Persistencia: sobre embarcaciones audaces
Por Fabio Faes
En la charla con Estela de Carlotto, publicada en esta edición de El Anartista, la Presidenta de Abuelas hizo referencia a un regalo para su nieto Guido. Es “la réplica de un barco que hizo una travesía famosa”, nos dijo. Regalo para un niño grande, búsqueda amorosa de recuperar el tiempo que les robaron, la maqueta a la que se refiere Estela en la entrevista es la de la balsa Kon-Tiki.
POÉTICA DEL EXPLORADOR
Biólogo marino, Thor Heyerdahl dedicó años de su vida a demostrar una teoría: que parte de la población Polinesia era originaria de América del Sur y que los habitantes precolombinos atravesaron el Océano Pacífico con sus embarcaciones.
Heyerdahl construyó su teoría con base en una historia poética: un grupo de hombres había llegado a las islas, dirigido por un jefe semidivino. Procedían del este y enseñaron a los nativos nuevas formas de vida. Su líder se llamaba Tiki. Pueblos originarios americanos narran una historia parecida. La incaica era una civilización sólida, con cultura y conocimientos sobre distintas ciencias. Derrotado tras una cruel guerra, uno de sus líderes, Kon-Tiki, reunió al resto de sus hombres y escapó por mar hacia el oeste, en busca de un lugar seguro.
Heyerdahl empezaba a elaborar su hipótesis. Sólo quedaba una incógnita por resolver: los indios americanos poseían grandes conocimientos, pero nunca habían fabricado barcos. Sus detractores afirmaban que el grupo de Kon-Tiki no podía haber cruzado el océano sin una buena embarcación. Heyerdahl había visto dibujos de balsas en los antiguos templos peruanos. Estaban construidas con madera resistente, tenían una gran vela cuadrada y un pequeño cobertizo de refugio. Nadie creía posible hacer un largo viaje en una balsa de estas características. Heyerdahl decidió demostrar que se podía. Él mismo la fabricaría y con ella cruzaría el Pacífico.
VIENTO EN POPA
El 28 de abril de 1947, Heyerdahl y otros cinco tripulantes partieron desde El Callao y navegaron 101 días, con el favor de las corrientes y los vientos, que los empujaron hacia las costas del Atolón Raroia. Culminó así un viaje épico, una aventura poética y una demostración científica. Fue también el inicio de la reivindicación de la cultura precolombina y de rendición de honores a un pueblo de navegantes: los escandinavos. La expedición Kon-Tiki abunda hoy en libros y películas. Le han dedicado un museo en Oslo y se fabrican souvenirs con réplicas de su histórica balsa.
Con el mismo espíritu aventurero del noruego loco -como lo llamaron sus detractores-, un abogado de Dolores, la Provincia de Buenos Aires, se propuso demostrar que habitantes de África, 3500 años Antes de Cristo, habían llegado a América. Barragán y su tripulación construyeron una embarcación similar a la Kon-Tiki. Lo hicieron con maderas de la selva ecuatoriana, sin ningún tipo de tecnología, sin quilla ni timón, zarparon desde Tenerife. Tras 52 días de viaje. llegaron a La Guaira, en Venezuela.
En muchas de las charlas, con la Expedición Atlantis convertida en un hecho cultural, Barragán puso énfasis en sostener que él no era un aventurero, sí un expedicionario; y que su travesía fue el resultado de la investigación y el trabajo en equipo. Planificaron el viaje día por día, estudiaron las corrientes y los vientos, que los depositaron exactamente donde ellos creían.
Un noruego loco demostró que los Incas no eran aquello en lo que la historia de los colonizadores los quería convertir. Y un ignoto abogado de la Provincia de Buenos Aires se convirtió en explorador histórico. Ambos proyectan imágenes sueltas en un tarde inolvidable.
Un hilo invisible, la imagen de una pequeña balsa de madera, juguete amoroso en las manos de un nieto recuperado, cariño de abuela. Y la persistencia de las ideas.