La intensidad: sobre el colectivo de poetas “Desguace y Pertenencia”.
Por Josefina Bravo

 

«Siete pares de tacos pinchando las palabras»
Águeda Franco

 

ANUNCIO

A fines de septiembre, las redes me sorprendieron con la noticia: después de diez años de recorrido, el colectivo de poetas “Desguace y Pertenencia” ponía punto final a su camino.  La despedida se hacía a través de Zoom.

A decir verdad, yo notaba que sus encuentros y actividades venían haciéndose cada vez más esporádicas. Pero, cuando algo bello se termina, da un deseo de aferrarnos a lo que supimos verdadero. Claramente, el grupo deja una huella imborrable en la literatura pampeana. No sólo como poetas, sino como colectivo de mujeres que se apoyan y se acompañan en sus procesos creativos. Por eso me pareció tan bueno que se hiciera un cierre formal. Aunque, debido a la pandemia que atraviesa el mundo, no hubo abrazos apretados, las palabras nos acercaron el recorrido del grupo y su afectuosa despedida.

Desguace y Pertenencia se conformó en 2010. En ese entonces, sus integrantes -Marisa Cascallares, Águeda Franco, Mabel López, Daniela Pascual, Lisa Segovia, Susana Slednew y Marcela Suazo- fueron becadas por el Fondo Nacional de las Artes para realizar un taller de poesía a cargo de Alicia Genovese, en el marco del programa “Pertenencia: puesta en común de la diversidad cultural argentina”. Ahí se conocieron y, después de esos encuentros, quedó el deseo de seguir reuniéndose para desguazar poemas, leer con mirada crítica y compartir el proceso creativo. Del programa y del proceso de corrección, tomó el nombre de grupo.

 

LEVANTAN LA VOZ DEL CANTO

“para decir el vuelo / y besar con poesía / el frío irremediable”

Mabel López, docente que integró el grupo ya jubilada, a cuatro años de recorrido, abandonó el colectivo de lo real, para volverse murmullo en la noche de los insomnes. La poesía era su desquite por lo no dicho, por lo silenciado. Sus poemas aún arden con afán de encender la ilusión, “los sueños y las nadas” y se espantan de quienes “Anestesiados ni se enteran / ni se piensan / ni se saben.” Hubo una mordaza, nudo y mazo pesado, en la espalda y en la garganta. Un límite donde se exacerbaron las pesadillas que, a veces, retornan como una ola, y se preguntan “puede re-armarse la gente / re-vivir-se-puede?”. Es necesario el tiempo para que cedan los muros y sentir cómo “un coraje raro»  azota el cuerpo. Entonces, sí, ir “hacia el fuego” y, aunque queme, decir, decir, decir. Como vía única para ser libre. Para ser.

 

NIEBLA ESPESA

“Aquí están. / Tienen planes para mí.”

La poesía de Marcela Zuazo hurga en la tierra y su memoria: “el arroyo es un hilo que se arrastra / llanto que palpita quebrado”. Con la recuperación de mitos, creencias y rituales insiste en traer a quienes no se fueron del todo y susurran al viento o esperan en las sombras: “algún indicio de su nombre / o un número traslucido / que por un instante / le devuelva / una mágica revelación.” De esa forma, tal vez, sea posible vencer al olvido. Tiene que haber, en los versos o en las dimensiones del sueño, en el cosmos o en el recuerdo, una grieta que -aunque duela- permita el encuentro: “el río que cruzamos / es una lágrima helada / sentirla / congela el llanto.”

 

ELLA TEJE A DOS AGUJAS

“Aparece el límite / la debacle se insinúa…”

En el límite entre dos mundos, se instala la poesía de Marisa Cascallares. Puede ser una vía que señala un lado y otro de la ciudad, un vidrio que haga lo propio con un adentro y un afuera, una casa o un paisaje que traigan del pasado la vida y el recuerdo. El límite es el “pasillo”, donde se produce la “Confluencia de las habitaciones.” Allí, en ese territorio ambiguo entre anverso y reverso, entre lo que hubo y lo que hay, aparece la mujer que “crece derribando muros” y “permanece entera aún en la intemperie.” Porque el pasado insiste en desdibujar el presente y el dolor aprisiona. Pero la mujer desestima “el filo despiadado que invita a quedarse”, se apoya en esa frontera: apila, ordena, encaja las piezas y “busca en lo profundo / el laberinto azul de los deseos” para, desde ese lugar, pujar un encuentro real, o la palabra que acerque el poema.

 

SOBRE RUEDAS

En el encuentro virtual de cierre, coordinado por Alicia Santillán, se respiraba nostalgia. No sólo exhalábamos esa sensación quienes concurríamos a la cita como escuchas, acompañantes y testigos, sino también las chicas mismas. “Es que somos amigas, por eso nos cuesta soltar”, decía una y repetía otra.

Águeda es de General Pico; Daniela, de General Acha. Susana, hasta el año pasado, vivió en Castex. Y Lisa, Marcela y Marisa, en Santa Rosa. Por eso, los encuentros se daban en la itinerancia entre esas localidades. Se reunían los sábados o domingos de mañana temprano. Había quienes tomaban la ruta para llegar y quienes abrían las puertas de sus hogares para lecturas, mates, comidas e intercambios, que se extendían hasta la tarde. “Marisa estaba aprendiendo a manejar en ese momento”, “ese autito recorrió La Pampa” y “¿se acuerdan de cuando nos perdimos?”, decían entre risas. Pero lo cierto es que siete mujeres dejaban hogar, parejas e hijes los fines de semana para encontrarse a trabajar en la poesía.

 

ALGO SE ENCIENDE EN MI CENTRO

“Afuera: / las piezas encajan / dentro de mí: todo tiembla”

En la poesía de Lisa Segovia un sujeto poético se desdobla para dejar de ser “yo” y devenir otre, para ponerse en zapatos ajenos o para hacer comunidad. A veces, el yo se ve a sí mismo desde las alturas; otras, se refleja o se multiplica “Mi voz reconocida como el eco de mi madre / y la voz de mi hija el eco de la mía” y también busca que se plieguen a él: “Ponete mi tristeza / ¿te quedan bien las mangas abiertas / y con flecos?”. Desdoblarse es extenderse, renacerse en pedazos, restos que se adhieren a desprendimientos de otres. O, mejor, restos que se cosen en cuerpo social. Por eso, una y otra vez, el poema arremete, quiere alcanzar el encuentro. Por momentos, las espinas punzan la lengua o los pies, entonces la palabra se hace chiquita, se ovilla en útero para juntar calor. El fuego enciende la vida y, mientras quede algo de calor en la brasa, será posible reinventarse. Y ahí, una vez fogueada, ir hacia otres, como única salida posible, como única forma de ser «yo».

 

CUIDAD SUMERGIDA

“Mariposas / yo miraba el paragolpes / a veces el viento movía las alas pegadas / entonces entendía / cómo la muerte puede alcanzarnos en pleno vuelo”

Algo rebusca en la memoria para traer a aquellos que “dejaron huella”. Aunque sabe que no alcanza, fuerza al recuerdo que, entonces, “camina y arrastra los pies”. Seres que templaron su carácter y “están aquí como espectros”, a veces son refugio; otras, ejemplo de sueños truncados. Otras, el lugar de la herida. Por momentos, el pasado pesa, el poema avanza y se detiene en un “andar a ciegas”, pero con esperanzas de ver luz en el horizonte. Sin embargo, duda: “¿a dónde me lleva este camino? (…) no sé si hay lugar para mí / donde voy”. Camina en el borde entre lo aprendido y lo deseado, mira cómo los demás andan “sin miedo al vacío / sin miedo a desaparecer.” Así, no sin temor, con valentía, o con la sensación momentánea de estar curada, adelanta un pie hacia un efímero equilibrio donde aparecen las palabras de Daniela Pascual.

 

EL MUNDO DESPLEGADO

Maité Delgado Franco

Respecto a la forma de organizar, trabajar y relacionarse como grupo, “Nunca hubo líderes ni egos en puja entre nosotras”, aclaró Águeda. El encuentro se sostenía desde el trabajo en común y en los intercambios, siempre con respeto y desde la horizontalidad. Así fue que el mundo se les abrió de una forma especial y encontraron una potencia en lo grupal que no habían conseguido solas. En esas estaban, cuando fueron convocadas por el Plan Provincial de Lectura para visitar escuelas de toda La Pampa. También participaron de encuentros de escritores organizados por APE, en la 39° Feria del Libro de Buenos Aires y en la Feria del Libro de La Pampa. Y presentaron sus libros en festivales de poesía de Neuquén, Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero, San Juan y Jujuy.

Pero la experiencia de grupo no se circunscribió a los textos: “atravesamos pérdidas, mudanzas, jubilaciones, nuevos trabajos”, contó Marisa. Se sostuvieron en los avatares que la vida le puso adelante a cada una y al grupo en conjunto. Así ocurrió ante la muerte Mabel López, en el 2014. “Nos acompañamos en lo hermoso y en lo terrible”, dijo Marcela, emocionada.

Maité Delgado Franco

En 2011 la Secretaría de Cultura de La Pampa les publicó la plaqueta “Pertenencia: puesta en común de la diversidad cultural argentina.” Y, en 2012, hicieron su primera edición de autor, que se llamó “El hilo invisible”. Volvieron a ser becadas por el FNA en 2013 para una nueva capacitación en poesía. Esta vez, a cargo de Irene Gruss. Ahí las conocí. Y, desde ese momento, las seguí en las posteriores presentaciones y propuestas: encuentros poéticos en la APE, en casas particulares, recitales en bares -velas y magia de por medio- y mucho más. Incluso, con algunas de ellas, hicimos un viaje a Madryn para encontrarnos e intercambiar con poetas de allá. Haber sido testigo de esa amistad poética, del trabajo en equipo, de ese feminismo sin discurso pero sí de la acción -del cuidado, del respeto, del compañerismo- son cosas que siempre voy a atesorar.

 

LOS PÁJAROS QUE TE HABITAN

“a veces la vida / se presenta como un ala”

Se lanza el poema, la tarde o una mujer a la ruta, el abismo “la abraza / o la devora”. Invisible, alguien llega y se va. Se necesita distancia para mirar el mundo, para entender lo que pudo ser y lo que es. Y, también, lo que se escapa irremediablemente “en lo repentino / en lo fugaz”. Es que el presente nos abraza o nos arroja “en un gran juego / ajedrez de hojalata” y estamos atrapados en un cuerpo con el que avanzamos “en apenas un soplo / de inconsistencia”. Los ojos son capaces de albergar la luna, así como un plato puede alojar recuerdos o una voz, arrinconar la tarde. Si dios está en un vacío “milimétricamente acariciado / por el límite mismo de las cosas”, también es una cápsula o su propia celda. La decisión está entre quedarse atascada en el poema o usarlo de trampolín para constelar en abrazos. De eso y mucho más, nos cuenta Susana Slednew en sus versos.

 

LA SED SEGUÍA SED

“un ojo que dormita y no descansa”

Una recurrencia en los poemas de Águeda Franco es el movimiento. La mujer siempre está en marcha, los meses se suceden, los ciclos se reinician, la semilla parece quieta, pero guarda en sí la vida, la charla “escurre hacia impensados ríos”. También, el viento se alza, crece el hartazgo y, hasta en la pausa, “la palabra va en busca de humedades ocultas”. Nada permanece como una vez fue, todo se transforma. No hay día igual a otro ni persona que vuelva idéntica de un viaje. Incluso quien muere encuentra la manera de volver. Es que la muerte es una cara necesaria de la moneda, se extirpa la flor mala y nunca queda un vacío de estar vaciada, lo que resta es luz y lugar para el nuevo nacimiento. Y eso, sobre todo, si sos mujer, siempre de pie, para que la poesía “no claudique en los días oscuros”.

 

HILADAS

Maité Delgado Franco

Todas las poetibrujas resaltan la importancia que tuvo el colectivo en sus vidas y en su poesía, en la evolución de la escritura, donde la voz de cada una -lejos de mimetizarse en las voces de las demás- se diferenció cada vez más.

En 2016 publicaron un segundo libro “Donde el viento”, en Dunken, y el tercero, “Hoja de ruta”, fue publicado en 2018 por Ediciones en Danza. Con el paso del tiempo, las trayectorias y las búsquedas individuales les fueron trazando otros destinos. Así, decidieron cerrar ciclo de forma virtual, entre emoción, recuerdos, lecturas y risas.

Desprender, apartar, alejar. Pero también acompañar por un rato a quien emprende un viaje. Todo eso y más es despedir. Eso hicimos, con nostalgia, pero también con la certeza de que seguiremos encontrándonos en la intensidad de la poesía.

 

Nota1: Los títulos y epígrafes que preceden a cada poeta corresponden a fragmentos de sus poemas.

Nota 2: Todas las obras plásticas son de Maité Delgado Franco, nacida en 1991 en Gral. Pico, estudiante de Bellas Artes en la misma ciudad. Ha realizado trabajos para tapas e interiores de libros y discos y para la agenda anual de Educación. Ha realizado muestras individuales y grupales y participado de diferentes murales colectivos, en línea con su compromiso por la defensa de los derechos de las mujeres y diversidades.

Nota 3: A continuación comparto poemas y datos biográficos y editoriales de las poetas de «Desguace y Pertenencia».

Águeda Franco nació en Bs. As. en 1957 y desde 1975 reside en Gral. Pico. Recibió numerosos premios: Certámen «Vivir en democracia con justicia social», Certamen federal Casa Museo Olga Orozco, dos veces por el FNA, entre otros que incluyeron la publicación de sus libros “Laberintos Antiguos”, Fondo Ed. Pampeano (2000); “No le digas”, Fondo Ed. Pampeano (2010) y “El año que no hubo verano”, Ediciones Lamás Médula (2018). También publicó “Raspando los días” en Ediciones en Danza (2017). Es socia fundadora de la Asociación Pampeana de Escritores y del Grupo de Escritores Piquenses, donde coordinó durante 10 años un taller de escritura. Integra la comisión organizadora del Poesía Pampa Fest, festival de poesía. Algunos poemas de ella:

SEPTIEMBRE

Avanza ese rumor.
Abejas, colibríes.
El perfume se expande.
Agazapada bajo el musgo
mariposa precoz
la primavera.

***

Para entender quién es
una mujer escribe

Maité Delgado Franco

en su mirada la tiniebla se enciende
los ojos siguen
el movimiento de las nubes
arriba hay viento
ella escribe
se pregunta y escribe
sincretizada al alfabeto
ahonda su hermandad con las palabras

escribe gritos y jaquecas
revoluciones
partos y partidas

la tinta es del color
de la sangre que baja por sus muslos

en la hoja blanca
la virginidad sucumbe
se llena de palabras

el mundo se reordena
una mujer se recorta del caos

escribe

***

MUJER EN MARCHA

                    … por qué a mí las tareas imposibles,
hilar la arena
dibujar el rostro del viento?
                    Elena Caricatti Penella

Caminé larga marcha
sobre piedras quebradas.
Fui pie cansado y fui camino.
Me golpearon los vientos
calientes látigos del norte
chicotazos helados desde el sur.
Pero no me detuve.
Cuando aborté fui condenada
sin posibilidad de defenderme.
Y nadie preguntó qué me asustaba
qué reloj
marcaba sombras en mi corazón
qué silencio laceraba mi boca
y me dejaba sin salida.
Cuando parí fue con dolor
con alegría desgarrada.
Fui madre de los míos de los hijos de otras
amamanté cuidé crié
resguardé la familia en la tormenta
hilé la niebla
junté la arena grano a grano
hasta fundar la casa
apacenté los vientos
extendiendo los dedos como un arpa
para que se durmieran.
Zurcí cristales por su quebradura
impidiendo que la locura se desmadre
y filtre con su ácido los días.
Enhebré caracoles de océanos remotos
y los dejé sobre mi mesa
vocera de un infierno conocido
que socava en incendios.

Un destello me recordó quién soy:
mujer en marcha
mujer que se sacude los vestidos
después de los derrumbes.

Camino afilados espacios
con los hijos al hombro
con los muertos queridos.

Soy la que cuida el fuego
mientras marcha en la noche.

 

Susana Slednew nació en 1958 en C. Suárez, vivó en Castex y en Santa Rosa. Es docente y fue capacitadora y tallerista del Plan Provincial de Lectura, dos veces premiada por el FNA. Integra la comisión organizadora del Poesía Pampa Fest, festival de poesía. Publicó: «Los bordes del azar» (Ediciones en Danza, 2017); «Lavar la vida» (Ediciones en Danza, 2018); «Mapa oscuro» (Ediciones del Dock, 2019). Reside en Mendoza. Algunos de sus poemas son:

 

Justo la vida
            insiste
en llamarse vida
cuando el recuerdo
            insiste
en tener tu voz

***

Esta verdad se parece
al instante exacto
en que el árbol cruje
al brevísimo espacio
entre dos gotas de niebla
a ese ademán escurridizo del viento.

***

No sabía mucho de tinieblas
tuve que envolverme
en su presagio húmedo

Maité Delgado Franco

flotar
entre las partículas del mundo

castañear
el alma
para que el frío huyera

constelar entre la bruma
volverme un brillo apenas
que mantuviera los ojos encendidos

***

quién sos
cuando te vas
de un lugar que fue tuyo

quién
mientras estás en camino

y en la nueva estancia
cómo te llamás ahora

¿alguien
dirá tu nombre
para saber
quién sos?

María Daniela Pascual nació en 1974 en Trenque Lauquen y reside en General Acha desde pequeña. Perteneció al grupo de escritores Andrés Nevares. Recibió una mención en el Certamen Federal de Poesía Casa Museo Olga Orozco, dos veces premiada por el FNA y desde el 2018 estudia el Profesorado de Lengua y Literatura. Acá comparto algunos de sus poemas:
 

A VECES

A veces miro el pasado
y no me reconozco
no soy yo, y lo soy
no paro de serlo y me niego
oculto en el fondo al ser entero
que abro a mi modo
extraño
controlado
porque si lo dejo estallar
se vuela
se libera de mí misma
y explota en mensajes
sensaciones rozan mi cara
apresan mis manos,
cambian mi mirada
y escucho distintos sonidos
y aparecen las palabras
las tomo
            las acaricio
                          las ordeno.
                                            Poesía.

***

EL CUCHILLO

El cuchillo mojado en la mesada
círculos de herrumbre avanzan.
El abuelo lo rescata.
En el patio, bajo la higuera
apoya una rodilla en la tierra, acomoda su boina gris.
Un ojo medio abierto, medio cerrado
recuerda la vida en el campo
durmiendo en galpones en medio de la nada.
Las manos del abuelo son anchas y oscuras
manos con las que toma la cintura pálida de la abuela
y penetra su delgadez tantas veces como la luna se lo permite.
Bajo la higuera apuñala la tierra
mueve el filo de un lado a otro
hasta que la vaina se libera del óxido.
Satisfecho se va.
Me acerco. Trato de unir con mis manos
las grietas abiertas con violencia.
No puedo.
Miro sorprendida la tierra acuchillada
no sangra.

***

En un claro al borde de la laguna
vemos un pequeño cuis
nos acercamos despacio
el animalito huye y se refugia en la oscuridad de su cueva
bajo ramas en equilibrio
y caños de desecho
pienso
yo también tengo por costumbre
correr ante lo desconocido
esconderme en una cueva inestable
bajo desechos de palabras
en una oscura soledad de papel
casi sin aire

 

Lisa Segovia nació en 1971 en Santa Rosa, donde reside actualmente. Publicó el poemario “Aguja Vieja”, en Editorial Sietesellos (2018). Y el Fondo Editorial Pampeano la premió con la publicación de “El duende de la luna y otros relatos” (2013) y el poemario “Restos” (2015). También publicó en varias antologías, integró el consejo editor de la revista cultural «La Lechuza» y la Comisión Directiva de la APE. Integra la comisión organizadora del Poesía Pampa Fest, festival de poesía. Y fue dos veces premiada por el FNA.
Algunos de sus poemas:

 

No corre agua

Maité Delgado Franco

bajo el puente
sólo algas carcomidas

y un elefante imaginario
aplasta el deseo.

***

Yo cavaba
la tumba
vos tapabas 
el pozo
nos pasamos
la vida
paleando tierra.

***

He roto mis dientes
masticando vidrios.
Nunca más ese espejo
Me robará la imagen.
Leticia Ressia

Alejandra
estuve en ese pozo
¿te acordás?
mirabas desde arriba
¿me veías ovillada
o era sólo un punto
en el fondo?

Estuve en el infierno
se pone fea la noche
las arañas se escurren
entre las piedras
y no es un sueño
que los muertos
descienden por las paredes
cuando las tinieblas
se espesan en el pelo
trepan la oscuridad
se llevan la templanza.

Estuve ahí
no se puede caer más abajo
no hay nada
más abajo.

¿Llevaste provisiones
dejaste alguien arriba
que te preste una mano
que te alcance una soga?

Mirá que el día
parece que no acaba
y ya te dije
se pone fea la noche
te parte en dos
la noche
la soledad del pozo.
Lo digo yo
que estuve allí
¿te acordás
que mirabas
desde arriba?

Marisa Cascallares nació en 1966 en Santa Rosa, donde reside actualmente. Es docente. Ha sido publicada en revistas literarias y en antologías de Argentina y España. Su poemario “Una marca de olvido” fue seleccionado en la primera Convocatoria Literaria 2020 del Editor José Humberto Álvarez. «Patagonia. Ediciones de Autor»/ «Yzur Editorial». Fue dos veces premiada por el FNA. En 2019 realizó una Clínica de poesía con Franco Rivero.
Algunos de sus poemas:


espejos

tomo aire
cruzo la intemperie
ya no miro

***

Maité Delgado Franco

el sol filtra su claridad
por la ventana
sesga mi corazón
su latir

miro
con la transparencia
del amanecer

***

La palabra
disfraz

no dice
disfraz

***

Siempre escapé
del embrujo del amor.
Inmerecido.

Las voces reiteran
lo que se grabó a fuego
la herida primera.

“El amor es de los otros”
dijeron.

Ahora
tu mirada
la mano extendida
tu voz que agita los sentidos
la dulzura en los gestos.

El amor
¿es de los otros?

Marcela Viviana Zuazo Cappello nació en 1968 en Santa Rosa. Es docente y psicopedagoga. Ha trabajado en Educación desde el nivel inicial hasta el universitario, también ocupó el cargo de Directora Municipal de Educación. Fue dos veces premiada por el FNA y ha colaborado con notas y artículos en varias publicaciones. Algunos de sus poemas:

Flor de sal
desnuda
busca en la arena consuelo
saca de los huesos fosforescentes
la luz para iluminarse
con la suave lluvia del verano
mantiene viva su esperanza
una abeja hurga en su néctar
placer ahogado
de amar en el desierto
Flor blanca de sal
cuando rocé con mis dedos
las espinas
jugo verdoso
resbaladizo
cautivante verde
descubrí tu dolor

***

Camino sobre tus pasos
abuelo
para llegar al inicio de los tiempos
ganarle al pasado
de tu mano
juntos por estas colinas
con agujeros de bombas
sangre chorreando en los bordes
ojos de pájaros mudos
donde se refleja tu juventud
brujos escondidos entre los ríos
carcajadas
gritos de hambre
y llanto
que se diluyen en el océano
heredera de tu historia
no permito el olvido
un siglo después
nuestro destino es
un jardín
que nunca
deja
de florecer.

***

LA BAILARINA

Vibrante bailarina
sombras de luz en su piel
música hipnotizante
envuelve los movimientos.
Armoniosa y apasioada
se pierde en un baile perpetuo.
Pies danzantes
piedras cuarzo que resplandecen bajo el sol
confundidas entre rosas multicolores.
Un segundo
define un movimiento.
Una lágrima
una distraída gota
puede destruir el equilibrio.
Se eleva otra vez.
Y todas las constelaciones se funden en su cuerpo.

 

Mabel Lopez nació en Santa Rosa y desarrolló su carrera docente en Uriburu, donde residió hasta su fallecimiento en 2014. En 2012 publicó un poemario titulado “Incómoda palabra”. Fue dos veces premiada por el FNA.
Algunos de sus poemas:

ESPECIE DE MUJER

Sueño de soñares.
Insomnio transparente.
Transgresora especie de mujer,
la que anda empecinadamente
por la guerrera zona
de los pasos que marcan la señal,
el eco diferente,
la voz difícil, segura
cuando resguarda
lo que fue callado,
y lo dice con aplausos.
Por donde ella pasa
apacigua la siniestra calma
de los que no eligen, no saben,
no viven, no aman.

***

ELLAS

Maité Delgado Franco

Salen al enredo
crujen sus pasiones
sobre la tierra
van hacia el fuego de todos
crece la llama
cuando ellas dicen.

***

SED AMARGA

Esta sed no se acumula
en los rituales del cuerpo.
No se apaga con fuegos llorados.
Es una sed larga
distrae la paz
deshace el sueño
acorrala pesadillas.

***

LO SIENTO

Uno siente
canta
dice
escribe
estira la voz
y la desangra.

 

 

 

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