El cuidado del otro: Lectura de “Lejana”, Julio Cortázar
Por: Anne Diestro
ESPEJO 365
Escribir un diario es tal vez la experiencia con más prestigio de intimidad que tiene la escritura. Solo nos muestra que lo “íntimo” es un juego de la palabra. Nos exponemos ante nosotros mismos y, por eso, si de escribir se trata o si de textos se trata, la palabra diario viene asociado a íntimo. El diario es una práctica cotidiana, lúdica, sin pretensiones originales de literatura y, por supuesto, sin pretensiones de publicaciones. Es nuestra habitación propia, el espejo donde la letra corre de derecha a izquierda e intenta fijar retazos de la jornada “diaria”. A pesar del supuesto secreto de esta escritura, lo que se inscribe en un diario íntimo está sometido a las mismas reglas de cualquier escritura. Si Ana Frank hubiera sabido que ese diario íntimo sería expuesto y reconocido años después, quizá no lo hubiese escrito de esa manera. Esa es la línea del diario, exponerse y refugiarse en las palabras.
VAGABUNDA ON – OFF
“Los que conocen algunos cuentos míos saben que el tema del doble vuelve como una recurrencia de la que no puedo escapar; desde los primeros cuentos ha habido un desdoblamiento de los personajes” Julio Cortázar, charla de Berkeley, 1980.
El desprendimiento, la deformación, el desalojo de nosotros mismos en pos de un narrador que avanza con toda la fuerza de una identidad hace que la escritura se vuelva un espacio para dejar de ser. Entonces, es ahí donde sabemos que la habitación propia es el sitio donde toda máscara se cae. Con intención o sin intención.
Alina Reyes, cada vez que escribe, lo hace para dejar de ser ella. Convertirse en cada vez menos en “Alina” y en muchos menos “Reina”, a lo largo del cuento “Lejana”, de Julio Cortázar. A pesar de que Alina es una mujer de clase acomodada y asiste a conciertos de ópera, tiene un novio como corresponde y todo en su vida es de una disciplina impecable, sucede algo cada vez que escribe su diario íntimo. Ahí es otra: una vagabunda en Budapest late en su escritura. Ponemos en duda, ¿Alina de verdad escribe para confirmarse? Si así fuera, con dejar de escribir su diario íntimo, la vagabunda se apagaría. Alina no ceja. La vagabunda la aterra y la atrae, como en todo buen erotismo.
MOSAICOS DE TIEMPO
Cada entrada en el diario de “Lejana” está antecedida con una fecha o con una marcación del tiempo: día, mes, de momentos. Hay una cronología a lo largo de 25 jornadas de no sabemos qué año. Pero, en Cortázar, el tiempo cronológico se trenza con otras temporalidades posibles. Por otra parte, Alina no escribe todos los días. De los 25, solo escribe 10. Allí es donde su identidad se pone en juego, tal como sucede en muchos cuentos de Cortázar. Ecos del surrealismo, descreimiento del yo como de la propia sombra, Julio Cortázar extiende este criterio al tiempo. Así, no hay un tiempo modelo del cual el resto sean deformaciones. El tiempo no puede decir yo, sin que se le caiga el calendario de vergüenza. El espacio no puede decir yo sin que la extensión se le contraiga en una esquina. Nadie puede decir yo sin mentir un poco. Cortázar lo tiene claro. En 1980, dio una charla en la Universidad de Berkeley, donde afirma que el tiempo es un tema que va más allá de la literatura y envuelve algo nuclear del ser humano. Cortázar propone que existen dos tipos de hombre. Uno es quien no se pregunta por el tiempo, el hombre no filosófico, quien acepta la noción del espacio-tiempo como tal. El otro es quien se pregunta y cuestiona sobre el tema. En esta charla cita a Kant, quien asevera que el tiempo es un a priori, una categoría del entendimiento humano. Pone como ejemplo la conciencia temporal animal, en la cual somos los hombres quienes le damos el “sentido” de tiempo. Ya que ellos -los animales- no tienen conciencia de pasado, presente ni futuro. Por eso, ellos no tienen capacidad cognitiva. Kant piensa que la información sensible recibida del mundo construye un primer grado de síntesis u organización, gracias a los a priori de espacio tiempo. El tiempo no es una ruta para andar. Somos posibles modos de ruta. De ese manera, el tiempo cotidiano, el lúdico y el filosófico quedan en un mismo plano de prestigio. Así sucede en la literatura de Cortázar.
PLIEGUES DE SECUENCIA
“Escribí el cuento con la misma impresión (y digo impresión porque nunca hay explicaciones en estas cosas), con la sensación de que en algún momento hay un desdoblamiento del tiempo, lo cual significa un desdoblamiento del personaje”.
(VOZ JULIO CORTÁZAR)
Alina Reyes escribe. Algo la insatisface: “está cansada de las pulseras y farándulas, de pink champagne y la cara de Renato Viñes». Sin embargo, dejar de ser la reina, dejar de ser Alina, no es sin costos. Dice la entrada del diario de 12 de enero: «(es) Horrible porque abre camino a esta que no es la reina, y que otra vez odio de noche. A esa que es Alina Reyes, pero no la reina del anagrama: que será cualquier cosa, mendiga en Budapest, pupila de mala casa en Jujuy o sirvienta en Quetzaltenango, cualquier lado, lejos y no reina. Pero sí Alina Reyes y por eso anoche fue otra vez, sentirla y el odio”.
La vagabunda late en la Budapest de la escritura de Alina. Justo en Budapest, que es de por sí una ciudad doble. Buda y Pest, la ciudad que se parte en dos, como los personajes de “Lejana”. Buda, la ciudad alta a orillas de Danubio. Y Pest, la ciudad baja, a la derecha del río. Ambas son una realidad en espejo de Alina y la pordiosera, de París y Hungría, del personaje de Cortázar que entra por una galería de Buenos Aires y sale por una de París. El espacio y el tiempo se continúan en distintas dimensiones. Al infinito.
UNA VOZ VAGABUNDEA
El diario avanza en el tiempo cronológico y la mendiga crece en el tiempo narrativo. Mientras, el reloj marca el modo nsoportable de relación entre Alina y la ópera, hastío en las fiestas, la dimensión vagabunda tirita de frío en la mendiga y “la siento más dueña de su infortunio, lejos y sola, pero dueña. Que sufra, que se hiele; yo aguanto desde aquí y creo que desde entonces la ayudo un poco”. Alina y la vagabunda, la opulencia y la pobreza, el calor de Alina en los bailes con Luis María, su novio, y el frío de la lejana, cuando la nieve le entra por los zapatos. A la mendiga le pegan y Alina duele. ¿Entonces? Luis María es un testigo ciego de la transformación: al ser él de una pieza, ¿cómo puede comprender la humedad que descompone a su novia?
EL ENCUENTRO
Alina cruza un puente. Antes, en uno de los fragmentos titulados “noche”, se pregunta: ¿Qué puente? Imagina: ese puente debe estar en Budapest, junto a la nieve. De allí viene el frío. Pero allí es cada vez más aquí. Y, aunque, “más tarde” solo quiera casarse con su novio para que él la lleve a Budapest, el reloj retrocede frente al tiempo vagabundo.
El 28 de enero se lee así: hace algunos días que Alina no recibe nada de la mendiga y la situación se pone peor. Quiere enviarle algún telegrama o unas medias. Lo sabe, cada vez más sabe a la otra. Una noche de concierto halló su nombre. Quiso hallar también el puente y el frío. La letra encontraba la curva donde sortear tiempo y espacio: «Esto se me antoja y lo sigo por gusto, si nos casamos y le pido que me lleve a Budapest. Más fácil salir a buscar ese puente, salir en busca mía y encontrarme como ahora, entre ¡Albéniz! Y más aplausos, como si esto tuviera sentido entre la nieve arriscada que me empuja con el viento por la espalda, manos de toalla de esponja llevándome por la cintura hacia el medio del puente”.
El 7 de febrero es el fin de la escritura. “Una se o casa o escribe un diario”, ambas cosas no van de la mano. Pero la escritura se continúa en un encuentro de cuerpos. El 7 de febrero se cruzarán miradas. ¿Qué significación tiene una fecha a esta altura de los pliegues? En un abrazo se funden. Una deja de ser Alina, la otra deja de ser vagabunda. ¿Quién termina de narrar el cuento?
TOMA 2 ESCENA 11
El narrador toma el timón. Él es la sumatoria de las primeras persona, pero no es ningún yo. Él es el territorio donde la identidad es devenir y conflicto. Una zona de lucha. Todos somos lejanos de nosotros, porque el sí mismo no existe más que como movimiento. Ya somos otros, en el tiempo, en espacio. Nos potenciamos con los otros desde los ojos, como Lejana. Todos somos eso. Todos somos, tenemos Lejana. Y cuidarla es un modo de abandonar, de colgar los hábitos de la primera persona y comenzar a potenciarnos en colectivo.