La Queja: Sobre los chats grupales de WhatsApp
Por Carlos Coll
LOS ESTADOS DE POTENCIA
El tiempo nos arrasa y, muchas veces, no somos capaces de reaccionar. Una llamada telefónica perdida nos trae a la realidad y concientizamos la ausencia. Entonces se nos plantea la posibilidad de establecer contacto, sin estar unos frente a los otros. Ahí vamos y generamos un grupo de WhatsApp.
El inicio es genial: palabras, dichos, poemas, cuentos, comidas. Hasta podemos escuchar los distintos tonos de voces con sus inflexiones y emociones. Así nacen “Los lindos y nuestras narraciones”, “Amigos de la secundaria”, Veinticinco años de recibidos”, entre otros.
«Luces y sombras de Amsterdam», de Leonied Afremov
El asunto va bien hasta el momento en que comienza la oscuridad de las palabras y el tedio. Y, entonces, perdemos lo personal para transformarnos en sombras que transitan entre el celu y la computadora, sin proyectar ninguna luz. Al comienzo, se empiezan a escuchar los gemidos fugaces, luego disfrazados y, por último, explícitos. Entonces el padecimiento nos hace silenciar nuestro móvil y apretar los puños para no arrojarlo contra la pared. En realidad, el aparato no es el responsable, el detalle es que no lo queremos reconocer.
VELITAS TEMBLOROSAMENTE VIRTUALES
Los días se suceden y avanzan las fechas especiales en nuestras vidas. Tres ya han sido los cumpleaños atrapados en las pantallas de nuestra computadora. Extraño esquema de rectángulos repetidos y movedizos que reflejan las llamitas diminutas de las velas y las tortas de chocolate, vainillas o de crema chantilly. En realidad, no tiene importancia el sabor de los dulces, todo queda en nuestra imaginación cuando cerramos los ojos y cantamos el cumpleaños feliz. Los aplausos y las risas invaden nuestra solitaria casa que, por un instante, se puebla con sentimientos más íntimos y se llena de los seres más queridos revoloteando alrededor. A veces, nos surge ese instinto encerrado en nuestros cuerpos y estiramos los brazos. Es en ese momento que las manos chocan con la pantalla y se nos borra la sonrisa. No importa, seguimos y nos comemos un pedazo de la no compartida torta.
«Cumpleaños» de Marc Cohagall
MUMMY´s GROUPS
Es fundamental estar en contacto y conocer las distintas situaciones que acontecen en la escuela de nuestros niñes. No debemos dejar de reconocer que nuestros antecesores estaban perdidos en la ignorancia y la falta de información acerca de sus hijes. En cambio, en estos días, la tecnología nos ha permitido establecer un vínculo importantísimo con nuestros pares en las escuelas: “los grupos de mamis en el cole”
No menos importante es saber qué hacen nuestros hijes en el aula y, no solo eso, sino también cómo proceden les maestres. No vaya a ser como en nuestra época, cuando los padres desconocían los manejos y las situaciones que se sucedían en las clases: imperdonables comportamientos de los docentes y mal trato recibido por les niñes. Hoy, estamos encima con nuestras linternas puestas sobre las distintas situaciones. Ya no nos pueden engañar con notitas frías y escondedoras. Todo se sabe a través del grupo. Y todo se puede discutir. Estos son verdaderos reclamos que deben ser escuchados y corregidos por les maestres y hasta les directores. Hoy sí podemos reclamar: en esto hemos ganado una gran batalla y no debemos cejar. El problema es el tiempo que debemos dedicar a esta tarea. Entre el trabajo y la escuela, la vida se nos presenta abrumadora, estresante y nos falta tiempo para disfrutar. En cambio, nuestros padres salían a pescar, cocinaban, cosían e, incluso, iban al cine más frecuentemente. Nosotros nos tenemos que conformar con la televisión, con los programas que nos imponen. En fin, los tiempos cambian.
VISIONES EXPERIMENTALES
Los trabajos de recreación grupal elevan nuestra psiquis, nos alimentan y nos llenan de energía vital. Realmente, las salidas grupales motivadas por cualquier excusa, son de un valor excepcional: escritura, aprendizaje de la historia, política o simplemente placer. El viajar nos enriquece, nos da una experiencia de vida difícilmente obtenida a través de otro medio.
Recorrer distintos lugares, conocer detalles de otras culturas, compartir un buen vino o una cerveza con una picadita, nos dan alegría y reconfortan nuestro espíritu. Pero, nada es eterno y debemos regresar a nuestra vida cotidiana. Y ahí comienza el escozor.
Siempre alguien tiene la idea brillante y la buena intención de crear “un grupo de amigos”: diez o quince personas.
Como dije anteriormente, al principio todo es perfecto. Aparecen fotos, comentarios, recuerdos muy emotivos. Pero, poco a poco, el sonido del avisador de nuestro celular comienza a ronronear en nuestros oídos como el zumbido punzante de una abeja. Son quince o más timbres que rebotan en nuestros tímpanos a horas insólitas, multiplicados por cada grupo al que pertenecemos. Es lógico que así sea, cada persona tiene sus tiempos y horarios. El problema es que los grupos se acumulan y nuestra mente, muchas veces, no puede adaptarse a tantas y diversas circunstancias simultáneas.
Caminamos alrededor de la mesa en nuestra casa, sin saber qué hacer.
¿Nos salimos del grupo? ¡No! Sería una actitud violenta de mal gusto y no quisiéramos que nadie se ofenda.
¿Metemos el celular dentro de un cajón? No, Podríamos dejar de atender una llamada importante de nuestros hijes o de algún servicio vital.
Entonces, decidimos silenciar los avisos de entrada de mensajes. Cuando abrimos el celular, encontramos cientos de comunicaciones ¿Las leemos? ¿No las leemos? Dudamos. Por fin decidimos: no las leeremos, si nos perdemos de algo, sorry. Y, como era de esperar, la culpa: nos sorprende y carcome nuestro ángel primoroso.
Entonces activamos los avisos y, después de un largo rato de escuchar los miles de pips, con la mirada perdida, decidimos subir el volumen del televisor o de la radio para no oír a nuestro celular. Ahí es cuando nuestras mentes son estranguladas y revolcadas por las noticias manipuladas de este, nuestro mundo actual.
ENFRENTAMIENTOS HOLÍSTICOS
«Escenas del eclipse solar» de QianLei
La intermitencia de los hechos nos obliga a adaptarnos. Es nuestra realidad, aquella que muchas veces no sabemos enfrentar inteligentemente. Aquella que nos aturde y no nos deja pensar.
La tecnología nos abre un abanico infinito de posibilidades. Sin embargo, muchas veces nos resistimos o, lo que es mucho peor, hacemos abuso de ella llevándola al descontrol. Es entonces que invadimos la cápsula energética del otro o permitimos que perforen la nuestra.
¿El momento de detenernos ha llegado?
¿No será necesario frenar nuestra ansiedad?
¿Recapacitar y analizar todo aquello que nos rodea y aceptar nuestras situaciones particulares sin culpar el afuera?
No lo sé, podría ser.
Ideas, pensamientos y nuevas posibilidades para pasarla lo mejor posible. Sin embargo, transitamos límites sinuosos. Y, entonces, los valores llenos de luz se eclipsan cuando el amor y el odio se enfrentan y aparece, irremediablemente, la queja.