Reflexiones acerca de la miseria: Sobre ética y capitalismo.
Por Verónica Pérez Lambrecht
En una civilización que no tolera más los conflictos, salvo a condición de que entren en las normas, esta nueva barbarie muestra figuras del otro muy diversas: el extranjero que amenaza nuestras sociedades, el “integrista” que pone en peligro el orden republicano, pero también el asalariado o el funcionario que resisten al formateo de las “direcciones de recursos humanos”, los discapacitados, los marginales de todo tipo, los contestatarios que se niegan a plegarse a las normas admitidas de la protesta, aquellos o aquellas que por su comportamiento tienen la reputación de poner en peligro su salud o la de sus allegados. En síntesis, todos los que son vistos como posible fuente de un caos que amenaza el orden social aceptable.
Elogio del Conflicto – Angélique del Rey y Miguel Benasayag
PROLEGÓMENOS
Como verdad de perogrullo, todos somos hijos de los tiempos. Así, para las generaciones nacidas en los ’70, cada quien sintió a su modo las marcas de las botas.
El viejo de Pucho comulgaba con las banderas e ideales de los grupos revolucionarios de aquella época, aunque no militaba activamente. Según él, no fue “abducido” porque, ya con dos hijos, priorizó la familia a la lucha subversiva. Guarda en su caja de las memorias el recuerdo de varios amigos y conocidos muertos, pero particularmente el de H. Joaquín, dibujante, que resultó desaparecido apenas por panfletear.
Así, las pequeñas historias de hombres cualesquiera se construyen sobre determinados cimientos: desde la cuna, el viejo le transmitió a Pucho valores altruistas, los cuales, mucho más seguido de lo recomendable, parecen cotizar a la baja.
A veces, los prolegómenos son importantes.
TIRAME UN LADRILLO
En los tempranos ’90, cuando transitaba sus muy jóvenes 20, Pucho conoció el éxito de la mano de la telefonía celular. Decidido a no seguir una carrera universitaria, consiguió laburo como vendedor. A esa edad, algunos viven la seducción del dios dinero como el ingreso a la adultez y a la libertad. Pero ¡puede fallar!
Tenía una parla interesante, era un porteño hecho y derecho. Bah, uno de esos infiltrados, que aporta el sur del conurbano. Su nivel de ventas aumentaba en forma sostenida. En breve, Pucho se convirtió en una especie de vanguardista de la telefonía móvil. Andaba con la valija a cuestas, antes, incluso, que el “ladrillo” saliera a la calle, y hacía negocios con gente de alto poder adquisitivo.
ANTEPASADOS NO TAN LEJANOS
Los primeros móviles comenzaron a funcionar en Argentina hacia 1989. Por aquel entonces, CRM (Compañía de Radiocomunicaciones Móviles – Movicom) ganó la licencia para prestar servicios en la Capital y alrededores. Los dinosaurios de la telefonía móvil eran enormes y pesadas valijas que debían ser instalados en autos, en tanto que sus primos, los portátiles, colgaban como mochilas al hombro. Su evolución, sin embargo, fue mucho más acelerada.
En 1993 Miniphone inició sus operaciones y, junto con Movicom, implementaron tecnologías digitales para mejorar las características ergonómicas de los móviles. Hacia 1995, comenzó la explotación del servicio en el interior del país, por medio de la adjudicataria CTI (Compañía de Teléfonos del Interior). En 1996, Telecom y Telefónica ingresaron también en el mercado de móviles, repartiéndose el norte y sur del país.
Nextel Argentina entró al mercado a mediados de 1998. Ofreció un nuevo sistema de comunicación integrado, que permitía conexión inalámbrica grupal. Para entonces, la telefonía móvil estaba en franca expansión a lo largo y a lo ancho de todo el país.
En 2005 Telefónica Móviles (Unifón) compró Movicom Argentina y comenzó a operar bajo el nombre comercial de Movistar. Consolidó, de ese modo, la marca en LATAM y España.
Ref: http://www.cicomra.org.ar/cicomra2/informes_especiales/telefonia_movil/historia_argentina.asp
EL PEQUEÑO BURGUÉS
Los jefes de Pucho comenzaron a ver la concomitancia que implicaba su crecimiento para Movicom. Entonces, decidieron impulsarlo, a pesar de su juventud, a coordinar un grupo de vendedores. Las ventas crecieron de manera exponencial, acompañadas por el boom de ese mercado, la libre disposición para esas empresas en el país, la capacidad oratoria de Pucho y su habilidad para manejar gente a cargo.
Escaló sin infortunios los peldaños de la escalera al cielo. Pasó de coordinador a supervisor Jr. Una vez cumplidos los tiempos y objetivos de la carrera laboral, ascendió a supervisor. Por entonces, tenía una actitud proactiva con sus subordinados. Sabía cómo arengarlos y cómo defenderlos ante sus superiores para lograr mejoras salariales y bonificaciones, de acuerdo a su nivel de desempeño. Era respetado e incluso, bien querido:
– ¡Andá a hacer comunismo a Cuba, pequeño burgués!- lo chicaneaban sus jefes.
Su mayor logro, merced a sus méritos con la empresa -siempre estaba 100% disponible para recorrer todo el conurbano y Capital-, fue llegar a subgerente. Para su beneplácito, disfrutaba de la tarea. Su vida era un paraíso en el medio de un país que comenzaba a derrumbarse. Llegó a tener 400 personas a cargo, secretaria, la propia oficina, servicio personalizado de café, diarios e internet por cable modem: un adelantado total para aquellos años. Ganaba bien, muy bien, y más aun con el sistema piramidal, por el que cobraba comisiones.
– Empezaba a sentir vergüenza frente a mis amigos y conocidos, porque yo ganaba bien y los veía a todos venirse abajo, perder sus trabajos– dice Pucho hoy, con cierta congoja. – La única salida era Ezeiza.
EL CIRCO ROMANO
En el mundo globalizado de los negocios se abrieron, en aquel entonces, muchos nuevos mercados. Uno de ellos, el del coaching. Abundan desde los ’90, hasta el día de hoy, e incluyen los entrenamientos para liderazgo, cursos de entusiasmo, de PNL, de oratoria, de emprendedores, de gestión, escuelas de escuelas. Las empresas instruyen a sus Juniors, mandos medios, jerárquicos. También se contratan consultoras para analizar las eficiencias y deficiencias del negocio y sus empleados.
Tras el rumor de venta de Movicom a capitales extranjeros, llegó una empresa de coaching, también evaluadora de desempeño y aptitudes. Pucho participaba de esos entrenamientos. Obviamente, no tardó en “mostrar la hilacha”. Cuando los coachs sostenían una dirección, él se manifestaba contestatario, defensor, siempre, de los derechos laborales, lo que, según su opinión, mejoraban el negocio.
De un día para el otro, sin mediar algún tipo de discurso, desplazaron a Pucho del Departamento de ventas a la calle y le ofrecieron, entonces, armar un área de ventas telefónicas internacionales (DDI). Ni lerdo, ni perezoso, puso un aviso en los diarios:
[stextbox id=’black’]Se busca gente para trabajar en telefonía de red troncal.
Presentarse el día lunes a las 9:00 en Perón y Suipacha.[/stextbox]
Logró formar, una vez más, un equipo de 40 personas en una especie de call-center, con un funcionamiento 5 estrellas, para un tipo de tarea que sistemáticamente había fracasado en todas las empresas comunicacionales. Pucho desconocía que prontamente sería él quien terminaría estrellado.
Una vez en marcha, arremetieron contra su aptitud al darle la baja en esta nueva área, para la cual fue designada la hermana de un director. Y ante la necesidad de impedir que “todo lo que tocara se convirtiera en oro”, optaron por horadarlo.
En el circo romano, se exponía a los gladiadores ante el pueblo, con fiebre de sangre y muerte. El emperador y el pueblo jugaban con las vidas de los seres humanos, delincuentes o simples hombres segregados. Al parecer, eso les resultaba entretenido, divertido. Las metodologías fueron cambiando con el devenir de los siglos. Menos sangre, tal vez, pero no menos muertes. Los modos de matar se sofisticaron. Se mata cuerpos, con el hambre nuestro de cada día. Se matan rumbos, destinos, voluntades. Se someten pueblos, a merced también de alguna parte del pueblo, que parece disfrutar del escarmiento sanguinario. |
Intempestivamente, le sacaron a Pucho su gente. Le dejaron la pecera (así se llaman las oficinas vidriadas y lujosas), la secretaria y sus gastos personales. Durante un lapso, se encontró desorientado. No lo echaron, nadie le dijo nada. Prohibieron a todos sus subordinados y pares hablar con él, a riesgo de perder sus trabajos. Sólo le quedó el contacto con la secretaria.
Los días transcurrieron sin cambios, a la vista de que ningún jerárquico se iba a acercar a darle explicación alguna.
Tomó su café de la mañana, temprano. Miró afuera de su oficina y, con paso firme, se llegó hasta el despacho del director. El quía no había llegado, pero… la puerta estaba abierta. Vio, para su asombro y hasta desconcierto, una parva de carpetas en el escritorio. Pucho re-ojeó los alrededores, el silencio de la oficina mañanera lo motivó. Puso un pie adentro, entornó la puerta y dio un vistazo raudo a los legajos. En un respiro, con la sangre bullente y hasta casi con lágrimas de bronca, como un acto reflejo de supervivencia, raptó el suyo. Con paso apurado, llegó nuevamente a su oficina, donde su secretaria lo esperaba con el diario. Lo tomó de un tiro, tapó la evidencia y salió al ascensor. Cruzó allí a varias almas que le habían sido afines, los miró, casi con odio. Ninguno tuvo el coraje de enfrentarlo. Caminó, entonces, unas cuantas cuadras hasta un café, no cercano. Como si hubiera robado más que su legajo, un secreto de estado.
– Un ristretto.- pidió con voz sostenida.
Abrió la evidencia de sus faltas, leyó ante sí aspectos ridículos por los cuales estaba siendo sometido a tal exposición de desangramiento circense:[stextbox id=’alert’]
- “No presenta grado universitario.”
- “…es un líder negativo: Antepone privilegios de sus subordinados a la rentabilidad de la empresa, discute beneficios, premios.”
- “Invita a los mejores vendedores, con sus propios medios, a salidas nocturnas, como si fuese un Dandy.”
[/stextbox]
Lo que tenía ante sí era tan simple e irrisorio, que resultaba absolutamente perverso.
SALTO DE FE
Pucho supo ser un líder, aunque le sobraba algo: sentido de la otredad –expresada a través del reconocimiento a la gente a su cargo- y carecía, además, de un requisito excluyente: título universitario (¿un subterfugio?). No importaba que manejara a la gente con altura, con exquisitez y que, en su departamento, las ventas fueran descomunales. Entendió, mientras leía, que habían tomado la decisión de adoctrinar a través de él, a todo el resto:
– Si al más exitoso le cabía esa condición laboral, imaginate qué podía pasarle a los demás- comenta por estos días.
Supo, así, que tenía que re-armarse e irse. Leía su diario cotidianamente y salía a preparar su propio negocio.
El cadete golpeó la puerta con un mensaje de ir a Recursos Humanos, a establecer un arreglo:
– Deciles que me echen, que no voy a perder mi dignidad. Que me manden el telegrama- respondió, sin mirarlo.
Sintió hasta último momento el escarnio de ni si quiera lo citaran a través de su propia secretaria.
El telegrama nunca llegó y Pucho, finalmente, dio el salto.
CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
Transcurrieron de este modo 6 meses, porque no hay mal que dure 100 años ni cerebro que lo resista. Pucho planificó, entonces, su propia empresa de telefonía móvil, ser agente oficial Nextel. Lo acompañaron varios de quienes estaban en su paraguas laboral. Pero la crisis crecía, se acercaba el final de una década de oprobio para el pueblo, de rentabilidad repugnante para pocos. El hambre y la miseria apresaron a las mayorías y el Estado se agenció los ahorros miserables de la clase media, para poder soportar la embestida de una deuda inconmensurable.
En el fondo de la oficina sonaba una bossa de los Stones. El ringtone monocorde del Nokia 8110 no paraba. Frente a la ventana, en la esquina de Santiago del Estero y Belgrano, Pucho daba unas pitadas celosas. Sabía que el día siguiente debía “decretar asueto” en su empresita. La escaramuza había sobrepasado todos los límites. Era 19 de diciembre de 2001. Una incursión por la Plaza de Mayo aquella tarde, le dejó en claro el porvenir: Sabía, también que, después de semejante quilombo, no podría soportar mucho más.
Tras el corralito y tras haber sido estafado con una operación ficticia, debió bajar la persiana de su agencia de apenas año y medio de vida. Alguna voz le propuso que presentara quiebra. Él lo sabía: eso era llevar su alma a la ruina.
– Cómo dejar de pagar a quien tenía 5 hijos, a quienes me siguieron a un sucucho de 4×4, después de trabajar en una multinacional en la que el ascensor les decía “buen día”. Mi mayor satisfacción es haber contado con esa gente, que confió en mí- dice Pucho.
Por eso, se desprendió de esa voz y de sus ganancias para las indemnizaciones. No resultaba mucho, sino era lo correcto. Pudo haber sido grande, pero no era más que un simple hombre, sin ese colchón neumático de seguridad de las grandes empresas, que les evita estrolarse en las caídas.
Como verdad de perogrullo, estamos expuestos a la miseria del sistema capitalista, la bestia insaciable, para el cual no alcanza con ser un simple hombre o mujer, con simples talentos o ambiciones, sino que además, al parecer, en la mayoría de los casos, el crecimiento en el sistema está ligado al pago de costas onerosas que socavan nuestra ética. Así estamos. La decisión de cómo y hasta dónde incluirse en él, de cómo vincularnos con sus miserias depende de las condiciones en que uno nazca, crezca y esté en cada momento, y es privativa de cada uno.
Con el pucho de guita que le quedó, decidió entonces irse del infierno a remarla, por el interior del país.
(1) Mafalda es la popular historieta que el humorista gráfico argentino Quino realizo durante los años 1964-1973. Trascendió las fronteras de tiempo y espacio. Fue traducida a 30 idiomas.
Imagen de portada por J. J. Stork FOTOMONTAJES
Fotos en el texto por Edu Del Olmo (EDO)