La intensidad: sobre el colectivo de poetas “Desguace y Pertenencia”.
Por Josefina Bravo
«Siete pares de tacos pinchando las palabras»
Águeda Franco
ANUNCIO
A fines de septiembre, las redes me sorprendieron con la noticia: después de diez años de recorrido, el colectivo de poetas “Desguace y Pertenencia” ponía punto final a su camino. La despedida se hacía a través de Zoom.
A decir verdad, yo notaba que sus encuentros y actividades venían haciéndose cada vez más esporádicas. Pero, cuando algo bello se termina, da un deseo de aferrarnos a lo que supimos verdadero. Claramente, el grupo deja una huella imborrable en la literatura pampeana. No sólo como poetas, sino como colectivo de mujeres que se apoyan y se acompañan en sus procesos creativos. Por eso me pareció tan bueno que se hiciera un cierre formal. Aunque, debido a la pandemia que atraviesa el mundo, no hubo abrazos apretados, las palabras nos acercaron el recorrido del grupo y su afectuosa despedida.
“Desguace y Pertenencia” se conformó en 2010. En ese entonces, sus integrantes -Marisa Cascallares, Águeda Franco, Mabel López, Daniela Pascual, Lisa Segovia, Susana Slednew y Marcela Suazo- fueron becadas por el Fondo Nacional de las Artes para realizar un taller de poesía a cargo de Alicia Genovese, en el marco del programa “Pertenencia: puesta en común de la diversidad cultural argentina”. Ahí se conocieron y, después de esos encuentros, quedó el deseo de seguir reuniéndose para desguazar poemas, leer con mirada crítica y compartir el proceso creativo. Del programa y del proceso de corrección, tomó el nombre de grupo.
LEVANTAN LA VOZ DEL CANTO
“para decir el vuelo / y besar con poesía / el frío irremediable”
Mabel López, docente que integró el grupo ya jubilada, a cuatro años de recorrido, abandonó el colectivo de lo real, para volverse murmullo en la noche de los insomnes. La poesía era su desquite por lo no dicho, por lo silenciado. Sus poemas aún arden con afán de encender la ilusión, “los sueños y las nadas” y se espantan de quienes “Anestesiados ni se enteran / ni se piensan / ni se saben.” Hubo una mordaza, nudo y mazo pesado, en la espalda y en la garganta. Un límite donde se exacerbaron las pesadillas que, a veces, retornan como una ola, y se preguntan “puede re-armarse la gente / re-vivir-se-puede?”. Es necesario el tiempo para que cedan los muros y sentir cómo “un coraje raro» azota el cuerpo. Entonces, sí, ir “hacia el fuego” y, aunque queme, decir, decir, decir. Como vía única para ser libre. Para ser.
NIEBLA ESPESA
“Aquí están. / Tienen planes para mí.”
La poesía de Marcela Zuazo hurga en la tierra y su memoria: “el arroyo es un hilo que se arrastra / llanto que palpita quebrado”. Con la recuperación de mitos, creencias y rituales insiste en traer a quienes no se fueron del todo y susurran al viento o esperan en las sombras: “algún indicio de su nombre / o un número traslucido / que por un instante / le devuelva / una mágica revelación.” De esa forma, tal vez, sea posible vencer al olvido. Tiene que haber, en los versos o en las dimensiones del sueño, en el cosmos o en el recuerdo, una grieta que -aunque duela- permita el encuentro: “el río que cruzamos / es una lágrima helada / sentirla / congela el llanto.”
ELLA TEJE A DOS AGUJAS
“Aparece el límite / la debacle se insinúa…”
En el límite entre dos mundos, se instala la poesía de Marisa Cascallares. Puede ser una vía que señala un lado y otro de la ciudad, un vidrio que haga lo propio con un adentro y un afuera, una casa o un paisaje que traigan del pasado la vida y el recuerdo. El límite es el “pasillo”, donde se produce la “Confluencia de las habitaciones.” Allí, en ese territorio ambiguo entre anverso y reverso, entre lo que hubo y lo que hay, aparece la mujer que “crece derribando muros” y “permanece entera aún en la intemperie.” Porque el pasado insiste en desdibujar el presente y el dolor aprisiona. Pero la mujer desestima “el filo despiadado que invita a quedarse”, se apoya en esa frontera: apila, ordena, encaja las piezas y “busca en lo profundo / el laberinto azul de los deseos” para, desde ese lugar, pujar un encuentro real, o la palabra que acerque el poema.
SOBRE RUEDAS
En el encuentro virtual de cierre, coordinado por Alicia Santillán, se respiraba nostalgia. No sólo exhalábamos esa sensación quienes concurríamos a la cita como escuchas, acompañantes y testigos, sino también las chicas mismas. “Es que somos amigas, por eso nos cuesta soltar”, decía una y repetía otra.
Águeda es de General Pico; Daniela, de General Acha. Susana, hasta el año pasado, vivió en Castex. Y Lisa, Marcela y Marisa, en Santa Rosa. Por eso, los encuentros se daban en la itinerancia entre esas localidades. Se reunían los sábados o domingos de mañana temprano. Había quienes tomaban la ruta para llegar y quienes abrían las puertas de sus hogares para lecturas, mates, comidas e intercambios, que se extendían hasta la tarde. “Marisa estaba aprendiendo a manejar en ese momento”, “ese autito recorrió La Pampa” y “¿se acuerdan de cuando nos perdimos?”, decían entre risas. Pero lo cierto es que siete mujeres dejaban hogar, parejas e hijes los fines de semana para encontrarse a trabajar en la poesía.
ALGO SE ENCIENDE EN MI CENTRO
“Afuera: / las piezas encajan / dentro de mí: todo tiembla”
En la poesía de Lisa Segovia un sujeto poético se desdobla para dejar de ser “yo” y devenir otre, para ponerse en zapatos ajenos o para hacer comunidad. A veces, el yo se ve a sí mismo desde las alturas; otras, se refleja o se multiplica “Mi voz reconocida como el eco de mi madre / y la voz de mi hija el eco de la mía” y también busca que se plieguen a él: “Ponete mi tristeza / ¿te quedan bien las mangas abiertas / y con flecos?”. Desdoblarse es extenderse, renacerse en pedazos, restos que se adhieren a desprendimientos de otres. O, mejor, restos que se cosen en cuerpo social. Por eso, una y otra vez, el poema arremete, quiere alcanzar el encuentro. Por momentos, las espinas punzan la lengua o los pies, entonces la palabra se hace chiquita, se ovilla en útero para juntar calor. El fuego enciende la vida y, mientras quede algo de calor en la brasa, será posible reinventarse. Y ahí, una vez fogueada, ir hacia otres, como única salida posible, como única forma de ser «yo».
CUIDAD SUMERGIDA
“Mariposas / yo miraba el paragolpes / a veces el viento movía las alas pegadas / entonces entendía / cómo la muerte puede alcanzarnos en pleno vuelo”
Algo rebusca en la memoria para traer a aquellos que “dejaron huella”. Aunque sabe que no alcanza, fuerza al recuerdo que, entonces, “camina y arrastra los pies”. Seres que templaron su carácter y “están aquí como espectros”, a veces son refugio; otras, ejemplo de sueños truncados. Otras, el lugar de la herida. Por momentos, el pasado pesa, el poema avanza y se detiene en un “andar a ciegas”, pero con esperanzas de ver luz en el horizonte. Sin embargo, duda: “¿a dónde me lleva este camino? (…) no sé si hay lugar para mí / donde voy”. Camina en el borde entre lo aprendido y lo deseado, mira cómo los demás andan “sin miedo al vacío / sin miedo a desaparecer.” Así, no sin temor, con valentía, o con la sensación momentánea de estar curada, adelanta un pie hacia un efímero equilibrio donde aparecen las palabras de Daniela Pascual.
EL MUNDO DESPLEGADO
Respecto a la forma de organizar, trabajar y relacionarse como grupo, “Nunca hubo líderes ni egos en puja entre nosotras”, aclaró Águeda. El encuentro se sostenía desde el trabajo en común y en los intercambios, siempre con respeto y desde la horizontalidad. Así fue que el mundo se les abrió de una forma especial y encontraron una potencia en lo grupal que no habían conseguido solas. En esas estaban, cuando fueron convocadas por el Plan Provincial de Lectura para visitar escuelas de toda La Pampa. También participaron de encuentros de escritores organizados por APE, en la 39° Feria del Libro de Buenos Aires y en la Feria del Libro de La Pampa. Y presentaron sus libros en festivales de poesía de Neuquén, Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero, San Juan y Jujuy.
Pero la experiencia de grupo no se circunscribió a los textos: “atravesamos pérdidas, mudanzas, jubilaciones, nuevos trabajos”, contó Marisa. Se sostuvieron en los avatares que la vida le puso adelante a cada una y al grupo en conjunto. Así ocurrió ante la muerte Mabel López, en el 2014. “Nos acompañamos en lo hermoso y en lo terrible”, dijo Marcela, emocionada.
En 2011 la Secretaría de Cultura de La Pampa les publicó la plaqueta “Pertenencia: puesta en común de la diversidad cultural argentina.” Y, en 2012, hicieron su primera edición de autor, que se llamó “El hilo invisible”. Volvieron a ser becadas por el FNA en 2013 para una nueva capacitación en poesía. Esta vez, a cargo de Irene Gruss. Ahí las conocí. Y, desde ese momento, las seguí en las posteriores presentaciones y propuestas: encuentros poéticos en la APE, en casas particulares, recitales en bares -velas y magia de por medio- y mucho más. Incluso, con algunas de ellas, hicimos un viaje a Madryn para encontrarnos e intercambiar con poetas de allá. Haber sido testigo de esa amistad poética, del trabajo en equipo, de ese feminismo sin discurso pero sí de la acción -del cuidado, del respeto, del compañerismo- son cosas que siempre voy a atesorar.
LOS PÁJAROS QUE TE HABITAN
“a veces la vida / se presenta como un ala”
Se lanza el poema, la tarde o una mujer a la ruta, el abismo “la abraza / o la devora”. Invisible, alguien llega y se va. Se necesita distancia para mirar el mundo, para entender lo que pudo ser y lo que es. Y, también, lo que se escapa irremediablemente “en lo repentino / en lo fugaz”. Es que el presente nos abraza o nos arroja “en un gran juego / ajedrez de hojalata” y estamos atrapados en un cuerpo con el que avanzamos “en apenas un soplo / de inconsistencia”. Los ojos son capaces de albergar la luna, así como un plato puede alojar recuerdos o una voz, arrinconar la tarde. Si dios está en un vacío “milimétricamente acariciado / por el límite mismo de las cosas”, también es una cápsula o su propia celda. La decisión está entre quedarse atascada en el poema o usarlo de trampolín para constelar en abrazos. De eso y mucho más, nos cuenta Susana Slednew en sus versos.
LA SED SEGUÍA SED
“un ojo que dormita y no descansa”
Una recurrencia en los poemas de Águeda Franco es el movimiento. La mujer siempre está en marcha, los meses se suceden, los ciclos se reinician, la semilla parece quieta, pero guarda en sí la vida, la charla “escurre hacia impensados ríos”. También, el viento se alza, crece el hartazgo y, hasta en la pausa, “la palabra va en busca de humedades ocultas”. Nada permanece como una vez fue, todo se transforma. No hay día igual a otro ni persona que vuelva idéntica de un viaje. Incluso quien muere encuentra la manera de volver. Es que la muerte es una cara necesaria de la moneda, se extirpa la flor mala y nunca queda un vacío de estar vaciada, lo que resta es luz y lugar para el nuevo nacimiento. Y eso, sobre todo, si sos mujer, siempre de pie, para que la poesía “no claudique en los días oscuros”.
HILADAS
Todas las poetibrujas resaltan la importancia que tuvo el colectivo en sus vidas y en su poesía, en la evolución de la escritura, donde la voz de cada una -lejos de mimetizarse en las voces de las demás- se diferenció cada vez más.
En 2016 publicaron un segundo libro “Donde el viento”, en Dunken, y el tercero, “Hoja de ruta”, fue publicado en 2018 por Ediciones en Danza. Con el paso del tiempo, las trayectorias y las búsquedas individuales les fueron trazando otros destinos. Así, decidieron cerrar ciclo de forma virtual, entre emoción, recuerdos, lecturas y risas.
Desprender, apartar, alejar. Pero también acompañar por un rato a quien emprende un viaje. Todo eso y más es despedir. Eso hicimos, con nostalgia, pero también con la certeza de que seguiremos encontrándonos en la intensidad de la poesía.
Nota1: Los títulos y epígrafes que preceden a cada poeta corresponden a fragmentos de sus poemas.
Nota 2: Todas las obras plásticas son de Maité Delgado Franco, nacida en 1991 en Gral. Pico, estudiante de Bellas Artes en la misma ciudad. Ha realizado trabajos para tapas e interiores de libros y discos y para la agenda anual de Educación. Ha realizado muestras individuales y grupales y participado de diferentes murales colectivos, en línea con su compromiso por la defensa de los derechos de las mujeres y diversidades.
Nota 3: A continuación comparto poemas y datos biográficos y editoriales de las poetas de «Desguace y Pertenencia».
Águeda Franco nació en Bs. As. en 1957 y desde 1975 reside en Gral. Pico. Recibió numerosos premios: Certámen «Vivir en democracia con justicia social», Certamen federal Casa Museo Olga Orozco, dos veces por el FNA, entre otros que incluyeron la publicación de sus libros “Laberintos Antiguos”, Fondo Ed. Pampeano (2000); “No le digas”, Fondo Ed. Pampeano (2010) y “El año que no hubo verano”, Ediciones Lamás Médula (2018). También publicó “Raspando los días” en Ediciones en Danza (2017). Es socia fundadora de la Asociación Pampeana de Escritores y del Grupo de Escritores Piquenses, donde coordinó durante 10 años un taller de escritura. Integra la comisión organizadora del Poesía Pampa Fest, festival de poesía. Algunos poemas de ella: |
SEPTIEMBRE Avanza ese rumor. *** Para entender quién es en su mirada la tiniebla se enciende escribe gritos y jaquecas la tinta es del color en la hoja blanca el mundo se reordena escribe *** MUJER EN MARCHA … por qué a mí las tareas imposibles, Caminé larga marcha Un destello me recordó quién soy: Camino afilados espacios Soy la que cuida el fuego |
Susana Slednew nació en 1958 en C. Suárez, vivó en Castex y en Santa Rosa. Es docente y fue capacitadora y tallerista del Plan Provincial de Lectura, dos veces premiada por el FNA. Integra la comisión organizadora del Poesía Pampa Fest, festival de poesía. Publicó: «Los bordes del azar» (Ediciones en Danza, 2017); «Lavar la vida» (Ediciones en Danza, 2018); «Mapa oscuro» (Ediciones del Dock, 2019). Reside en Mendoza. Algunos de sus poemas son: |
Justo la vida *** Esta verdad se parece *** No sabía mucho de tinieblas flotar castañear constelar entre la bruma *** quién sos quién y en la nueva estancia ¿alguien |
María Daniela Pascual nació en 1974 en Trenque Lauquen y reside en General Acha desde pequeña. Perteneció al grupo de escritores Andrés Nevares. Recibió una mención en el Certamen Federal de Poesía Casa Museo Olga Orozco, dos veces premiada por el FNA y desde el 2018 estudia el Profesorado de Lengua y Literatura. Acá comparto algunos de sus poemas: |
A VECES A veces miro el pasado *** EL CUCHILLO El cuchillo mojado en la mesada *** En un claro al borde de la laguna |
Lisa Segovia nació en 1971 en Santa Rosa, donde reside actualmente. Publicó el poemario “Aguja Vieja”, en Editorial Sietesellos (2018). Y el Fondo Editorial Pampeano la premió con la publicación de “El duende de la luna y otros relatos” (2013) y el poemario “Restos” (2015). También publicó en varias antologías, integró el consejo editor de la revista cultural «La Lechuza» y la Comisión Directiva de la APE. Integra la comisión organizadora del Poesía Pampa Fest, festival de poesía. Y fue dos veces premiada por el FNA. |
No corre agua bajo el puente y un elefante imaginario *** Yo cavaba *** He roto mis dientes Alejandra Estuve en el infierno Estuve ahí ¿Llevaste provisiones Mirá que el día |
Marisa Cascallares nació en 1966 en Santa Rosa, donde reside actualmente. Es docente. Ha sido publicada en revistas literarias y en antologías de Argentina y España. Su poemario “Una marca de olvido” fue seleccionado en la primera Convocatoria Literaria 2020 del Editor José Humberto Álvarez. «Patagonia. Ediciones de Autor»/ «Yzur Editorial». Fue dos veces premiada por el FNA. En 2019 realizó una Clínica de poesía con Franco Rivero. Algunos de sus poemas: |
*** el sol filtra su claridad miro *** La palabra no dice *** Siempre escapé Las voces reiteran “El amor es de los otros” Ahora El amor |
Marcela Viviana Zuazo Cappello nació en 1968 en Santa Rosa. Es docente y psicopedagoga. Ha trabajado en Educación desde el nivel inicial hasta el universitario, también ocupó el cargo de Directora Municipal de Educación. Fue dos veces premiada por el FNA y ha colaborado con notas y artículos en varias publicaciones. Algunos de sus poemas: |
Flor de sal *** Camino sobre tus pasos *** LA BAILARINA Vibrante bailarina |
Mabel Lopez nació en Santa Rosa y desarrolló su carrera docente en Uriburu, donde residió hasta su fallecimiento en 2014. En 2012 publicó un poemario titulado “Incómoda palabra”. Fue dos veces premiada por el FNA. |
ESPECIE DE MUJER Sueño de soñares. *** ELLAS Salen al enredo *** SED AMARGA Esta sed no se acumula *** LO SIENTO Uno siente |