tener familia, contra la impunidad de la justicia argentina, contra la tristeza de la traición intrafamiliar. Cuando le tenga que contar cómo termina esta historia a mi hijo Luciano, le hablaré de su abuela Mónica, del valor de ir como el Quijote, en soledad, contra los molinos.
Hemos de recordar a los Cerutti, descendientes de mi abuelo Horacio. A los demás, trataremos de olvidarlos, no los volveremos a ver. Solo nosotros, los descendientes de Horacio Cerutti Giacchino, no vimos un peso de la legítima herencia que nos correspondía. Mi madre Mónica, en 2017, logró ganar el juicio contra el nefasto tío Buby, pero él ya tiene testaferros poderosos y eso hace imposible cualquier cobro.

Si algún día existe “Casa Grande” como centro de Memoria, espero que también cuente esta parte de la historia.
Les agradezco profundamente a mi abuelo, Horacio Cerutti Giacchino, y a mi madre, Mónica Cerutti, haberme enseñado el valor de ser una militante por los derechos humanos y entender en profundidad qué significan las palabras: Memoria, verdad y Justicia.

Me siento bajo la luz de la luna llena, en mi balcón. Blattodea se sube a mi pierna, ya no me da asco: la acaricio. Los sobrevivientes merecemos un momento de paz. Merecemos dejar de sentir tanto dolor y conocer un poco de qué se trata la tenue alegría de la vida.

 

Foto portada: Horacio Cerutti Giacchino y sus hijos mayores: Horacio, Mónica y Diana.

https://www.losandes.com.ar/article/la-casa-grande-de-chacras-una-mansion-que-sera-museo

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